A lo largo del siglo XVI y, especialmente, durante el siglo posterior, tuvieron lugar profundos cambios en lo concerniente a la defensa de las antiguas ciudades medievales. Las causas fueron varias:
1. Ante todo, la proliferación de la artillería de sitio. Los antiguos castillos medievales, inútiles ante el poder de las nuevas armas, tuvieron que ser adaptados tanto para albergar piezas de artillería como para resistir su potencia de fuego.
2. El crecimiento de las poblaciones dio lugar a la creación de arrabales a extramuros de las añejas murallas medievales, quedando de ese modo parte del caserío urbano totalmente expuesto a posibles ataques enemigos.
3. El avance en lo referente a tácticas de asedio, unido al aumento de los efectivos de los ejércitos en liza, hacían imprescindible la construcción de fortificaciones más complejas. En pocas décadas se pasó de ejércitos formados por cinco o seis mil hombres a duplicar o incluso triplicar la cifra.
4. Durante el tiempo en que España y Portugal compartieron el mismo monarca, las fortalezas fronterizas dejaron de tener objeto por razones obvias, por lo que su mantenimiento fue dejado de lado en beneficio de la construcción de fuertes costeros para defender el litoral de los piratas y corsarios que infestaban las aguas. Sin embargo, la Guerra de Restauración y, con ella, el advenimiento de una nueva casa reinante en el país vecino, obligó a ambas naciones a devolver su papel defensivo a las fortificaciones rayanas que, en muchos casos, estaban casi en ruinas por aquellos años.
Esta serie de factores fueron decisivos para dejar claro a los estrategas del momento que la época en que los castillos eran los centinelas de los territorios de antaño tocaba a su fin, y que la artillería se había convertido en la reina de los campos de batalla. Así pues, se llevaron a cabo la construcción ex novo de fortificaciones concebidas conforme a los avances tecnológicos del momento, dando lugar a baterías, reductos, fuertes y plazas de guerra y, por otro lado, a la fortificación de las poblaciones, adaptando o aprovechando en la medida de lo posible sus murallas medievales, y construyendo ante ellas obras de nueva planta que dieron lugar a las plazas fuertes. Dichas obras solían consistir en lo siguiente:
1. Construcción de baluartes adosados a la muralla medieval. En estos casos la gola de los mismos quedaba cerrada por la misma muralla, contrariamente a lo que generalmente solemos ver en las fortificaciones pirobalísticas de nueva planta.
2. Construcción de una nueva muralla envolviendo la medieval, de forma que la liza actuaría como foso. Esta nueva muralla se dotaba de baluartes planos, y de revellines para defender sus cortinas.
3. Obras exteriores destinadas, además de a mejorar las defensas del recinto principal, a cubrir posibles padrastros. Hay que tener en cuenta que una elevación del terreno que en la Edad Media estaba lo suficientemente alejada de una población para las máquinas al uso en la época quedaba dentro del alcance eficaz de la artillería. De ahí la necesidad de ocupar dichos padrastros con obras exteriores como hornabeques, bonetes o incluso pequeños fuertes.
Básicamente, tenemos dos tipos de adaptaciones: una, en la que se aprovecha una parte de la antigua fortificación medieval, y otra en la que ésta queda enteramente rodeada por las obras de nueva planta, perdiendo por completo su papel defensivo y quedando relegada a funciones secundarias, como pañol de munición, cárcel, almacenes, silos, etc. Y como una imagen vale más que mil palabras, vamos a tomar un par de ejemplos.
En la imagen superior tenemos un claro ejemplo de una fortificación medieval en la que sus elementos son aprovechados y forman parte de la nueva fortificación pirobalística. Se trata de la ciudad de Badajoz según el plano levantado por Francisco Domingo en 1679. El desarrollo de la población lo podemos ver claramente en las sucesivas obras llevadas a cabo a lo largo del tiempo para mejorar sus defensas. Vayamos por partes...
