miércoles, 25 de agosto de 2021

SONDEREINHEIT DIRLEWANGER

 


Miembros de la Brigada Kaminski en Varsovia, donde compartieron
cartel con la horda de Dirlewanger

Si nos mencionan a la siniestra 36ª División de Granaderos de las SS o, si lo prefieren y quieren asombrar a sus cuñados con su espléndida pronunciación tedesca, 36 Waffen-Grenadier Division der SS, lo primero que vendrá a nuestros magines será una imagen como la que vemos arriba, en la que un numeroso pelotón de ejecución, apiñados sobre el talud de una fosa común cavada por las mismas víctimas, abre fuego para apiolarlos sin tener en consideración edad ni sexo. Sin embargo, esa escena pudo protagonizarla cualquier Einsatzgruppe, o cualquier unidad de la Feldgendarmerie, la Ordnungspolizei o incluso de la Werhmacht, que cuando se les cruzaban los cables a los mandamases también hicieron de las suyas. Sin embargo, a la hora de sacar a relucir bandas de psicópatas suntuarios encabeza la lista la unidad de malvados CVM LAVDE del no menos perverso SS-Oberführer Oskar Dirlewanger, del que ya publicamos una breve semblanza en su día. Los más profanos en la materia puede que olviden mencionar al igualmente malo maloso Bronislav Vladislávovich Kaminski y su Sturmbrigade RONA, y que puso especial interés en figurar en el "top ten", como dicen ahora, de la lista de los mayores hideputas de los últimos mil años, pero es que la sombra de Dirlewanger eclipsa al resto. De un sujeto del que sus mismos colegas decían "donde hay fuego, hay Dirlewanger" puede esperarse de todo. De todo lo malo, naturalmente.

Dos fulanos del SS-Sonderregiment Dirlewanger
tomándose un respiro entre los escombros de
Varsovia. Por aquellas fechas aún no habían
alcanzado los efectivos de una brigada

Pero la realidad es que la archifamosa 36ª División fue creada en una época un tanto tardía, concretamente el 19 de febrero de 1945, y sus efectivos sacados de campos de concentración, prisiones políticas y cárceles comunes fueron la respuesta a las constantes peticiones de Dirlewanger para perpetrar sus matanzas a lo largo y ancho de Polonia, Bielorrusia y Eslovaquia, sus campos de acción principales salvo el período en que fueron enviados a Varsovia para unirse al contingente encargado de reprimir el levantamiento organizado por el Armia Krajova, la resistencia polaca que fue capaz de resistir el huracán de sangre y fuego desencadenado por los tedescos entre agosto y octubre de 1944. De hecho, la unidad primigenia de Dirlewanger se creó en 1940, cuando el ciudadano Adolf y el padrecito Iósif aún se mandaban postales desde el Berghof y su dacha de Crimea respectivamente como si se amasen como cuñados. Esto, probablemente, le habrá hecho levantar la ceja a más de uno porque eso de Sondereinheit (Unidad Especial) les suena raro, y aún más enterarse de que se formara en un momento en que el ciudadano Adolf aún daba saltitos de contento tras aplastar a los gabachos (Dios maldiga al enano corso) y echar al mar a los british (Dios maldiga a Nelson también, naturalmente) mientras les restregaba el Tratado de Versalles por las jetas. Así pues, ¿para qué necesitaban los tedescos una "unidad especial" cuando ya tenían sus Einsatzgruppen nutridos por fanáticos SS que demostraron sobradamente su crueldad y total falta de escrúpulos en Polonia? ¿Y por qué esa unidad sería puesta al mando de alguien tan problemático como Dirlewanger, que a su incuestionable arrojo en combate había que añadir su gran capacidad para meterse en líos de todas clases y había sido repudiado hasta por sus conmilitones? Pues a ello vamos, y así podrán bajar la ceja porque tenerla tanto tiempo levantaba debe producir calambres o incluso severas jaquecas. 

