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| Destacamento de dragones del ejército francés cruzando una población belga a comienzos de la guerra |
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| Dragones de finales del siglo XIX dedicados a sus prácticas cotidianas con el sable y la lanza |
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| De arriba abajo: modelo 1807, modelo 1812 y modelo 1823 |
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| Dragón de finales del siglo XIX. En la mano lleva la lanza modelo 1890 con asta de bambú |
destellaban a kilómetros de distancia.
En cuanto al resto del armamento podemos verlo a la izquierda. Aparte de la dichosa lanza, lo componían el sable de caballería ligera modelo 1822 que, como vemos, tenía ya casi un siglo a cuestas y aún estaría en servicio varios años más. Como todas las armas blancas del ejército francés, además de bonita y elegante era sólida y bastante eficiente. A su guarnición de bronce se añadía una hoja levemente curvada de 93 cm. de largo y 3,1 cm. de ancho. A partir de 1840 se le añadió un guardapolvo de piel de búfalo. La vaina, fabricada de acero niquelado, disponía de una única anilla para prenderla tanto del fiador como de la silla, tal como vemos en la foto, mediante un gancho. Para evitar destellos y un excesivo deterioro de la misma se protegía con una funda de cuero color avellana. Y como arma de fuego, la misma carabina de caballería Berthier modelo 1892 calibre 8×50R Lebel que ya vimos en la entrada dedicada a los coraceros, pero lógicamente sin el rebaje que hubo que hacerle en la culata para disparar con la coraza puesta. A eso, añadirle la bayoneta que vemos debajo de la carabina para cuando había que pringarse como la infantería. Se trata del modelo 1892, una robusta arma provista de una hoja de 40 cm. con anchas acanaladuras y el galluelo habitual en muchas de las bayonetas de su época. Para los que lo desconozcan, el galluelo servía para trabar y, llegado el caso, partir la hoja de la bayoneta enemiga durante el cuerpo a cuerpo. Eso de que era para hacer de tope y no pringar de sangre el cañón es la enésima chorrada más falsa que el curriculum de un político. La longitud total del la misma era de 51,4 cm. Los cornetas y oficiales usaban el revólver modelo 1892 en lugar de la carabina.Como vemos, no iban precisamente desarmados al combate si bien pronto tuvieron que comprobar que los tiempos de los sables y las lanzas estaban quedando obsoletos a una velocidad preocupante, para no hablar del resto del equipo, que estaba más anticuado que los pantalones de campana. A la derecha vemos el casco modelo 1874 que, en aquel momento, era el mismo para coraceros y dragones. En la foto A lo podemos ver sin los aditamentos propios que tanto contribuían a darle realce: el penacho sobre la cresta de la foto B y el plumero que se colocaba en el portaplumas situado en el lado izquierdo. Dicho plumero (foto C) era escarlata excepto para el coronel del regimiento, que usaba plumas blancas de garza, el personal del cuartel general, que lo llevaban tricolor, y los músicos, en cuyo caso era de color rojo y blanco. Como vemos en la imagen, se fijaba al casco mediante un clip a presión de forma que podía colocarse para paradas y demás eventos militares, eliminándose a la hora de irse a pegar tiros. El penacho del crestón fue definitivamente eliminado. Solo permaneció inalterable la larga crin de caballo que pendía de dicho crestón y que asomaba por un agujero practicado en la cubierta de tela de la foto D, puesta en servicio en 1901 más que nada para preservar el casco del deterioro propio del uso cotidiano. Además de la color caqui que vemos en la imagen se fabricó una en azul oscuro. Con todo, ya en tiempos del enano se fabricaron cubiertas protectoras de este tipo con el mismo fin salvo que, durante la Gran Guerra, su uso se hizo obligatorio al revés, o sea, se quitaba cuando se estaba en retaguardia y se ponía cuando se marchaban al frente porque un casco semejante se convertiría en objetivo de los tiradores enemigos nada más presentarse en las trincheras. Aparte de todo lo comentado, el interior tenía la típica guarnición de cuero formada por siete lengüetas que se regulaban de la forma tradicional mediante un cordón. El ala que cubría la nuca también estaba forrada de cuero en su interior.
