Esta peculiar espada corta está unida indisolublemente a la imagen de los lansquenetes alemanes. En la ilustración de la izquierda tenemos a un tedesco de aspecto bastante feroz empuñando un enorme mandoble y, cruzada sobre el vientre, la katzbalger. Sobre su nombre hay teorías varias: una dice que proviene de katz y balg, en referencia a que usaban piel de gato para fabricar las vainas. Otra, de katz y balgen, en alusión a peleas de gatos y por su similitud con un combate cuerpo a cuerpo muy cerrado. Y otra más, de mi propia cosecha: katz y bälger, de gato y diablillo, en referencia a lo puñetera que era la espada de marras. En fin, vete a saber. Si alguno de los que me leen sabe alemán y nos aclara algo, pues nuestro agradecimiento será eterno y tal.
En cualquier caso, esta espada surgió en el siglo XVI como segunda arma para espaderos, alabarderos y ballesteros, si bien su uso más idóneo era para los primeros los cuales, blandiendo sus descomunales mandobles, se infiltraban entre las picas del enemigo, partiéndolas a golpes para, una vez llegados al cuerpo a cuerpo, disponer de un arma más manejable para esa circunstancia, en la que un mandoble de la estatura de un hombre era completamente inútil.
Su hoja, de entre 50 y 70 cm. de longitud aproximadamente, era recta, de sección en diamante y provista de dos o más acanaladuras, lo que le daba una rigidez muy adecuada para clavar a pesar de que la punta no era excesivamente aguzada, y en algunos casos incluso redondeada. Pero su verdadera efectividad la lograba hiriendo de filo por tratarse de una hoja de una anchura superior a los 4 cm., lo que la hacía muy contundente a pesar de su poca longitud. Su peso oscilaba por los 1.000-1.200 gramos, si bien podían alcanzar incluso los 2 Kg., muy pesada para su tamaño y, por ende, ideal para machetear al enemigo. Lo más peculiar era su guarda, en forma de S cerrada, y su empuñadura cónica rematada por un pomo tronco-cónico siguiendo la línea de las cachas, muy adecuado para impedir que saliera despedida al golpear.
La vaina se fabricaba como las de sus antecesoras medievales: dos mitades de madera forradas de cuero, si bien se las proveía de una contera y un brocal metálicos. Junto al brocal podían llevar un bolsillo de cuero para llevar un pequeño cuchillo o punzones. Su forma de portarla, cruzada sobre el vientre u horizontal al costado, facilitaba su rápida extracción llegados al contacto, e incluso de esa forma ya se podía aprovechar el tirón de la vaina para asestar el primer tajo, de forma similar a como lo hacían los samurai.
Hacia 1530, se introdujo una variante en la empuñadura de la katzbalger, añadiéndole una guarnición envolvente similar a la de los sables. De esa forma, como cabe suponer, se lograba una mejor protección para la mano, muy expuesta a recibir tajos capaces de cortarla limpiamente por la mitad en los brutales combates cuerpo a cuerpo de la época. Este tipo de guarnición, según algunas opiniones, dio lugar al desarrollo ya en el siglo XVII de la esclavona o schiavona. Hay disparidades en esta afirmación, tanto en cuanto se considera a la esclavona como una espada de origen eslavo que popularizó la guardia personal del dux de Venecia, cuya guarnición más primitiva consistía en una guarda formada por dos aros laterales, mucho más pequeños que los gavilanes en forma de S de la katzbalger. A mi parecer, no tienen nada que ver la una con la otra. La katzbalger debió tener su final cuando este tipo de espadas cortas quedó obsoleta por la evolución de las tácticas de la época.
En cualquier caso, esta emblemática espada sirvió a la perfección para el cometido para el que fue creada: dotar a las tropas de un arma corta y manejable pero, a la par, contundente y mortífera, muy adecuada para el combate cuerpo a cuerpo. Comentar como conclusión que, aunque están asociadas por norma a los lansquenetes, al parecer también hicieron uso de ella los mercenarios suizos, cuya forma de combatir era muy similar.
Hale, he dicho
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