Aunque no se sabe con total certeza, la idea de crear esta unidad salió de Himmler. Cualquiera se preguntará para qué leches le hacía falta otra unidad de sádicos teniendo mogollón de Einsatzgruppen sueltos sin bozal por las zonas ocupadas de Polonia, pero la cuestión es que no quería más sádicos porque fauna de ese tipo le sobraba. En esta ocasión se buscaba algo más sutil. Seguramente a más de uno le resultará una novedad saber que Himmler era un forofo de la caza. Sí, ya sé que su jeta de probo y abnegado funcionario municipal no casa mucho con la de un cazador, pero lo era. En la foto de la derecha podemos verlo en compañía de Heydrich y Daluege, todos con una indumentaria muy propia de las circunstancias pero que no nos cuadra con la imagen que tenemos de estos personajes, uniformados hasta para meterse en la ducha. La cosa es que, en efecto, organizaba unas cacerías fastuosas en los cotos reservados para los gerifaltes nazis que, como todo lo relacionado con cuestiones venatorias, estaban bajo el control de Göring, que era otro entusiasta de darle al gatillo y que se hizo nombrar Reichsjägermeister (Maestro de los Cazadores del Reich) en 1933, y en julio del año siguiente Reichforstmeister, rango con categoría ministerial que abarcaba todo lo relacionado con la naturaleza incluyendo la explotación forestal, la caza y los parques nacionales de Alemania. ¿Que qué tiene que ver la caza con los siniestros homicidas de Dirlewanger? Pues todo.

Karl Wolff (1900-1984)

Una apacible tarde del 23 de marzo de 1940, a un funcionario del Ministerio de Justicia por nombre Sommer se le indigestaron de golpe las salchichas y el sauerkraut cuando recibió una llamada personal del SS-Gruppenführer Karl Wolff, jefe del Estado Mayor de las SS, con una comunicación bastante peculiar. Por orden del ciudadano Adolf, debían suspenderse las sentencias de los cazadores furtivos honorables y, dependiendo de su comportamiento en el frente, concederles el perdón. En este caso, la honorabilidad se debe entender como que el personal en cuestión debía estar acusado de practicar la caza furtiva, pero sin hacer uso de trampas o cualquier otro método que no fuese el Pirsch, o sea, el rececho. En la mentalidad tedesca, la quintaesencia del cazador es aquel que busca el trofeo máximo, para lo cual rastrea sin descanso, se sumerge en lo más profundo del bosque y hasta es capaz de atraer a la presa imitando los bramidos o gruñidos de un rival dispuesto a reñir por arrebatarle su territorio y, por supuesto, su harén. El éxtasis llega en el momento decisivo en el que una res con una fastuosa cornamenta o un jabalí con unas defensas terroríficas se le pone a tiro y, culminando el rito sagrado, dejarlo seco de un certero disparo que evite cualquier sufrimiento al animal. El cazador furtivo pasa de aprovechar la carne, solo quiere el trofeo para contemplarlo, admirarlo y recrear mil veces el lance mientras se pone hasta las cejas de cerveza delante de la chimenea. Pero, además, el furtivo tiene que ser capaz de eludir a los guardabosques, para lo cual debe ser un profundo conocedor del bosque, moverse por el mismo sin hacer ruido, convertirse en una sombra y esquivar a otro humano que, al menos, es tan diestro como él a la hora de buscar a su presa. Curiosamente, en las especificaciones se señalaba que, mientras que los tramperos eran indignos de ser llamados cazadores, los furtivos que hubiesen llegado a cometer actos de violencia, como enfrentarse a los guardabosques o hacer destrozos en propiedades privadas, debían ser tenidos en cuenta si bien serían excluidos los que, además de ser furtivos, fuesen delincuentes profesionales. En resumen, el candidato ideal era un cazador en su más pura esencia al que no le importase arrostrar cualquier riesgo, incluyendo enfrentamientos con vigilantes armados con tal de alcanzar su trofeo. En la mente de los tedescos, un sujeto así era un delincuente ya que contravenía la ley, pero que sin esa ley se convertía en un tipo audaz, incansable, tenaz y poseedor de las más acendradas virtudes germánicas.

