La piedra de buena calidad no abunda en muchas zonas de la Península. Donde más fortificaciones he visto construidas con buena sillería de granito ha sido en la mitad norte de Portugal, donde hay en cantidades industriales. Pero en enormes extensiones del territorio, como que no. Obviamente, en aquellos tiempos no era fácil y, mucho menos, barato, cortar la piedra y acarrearla a kilómetros (bueno, millas o leguas para hablar con propiedad...) de distancia. Como ya comenté en la entrada anterior, los constructores cristianos no eran precisamente proclives al uso del tapial, prefiriendo siempre que fuera posible los materiales líticos para levantar sus edificios. Así pues, en caso no haber piedra granítica o caliza, las más adecuadas para estos menesteres, pues se echaba mano a la que hubiere, o incluso se reutilizaba la de edificios anteriores, en aquel momento en ruinas.
De esa forma se construyeron multitud de fortificaciones, a base de mampuesto. El mampuesto no era más que cantería burda unida con mortero de cal y arena. Como se ve en el gráfico en sección de la izquierda, se levantaban dos paramentos, de entre 30 y 40 cm. de grosor cada uno) con un espacio entre ellos destinado a ser rellenado con el migajón, una mezcla de tierra con cal, e incluyendo en esa mezcla cantería menuda y/o los fragmentos de las piezas defectuosas que salían de los alfares cercanos a fin de darle consistencia. Esa cerámica ha permitido a los estudiosos en la materia datar con mucha precisión este tipo de obras, así como añadidos construidos en épocas posteriores. Como ya sabrá más de uno, la tipología de los diferentes tipos de cerámica varían en forma, composición, color, etc., de una época y cultura a otra. Bueno, la cuestión es que dichos paramentos que, en total, contando el migajón solían tener un grosor de dos varas (alrededor de 168 cm.), se rellenaba como se ha explicado antes, colmatando la mezcla con agua y pisones. De ese modo se obtenía una muralla mucho más resistente que si estuviera construida con tapial y, muy importante, tenía trabazón con las torres de flanqueo se que repartían por su perímetro.
Dependiendo del tipo de suelo se recurría a levantar los paramentos de una u otra forma. Por ejemplo, si era sobre piedra no requería ningún tipo de cimentación, por lo que se edificaba directamente sobre la misma. Si por el contrario era un suelo menos consistente, se construía una zapata formada por tres o cuatro hiladas de sillares, como aparece en el gráfico superior. Alguno dirá que me contradigo, que si no había piedra de calidad en las cercanías no se podía recurrir a este material. No, no me contradigo. Lo que ocurre es que, para esos casos, sí se optaba por acarrearla desde donde fuera preciso. Obviamente, no era igual de costoso transportar la necesaria para una zapata que para todo el castillo.
Al igual que en el caso del tapial, también se solía recurrir a sillería esquinera en las torres para darles más consistencia, así como en los vanos de puertas y ventanas. La parte interna, como ya se explicó en la entrada dedicada a las torres, era por lo general enteramente maciza hasta la altura del adarve. Este sistema de construcción era más lento que el tapial. Había que ir nivelando cada hilada de cantos, rellenando los huecos entre ellos con abundante mortero, ripios y lajas de piedra y, además, esperar a que la argamasa se secara ya que, en caso contrario, el peso del migajón podría reventar los paramentos. Hay que tener en cuenta que 1 m³ de este tipo de relleno podía superar, dependiendo de su composición, la tonelada y media de peso. Una vez alcanzada la altura deseada, se ensolaba el adarve para facilitar el tránsito por el mismo. Los materiales podían ser diversos: guijarros, lascas de piedra, una simple capa de mortero, tobas o el sempiterno y socorrido ladrillo de adobe, colocado a soga y tizón o a espiga.
Finalmente y, al igual que ocurría con el tapial, era habitual enlucir los paramentos con una gruesa capa de mortero de cal a fin de preservarlo de los agentes meteorológicos. Si se fijan detenidamente cuando visiten algún castillo construido con mampuesto, puede que encuentren restos de revoco en algunas zonas. Dicho revoco, que se encalaba para impermeabilizarlo adecuadamente, podía contener esgrafiados con motivos decorativos o imitar un falso aparejo de sillería para, a modo de sutil trampantojo, engañar al enemigo haciéndole creer que las murallas eran de piedra de la buena. En cuanto al tipo de piedra, pues la que hubiera más a mano. Veamos algunos ejemplos...
La foto de la derecha corresponde a la alcazaba de Silves, en Portugal. En este caso se recurrió a un mampuesto a base de piedra de gres rojo que, igualmente, se usó para la sillería esquinera y las puertas. Obsérvese que, en este caso, se van alternando hiladas gruesas con otras más finas para mantener igualada la altura de los paramentos. Los parapetos y almenados han sido restaurados no hace muchos años. En este caso, afortunadamente, el arquitecto de turno tuvo el sentido común de reconstruirlos con el mismo tipo de piedra. Cualquier otro le habría plantado una barandilla horrible o, lo que es peor, ladrillos de cara vista. No es coña, hay quien los ha empleado aunque parezca increíble.
En la foto de la izquierda podemos ver la torre del homenaje del castillo de Lousã, en Portugal. En este caso, está enteramente construido con pizarra. La puerta de la torre, de sillería de mármol, es la única piedra de todo el edificio que no es pizarra, de la que se compone incluso la gruesa zapata sobre la que se asienta, en este caso para nivelar el terreno, ya que todo el castillo está edificado sobre un afloramiento pétreo muy irregular de esta misma composición y, obviamente, de donde obtuvieron el material para edificarlo. La pizarra es una piedra muy blanda, fácilmente erosionable, de modo que ya es un milagro que el castillo haya llegado a nosotros.
El que vemos a continuación es el de Santa Olalla de Cala, en Huelva. Este castillo es de construcción castellana. Concretamente, fue mandado erigir por Sancho IV en 1293 debido a la cantidad de bandidos que infestaban la comarca. O sea, fue más bien un castillo policial que militar propiamente dicho. En este caso, está edificado sobre un afloramiento rocoso muy alargado y estrecho en dirección norte-sur, que le da al edificio una peculiar fisonomía. Como se ve en la imagen, no cuenta con sillería esquinera ni zapatas debido a la solidez del firme sobre el que se asienta. La única sillería que hay en el edificio la podemos encontrar en su puerta de acceso. Las puertas de torres, aspilleras y demás aberturas son de ladrillo de adobe, material que también se usó para los frisos que se ven en la foto. En todo caso, es difícil concretar este punto con exactitud tanto en cuanto el castillo fue usado como cementerio hasta principios del siglo XX, y no ha sido restaurado hasta hace unos cuatro años, por lo que, a pesar de que la restauración ha sido poco agresiva, es evidente que el edificio ha debido perder con anterioridad muchos de sus elementos originales. De hecho, los paramentos interiores parecían un queso de Gruyère con tanto nicho.
Bueno, creo que con estos tres ejemplos ya se hará el personal una idea clara del tema. Podría seguir mencionando castillo tras castillo, ya que cada uno de ellos tendrá unas características particulares en lo referente al mampuesto usado en su edificación, pero creo que queda bastante claro que, de forma básica, lo que regía era el tipo de piedra disponible y la composición del suelo para iniciar su construcción. Como colofón, concretar que pueden verse castillos de mampuesto en los que se recurrió a hiladas de ladrillo para nivelar los paramentos, si bien de eso ya hablaré en una entrada dedicada al sillarejo, que es donde solía ser más frecuente.
Hale, he dicho
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