jueves, 28 de noviembre de 2013

Las tropas de los faraones


Ramsés II dando estopa de perfil a sus enemigos también de perfil en Qasdesh


Tiempo ha que no se habla nada sobre los ejércitos de la antigüedad, así que como aún me dura el ataque de lumbago psicológico, hoy estudiaremos algunas curiosidades curiosas sobre el ejército egipcio. Sí, esos señores que siempre salían retratados de perfil y que debido a ello padecían unas tortícolis abrumadoras. 

Ante todo, conviene tener en cuenta algunos detalles y es que gran parte, por no decir casi todo, de la nomenclatura que usamos actualmente al referirnos al viejo Egipto es de origen griego. Concrétamente, fue Herodoto si mal no recuerdo el "culpable" de esta serie de manipulaciones lingüísticas, ya que helenizó los vocablos egipcios que resultaban raritos de pronunciar a los griegos. Sirvan como ejemplo las famosas pirámides de Keops, cuyo verdadero nombre era Kufú, Kefrén, que se llamaba Kaf-rá de toda la vida, o Micerinos, castellanización del griego Mukerinos y que en realidad era llamado Menkau-rá por sus contemporáneos, compadres y cuñados. De hecho, el mismo término faraón es también la castellanización de fharaó, helenización a su vez del egipcio per-aa, palabro rarísimo que por lo visto significaba "casa grande", o sea, donde vivía el mandamás. Es como si nosotros llamásemos al rey, en vez de rey, palacio. ¿Se me entiende, no?  Y por otro lado, aclarar también que lo que veremos a continuación corresponde al Imperio Medio ya que no es posible hacer una entrada de longitud aceptable si incluimos todo el Imperio egipcio al completo. Bueno, comencemos...

El reclutamiento

El reclutamiento o djamu se llevaba a cabo por circunscripciones locales. Había dos tipos de reclutas, los procedentes de la población civil o hewenu-nefru, y los pertenecientes a la casta militar o ahautyu, los cuales sustituían a sus progenitores cuando estos causaban baja en el ejército. Estos soldados pertenecientes a la casta militar eran denominados "el grupo de los gobernantes", en referencia a que eran los encargados de formar parte del ejército permanente a las órdenes de los faraones. En cuanto a los hewenu-nefru, estos pasaban a servir durante unos dos años, quedando tras la licencia sujeto a la milicia urbana que podía ser llamada en caso de necesidad. Mientras se permanecía en filas la disciplina era sumamente estricta, recurriéndose a los castigos corporales para hacer ver al personal que eso de portarse mal estaba muy feo y que servir al faraón como Amón manda era lo principal. Arriba a la izquierda podemos ver un ejemplo bastante gráfico en el que aparece un soldado desnudo tumbado boca abajo mientras otro le sujeta las piernas y otros dos los brazos. En pie, un soldado lo fustiga con una vara. El castigo debe ser de aúpa, porque la empuña a dos manos. En cuanto hacían acto de presencia en los cuarteles se procedía a alistarlos y a raparles la cabeza, costumbre que aún perdura en casi todos los ejércitos del mundo mundial. A partir de ese momento se iniciaba un riguroso 

Entrenamiento

El entrenamiento se realizaba tanto en el manejo de las armas como de lucha cuerpo a cuerpo, e incluso levantamiento de pesas a base de bolsas llenas de arena para fortalecer sus cuerpos. En la ilustración de la derecha podemos ver diversos tipos de llaves practicadas entre dos púgiles. En cuanto al equipo personal, más básico imposible ya que no usaban yelmos ni corazas de ningún tipo. De hecho, ni siquiera precisaban de calzado. Lo único que llevaban encima era un taparrabos similar al subligaculum usado por los romanos, o sea, un triángulo de tela de lino que se anudaba a la cintura y sobre el cual se ponían una especie de falda de cuero fino. Se han encontrado algunos de estos calzoncillos a la egipcia en fosas comunes y en los que, curiosamente, estaban escritos los nombres de sus propietarios, cosa que también se sigue haciendo en los ejércitos modernos para que no te den el cambiazo. En este caso, los sujetos eran unos tales Sobekhptep y Senusret, dos nubios que entregaron sus míseras vidas de mercenarios a mayor gloria del Dios Viviente, del gran faraón, del Hijo de Rá, etc., lo cual imagino que les dio una soberana higa cuando tuvieron que entregar la cuchara por obra y gracia de la mala leche del enemigo, que los masacró bonitamente.