Por esta serie de motivos, Wolff especificó que debía dividir a los posibles candidatos en tres grupos, a saber: por un lado, los que ya habían recibido la sentencia y/o estaban cumpliendo condena, por otro, los sentenciados que aún estaban pendientes de iniciar la pena impuesta y, finalmente, los que estaban en espera de sentencia, bien en libertad o bien detenidos. Finalmente, hizo hincapié en que serían preferibles ciudadanos naturales de Baviera o Austria. Está de más decir que Somme, tras vomitar el almuerzo, se puso de inmediato manos a la obra y, al cabo de una semana, ya se había enviado la relación de sujetos que solicitaba Wolff. La lista incluía 220 fulanos que ya estaban cumpliendo su condena, 225 que estaban sentenciados y a la espera de empezarla y 735 a la espera de sentencia, 103 de los cuales estaban bajo arresto. Obviamente, en esta relación se habían incluido hombres de todo tipo sin pararse en la edad, estado de salud, etc. ya que la orden de Wolff fue bastante ambigua al respecto, por lo que finalmente y tras hacer una selección más minuciosa solo quedaron 80 hombres que podían aspirar a verse libres del trullo a cambio de marchar al frente a redimir sus pecados palmando como auténticos y verdaderos héroes germanos.

Dirlewanger luciendo en el cuello los parches
de SS-Oberführer y su colección de medallas
Supongo que ya imaginan quién fue el designado por Himmler para ponerse el frente de esta unidad tan peculiar. En efecto, Oskar Dirlewanger, del que haremos una breve semblanza para ponernos en situación. Dirlewanger, a pesar de que la imagen que se tiene de él es la de un simple psicópata canijo y cabezón, que nadie se equivoque si además da por sentado que era el típico cerril que logró medrar en las SS solo por su extrema crueldad. Antes al contrario, como todos los psicópatas, era un sujeto muy inteligente, carismático y con una increíble capacidad de llevar adelante varios cometidos sin que tuvieran nada que ver los unos con los otros. Tras su periplo bélico durante la Gran Guerra, donde alcanzó el grado de teniente por méritos de guerra y hasta fue considerado como un héroe por impedir que 600 hombres de su unidad acabaran convertidos en prisioneros del guerra tras el Armisticio, se alistó en los Freikorps, alternando sus batallitas callejeras contra los marxistas con sus estudios de economía y derecho, primero en la universidad de Mannheim y luego en la de Frankfurt. En 1923 se afilió al partido nazi, si bien su permanencia duró bien poco a raíz de la ilegalización del mismo tras el fallido Putsch. Pero nuestro hombre no se durmió en los laureles, y siguió con sus estudios hasta alcanzar en 1925 un doctorado en Ciencias Políticas tras presentar su tesis titulada "Hacia una crítica de la teoría del control planificado de la economía". Y como el hombre se tenía que buscar las habichuelas, no dudó en aceptar un puesto como director ejecutivo de una fábrica de textiles de Erfurt que, paradojas de la vida, era propiedad de una familia judía, donde trabajó entre 1928 y 1931. En 1932 retornó al seno nazi, sumándose a las SA donde alcanzó rápidamente el rango de SA-Sturmführer y siendo puesto al frente del Strumbanns I/122 de Esslingen sin que, curiosamente, le tuvieran en cuenta el haber trabajado para unos malvados judíos enemigos del Reich. Parece ser que sus méritos del pasado, más su apoyo económico a las SA, pesaron más que aquel "pequeño pecado" si bien dicho apoyo parece ser que no salía de su bolsillo, sino de la caja de la empresa en la que trabajaba y que en aquel momento, por mucho que le doliera en el alma, era totalmente legal, ergo se había convertido en un simple chorizo acusado de desfalco. Con todo, bajo el prisma de los nazis era hasta lógico perdonarle que trabajase para un judío si aprovechaba para robar al judío y entregarle la pasta a sus colegas, digo yo...

