miércoles, 26 de abril de 2023

ASESINATOS. VIRIATO

 

"La muerte de Viriato" (1890), obra de mi paisano José Villegas Cordero, un artista que, aunque no muy conocido, acaparaba un notable talento, sobre todo para retratar las costumbres populares. En este caso, la escena muestra el momento en el que uno de los asesinos se disponer a apiolar al eximio caudillo sin las poses teatrales y engoladas propias de los autores del romanticismo

Posiblemente, la mayoría de los jóvenes de nuestros días no tengan ni puñetera idea de quién fue Viriato salvo que tuvieran la desdicha de ver aquella pésima serie televisiva de hace unos años, de la que vi un tráiler en Yutub y tuve pesadillas durante un mes. En fin, la historia de siempre: adulterar la realidad por no se sabe qué, cuando, en realidad, la vida de este probo caudillo daba material de sobra para hacer un producto ilustrativo, fiel a la realidad y, de paso, que permitiera conocer cómo fue la historia. Por desgracia, fidelidad histórica y cine son un oxímoron. Por otro lado, los ciudadanos de mi generación, década arriba, década abajo, con siete u ocho años nos sabíamos las andanzas de este sujeto porque aparecía en los libros de lectura, una asignatura que creo que ha desaparecido y gracias a lo cual nuestros jóvenes se expresan con signos de arcano significado, hablan como bonobos vapuleando nuestro maravilloso idioma y no saben ni hablar correctamente, con un vocabulario limitado a lo imprescindible para decir que quieren comer, fornicar y planchar la oreja. En fin, ellos se lo pierden. Se ve que les resultan mas interesantes los dimes y diretes de mentideros televisivos, donde esos "influencers", que no influyentes, o las "celebritis" en vez de celebridades,  hacen gala de su vacuidad y su idiocia. 

Bien, tras este breve despotricamiento inicial, vamos a la enjundia de la cuestión.

Viriato es quizás uno de los escasos personajes históricos considerado como un héroe nacional por dos naciones: España y Portugal, por lo que es un bihéroe. Y, ciertamente, ambas se lo pueden atribuir por una simple razón geo-política. Aunque hay tropocientas conjeturas acerca del lugar de nacimiento de este personaje, es aceptado de forma mayoritaria que era lusitano. La Lusitania- ojo, la tierra de los lusitanos, no la provincia romana formada poco más de un siglo después de su muerte- se encontraba en un territorio situado en el centro del actual Portugal, incluyendo un cacho pequeñajo de las actuales provincias españolas de Cáceres y Badajoz. En el mapa de la derecha pueden verlo con detalle, resaltado de color rojo. Pero la cosa es que Portugal no existía aún. De hecho, aún faltaban unos 1.100 años para que la ambiciosa bastarda Teresa Alfónsez empezara a dar la murga y el condado de Portucale se segregara del reino de León. En aquella época, siglo II a.C., la Península, la I-Span-Ya que bautizaron así los fenicios, era una malgama de tribus iberas y celtas que, fieles a nuestro acervo milenario, se llevaban fatal entre ellos, pero se arrimaron unos a otros a la hora de plantar cara a un invasor que no les dejaba seguir matándose apaciblemente. Por lo tanto, en puridad, a Viriato podemos considerarlo como un ibero, un habitante de la Península, por lo que su condición de héroe por duplicado se me antoja perfectamente válida ya que, además, se alió con otras tribus para dar estopa a aquellos probos imperialistas que, aprovechando las Guerras Púnicas, decidieron quedarse aquí para impedir que los cartagineses usaran la Península como cabeza de puente en Europa.

Bueno, aclarado estos preliminares sobre nuestro personaje, pasemos a

LOS ANTECEDENTES

En cierto modo, podríamos decir que el "inventor" de Viriato fue el cónsul Servio Sulpicio Galba (c.194 - c.129 a.C.), enviado en 151 a.C. como pretor a la Hispania Ulterior (la Hispania de más allá, la Hispania lejana). A la izquierda podemos ver la partición territorial de la Península cuando las Guerras Púnicas dieron término, quedando en manos de Roma el Levante y el Sur del territorio. Ya puestos, como dijimos, decidieron quedarse con todo. Galba era un fulano cicatero, un raspamonedas que, a pesar de ser inmensamente rico, era capaz de vender a su abuela en el mercado de esclavos de Ostia con tal atesorar algunos sestercios más. Su llegada no fue precisamente gloriosa ya que sufrió varias derrotas a manos de los lusitanos, unos probos indígenas que habían llegado a acuerdos con el predecesor de Galba, Marco Atilio Serrano para ser buenos vecinos y tal. Pero Galba era un mal bicho ávido de botines y victorias, de modo que se valió de su doblez para perpetrar una monstruosa felonía. 