El uniforme era igualmente anacrónico porque a la guerra había que ir vestido como Dios manda. De izquierda a derecha vemos en primer lugar el uniforme de tropa y suboficiales que constaba de guerrera azul, los consabidos pantalones rojos sin los cuales Francia dejaría de existir y botas de montar. Del cinturón pende una cartuchera para la munición de la carabina, que, como recordaremos, se alimentaba con peines de tres cartuchos. La correa que cruza el pecho era para la cantimplora, y el casco va cubierto con la funda protectora. El fulano del centro pertenece al grupo ciclista que, como no tenía penco en el que cargar los chismes, tenía que llevar un macuto y el capote enrollado cruzándole el pecho. En vez de botas de montar lleva calcetines altos y botas de media caña, y la cabeza se la cubre con un gorro cuartelero. Finalmente, a la derecha vemos a un dragón con su elegante capote con esclavina prácticamente igual que el que se usaba en tiempos del enano. La tradición y la elegancia ante todo, qué carajo...
Los oficiales vestían de forma similar pero variaba el color de la guerrera, que en este caso era negra. A la derecha podemos ver en primer lugar a un capitán con uniforme de diario que, en este caso, sí lleva el plumero lateral en el casco ya que no había peligro de que le volasen los sesos ante una referencia de tiro tan vistosa. En los hombros lleva las tradicionales charreteras a las que tan aficionados han sido siempre los gabachos- aún las usan en desfiles y demás saros-. El de la derecha es un ayudante que, en vez de botas, calza unas polainas. La ilustración nos permite además apreciar la apariencia de la vaina del sable con su cubierta de cuero y los correajes que, así como la funda de la pistola, eran de cuero bruñido y teñido de negro. Como prenda de cabeza alternativa podían usar un gorro cuartelero o un quepis, si bien a la vista del escalofriante número de bajas producidas en las trincheras por heridas en la cabeza se dejaban de chorradas y se calaban el casco, que aunque no era tan sólido como un Adrian, al menos evitaba más de un chichón.Naturalmente, en cuanto el personal se percató de lo desagradable que podía ser que a uno lo vieran desde la gran puñeta, se tomaron medidas drásticas para reducir al máximo la visibilidad de las tropas. En la figura izquierda podemos ver a un soldado de 1ª clase que, si lo comparamos con los anteriores, ya ha experimentado substanciosos cambios si bien estos no afectaron de forma uniforme a todas las unidades de dragones, más que nada en función del destino que tuvieran. En este caso vemos que a nuestro hombre le han quitado sus pantalones rojos que, como ya dijimos, sin ellos Francia se vaporizaría en un nanosegundo y, a cambio, le han proporcionado unos espantosos calzones de pana marrón. Las polainas han sido sustituidas por vendas y las hombreras de hilo plateado han desaparecido. Así mismo, el distintivo de rango se ha visto reducido a la mínima expresión, una pequeña barra roja terciada en la bocamanga, y los botones de latón han sido descosidos para poner en su lugar una botonadura civil de color oscuro. También el casco ha sufrido una notable modificación ya que su elegante y emblemático crestón de bronce ha sido desmontado. Estos cambios se llevaron en una época tan temprana como finales de 1914, así que podemos imaginar que las cosas no estaban para lucirse mucho en la línea del frente. En cuanto al de la derecha, se trata de un suboficial que prácticamente ya no conserva casi nada de su antiguo uniforme. Viste la guerrera azul horizonte de la infantería, los pantalones rojos que aún estaban vigentes en 1915 y sin los cuales, como era de todos sabido, Francia sería aplastada por un meteorito o algo similar, y su carabina Berthier de caballería ha sido cambiada por un fusil Lebel con su bayoneta Rosalie. Del mismo modo, el correaje es el propio de la infantería. Así fue como se uniformó a las unidades de dragones que fueron definitivamente apeadas de sus pencos, o bien cuando debían pasar largas temporadas en el frente combatiendo como infantería monda y lironda.
Un testimonio gráfico lo tenemos en la foto de la izquierda, tomada a principios de abril de 1918. Se trata del 9º Rgto. de dragones camino a su retaguardia tras haber intervenido en Roye, en el contexto de la Operación Michael. No fue una simple escaramuza, porque en apenas quince días palmaron o fueron heridos casi medio millón de hombres, que no es moco de pavo. No obstante, en esta acción las unidades de caballería francesas combatieron como infantería aunque los vemos de vuelta con sus pencos y sus lanzas.
En fin, criaturas, ya vemos que estas tropas obsoletas dieron guerra como pudieron o les dejaron. Pero a pesar de que la Gran Guerra supuso el fin de sus vistosos uniformes, sus gallardos jacos, sus lanzas y sus sables, muchas de estas unidades perduraron en el tiempo de la misma forma que vemos en el ejército español regimientos de caballería que, eso sí, solo les queda el nombre y las hazañas del pasado, porque van montados en carros de combate, que ciertamente son más seguros que ir paseándose por el frente en la grupa de un caballo por mucha lanza y mucho sable que se lleve encima.
Bueno, ya seguiremos con más antiguallas bélicas.
Hale, he dicho
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