Rara foto de Dirlewanger vestido de paisano,
seguramente del período entre guerras

No obstante, en 1933, ya con el partido nazi en el poder, lo pusieron al frente de la oficina de empleo de Heilbronn, una pequeña ciudad al norte de Baden-Wurtemberg, con la finalidad de dar preferencia a los miembros del partido, práctica habitual en los nazis para favorecer a los suyos en una época en que aún dominaba en toda Alemania un paro galopante. Así pues, como vemos, no hablamos de un simple cafre con menos de dos dedos de frente, sino de un cafre que debía tener un C.I. por encima de la media, que son los más peligrosos. Pero, por otro lado, Dirlewanger tenía un pequeño problema de tipo sexual: no solo era especialmente hembrero sino que, además, en sus preferencias incluía mocitas púberes para refocilarse. El partido miró para otro lado cuando se le acusó de desfalco en la empresa judía, hizo lo mismo cuando le llegaban denuncias por provocar disturbios o cuando se veía envuelto en accidentes de tráfico por ir un poco subido de alpiste, pero lo que no le toleraron fue encamarse con una voluntaria de la Cruz Roja de apenas 14 años de edad si bien nunca se supo, y eso que el mismo Dirlewanger juró por sus muelas que jamás pudo sospechar que se trataba de una cría debido a su avanzado desarrollo físico, si fue obligada o, más bien, aceptó de buen grado los requiebros del desmedido ciudadano Oskar. Pero, sea como fuere, el partido, ergo la Justicia, solo miraban que había profanado un sagrado útero destinado el día de mañana a recibir la semidivina simiente de un tedesco absolutamente ario, y no de un canijo cabezón por muy listo que fuera, así que en julio de 1934 lo metieron en la cárcel de Ludwigsburg por estupro.

Gottlob Berger (1896-1975)

Sus tropelías lo convirtieron en un apestado para el partido. Le fue retirado su doctorado, se acordaron de repente que había sido un asalariado de judíos, y todos sus méritos tanto en el partido como en la Gran Guerra fueron metidos en el baúl de los recuerdos, que no sé por qué lo llaman así porque ese baúl sirve precisamente para olvidar todo lo que se mete dentro. Así, cuando salió del trullo, el ciudadano Oskar se había convertido en un inadaptado sospechoso de cualquier cosa mala que ocurriera en 50 km. alrededor de su persona. Para expiar sus pecados tuvo que venir a España, como ya narramos en su momento, donde cosechó más heridas de guerra y alguna que otra medalla para añadirla a la pechera. Al volver a Alemania en 1939 consideró que ya había motivos sobrados para recuperar la confianza de los mandamases, así que puso todo su empeño en ser aceptado por el partido y en recuperar su doctorado que, aunque en aquel momento no le servía de gran cosa, para eso era suyo. Para ello contó con la inquebrantable amistad que le profesaba Gottlob Berger- en aquellas fechas SS-Brigadenführer-, a quién había conocido durante la guerra y que hasta el final hizo todo lo posible por disimular, cuando no ocultar descaradamente, todas las tropelías de su compadre y, por supuesto, exaltar sus méritos ante Himmler. Finalmente logró ser readmitido en el partido si bien no le respetaron la antigüedad, que la universidad de Frankfurt le devolviera el doctorado e incluso que el tribunal de Heilbronn le perdonara el pecadillo carnal tras emitir una sentencia absolutoria el 30 de abril de 1940.

Así pues, tras su periplo por tierras hispanas y su reinserción en la maquinaria nazi, Berger no dudó en recomendarlo personalmente a Himmler para dirigir su unidad de furtivos. Para ello, en junio de 1940 fue readmitido en las SS con el rango de SS-Obersturmführer (teniente). Cabe suponer que Berger debió contarle maravillas de su colega, porque es obvio que Himmler se pondría de inmediato al tanto del escabroso expediente de Dirlewanger pero, por otro lado, puede que esa mezcla de inteligencia, arrojo y pasiones desmedidas hicieran que lo viese poco menos que como un nibelungo. En fin, ya sabemos que estos ciudadanos no se regían por los baremos habituales, porque es evidente que nadie pondría una unidad militar al mando de un tipo que había pasado varios años en la trena por corruptor de menores y mil trastadas más por mucha testiculina que hubiese segregado durante la Gran Guerra. Quizás el hecho de que muchos jerarcas nazis también tenían un pasado un tanto oscuro hizo que pasase por alto sus pecados para quedarse solo con los méritos, que ciertamente los tenía. 