Probo ciudadano recreacionista emulando a un lusitano
de la época. Como podemos ver, su imagen no tiene nada
que ver con los nativos harapientos que nos muestran en las
películas. Está armado con una falcata y una lanza, si bien en
combate añadiría más elementos de defensa pasiva
Recibió a los enviados de los lusitanos haciéndose el comprensivo y tal, y se compadeció de que, en efecto, sus tierras eran una birria que no valían ni para sembrar alpiste. Decía comprender que, a causa de su falta de recursos, se habían visto obligados a recurrir al bandidaje y demás travesuras contra Roma. Según Apiano, como un acto de bondad, les aseguró que les daría buenas tierras y los establecería en un país rico, poniéndolos bajo la protección de Roma. Así pues, los convenció para que abandonaran sus poblados y se reuniesen tanto hombres como mujeres y críos para migrar a otro sitio. Los enviados volvieron con la propuesta y, a lo largo de varios meses, se juntaron unos 30.000 probos indígenas confiados en las falsas promesas de Galba. Unos meses más tarde, en 150 a.C., aquella masa de gente se presentó en el punto de encuentro marcado por el alevoso pretor, que los dividió en tres grupos y los envió a cada uno a una vasta llanura donde, según afirmó, debían esperar a que les construyera una ciudad. Como prueba de buena voluntad le instó a entregar sus armas, a lo que los lusitanos accedieron de mala gana porque, no lo olvidemos, para los pobladores de la Península, EQVI ET ARMA SANGVINEM IPSORVM CARIORA (los caballos y las armas les eran más queridos que su propia sangre). Una vez divididos en tres contingentes para que fuera más facilito, Galba ordenó a sus tropas que pasaran a cuchillo a todo quisque. Aquella traición monstruosa concluyó con 9.000 víctimas y unas 20.000 enviadas a la Galia para ser vendidos como esclavos. Apenas un millar escapó desando hacer pinchitos morunos con Galba en particular y los romanos en general, y en ese grupo de supervivientes estaba Viriato. Tamaña felonía espantó a los mismos romanos, y a Galba le quisieron meter un paquete porque aquel acto abominable ofendía su elevado sentido de la honorabilidad.

Marco Porcio Catón el Viejo. Tras una intensa y
provechosa carrera militar, su elevado sentido de la
moral, el honor y la defensa de las tradiciones
lo convirtieron en el azote de los senadores corruptos
y toda la fauna de trepas que infectó la República
De hecho, cuando volvió al terruño al término de su mandato en 149 a.C., en vez de concederle el anhelado triunfo se encontró con una demanda interpuesta por el tribuno de la plebe Lucio Escribonio Libón y Marco Porcio Catón por vulnerar la LEX DE REBVS REPETVNDIS, propuesta por Lucio Calpurnio Pisón aquel mismo año y por la que, si los no romanos de las provincias se quejaban de los magistrados que habían abusado de su poder para enriquecerse, la República se obligaba a restituirles sus posesiones y, por supuesto, liberarlos de la esclavitud a la que habían sido relegados. Sin embargo, aparte de que Galba tuvo sus defensores entre personajes de su mismo rango que habían ejercido el consulado, el inmenso botín que trajo de vuelta le sirvió para comprar, literalmente, la voluntad del Senado. Para ello, le bastó con entregar la mayor parte al erario público y untar a las voces más respetadas del mismo, con lo que se acabó echando tierra al asunto. Pero de lo que Roma no se pudo librar a pesar del abyecto soborno que aceptó de Galba fue de la ira de Viriato y de los miles de lusitano, celtas e iberos que, en vista de lo visto, llegaron a la conclusión de que ir de buen rollito con estos imperialistas en ciernes no era lo más recomendable.

