jueves, 16 de noviembre de 2017

El Winchester del contrato ruso


Tropas rusas armadas con el Winchester modelo 1895

Obviamente, obtener un contrato por parte de un ejército compuesto por millones de probos ciudadanos dispuestos a palmar por la Patria como auténticos y verdaderos héroes es un chollo de antología. Uno de los más recientes fue el que obtuvo la firma italiana Beretta para sustituir las venerables Colt 1911 A1,  que tenían más tiros dados que una escopeta de feria, por una pistola moderna conforme a los requerimientos de la OTAN. De hecho, creo que los de la Beretta aún se están recuperando de la monumental cogorza que trincaron para celebrar que ganaron el concurso, y eso que han pasado ya casi 30 años del feliz evento. Así pues, lograr un contrato con un ejército como el ruso tampoco eran para hacerle ascos ya que, debido a su escasa capacidad industrial a principios del siglo XX, tenían verdaderamente complicado suministrar armas a su ejército a pesar de haber diseñado uno de los fusiles más robustos y fiables del momento, el Mosin Nagant modelo 1891 que, aunque con un acabado burdo y sin los refinamientos propios de un arma tedesca, funcionaba de maravilla. 

El fusil Krnka 1867 con su bayoneta
La modernización del ejército zarista tuvo lugar durante el último cuarto del siglo XIX. Por aquella época el fusil reglamentario era el Krnka modelo 1867, un arma de avancarga de seis líneas (es decir, calibre .60) fabricada en 1857 y reciclada en un sistema de retrocarga parecido al Snider, o sea, un arma monotiro. En sí, era un sistema bastante simple ya que consistía en una trampilla lateral que actuaba de cierre girándola hacia el lado derecho una vez introducido el cartucho. A continuación se amartillaba y listo. Su calibre, como era habitual en la época, no era precisamente escaso ya que disparaba un cartucho de 15,24x40R, es decir, que te metían en el cuerpo una bala de más de centímetro y medio de diámetro con unas consecuencias fisiológicas de lo más desagradables. Sin embargo, la escasa longitud de la vaina, apenas 7 mm. más que la de un .45 Colt, no le permitía contener una carga de proyección capaz de darle un alcance más allá de lo meramente razonable. Con todo, el Krnka era un arma de buena calidad, y las modificaciones llevadas a cabo en el arsenal de Tula para intentar alargar su vida operativa fueron igualmente válidas pero, para su desgracia, en breve estarían más trasnochados que Drácula.

Winchester modelo 1866 en su versión como fusil. En el detalle inferior
vemos un cartucho del .44 Henry y una vista de su culote que, como se
aprecia, carece de pistón por ser de fuego anular
Y la prueba de que deberían ir pensando en cambiar de fusil reglamentario les surgió durante la breve guerra que mantuvieron con los turcos entre 1877 y 1878. Los otomanos habían adquirido en 1870 una partida de Winchesters modelo 1866, concretamente 15.000 fusiles y 5.000 carabinas, ambos en calibre .44 Henry, un cartucho de fuego anular que no ofrecía unas prestaciones lo que se dice asombrosas, sino más bien lo contrario. Sin embargo, los turcos supieron hacer un uso inteligente de estas armas ya que conservaron sus Peabody-Martini monotiro para ofender al enemigo a distancia, y cuando lograban avanzar hasta unos 180 metros cambiaban de arma y escabechaban bonitamente a los hijos del padrecito Alexander Nikoláyevich Románov, más conocido como Alejandro II por estos pagos. Los 15 cartuchos de capacidad del cargador de estas armas proporcionaba una potencia de fuego nunca vista en aquel momento por aquellas latitudes. El culmen llegó durante el sitio a Plevna donde, el 11 de septiembre de 1877, los turcos les dieron las del tigre a los rusos y rumanos que emprendieron un asalto contra las defensas enemigas y, aunque tanto el asedio como la guerra acabaron en una victoria rusa, la desproporción de bajas fue en muchos casos abrumadoramente favorable a los turcos. De hecho, solo en los dos primeros meses de asedio los rusos contabilizaron 20.000 bajas, mientras que los turcos apenas 5.000.

Estos hechos convencieron al gobierno ruso de que era vital acometer una profunda modernización en lo tocante al armamento de la infantería, dando lugar a la creación del Mosin Nagant, del cual ya hablamos hace unos meses en lo tocante a su versión para francotirador si bien ya se les dedicará una entrada más amplia en su momento.