Por lo demás, en función de las habilidades del personal, cada recluta era enviado a servir en la infantería o como arquero. El ejército egipcio no usaba caballería, así que solo tenían dos opciones. 

Los arqueros o megau usaban un arma fabricada con acacia en una sola pieza de alrededor de 150 centímetros de largo. Para reforzarla eran atados cada ciertos tramos con cordel de lino. Las cuerdas se fabricaban de lino trenzado o de tendones y solían llevar dos o tres de repuesto anudadas en la cabeza. En una pequeña bolsa portaban una pieza de cuero usada como brazal para impedir que la cuerda del arco golpeara el antebrazo al ser disparado, lo cual es sumamente doloroso y de ello doy fe. También solían llevar un tarro que contenía trozos de malaquita y grasa con lo cual fabricaban una especie de pigmento de color verdoso con el que se untaban en los párpados para impedir que la reverberación de la luz les hiciese fallar la puntería. También llevaban una pequeña piedra para afilar las puntas de las flechas.

Un armero comprueba la correcta alineación del astil de una flecha. Esta pintura, hallada en una tumba en
Saqqara, nos permite tener una clara idea de la longitud de estos proyectiles.

El alcance de estos arcos era muy inferior a los usados en Europa en la Edad Media, ya que alcanzaban apenas los 50 metros. En la foto superior vemos unos arqueros nubios los cuales portan su arma en la mano izquierda mientras en la derecha llevan las flechas, no haciendo uso de aljabas. Estas flechas se fabricaban con cañas, material muy abundante en Egipto, y se las armaba con puntas de pedernal, hueso, ébano o cobre. Dichas puntas se unían al astil mediante un pedúnculo o lengüeta y se unía sólidamente el conjunto mediante cordón muy fino de lino o con tendones. Finalmente, se sellaba todo con pez para impedir que se soltase. Los estabilizadores se fabricaban con plumas que eran pegadas y aseguradas con cordel al astil. A la derecha tenemos un arquero disparando mientras sujeta las flechas con la mano derecha. Cabe suponer que esta forma de disparar les permitiría mantener una cadencia de tiro muy alta.

En cuanto a la infantería o nakhtu-aa, su armamento defensivo consistía en un escudo de forma rectangular con uno de los extremos en triángulo. Se fabricaba con piel de vacuno, la cual se estiraba y se cosía sobre un marco de madera. Su agarre era bastante básico: consistía en una simple manija de madera o de cuero trenzado tal como vemos en la imagen de la izquierda, correspondiente, al igual que la de los arqueros, a un ejército en miniatura hallado en una tumba de la XI Dinastía, concrétamente la de un caudillo local llamado Khety. Dichos escudos, al parecer, tuvieron diversos tamaños a lo largo del tiempo. Hay que considerar que la información que disponemos sobre el equipo de estos hombres procede de la infinidad de relieves y pinturas halladas en las tumbas, y que en ellas muestran, como se comenta, diversos tamaños si bien la morfología parece haber sido similar.

En lo tocante a las armas ofensivas, hacían uso de lanzas provistas de grandes moharras triangulares, ideadas para provocar tremendas heridas y ser fácilmente extraíbles de los cuerpos de los enemigos una vez aliñados para el Más Allá. Estas hojas se fabricaban con cobre o bronce, y se engastaban en las astas del mismo modo que las flechas: un largo vástago o pedúnculo era introducido en una ranura en el asta, que eran de caña o madera,y se ataban fuertemente con cordel de lino o tendones. Para impedir que la moharra se saliera o se hundiera en el asta al clavar, estaba ligeramente curvada hacia el extremo. A finales del Nuevo Imperio (c. 1150 a.C.-1070 a.C.) se empiezan a dotar a estas moharras de los cubos en enmangue convencionales.