Bien, estos sucesos fueron los desencadenantes de la furia de los lusitanos y, por supuesto, de otras tribus que vieron en Roma una amenaza a su libertad. Suele pasar siempre lo mismo: por culpa de la bellaquería de determinados hombres estallan guerras, revueltas y asonadas en las que muchos acaban pagando el pato, mientras que los verdaderos culpables quedan impunes. Así pues, puestos en contexto, pasemos a 

LOS PRELIMINARES

Recreación de Viriato más realista de la que
nos suelen vender. Está armado con una cota de
malla, seguramente arrebatada a un romano, un
yelmo de bronce, una rodela, una espada de antenas,
una lanza y un SOLIFERREVM
Viriato era un caudillo militar nato. Se desconoce su oficio antes de sacar el máster de enemigo mortal de Roma y, aunque se le suele adjudicar el de pastor, en realidad no hay una constancia fehaciente de ello. Los romanos lo consideraban un hombre enérgico, frugal y habituado a las penalidades de la vida al aire libre. Algunos pensaban que se trataba de un LATRONUM DUX (caudillo de bandoleros), pero ya hemos visto que la miseria a la que se veía arrostrada su pueblo obligó a muchos a dedicarse a la política... no, un momento, lapsus linguæ, quiero decir que se dedicaron a robar. Mi opinión es que quizás fuese un régulo tribal, lo que ya le otorgaba cierta autoridad sobre su gente; esto, sumado al estado de cabreo general y al hecho de que sería tal vez el primero que decidió hacer pagar caro a Roma la felonía de Galba, lo convirtió en un líder carismático y cualificado. Porque lo cierto es que Viriato le hizo sudar sangre a sus enemigos. Por lo demás, ni él ni sus tropas debían mostrar el aspecto zarrapastroso que nos suelen vender en el Gran Enemigo de la Verdad (el cine, naturalmente), donde por norma se suele recrear a estos personajes cubiertos de mugre, harapos y armados de mala manera. ¿Recuerdan la patética indumentaria de la célebre "Braveheart", donde tanto el protagonista como su alegre y desaforada horda de homicidas visten el kilt, una prenda que no surgió hasta finales del siglo XVI? Bueno, pues en este caso nos pintan un Viriato y unos lusitanos que parecen sacados de un hogar de acogida para drogadictos reenganchados a la farlopa 24 veces seguidas.  

Estas eran las tropas con las que se enfrentó Viriato. De izquierda
a derecha tenemos: HASTATVS, VELITE, TRIARIVS y PRINCEPS
Bien, la cosa es que Viriato tuvo muy claro que combatir a los invasores en campo abierto era obtener todas las papeletas para que les dieran las del tigre. Las legiones romanas eran una máquina perfectamente engrasada nutrida por hombres bien armados y mejor adiestrados. Su capacidad de maniobra y su flexibilidad táctica era insuperable, y si habían sido capaces de acabar con los cartagineses, con los lusitanos no tenían ni para empezar. Pero Viriato no era tan imbécil como para no darse cuenta, y concluyó que la táctica de la mosca cojonera era la más acertada.

Preparando una emboscada
Tanto él como su gente eran hombres de campo, habituados a la frugalidad y a las inclemencias del tiempo. Conocedores del terreno, se movían por el mismo como culebras, dormían al sereno y se alimentaban de lo que pillaban, ya fuese un lagarto canijo, raíces o frutos silvestres. Y, obviamente, les negaban en todo momento a sus enemigos la posibilidad de presentar batalla en el terreno que les era más favorable. Por lo tanto, hacían de mosca cojonera acosándolos sin descanso y minando su moral con golpes de mano tan contundentes como fulgurantes. Los emboscaban, atacaban de forma inopinada y se retiraban antes de que les diera tiempo a reaccionar y, en resumen, practicaban la guerra de guerrillas made in Spain que durante siglos nos ha sido tan provechosa. 

Grupo de hispanos deseosos de degollar imperialistas.
En semejante terreno eran imbatibles, y su agilidad,
su fuerza y su destreza con las armas los convertían
en enemigos verdaderamente temibles. Además, tenían
muy mala leche y solían sacrificar a los enemigos
capturados como ofrenda a los dioses
Obviamente, los romanos no permanecían inermes ante este hostigamiento continuo. Si no podían acabar con los belicosos lusitanos, pues se dedicaban a arrasar ciudades, capturar a sus habitantes, etc. Uséase, represalias en toda regla. Esta era una guerra cruel- más de lo habitual- donde la furia y el deseo de venganza de unos era respondido por la frustración de los otros, lo que a su vez aumentaba aún más la ira de los anteriores. Dicho en plata, la pescadilla que se muerde la cola. El punto de inflexión podríamos situarlo en el 139 a.C., cuando Viriato, en un alarde de osadía, llevó a cabo un ataque nocturno contra el campamento de Quinto Fabio Máximo Serviliano, enviado como pretor cuatro años antes y que cosechó más derrotas que otra cosa a pesar de los medios de que disponía. A tal punto llegó la magnitud de su derrota que, acosado, no le quedó más remedio que firmar un FOEDVS con el caudillo lusitano. Un FOEDVS era un tratado que se establecía con tribus o naciones que no pertenecieran a la órbita de Roma ni ostentaran su ciudadanía. Como condición principal se obligaba a la parte contraria a contribuir con tropas si Roma se lo demandaba. Recordemos que del término FOEDVS es de donde surgió el feudo medieval, y las condiciones de estos tratados eran similares a los pleitos de homenaje de los que tantas veces hemos hablado ya.

