lunes, 6 de junio de 2011

Tormentaria



En éste término se englobaban los engenhos, máquinas neurobalísticas que, desde tiempos muy remotos, se usaban para la expugnación de ciudades y fortificaciones. El origen de estas máquinas es de lo más diverso. Unas procedían del mundo antiguo, otras del lejano oriente, y todas ellas fueron heredadas por los ejércitos medievales hasta que, con la aparición de la pirobalística, fueron relegadas al olvido.
Pero de lo que no cabe duda es de lo acertado de su diseño, ya que estuvieron operativas durante siglos y, a pesar de las innovaciones ideadas por los cerebros de la época, como Leonardo da Vinci, al final fueron las máquinas de siempre las que se siguieron usando en los asedios de la Edad Media.
Antes de nada conviene concretar un detalle, y es la nomenclatura de dicha maquinaria. Es habitual darle el nombre de catapulta a toda aquella capaz de lanzar un proyectil, pero en realidad es un término bastante ambiguo. Cada máquina tenía su nombre o, mejor dicho, sus nombres ya que, dependiendo del país, se usaba uno o varios diferentes. En los distintos tratados y crónicas de la época aparece la misma máquina nombrada de mil formas distintas, lo que no deja de ser una complicación a la hora de pretender enumerarlas, así que he optado por darles la denominación más habitual.
Así pues, ateniéndonos a esto, las diferenciaremos según su cometido, a saber:

* Máquinas de aproximación: Bastida y grúa o toleno.
* Máquinas de batir: Arietes, cangrejos y trépanos.
* Máquinas de lanzamiento: 
a) Por torsión: Mangana y onagro                                       
b) Por gravedad: Fundíbulo o trabuco
c) Por tracción: Brícola
d) Por acción horizontal: Balista y escorpión

A ello se le añadirán sus diversas variantes si procede, así como los diferentes tipos de proyectiles usados por cada máquina: bolaños, pellas, vasijas con brea o fuego griego, etc.

En cuanto al alcance y efectividad de estas máquinas, es muy difícil dar datos fiables al 100%. Por un lado tenemos los que nos ofrecen las crónicas de la época, tendentes siempre a exagerar los efectos y cualidades de las mismas, generalmente por cuestiones "propagandísticas". Por otro, las pruebas efectuadas hoy día con réplicas de dichas máquinas. Pero hablamos de ingenios que, aunque basados en un patrón, no son ni mucho menos iguales unos a otros, y cada uno se fabrica como le da la gana al aficionado de turno. En todo caso, intentaré dar datos contrastados y que cada uno piense lo que le de la gana.

Dicho esto, comentar de forma genérica lo referente a su fabricación y puesta en funcionamiento. Por lo general, estas máquinas no se fabricaban in situ. Es de común creencia que los sitiadores, nada más llegar, se dedicaban a talar los bosques cercanos y se ponían a fabricar máquinas a toda prisa. No, nada de eso. Entre otras cosas, porque igual no había bosques donde talar, o la madera no era la adecuada, y si lo era tardaba meses en secarse. Y para fabricar una de estas máquinas hacían falta semanas, a veces meses, tiempo este del que no siempre disponían. Además, que nadie piense que cualquiera era capaz de construirlas. Para ello hacían falta maestros carpinteros, oficiales, herreros, etc.
Así pues, lo habitual era llevarlas desmontadas en carros y, una vez establecido el cerco, montadas y puestas en orden de combate.
Sólo era viable fabricar durante el cerco los arietes, pero transportando previamente la cabeza de hierro o bronce, y las bastidas o las grúas que, por su tamaño, eran imposibles de transportar y, además, no requerían de un secado previo de la madera para un buen funcionamiento ya que solo eran torres de asalto.
Por otro lado, comentar que estas máquinas nunca se usaban en batallas campales. Es habitual ver en el cine escenas en la que entran en acción éste tipo de maquinaria contra formaciones enemigas. Es falso (ya he mencionado anteriormente la pésima actuación de los asesores de turno). Y es falso entre otras cosas porque era inviable su uso. Un fundíbulo tenía una cadencia de tiro tan lenta que podía terminar la batalla antes de lanzar tres bolaños, y sería como matar moscas a cañonazos. En definitiva, el objeto de los engenhos no era otro que destruir las torres y las murallas de las fortificaciones a ocupar.

Bueno, con esta breve introducción para ponernos en situación vale de momento. Mañana, más...
           

Expugnación castral. Sitios a fuertes, plazas fuertes y plazas de guerra

El desarrollo que tuvieron a finales del siglo XVI las fortificaciones de traza italiana supuso tener que idear nuevas tácticas para la expugnación de los enormes complejos fortificados que surgieron por doquier. Los sitiadores ya no podían limitarse a sentarse y esperar a que a los defensores se les acabaran las vituallas, o asaltar un castillo defendido por unas cuantas decenas de hombres. Las nuevas fortificaciones albergaban guarniciones de centenares o miles de soldados, sus baluartes contaban con bocas de fuego suficientes como para barrerlos del mapa, y sus complejas obras defensivas hacían extremadamente complicado apoderarse de ellas.