La zona marcada en color azul corresponde al núcleo más primitivo, la alcazaba árabe, situada en un elevado promontorio (el cerro de la Muela). Dicha alcazaba albergaba tanto el castillo como el caserío urbano de la época. En rojo aparece la expansión de la población hacia el suroeste, debido a que por el nordeste cerraba el paso el río Rivillas, el cual desemboca en el Guadiana, situado a poniente y enfrentado con la frontera con Portugal. Esa zona marcada en rojo corresponde a la cerca medieval, la cual hubo de ser reconstruida a raíz de la Guerra de Restauración y, además, añadirle una serie de obras de nueva planta en la zona sudoeste, que era la más expuesta ya que el Guadiana y el Rivillas hacían las veces de fosos naturales. Dicha zona, marcada en verde, muestra varios baluartes adosados a las murallas medievales, y todo el conjunto está precedido por un antemuro, el cual fue reforzado con un hornabeque compuesto marcado en color amarillo. Y para asegurar el único puente que permitía el tránsito de tropas en caso de invadir el país vecino, se construyó un el hornabeque de la Cabeza de Puente de Palmas al final del mismo, y el fuerte de San Cristóbal, al norte, de forma que ambos cruzaban fuegos y, además, el segundo cubría tanto posibles ataques provenientes de Portugal como la alcazaba, caso de que esta cayera en manos enemigas. La zona marcada en marrón permaneció inalterable, ya que el Guadiana hacía imposible un asalto por ese sector, así que optaron por mantener la muralla medieval sin más aditamentos.
En ese otro plano tenemos el segundo ejemplo. Se trata de la ciudad de Moura (Portugal) hacia 1742. En este caso, la villa medieval ha quedado totalmente engullida por las obras de nueva planta. La zona en rojo corresponde al antiguo castillo y la amarilla, a la cerca urbana que defendía la población. Como se ve, todo este conjunto, así como los arrabales que se extendieron hacia el sur (el plano está trazado al revés) quedaron enteramente rodeados por una fortificación pirobalística de envergadura, formada por una muralla abaluartada, revellines y un hornabeque compuesto. En este caso, además, el castillo había sido previamente destruido en 1707 por un ataque de tropas españolas al mando del duque de Osuna, por lo que perdió totalmente su utilidad para cualquier cometido.
Conviene añadir que estas ciudades fortificadas, lo que conocemos como plazas fuertes, ya no eran guarnecidas por unas decenas de efectivos, como ocurría en la Edad Media. A partir de aquel momento, sus guarniciones estaban compuestas por regimientos enteros, escuadrones de caballería y estaban fuertemente artilladas. Como cabe suponer, para la defensa de un perímetro tan grande eran necesarias muchas más tropas que las que eran precisas para una cerca medieval. Y, por otro lado, ya no solo eran capaces de defender la plaza, sino incluso de salir de la misma y hacer frente al enemigo en campo abierto siempre y cuando el número de efectivos del ejército atacante lo permitiera. Estos regimientos acantonados en las ciudades han perdurado hasta nuestros días, en forma de los típicos cuarteles que todos hemos conocido. Como se ve, al fin y al cabo, las cuestiones militares del pasado se han mantenido hasta el presente y, aunque la mayoría no se hayan percatado, esta costumbre de acantonar unidades militares dentro de los núcleos urbanos proviene de esa época.
En fin, creo que con lo explicado queda bastante clara la metamorfosis que sufrieron las poblaciones a partir del Renacimiento. Pero, a pesar de las cifras astronómicas que se invirtieron tanto en su construcción como en su mantenimiento, los constantes avances de la pirobalística demostraron que, por sofisticadas que fueran estas defensas, tarde o temprano acababan sucumbiendo ante el abrumador poder de la artillería. Con todo, aún se conservan muchas cuyo perímetro defensivo se mantiene intacto. En otras, por desgracia, ha sido engullido por el crecimiento de las poblaciones sin que se respetase en su momento el trazado de sus defensas, perdurando algunas fortificaciones aisladas entre el caserío urbano.
Y como creo que no se me olvida nada importante, pues he dicho...
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