Dos iberos en los preliminares para filetear a un
legionario. Por la jeta de inquietud del mismo, parece
ser que tiene claro que el destino le depara un final
extremadamente desagradable
Sin embargo, este tratado fue considerado por el Senado como una DEFORMEN PACEM, una paz deshonrosa, y algunos de los más encumbrados senadores y OPTIMATES afirmaron que aquello era papel mojado ya que la augusta Roma no podía ni debía mostrarse en una posición de igualdad y, aún menos, de debilidad, contra un enemigo al que no habían podido derrotar de la forma tan contundente como la que logró con los cartagineses. Está de más decir que el dichoso FOEDVS le costó el puesto a Serviliano, que fue sustituido por su hermano, Quinto Servilio Cepión, elegido cónsul en 140 a.C. Cepión era un mal bicho con la misma prepotencia, crueldad y ganas de apuntarse la victoria sobre los lusitanos que Galba. Así pues, llegó a su destino con las ideas de un miura, deseoso de mostrar su talento militar y, por supuesto, de hacerse con un jugoso botín. Al cabo, las ciudades que aún no estaban bajo el control de Roma eran poblaciones ricas donde ganaban buenos dineros con el comercio y, sobre todo en el sur, con los metales. Para dejar claro que el FOEDVS firmado por su hermano era una ignominia, no dejaba de repetir a todo el que quisiera escucharlo que era ineludible anularlo y retomar la guerra que, a lo tonto a lo tonto, llevaba ya casi quince años sembrando muerte y destrucción + IVA entre ambos bandos. Pero, además, Cepión tenía muy claro que, para derrotar a Viriato, debía llevar a cabo una estrategia totalmente distinta a la que se había llevado a cabo hasta aquel momento.

EQVES romano enfrentándose a dos jinetes iberos.
La caballería hispana fue un hueso muy duro de roer
para estos imperialistas ya que eran hombres que
habían aprendido a montar a caballo al mismo tiempo
que aprendían a caminar
Por otro lado, los lusitanos también estaban ya bastante hastiados de guerra. Como ha sucedido, sucede y sucederá siempre, las guerras de desgaste acaban agotando a los contendientes. Y no ya por las pérdidas de tipo económico y humano, sino psicológicas. Estar durante años y años en un constante estado de zozobra, pasando penurias y sin saber cuándo te habrá llegado la hora, mina la moral del más bravo. De hecho, las mismas tropas de Cepión no dudaron en mostrar que estaban hasta el gorro de todo aquello, y los lusitanos también empezaban a hartarse de pasar la vida trotando por los montes en busca de sus odiados enemigos, en vez de vivir apaciblemente en sus poblados al cuidado de sus tierras y su ganado. Cepión tuvo muy claro que ahí era donde podía empezar a hacer daño. Básicamente, su plan consistía en buscar la fórmula para que el FOEDVS quedase abolido por la vía de los hechos consumados. Para ello era necesario que los lusitanos incumplieran el tratado ya que, si él daba el primer paso, Viriato invocaría los términos del mismo, por lo que el Senado se vería obligado a contener a Cepión para no verse más deshonrado de lo que ya estaba desde las villanías perpetradas por Galba. Pero la cosa es que, según Apiano, Cepión partió de Roma con instrucciones secretas en las que se le instaba a provocar a los lusitanos, precisamente para que retomaran las hostilidades y, de ese modo, derogar el FOEDVS legalmente, quedando ellos como víctimas de la supuesta alevosía de los enemigos.