Así pues, fue necesario adoptar estrategias y técnicas capaces de expugnar fortificaciones cuya sola visión le hacían a más de uno perder las ganas de intentar siquiera ponerles sitio. La impresionante mole de los baluartes erizados de cañones, los fosos, revellines, plazas de armas, hornabeques, etc., etc., con que estaban defendidas ponían las cosas verdaderamente complicadas a los asaltantes, lo que hizo que los ingenieros militares de la época, creadores de esos complejos fortificados, ideasen la forma de vencerlos.

Aparte de las minas, a las que ya se dedicó una entrada anteriormente, había una serie de elementos que los sitiadores ponían en práctica para apoderarse de su objetivo, a saber:

1. Construcción de líneas de contravalación y circunvalación
2. Obras de zapa de aproximación, como las paralelas y las trincheras
3. Obras de campaña
4. Pertrechos para ello


La lámina superior nos puede ilustrar a la perfección. En la parte inferior vemos las líneas de contravalación y circunvalación. La primera de ellas estaba destinada a cerrar el cerco contra la plaza, así como a contener posibles salidas de sus defensores. La segunda, previene un ataque de tropas que acudan en ayuda de los defensores. Entre estas líneas, situada a casi 3 km. de distancia, fuera del alcance de la artillería enemiga, se levantaba el campamento. Como se ve, dispone de fosos y dientes de sierra para flanquear posibles atacantes procedentes tanto de la plaza como del exterior.


En esa otra lámina tenemos el detalle de las obras de aproximación. Se cavaba una primera paralela, una trinchera situada al menos a 700 varas (584 metros), provista de parapeto y banqueta para fusileros. A partir de ahí se iniciaban unas trincheras de aproximación en zigzag denominadas retornos. Se pueden apreciar unos salientes al extremo de cada retorno, denominados corchetes que permitían una mejor circulación en caso de moverse las tropas en ambos sentidos en la estrechez de la trinchera. Su forma en zigzag obedecía a prevenir que si un disparo enemigo enfilaba la trinchera la barriese de ocupantes.

Tras avanzar 380 varas (317 metros), se iniciaba la segunda paralela. El motivo de esa distancia concreta era porque, de ese modo, la segunda paralela quedaba dentro del campo de tiro de la fusilería amiga, o sea, podían ser cubiertos por el fuego propio en caso de verse desbordados por una salida del enemigo. Una vez cavada la paralela se iniciaba otra aproximación, pero con los retornos más cortos ya que, a esa distancia, se estaba más expuesto al fuego procedente de la plaza.

Finalmente se cavaba una tercera paralela a 60 varas (50 metros) de la plaza, y a partir de ahí era desde donde se comenzaban a cavar minas a fin de abrir una brecha. Obviamente, mientras se llevaban a cabo estos trabajos se bombardeaba la plaza desde las fortificaciones de campaña que se ven en la primera paralela. Se trataban de obras de circunstancias, casi siempre fabricadas a base de tierra y de los pertrechos que veremos más adelante, y a veces aprovechando alguna casa cercana o algún castillo abandonado cuya posición se prestase para ello. Dichas fortificaciones podían ser de varios tipos, a saber:




Triángulo con medios baluartes en sus ángulos. Esta fortificación permitía tanto hostigar la plaza sitiada como proteger cada flanco de su recinto, así como batir a posibles atacantes por la retaguardia.



Triángulo con baluartes enteros en sus ángulos. Su finalidad es la misma que el anterior, si bien permite cruzar fuegos en las tres direcciones.
Triángulo con baluartes enteros en cada lado. Quizás la menos efectiva de las tres, ya que cada baluarte solo cubre de flanco y no cruza fuegos con los demás. También podían hacerse cuadrados con los mismos sistemas defensivos que acabamos de ver. Más sofisticadas eran las fortificaciones en forma de estrella, de 5, 6 o más puntas, similares a sus "hermanas mayores". Finalmente, quedaría por mencionar la herradura de caballo, cuya forma, como puede suponerse, era tal como su nombre indica. La parte abierta de la herradura correspondería a la gola, que podía cerrarse con estacadas, fosos, etc.