Un capitán de las SS enseñando a un recluta el manejo
de una ametralladora. El mismo Dirlewanger fue instructor
cuando era suboficial del Ejército Imperial

Bien, pues retomamos el relato y nos vemos en Oranienburgo, donde los 80 furtivos fueron enviados a finales de mayo de 1940 para recibir un mínimo de instrucción militar. Los acantonaron en un cuartel para ponerlos en forma si bien teniendo en cuenta que no eran precisamente jóvenes de 20 años sino hombres de unos 30, por lo que se supone que no les darían mucha caña y que su adiestramiento se basó más que nada en un moderado ejercicio físico y las chorradas cuarteleras de ordenanzas, formación en orden cerrado, marcar y paso y poco más. Al cabo, a ninguno lo iban a mandar desfilar en las brillantes paradas que tanto fascinaban al personal, viendo a los SS con sus elegantes uniformes negros diseñados por Hugo Boss pasando ante el ciudadano Adolf con un brioso paso de oca que levantaba literalmente polvaredas. De los 80 candidatos, finalmente solo 55 lograron pasar satisfactoriamente la instrucción, por lo que a los 25 restantes recibieron una palmadita en el lomo y fueron enviados de nuevo a prisión a cumplir sus condenas si bien en sus expedientes se indicó que no debían recibir ningún tipo de sanción ya que el hecho de no haber pasado el primer filtro no era a causa de falta de interés o de disciplina, sino solo a que físicamente no daban más de sí. Intuyo que estos 25 probos furtivos no solo no se lo tomaron a mal, sino que regresaron muy contentitos a sus respectivas prisiones a cumplir sus condenas que, a la vista de cómo estaba el patio, cuanto más largas mejor. Siempre era preferible pasar unos años en una cárcel asquerosa que palmarla en un frente asqueroso con el pellejo lleno de orificios.

Odilo Globocnik (1904-1945) Optó por meterse
un chute de cianuro antes de tener que dar
explicaciones a los rusos

En agosto de 1940, este pequeño grupúsculo fue agregado al 5º SS-Totenkopf Standarte con la denominación de Wilddieb-Kommando-Oranienburg (Comando de Cazadores Furtivos de Oranienburgo), y junto a su comandante los enviaron al distrito de Lublin, al este de Polonia, donde se les unieron 25 efectivos más y cuatro suboficiales de las SS con manchas disciplinarias en sus expedientes pero con la suficiente experiencia como para meter en cintura a 80 fulanos habituados a hacer durante toda su vida lo que les daba la real gana. La Sondereinheit Dirlewanger acababa de nacer, y sería puesta bajo el mando general del SS-Brigadenführer Odilo Globocnik, otro prenda con un pasado turbulento pero que, como era habitual en Himmler, le había caído en gracia por su arrojo y su palmaria mala leche que lo hacían un sujeto implacable. Esto le valió ser destinado a Lublin como SS und Polizeiführer (Jefe de la Policía y las SS). Parece ser que las relaciones entre Globocnik y Dirlewanger no fueron lo que se dice cordiales, principalmente porque la unidad del ciudadano Oskar se dedicaba entre otras cosas al decomiso de todo lo que encontraban de valor en las aldeas de la zona, lo que contrariaba a Globocnik porque era él el que quería echar el guante a todo lo que pudiera. De hecho, en enero de 1939 había sido acusado de especular con divisas y degradado a cabo, participando en la invasión de Polonia con ese rango hasta que Himmler lo perdonó a finales de aquel mismo año, le devolvió su graduación y lo mandó a Lublin con un cargo de confianza. O sea, tal para cual. Pero Dirlewanger siempre tenía a su ángel de la guarda particular pendiente de sacarle las castañas del fuego, y cuando Globocnik llegó a solicitar que se llevaran al ciudadano Oskar de sus dominios, Berger se encargó de echarle un capote a su protegido, que para eso era Obergruppenführer y, además, enlace entre Himmler y el Ministerio de Territorios Ocupados dirigido por Alfred Rosenberg y el SS-Führungshauptamt, o sea, Jefe de la Oficina Principal de las SS, ergo absolutamente intocable para Globocnik.