Combatiente ibero. Como vemos, su
panoplia no tenía nada que envidiar a
la de sus enemigos romanos
Sin embargo, Viriato no entró al trapo. Buen conocedor de la mentalidad romana tras tantos años de lucha, optó por eludir las provocaciones de Cepión y aguardar acontecimientos. Sin embargo, algunos de los más belicosos caudillos de su ejército actuaron por su cuenta y, sin pedir permiso y de forma totalmente unilateral- como se dice ahora-, empezaron a hostigar a los romanos convencidos de que el FOEDVS era un síntoma inequívoco de debilidad, y que la baja moral de las legiones, de la que tenían constancia por sus espías, haría posible aplastarlos de una vez. Obviamente, se equivocaron. Esta fue la excusa perfecta para que Cepión informara al Senado de que los lusitanos habían faltado a la palabra dada, y que era necesario pasar a la acción. Para reforzar la presión sobre los que aún dudaran si era necesario reanudar la guerra, bombardeó a los senadores más proclives a la guerra con cartas que, aunque desconocemos su contenido, podemos imaginar de qué iban. Y el plan funcionó, porque aquel mismo año el Senado derogó el FOEDVS, y ordenó a Cepión retomar las hostilidades. Para redondear la cosa, ordenaron también a Marco Popilio Lenas, pretor de la Hispania Citerior (la Hispania cercana), que rompiera el tratado de paz que había firmado con los numantinos su predecesor Quinto Pompeyo y que, mira por dónde, también era desventajoso para Roma, por lo que la guerra volvía a enseñorearse de la Hispania toda.

Y al decir la Hispania toda, hablamos de más de la mitad del territorio que aún no estaba bajo el control de Roma. En el mapa de la izquierda podemos ver la distribución de las distintas tribus que poblaban nuestro pellejo bovino, y para los invasores no era fácil moverse por un terreno cuya orografía era bastante abrupta y, lo que era aún peor, carecía de caminos como Júpiter manda. Cepión, que traía aprendida la lección conforme a las experiencias de sus predecesores, tuvo muy claras dos cosas, a saber: una, que si quería hacer daño a los lusitanos tendría que adentrarse profundamente en su territorio. Pero, para ello, necesitaba disponer de un CASTRA donde guarecerse y no quedar a merced de unos probos homicidas que aprovechaban la más mínima ocasión para caer sobre ellos, hacerles una breve pero contundente escabechina y largarse, dejándolos con un palmo de narices. El único de la zona era el CASTRA SERVILIA, un campamento cerca de NORBA CÆSARINA, la actual Cáceres, lo que limitaba mucho la movilidad de sus tropas. Por lo tanto, llevó a cabo una ofensiva para alcanzar el corazón de la Lusitania, llegando a CEMPSIBRIGA, la actual Sesimbra, al sur de Lisboa, donde mandó construir el CASTRA CÆPIANA. De ese modo, las legiones a su mando podían pasearse por territorio enemigo teniendo una fortificación donde guarecerse. Para asegurar el flujo de tropas y bastimentos se construyó una vía que unía CASTRA SERVILIA con CASTRA CÆPIANA.

Los hispanos eran bastante resolutivos con los prisioneros
de guerra. Al que no le cortaban la cabeza para adornar sus
poblados le amputaban la mano derecha para que tuviera
complicado volver a empuñar una espada contra ellos
La otra medida que tomó fue solicitar tropas procedentes del norte de África. Tenía ya sobrado conocimiento de las consecuencias que tenía trasladar refuerzos desde CARTHAGO NOVA que, teniendo que atravesar cientos de kilómetros hacia el oeste, eran constantemente hostigadas por los múltiples enemigos que se habían ganado a pulso. Sin embargo, las unidades enviadas desde la Mauritania podían arribar a la Ulterior, bien a GADES o incluso a HISPALIS, o llegar directamente a CEMPSIBRIGA, llegando a destino frescas y sin haber sufrido el acoso de los hispanos durante días. El siguiente paso de Cepión consistió en atacar a los aliados de Viriato, empezando por los vetones y los galaecios, cuyas tierras arrasó de cabo a rabo. El mensaje era claro: "Me pongo desagradable contigo por ser colega de mi enemigo. Manda al carajo a Viriato y palabrita del niño Apolo que no me ves más el pelo". La estrategia surtió efecto, porque muchos aliados del lusitano, así como algunos régulos tribales más cercanos, empezaron a exigir que acabase con aquello de una vez, que tanta guerra ya aburría un poco. Le instaron a intentar restablecer el FOEDVS que, en principio, parecía tan prometedor.

La presión debió surtir efecto, porque Viriato acabó cediendo y entabló conversaciones con Papilio Lenas. Los autores de la época no aclaran por qué se dirigió al pretor de la Citerior cuando, en teoría, debería haberlo hecho con Cepión, pero se sugiere que éste estaba bastante entretenido a causa de un motín que había estallado entre su caballería, hartos de su brutalidad con las tropas. En todo caso, Lenas no era ni más comprensivo ni más guay que Cepión. Así pues, en el primer encuentro que mantuvieron, el pretor instó a Viriato a que le entregara a sus más allegados colaboradores incluyendo su suegro, Astolpas, un rico terrateniente con gran influencia sobre su tribu al que, posiblemente, quería sustituir para, con la ayuda de Roma, convertirse en un rey títere o algo parecido. Ciertamente, esta podría ser una faceta bastante obscura de alguien que durante tantos años había sido el azote de estos imperialistas, pero el hartazgo y el instinto de supervivencia acabaron pudiendo más.