El general Suhomlinov
El estallido de la Gran Guerra puso en armas a un descomunal ejército de tres millones de hombres que, en aquel momento, el estado era literalmente incapaz de armar. De hecho, tuvieron que echar mano a los viejos Krnka y a fusiles sistema Berdan que quedaban en los almacenes porque, simplemente, no había suficientes fusiles para todos. Un ejemplo de la inquietante escasez de armas fue la batalla de Tannenberg (26-30 de agosto de 1914), en la que la mitad de las tropas rusas entraron en combate desarmadas, a la espera de que sus camaradas fuesen palmando para disponer de un fusil. De hecho, un ejército alemán de unos 165.000 hombres le dio las del tigre al de más de 415.000 puesto en liza por los rusos. Patético, ¿que no? Obviamente, semejante carestía había que solucionarla cuanto antes, pero la industria bélica rusa no daba más de sí y, por otro lado, los principales aliados de Rusia, Francia e Inglaterra, no daban abasto para suministrar a sus propias tropas, así que hubo que recurrir a proveedores procedentes de países neutrales dispuestos a dar un pelotazo de antología porque un pedido para un ejército como el ruso alegraría la existencia de cualquier representante de ventas. 


Naturalmente, el pésimo estado de la intendencia y la logística del ejército debía tener un culpable, y era hora de que rodaran cabezas. Y la primera que cayó fue la del general y ministro de la Guerra Vladimir Aleksandrovich Suhomlinov, al que en junio de 1915 mandaron a hacer gárgaras por incompetente y al que culparon de todo lo habido y por haber, ya fuese el responsable o no. Ya sabemos que, en esos casos, todo el mundo hace leña del árbol caído para escaquearse. Su sucesor fue el general Alexei Andreyevich Polivanov (foto de la izquierda), sobre el que recayó la descomunal tarea de reorganizar las desastrosas infraestructuras del ejército imperial. En todo caso, a finales de 1914 el defenestrado Suhomlinov ya había empezado a hacer gestiones para la adquisición de armas en terceros países. Curiosamente, Polivanov tampoco acabó de buena manera a pesar de su esfuerzo porque la zarina puso especial empeño en quitarlo de en medio. Al parecer, Polivanov no estaba nada conforme con que el zar, cuya experiencia militar era nula, se pusiera como era su intención al frente de las tropas. Obviamente, para la zarina Alejandra que alguien fuese un obstáculo para su idolatrado Niki era la mejor forma de convertirse en su enemigo mortal, así que logró que el zar mandara a paseo a Polivanov en marzo de 1916. Por cierto que debió sentarle fatal, porque cuando estalló la revolución se unió al ejército rojo.


Vista de una nave de la Winchester en 1912 que nos da una idea del nivel
y la capacidad industrial de la empresa en aquella época
Volviendo al tema que nos ocupa, en primer lugar se dirigieron a las firmas Remington y Westinghouse para que les fabricasen su Mosin Nagant reglamentario, pero eso no permitiría disponer de armas con la premura necesaria ya que ambas empresas debían preparar todo el utillaje necesario para ello. Así pues, lo más rápido era adquirir un arma que ya estuviese fabricada o, al menos, que pudiese suministrarse rápidamente con algunas modificaciones propias de un fusil destinado a uso militar. La empresa elegida fue la Winchester que, además de una consolidada reputación en la manufactura de armas de fuego, tenía la infraestructura necesaria para hacer frente a un cuantioso pedido de armas. El modelo elegido fue el 1895, un arma que había sido probada en combate ya que una partida de 10.000 unidades recamaradas para el 30-40 Krag, reglamentario en los Estados Unidos a finales del siglo XIX, fue encargada por el Secretario de Guerra en 1898. Y aquí procede abrir un paréntesis para dar algunos detalles sobre este modelo.