Para la consecución de estas fortificaciones de campaña se recurría a una serie de pertrechos, fabricados con materiales perecederos o con tierra, baratos y fáciles de conseguir y bastante efectivos a la hora de proteger tanto a las tropas como a los zapadores que, penosamente, tenían que cavar cientos de metros de trincheras bajo el fuego de los sitiadores. Veamos cuales son:

LAS FAJINAS


Eran haces de ramas de entre 160-175 cm. de longitud y de un grosor de unos 15 cm. Era uno de los pertrechos más versátiles, adecuados para construir parapetos o cubrir los espacios entre cestones. Estas últimas eran más gruesas, y llevaban un palo en el centro que sobresalía de sus extremos para poder clavarla en vertical. Estas fajinas, llamadas fajos de zapa eran más cortas que las normales, de alrededor de 75 cm.




LAS SALCHICHAS

Eran fajinas de entre 5,60 y 14 metros de longitud, usadas para como base para la construcción  de estos fuertes de circunstancias. Se unían en grupos, abrazadas mediante estacas de entre 85 y 115 cm. para formar una masa compacta y sólida. En la lámina de la izquierda se puede ver como quedaba un parapeto fabricado con estas fajinas, las cuales podían recubrirse con tierra para darle más solidez al conjunto. El soporte que las contiene recibía el nombre de candelero, a los que se recurría cuando no se tenía intención de realizar un parapeto más duradero, o bien para irlo cambiando de sitio si las circunstancias lo requerían.



LOS SALCHICHONES

Eran fajinas de entre 85 y 115 cm. de grosor cuyo interior iba relleno de piedras. Valían para cegar fosos inundados, ya que con su peso se iban al fondo, y formar sobre ellas un camino de acceso a la plaza. También se usaban como base para la construcción de fuertes de circunstancias, como los que aún perduran en la zona de San Fernando y Chiclana, en  Cádiz, construidos entre las salinas para contener el avance francés y con bastante buen resultado por cierto.

LOS CESTONES O GAVIONES


Eran, como su nombre indica, cestos de mimbre o ramas finas que, rellenos de tierra, tenían multitud de usos, tales como protección para piezas de artillería, o para protección de los zapadores que iban cavando las trincheras, quedando así a salvo del fuego de fusilería enemiga. Si eran necesario que cubriesen una altura superior a los aproximadamente 2 metros, se ponían dos cestones, uno encima del otro, para lo cual se fabricaban con un extremo de un diámetro inferior a fin de encajarlo uno en el otro. A falta de cestones también se usaban botas y barriles de madera, que cumplían su cometido a la perfección. El la ilustración de la izquierda vemos como unos zapadores cavan tras un parapeto formado por cestones cuyas medianeras están rellenas con fajinas, que también están colocadas en la zona superior. La zapa, como se puede observar, se realizaba en cuatro niveles, siendo el de menor altura protegido en su avance por un mantelete colocado sobre ruedas. Estaba fabricado con gruesos tablones de madera a prueba de bala de fusil.

LOS CESTILLOS DE TRINCHERA

Eran pequeñas cestas de mimbre llenas de tierra que se colocaban sobre los parapetos, pudiendo así formar troneras para que los fusileros pudieran disparar a cubierto. Para esto también se usaban sacos terreros, que creo que no precisan explicación porque aún se usan actualmente para defender trincheras, piezas de artillería, etc. Los cestillos eran además muy útiles para transportar cualquier tipo de utensilios a lo largo de las angostas trincheras.

LOS ZARZOS


Usados desde muy antiguo, eran plataformas de mimbres o ramas de forma rectangular válidos para multitud de fines, como cubrir las fajinas usadas para cegar fosos y crear así una pasarela uniforme, disponerlos en el fondo de las trincheras cuando se embarraban con las lluvias, sujetar la tierra en los taludes si era poco consistente o arenosa, etc. Las asas de los extremos son, como puede suponerse, para facilitar su transporte. Los zarzos también eran usados como blindas, que no eran en sí una fortificación ni nada similar, sino un mero cubrimiento para ocultar a la vista del enemigo cualquier actividad que se deseaba se mantuviera en secreto, como el inicio de zapas u obras de cualquier tipo.

Bueno, creo que, aunque explicado de forma muy resumida, ya podemos hacernos una idea bastante clara de como se llevaban a cabo los sitios a fuertes y plazas de guerra. Como se ha visto, era cuestión de paciencia y un abrumador trabajo de zapa, en el que la soldadesca se convertía en topos que dedicaban semanas o meses a darle al pico y la pala sin descanso a fin de intentar una aproximación al objetivo. Pero sin esa labor previa era simplemente imposible expugnar los imponentes complejos fortificados de la época, así que no les quedaba otra que invertir días y días y más días en ello para lograr, en un asalto final muy breve en comparación con el tiempo total de duración del asedio,  apoderarse de la plaza. Y, con todo, no siempre se lograba culminar con éxito la empresa. Baste recordar el sitio a Cádiz por parte de las tropas del enano corso que, tras dos años y medio y comprometer en la acción miles de hombres y más de 600 piezas de artillería, tuvieron que levantar finalmente el cerco.

Bueno, ya'tá.

Hale, he dicho