En un terreno así, las formaciones romanas no tenían literalmente
posibilidad de maniobrar, por lo que una emboscada llevada a cabo
por un grupo relativamente pequeño podía hacerles mucho daño
Lo cierto es que, según Dion Casio, Viriato no se cortó un pelo, y él mismo se encargó de dar muerte a varios de los señalados por Lenas incluyendo a su suegro. El resto fueron entregados al pretor que, siguiendo la costumbre lusitana, les cortó la mano diestra para que nunca más la alzaran contra Roma. No contento con esto, añadió como condición que entregaran sus armas, pero el recuerdo del alevoso Galba se mantenía muy arraigado, de modo que Viriato le hizo dos higas a Lenas y volvió a las andadas, aunque con menos aspirantes a alcanzar algún día el dominio total sobre su gente en forma de monarquía. Sin embargo, del mismo modo que los falangitas macedonios se negaron a seguir a Alejandro cuando se les gastaron las suelas de tanto andar, los lusitanos y sus aliados manifestaron claramente que había que hacer la paz de una vez por todas. Al cabo, ellos seguían en una posición al menos igualada con Roma, y podrían alcanzar algún acuerdo con los enemigos. Viriato cedió, pero esta vez optó por dirigirse a Cepión ya que Lenas se había mostrado inasequible. Tras los mensajes previos y tal, el pretor se dirigió a encontrarse con Viriato en las cercanías del MONS VENERIS (Monte de Venus), donde éste tenía su campamento.

Y así, tras tantas idas y venidas, dimes y diretes y malos rollos, Cepión tuvo por fin la posibilidad de fraguar un auténtico crimen de estado, porque matar a un enemigo en combate es legítimo, pero pergeñar su muerte con premeditación y alevosía está muy feo. De este modo pues se planificó 

EL ASESINATO

Necrópolis romana de Urso. Tras pasar al control de Roma, la ciudad
se fundió rápidamente con la cultura de los invasores. Tras la batalla
de Munda, librada en sus cercanías, César la elevó al rango de colonia
con el nombre de COLONIA GENETIVA IVLIA
Viriato, que no se fiaba un pelo del pretor, decidió quedarse en el campamento y enviar a tres hombres de su confianza: Audax, Ditalco y Minuro. Parece ser que estos tres mendas, un poco bastante hastiados de guerras y tal temerosos de acabar con las cabezas separadas del cuerpo, fueron los que se ofrecieron voluntariamente a entrevistarse con el pretor. En sí eran los candidatos ideales ya que, además de hablar latín con fluidez, tenían una buena capacidad oratoria y, al parecer, eran régulos tribales de cierta influencia. No hay unanimidad en lo tocante a su origen, aunque de forma mayoritaria se les considera naturales de Urso, la actual Osuna (Sebiya), en la Turdetania. No obstante, por sus nombres se deduce que no eran de sangre celtibera. Audax, que Diodoro Sículo nombra como Aulaces, podría ser de origen persa o fenicio; Ditalco o Ditalkon era de sangre griega o cretense, mientras que Minuro, o Nicoronte según Diodoro, era al parecer cartaginés. A nadie debe extrañar que su cuna fuera la Turdetania tanto en cuando la Península se había convertido desde siglos antes en un crisol de culturas y razas de toda la ribera mediterránea, y las familias de hombres como estos llevaban ya generaciones poblando I-Span-Ya.

Pero la conducta de Cepión nos muestra que su intención no era llegar a un acuerdo con Viriato, sino acabar de raíz con el problema. Cuando recibió a los tres emisarios, que habían insistido mucho ante su caudillo afirmando que ellos serían capaces de convencer al pretor para aceptar sus condiciones, Cepión se limitó a escucharlas sin prestarles mucha atención y, tras el discurso, en vez de darles alguna respuesta o hacerles una contraoferta, se dedicó a agasajar a los tres fulanos estos, tratándolos literalmente como reyes. Así, en vez de volver a su campamento donde Viriato esperaba ansioso la respuesta de su enemigo, estuvieron algunos días dejándose querer por el romano, que no paraba de hacerles regalos y hacerles todo tipo de promesas. El pretor debía ser un lince, porque se dio cuenta de inmediato que los tres cuñados aquellos solo pensaban en librarse de la quema, y no le resultó difícil convencerlos de que solo la muerte de su caudillo acabaría con aquella interminable guerra. Naturalmente, les dio todo tipo de garantías, y les aseguró que sus pescuezos estarían a salvo ya que quedarían bajo la protección de Roma. No tuvo que insistir mucho, pa qué mentí...