El 1895 fue introducido en el catálogo de la Winchester en junio de 1896, siendo el último modelo diseñado por el prolífico John Moses Browning, que lo patentó el 5 de noviembre de 1895 y que inicialmente estaba recamarado para el 30-40 Krag con vistas a hacerlo apetecible al ejército norteamericano. No obstante, tal como vemos en la ilustración de la izquierda, procedente de un catálogo de la época, también se fabricó en versiones de carabina y deportivo para su uso como arma de caza mayor. Además, se ofrecía en calibres .38-72 Win. y 40-72 Win. También se presentó en .236 US Navy para la Armada si bien no llegó a entrar nunca en producción ya que no recibió ningún pedido por su parte. Pero lo más significativo del modelo 95 es que fue el primero que no estaba provisto del típico cargador tubular propio de los rifles de palanca, lo que les permitía usar munición militar con bala puntiaguda. 


Esto, que puede parecer algo irrelevante, no lo era en modo alguno por una sencilla razón: si colocamos un cartucho de ese tipo con la punta de la bala apoyada en el pistón del que le precede, un golpe o incluso el mismo retroceso podría hacer que la bala se convirtiese en un percutor, detonando el cartucho anterior y produciéndose una reacción en cadena que dispararía toda la munición almacenada en el cargador. De ahí que, por ejemplo, el fusil Lebel, el único de cerrojo provisto de cargador tubular, tuviese que usar cartuchos con una acanaladura en el culote que permitiese desviar las puntas de las balas para que no se apoyasen en el pistón del cartucho que tenían delante. En la foto lo veremos mejor. El culote de la izquierda pertenece a un cartucho de 8x50 Lebel en el que se aprecia la acanaladura destinada a desviar la punta de la bala posterior, y a la derecha, a modo de comparación, un culote de un cartucho normal, en este caso el de un 8x57. Por ese motivo, las balas destinadas a rifles de palanca son por sistema de punta chata.


Vista interior del modelo 95 en la que apreciamos el sistema
de cierre y el sistema de elevación de los cartuchos
Por otro lado, los cargadores tubulares hacían la recarga muy lenta para un arma militar, por lo que el modelo 95 era especialmente atractivo con su cargador para cinco cartuchos mediante peines. Además, concretar que este postrero diseño de Browning estaba especialmente concebido para usar munición potente, lo que era imprescincible para un fusil destinado al ejército. El sistema de repetición por palanca no se distinguía precisamente por su solidez, y desde su invención se empleó con munición de potencia media. Sin embargo, el modelo 95 era capaz de resistir sin problemas cualquier cartucho de guerra de la época. Además, fue el primer modelo de la Winchester diseñado para resistir las elevadas presiones que producían las nuevas pólvoras sin humo, muy superiores a las de la pólvora negra empleada hasta la época. En cuanto a los sistemas de seguridad, este modelo carecía de seguro o, al menos lo que entendemos como seguro. Este se limitaba a una posición intermedia en el martillo, lo que permitía llevar el arma con un cartucho en la recámara sin peligro, bastando con amartillarlo para quedar listo para abrir fuego. En cuanto a la palanca, disponía de un sistema de bloqueo que impedía que se abriera como no fuese accionada de forma voluntaria por el que manejaba el arma. 


Así pues, y a la vista de que el modelo 95 era un buen candidato para proveer al ejército imperial, el ministerio de la Guerra ordenó que se hiciera un pedido inicial de 100.000 unidades recamaradas para el cartucho reglamentario ruso, el 7,62x54R, para lo cual hubo que acoplar un pequeño accesorio que podemos ver en la foto de la derecha. Consistía en dos pestañas atornilladas a cada lado del cajón de mecanismos, cada una con una acanaladura que servía de guía para introducir los peines de cinco cartuchos, los mismos que usaba el Mosin Nagant. Además hubo que añadir un anclaje para la bayoneta que, en este caso, no sería el modelo de cubo típico de los fusiles rusos.


Dicha bayoneta, que también fue fabricada por la Winchester, tenía una robusta hoja de 40,6 cm. de largo y la recorría una generosa acanaladura. La vaina, provista de botón, estaba fabricada de acero y estaba unida directamente al tahalí. Las 15.000 primeras unidades tenían la hoja más corta, concretamente la mitad, 20,3 cm., pero las restantes fueron como las que presentamos en la imagen. Por último, comentar que el alza estaba graduada en arshín (codo), una unidad de medida que se mantuvo hasta la adopción en Rusia del sistema métrico en 1924 y que equivalía a 70,12 cm., y que en la cantonera llevaba una trampilla circular deslizable para guardar los accesorios de limpieza.