Parche de cuello de la unidad cuando "ascendió" a Sturmregiment.
Es un diseño bastante peculiar, mostrando dos fusiles cruzados con
una granada de mango debajo

Bien, ese fue el origen de la famosa 36ª División de Granaderos de las SS que, como hemos visto, no tiene absolutamente nada que ver con las dantescas escenas que llegaron a perpetrar posteriormente, cuando su estancia en Bielorrusia y Eslovaquia convirtió en un infierno las zonas donde actuaron, perpetrando las mayores monstruosidades que se puedan concebir hasta el extremo de que muchos mandos de las SS protestaron enérgicamente ante Himmler, al que le daba una higa las cuestiones éticas y morales siempre y cuando mantuvieran a raya a los cada vez más pujantes grupos de partisanos que no dejaban de producir bajas en el ejército alemán. Pero antes de llegar a eso, la misión de los furtivos consistía simplemente en moverse por la línea de demarcación soviético-alemana en dirección norte-sur comprendida entre Lublin y Stary Dzików. La Sondereinheit Dirlewanger se dedicaba a patearse a fondo la zona en busca de miembros del derrotado ejército polaco que, habiendo podido escaquearse a tiempo, pululaban por los bosques para, aprovechando el momento, aproximarse a las poblaciones o las líneas de comunicación y, gracias a su entrenamiento militar, hacer la puñeta a los invasores con una lenta pero siempre eficaz guerra de guerrilla. ¿Y quién mejor para perseguir a unos guerrilleros que unos cazadores furtivos que se movían como culebras por la espesura? Y no solo daban caza a los partisanos, sino que también se presentaban en las aldeas donde sospechaban que podían prestarles algún tipo de ayuda en forma de municiones, medicamentos o provisiones, las cuales eran naturalmente requisadas de inmediato sin tener en cuenta que, además, arramblaban con el último grano y el último pollo, dejando al personal expuesto a una hambruna que acabaría con ellos en poco tiempo.

Dos miembros de la unidad de Dirlewanger con sus
jetas cubiertas con máscaras de camuflaje. Aunque mucha
gente cree que se las ponían para no ser reconocidos, lo
que en aquella época era una chorrada y más tratándose de
tropas que no solían dejar testigos de sus masacres, la
realidad es que eran simplemente eso, parte del camuflaje
con que se ocultaban cuando se movían por los bosques
a la caza de partisanos rusos o polacos

Bueno, con esto terminamos. El pequeño grupo de furtivos no tardó mucho en aumentar de tamaño, nutriéndose de personajes cada vez más sanguinarios y crueles. Ni Dirlewanger ni el mismo Himmler se preocuparon de filtrar de algún modo al personal que sacaban de las cárceles, especialmente a los condenados por delitos de sangre de todo tipo, violadores e incluso tarados mentales con más peligro que una cobra con sífilis, capaces de degollar a sus candorosas abuelas por el simple placer de hundirles una bayoneta en la barriga. Lo que en principio sería una unidad dedicada a vigilar la frontera, impedir el tráfico del mercado negro y mantener a raya a los partisanos polacos fue degenerando hasta convertirse en la horda más implacable y salvaje de todo el ejército alemán, hasta el extremo de que los mismos nazis los comparaban con los lansquenetes de la Guerra de los Treinta Años que, sin el más mínimo atisbo de humanidad, se dedicaban a matar, violar y saquear a mansalva, dejando tras de sí regueros de cadáveres y aldeas envueltas en llamas. Pero de la evolución de la Sondereinheit Dirlewanger a la Sturmbrigade Dirlewanger ya hablaremos otro día, que por hoy ya me he enrollado más que una persiana.

Que el rubicundo Apolo les sea leve. Qué joía é la caló, cohone...

Hale, he dicho

Dirlewanger con algunos de sus queridos psicópatas. Como era de esperar, a medida que la unidad aumentó de efectivos y, por ende, de chalados y criminales, el régimen disciplinario impuesto por el ciudadano Oskar también se endureció de forma significativa y, además, de forma expeditiva, cercenando sobre la marcha y sin juicio previo cualquier intento de indisciplina. Una falta grave se solucionaba en diez minutos en forma de balazo en la nuca y santas pascuas. Si con su propia gente era capaz de eso, ya pueden imaginar lo que podría hacer con los habitantes de una aldea bielorrusa o eslovaca

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