"Muerte de Viriato, jefe de los lusitanos" (1807), obra de José
Madrazo. Tiene anacronismos a cascoporro, pero bueno...
Audax, Ditalco y Minuro retornaron al MONS VENERIS de noche para, de ese modo, actuar con más impunidad. Sabían que Viriato era de los que dormían con un ojo abierto y, según Apiano, hasta lo hacía con la armadura puesta por si alguna alarma lo obligaba a salir de la piltra en plena noche. Tanto Apiano como Diodoro Sículo aseguran que, nada más llegar, los tres fueron inmediatamente recibidos por el caudillo, que estaba ya devorado por la ansiedad por conocer la respuesta de Cepión. Entraron en su pabellón y anunciaron que el pretor había accedido a firmar un nuevo tratado, lo cual alegró sobremanera a Viriato, logrando así que el ambiente fuera más distendido y el lusitano bajara la guardia y, finalmente, se dejara llevar por el sueño. Llevaría días sin pegar ojo, y la buena noticia debió relajarlo bastante. Audax, que al parecer era el que llevaba la voz cantante, estuvo pendiente de observar cuando Viriato dormía profundamente, momento en el que entró en su pabellón seguido por sus dos compadres. Siendo como eran hombres de la total confianza del caudillo, nadie les puso pegas para entrar. Una vez dentro, y sabiendo el detalle de que nunca se desprendía de su armadura, lo apuñalaron en el cuello, dejándolo listo de papeles sin que no se enterase nadie. Se desconoce la fecha exacta de su muerte, ocurrida en el 139 a.C.

Una vez perpetrado el crimen, los tres malvados salieron tan campantes y se largaron. Nadie sospechó nada porque era muy habitual que Viriato recibiera constantemente mensajeros y allegados a cualquier hora, por lo que nadie pudo sospechar nada de los tres emisarios que hacía poco rato acababan de llegar del campamento del pretor, al que retornaron a toda velocidad antes de que se descubriera el asesinato. Hasta la amanecida no se encontró el cuerpo inerte de Viriato con el pescuezo masacrado. La muerte del caudillo no solo supuso un duro golpe para la moral de los lusitanos sino que, de hecho, marcó el principio del fin de su lucha por sacudirse a los invasores de encima. Porque Viriato no solo era un buen estratega, sino el alma de la rebelión. Si el alma palmaba, la rebelión se terminaba. Los lusitanos, hastiados de guerra, acababan de perder el único acicate que tenían para seguir en la brecha, y aunque fue sucedido por Táutalo, uno de los caudillos lusitanos más cercanos a Viriato, éste no tenía ni remotamente la capacidad ni el carisma de su predecesor. Cepión no tardó mucho en derrotarlo clamorosamente, dando término por fin a la guerra de la Lusitania.

Bien, así fueron los hechos, de modo que ya es hora del

EPÍLOGO

Grabado decimonónico que recrea la cremación de Viriato
Los funerales de Viriato fueron acordes a su rango. Su cadáver fue vestido con sus mejores galas y colocado en una pira, y mientras ardía se llevaban a cabo los sacrificios y ofrendas de rigor a los dioses para que le concedieran un dúplex molón en el Más Allá. Según Apiano, todo su ejército corría alrededor de la pira entonando alabanzas en su honor, mientras otros cantaban y bailaban. Cuando la pira se extinguió, siguiendo las costumbres funerarias hispanas, sus cenizas fueron depositadas en una urna y, finalmente, 200 guerreros realizaron simulacros de combate ante su tumba, algo similar a los BVSTVARII romanos. En cuanto a la localización de la tumba, es un misterio. Hasta el día de hoy, diversos historiadores han intentado localizar la posible ubicación de la misma, pero todo ha quedado en teorías imposibles de corroborar. Sea como fuere, esto ya se sale de nuestro tema, y es una cuestión demasiado extensa como para tratarla aquí.

Bien, aquí acaba la historia. Pero como más de uno tendrá curiosidad por saber el destino de los demás protagonistas de este culebrón bélico, veamos los más importantes de ellos para chinchar a esos cuñados cuya última lectura fue "Mi primera cartilla".