En cuanto a las hachas, en la época que nos ocupa era la principal arma de mano. Su contundencia, según veremos más adelante, está fuera de toda duda. Se fabricaban de tres morfologías diferentes si bien tenían una serie de detalles en común. El primero era el mango, fabricado con madera de sauce y curvado para mejorar el agarre y lograr más energía al golpear. Así mismo, se les tallaba una protuberancia al final para hacer de tope o bien se le enrollaba cuerda o tiras de cuero para impedir perderla como consecuencia del sudor y/o la sangre. En la foto superior tenemos uno de los tipos: un hacha de hoja abocinada que, tal como se aprecia perfectamente en la imagen, tiene el lomo y la parte opuesta de dicha hoja biselados. Ha sido unida al mango mediante un sofisticado entramado de tiras de cuero las cuales, por norma e independientemente de la morfología de la hoja, se mojaban previamente para que al secarse se contrajeran y proporcionaran una sólida unión. 

Otras dos tipologías habituales eran las denominadas como "épsilon" por su semejanza con esa letra griega y la tipo D, por la misma razón pero respecto a la D latina. A la izquierda podemos ver dos ejemplares. El de arriba es una tipo épsilon que muestra dos muescas entre las cuales se encuentran tres vástagos con los orificios destinados a pasar la cuerda o la tira de cuero que la unirá al mango. La de abajo, una tipo D, carece de esas muescas, pero todo el dorso de la hoja va perforado de un extremo a otro. Una de estas hachas pesaba entre 1,5 y 2 Kg. y podían infligir terribles heridas debido a su anchuroso filo, y más en cuerpos totalmente desprovistos de protección. Las hojas de todas estas tipologías se fabricaban de cobre o bronce.

En cuanto a los puñales, eran en aquellos tiempos armas provistas de una pequeña hoja de cobre o bronce destinada a apuñalar en los combates más cerrados. Las cachas podían estar fabricadas de madera, hueso o, como el ejemplar de la derecha, de marfil. Iban provistas de generosos pomos a fin de mejorar su empuñe e impedir que en el fragor del combate pudiera perderse. Las vainas se fabricaban de cuero o madera y debido al pequeño tamaño de estas armas podían llevarse sujetas en la mínima falda que los cubría o atadas al antebrazo izquierdo. Con todo, con el tiempo fueron evolucionando y, por ello, el tamaño de estas armas fue aumentando progresivamente y las empuñaduras adoptaron una forma fusiforme. 

Bien, estas eran las armas que usaban los soldados del Imperio Medio, y a continuación veremos su nivel de efectividad, el cual quedó plasmado de forma dramática en la momia de un tal Seqenenra Taa, un gobernante local que reinó en la zona de Tebas durante la XVII Dinastía. Lo numeroso de sus heridas hacen dudar si murió en combate o bien fue víctima de un complot para enviar su ka al divino Rá, porque lo atacaron con saña y denuedo y lo dejaron en un estado deplorable al pobre hombre.

A la izquierda tenemos su cabeza, la cual ofrece una serie de heridas repartidas por toda ella. Esto nos indica claramente que sus asesinos se aseguraron que su siguiente acto público fuese su entierro. La herida 1 es un corte horizontal en la frente, producido posiblemente por un hacha con un filo de unos 6 cm. de largo. La herida en cuestión mide 63 mm. La nº 2 es un boquete de 31 mm. de largo por 10 de ancho. Pudo producirla el extremo de un hacha abocinada, o sea, un extremo del filo. La herida 3 la produjo un golpe propinado con un arma contundente, quizá una maza. Ese golpe no solo le aplastó la nariz, sino que le reventó el ojo derecho y le infligió un dislocamiento del hueso malar que produjo el agujero 2'. Para entendernos, le endiñaron tal golpe que el hueso que, al salirse de su sitio, perforó la carne y le salió por la cara. Por último tenemos la herida 4, realizada por una hacha o un puñal que le produjo un corte en el pómulo izquierdo. Falta una herida más, que no aparece en la foto, infligida por una lanza o un puñal que penetró justo por debajo de la oreja izquierda. O sea, lo dejaron listo de papeles. 

Bueno, con esto vale de momento. En otra entrada seguiremos con las armas usadas en tiempos posteriores que, si bien no difieren mucho de las mostradas, merece la pena reparar en ellas. Ah, y los carros de guerra, que molan bastante.

Es hora de ir a echar la Primitiva, que hoy hay bote suntuario.

Hale, he dicho...