En la foto superior vemos el modelo 95 tal como sirvió en Rusia y, como es evidente, se trataba de un arma con un aspecto espléndido que, gracias a su sistema de repetición, permitía incluso desencadenar una potencia de fuego superior al de los fusiles de cerrojo convencionales.


Bayoneta con hoja de 20 cm., demasiado corta para enfrentarse con
sus homólogas alemanas
Bien, explicadas grosso modo las principales características de este fusil, prosigamos con la gestación del contrato ruso. Como hemos anticipado, el primer pedido se efectuó el 13 de noviembre de 1914 por un total de 100.000 unidades a razón de 27 dólares la unidad que debían ser entregadas en enero del siguiente año, lo que nos da una idea de la urgencia por disponer de los nuevos fusiles. Sin embargo, cuando empezaron a recibirse las tan necesarias armas los funcionarios rusos no paraban de ponerles pegas de todo tipo para rechazarlas, principalmente achacadas a fallos de funcionamiento que, en realidad, se debían a la pésima calidad de la munición fabricada en Rusia. Con todo, la escasez de esta también era palmaria, por lo que el 10 de julio de 1915 el gobierno ruso encargó a la Winchester nada menos que 200 millones de cartuchos de calibre 7,62x54R por un importe de 36,50 dólares el millar. Finalmente, el 27 de agosto siguiente se ordenó un nuevo pedido de 200.000 unidades más del modelo 95. En total se hicieron entrega de 293.828 unidades: 104.404 en 1915 y 189.414 en 1916, mientras que las que desecharon los puntillosos e incompetentes funcionarios zaristas fueron revendidas y enviadas a Finlandia y a Letonia, así como puestas a la venta en el mercado nacional norteamericano.


Tropas rusas armadas con el modelo 95 bajo un ataque con gas. Obsérvese
como el segundo soldado por la izquierda está recargando su arma
introduciendo un peine
El resultado de la compra fue dispar. Sus enemigos, especialmente los austriacos, tuvieron ocasión de probar varias veces sus devastadores efectos pero, sin embargo, este tipo de arma no se mostró especialmente adecuada para los campos de batalla europeos, y menos aún en climas como el ruso. El primer inconveniente surgió por la acumulación de suciedad que se producía en las guías del cierre y el depósito de munición y, lo que era peor, el bloqueo de la gran cantidad de piezas móviles cuando las gélidas temperaturas invernales congelaban el aceite lubricante y hacía imposible abrir la palanca. Con todo, el jugoso contrato ruso palió en parte la desesperante carencia de armas del ejército ruso y, a pesar de los defectos mencionados, dieron un servicio aceptable si bien quedó claro que el sistema de repetición de cerrojo era mucho más adecuado. No obstante, tras la retirada de la guerra a raíz de la revolución bolchevique, los Winchester 95 siguieron funcionando en manos de los bandos implicados en la guerra civil que sumió al país.


Soldado finlandés armado con un Winchester 95 de
centinela en un campo de prisioneros de guerra rusos
durante la 2ª Guerra Mundial
La vida operativa de los Winchester del contrato ruso fue más allá de la reforma que se llevó a cabo en la década de los 30, cuando la capacidad industrial de la URSS permitió fabricar fusiles en cantidades masivas para todo el ejército. Diez mil unidades fueron vendidas al ejército republicano durante la guerra civil española, conservándose ejemplares en perfecto estado en algunos museos y colecciones particulares. Otros fueron revendidos al extranjero como surplus en los años 6o, convirtiéndose en codiciadas piezas de coleccionistas de todo el mundo.


Soldado ruso se rinde a un finlandés durante la Guerra de
Invierno Obsérvese el Winchester 95 sobre la nieve
En fin, así fue la historia de como casi trescientos mil fusiles made in USA acabaron sirviendo primero al ejército del zar para, posteriormente, ir a parar a manos tanto de bolcheviques como de rusos blancos e incluso a la contienda civil española. El montante del contrato ruso no fue precisamente una nimiedad ya que la venta de los fusiles fue de casi 8 millones de dólares, más los 7.300.000 dólares de la munición y las bayonetas, cuyo importe no me ha sido posible localizar. En fin, un verdadero pastizal ya que la cantidad de fusiles suministrados era equivalente a las ventas en todo el mundo de la firma Winchester durante todo el año 1914, incluyendo todos los modelos de su extenso catálogo.

Bueno, s'acabó lo que se daba.

Hale, he dicho

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