AUDAX, DITALCO Y MINURO

Todos hemos oído alguna vez la lapidaria frase "Roma no paga a traidores" o, en plan culturillas, ROMA TRADITORIBVS NON PRÆMIAT, ¿no? Bueno, pues olvídenla. Es una frase inventada años más tarde con la intención de lavar la honorabilidad de Roma, que bajo ningún concepto quería aparecer como fautora de la traición y el asesinato de un enemigo cuando dormía apaciblemente. ¿Qué pasó entonces?

Según Diodoro Sículo, los tres mendas llegaron al campamento de Cepión para reclamarle todo lo prometido, pero fiarse de Cepión era como fiarse de las promesas electorales de un político. El pretor se limitó a permitirles conservar los regalos que les había hecho para convencerlos de que debían convertirse en traidores y asesinos, y se limitó a reclamar a Roma el resto de lo pactado. Nunca más se supo ni de los compadres ni de la pasta gansa prometida. 

Eutropio nos da otra versión, más o menos similar. En este caso, Cepión, que no estaba por la labor de reconocer su felonía, les espetó que EST NVNQVAM ROMANIS PLACVISSE IMPERATORES A SVIS MILITIBVS INTERFICI, uséase, "Nunca ha sido agradable para los romanos que un general deba ser asesinado por sus propios soldados". Más o menos, viene a tener el mismo significado que la primera frase, la más conocida aunque falsa. Cepión, en este caso, pretendería mantener su honorabilidad a salvo, y no aparecer como un instigador de crímenes políticos. En aquella época, en Roma aún se tenía en cuenta que el honor y el cumplimiento de la palabra dada eran sagrados. Así pues, el pretor se limitó a despacharlos afirmando que habían entendido mal lo que hablaron en su primera entrevista, y que él jamás les habría animado a cargarse a su caudillo. Así pues, los expulsó del campamento y los mandó al carajo. Aunque nadie lo menciona, es posible incluso que los liquidara en secreto para, de ese modo, borrar los principales testigos de su alevosía.

QUINTO SERVILIO CEPIÓN / QVINTVS SERVILIVS CÆPIVS (PRONÚNCIESE CUINTUS SERUILIUS CAEPIUS PARA FARDAR DE LATINES)

Aunque fue sin dudas el vencedor de esta larga guerra y el que logró reducir a los belicosos lusitanos, se le debió quedar la jeta a cuadros cuando, al volver a Roma tras finalizar su mandato, se le negó el triunfo por haberse valido de malas artes para acabar con el enemigo. La mentalidad romana era así. Había que vencer a toda costa, pero en buena lid. No le fue bien a nuestro hombre de ahí en adelante a pesar de haber acabado con los más enconados enemigos de Roma tras la derrota de los cartagineses. En 105 a.C. 34 años después de su periplo hispano, fue enviado como procónsul junto a Gneo Manlio Máximo a acabar con las tribus germanas de teutones, cimbrios y ambrones. El encuentro tuvo lugar en Arausio, al sureste de la actual Francia, sufriendo una de las más aplastantes derrotas conocidas por un ejército romano. Por este motivo, fue procesado por el tribuno de la plebe Gaio Norbano porque, en aquella época, el que la hacía la pagaba, y no como ahora que los políticos roban a  calzón quitado o promueven golpes de estado y se van de rositas. Cepión fue severamente castigado, ya que se le despojó de su ciudadanía, se le negó fuego y agua en un radio de 800 millas de Roma y se le impuso una multa de 15.000 talentos, una cantidad simplemente esotérica para la época ya que un talento equivaldría a 32'3 kilos de oro. Si hacemos la multiplicación obtenemos 484.500 kilos, que al precio actual del oro equivaldrían nada menos que a unos 28 mil millones de euros. A todo ello, se le sumó la prohibición de hablar con familiares y amigos hasta que se largó. La multa no la pudo pagar, como es lógico, porque semejante pastizal era más de lo que contenía el erario público de Roma en aquella época, y palmó en Esmirna, donde pasó el resto de su vida. Ciertamente, Roma no pagaba a traidores, y a taimados y bellacos tampoco.

Bueno, ya saben como palmó Viriato.

Ah, una chorradita final: durante nuestra guerra civil, los del reino vecino, en aquel tiempo bajo la dictadura de Antonio Oliveira y Salazar, enviaron a la Legión Viriato, un contingente de unos 8.000 voluntarios para combatir contra la república. Esto muestra que ambos países siempre han tenido a este probo lusitano como héroe nacional en toda regla.

Hale, he dicho

Estatua de Viriato en Viseu (Portugal)

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