jueves, 3 de noviembre de 2011

Partes del castillo: Las poternas



Prácticamente en todas las entradas referentes a castillos han salido a relucir las poternas. Algo he hablado de ellas, pero más bien por encima, así que vamos a dedicarles una entrada en exclusiva, que se lo merecen, pobrecitas...

De entrada, hay quien las nombra como postigos. Ciertamente, los postigos pueden ser puertas situadas en zonas discretas de un edificio, si bien su acepción más común es como una puerta que se abre dentro de otra de mayores dimensiones. Antaño también eran llamadas portillos, en clara alusión a su tamaño menor. Finalmente, el término poterna es un galicismo de uso más moderno, introducido a raíz de la generalización de las fortificaciones pirobalísticas. En fin, cualquiera de los tres es válido, así que cada cual use el que prefiera. Yo personalmente prefiero poterna, tanto en cuanto no tiene otro significado, mientras que postigo o portillo pueden inducir a error por tener más acepciones. Dicho esto, vamos al grano...

Primeramente, conviene concretar que las poternas no solo eran puertas de escape, sino que podían tener otros usos, como por ejemplo para acceder a la liza o el foso de un castillo, o a una coracha, o simplemente como puerta menor en una cerca urbana. En este caso en concreto era simplemente para facilitar la entrada o salida a las ciudades sin necesidad de realizar grandes desplazamientos, caso de estar la casa de uno alejada de alguna puerta principal. Por ese motivo no se buscaba disimularlas, ya que se trataban de meros accesos de menor importancia. En caso de asedio, y a fin de eliminar el riesgo de que fueran un coladero de enemigos, se limitaban a tapiarlas, quedando así solucionado el problema aparte de tener que dedicar tropas a su vigilancia, que igual algún traidor la abría en plena noche y servía de acceso al enemigo. Veamos algunos ejemplos.

Ahí tenemos la poterna para acceder a un foso, concretamente en el fuerte de Gracia. Para dificultar su acceso a posibles asaltantes, está elevada sobre el nivel del suelo y, aunque actualmente queda unida a un durmiente por una pasarela de fábrica, en su época disponía de un puente levadizo. Como se ve, es una discreta puerta, de apenas la altura de un hombre, y muy estrecha. Con ello se buscaba, aparte de no llamar demasiado la atención, facilitar su defensa si el enemigo conseguía derribarla. Un pasadizo tan estrecho era difícil de franquear si tras él había tres o cuatro hombres impidiendo el paso a tiros y bayonetazos.

Ahí tenemos otra, en este caso de generosas dimensiones. Sin embargo, aunque da al exterior, lo hace a una especie de terraza debido al enorme desnivel del suelo. Como se ve en la foto de la derecha, da a una parte muy escarpada. La verdad es que no casa mucho tanta puerta para ir a dar a un sitio donde el movimiento de gente era muy restringido, más que nada por lo quebrado del terreno. Quizás en el pasado hubiera en esa zona una falsabraga cuyo acceso era precisamente por esa poterna. La foto pertenece al castillo de Belver, en Portugal.

Ahí podemos ver una poterna usada como vía de escape. Medio oculta en la sombra debido a que está a un nivel inferior del suelo, la he marcado con un círculo blanco. Como se puede observar, la salida de la misma es a una zona muy empinada y abrupta. Ahí no había ni lizas ni falsabragas, sino el campo sin más. Desde el exterior, su presencia es prácticamente imperceptible tanto por lo quebrado del terreno como por el escaso ángulo de visión que ofrece. Pertenece al castillo de Sortelha, en Portugal. Por cierto que este pueblecito de poco más de 400 vecinos, que salvo la casa prefabricada donde se ubica la oficina de turismo el resto está igual que hace 500 años salvo las ventanas- casi todas de aluminio verde- y las tejas- casi todas ITC de hormigón color almagra-, es donde me exiliaré si algún día me toca la Primitiva. Sortelha, que traducido significa sortija, es simplemente el paraíso terrenal. Solo está habitado por ancianos porque la gente joven se largó hace tiempo en busca de un futuro más atrayente para ellos que ver pasar el tiempo, no hay un solo crío dando el coñazo ni haciendo ruido por la calle y, por no haber, no hay ni comercios salvo el "artesanato", que es como llaman a las tiendas de recuerdos. Una especie de "desavío móvil" en forma de furgoneta se planta delante de la muralla porque no cabe por la puerta de la misma y ves a las abuelas haciendo cola para comprar suministros. En fin, lo dicho: un edén para ciudadanos poco dados a "interactuar", como los cursis que van de cultos llaman actualmente a relacionarse con el prójimo. Bueno, dicho esto, prosigamos...

En esa otra foto tenemos una poterna de escape, en este caso en una muralla urbana. Concretamente, la de Bragança. Para disimularla al máximo se ha aprovechado una torre falsa. O sea, una torre que, contrariamente a lo habitual, que es hacerla maciza hasta la altura del adarve, está enteramente hueca para dar cabida a las escaleras y pasadizos que permiten salir por un costado de la misma. Debido a la escasa altura de la poterna, queda totalmente fuera del ángulo visual de cualquier sitiador. El uso de torres falsas para este fin es relativamente frecuente. De hecho, en la alcazaba de Alcalá de Guaraíra, en Sevilla, quedan los restos de una torre similar. Obviamente, conllevaba su riesgo, ya que si era localizada daba al enemigo la oportunidad de saber cual era la torre más débil del recinto, por lo que sería el objetivo principal para un ariete o una mina. Así pues, se elegía una situada en un emplazamiento en el que fuera muy difícil, cuando no imposible, adosar una máquina de batir, o que por su base rocosa tampoco pudiera ser minada.

En cuanto a las poternas situadas en corachas, ahí podemos contemplar una, que se abre junto al río con dos fines: uno, poder tener acceso a una inagotable fuente de suministro de agua en caso de asedio, y el otro, una vía de escape que, aunque detectable, sería complicada de bloquear por parte de los sitiadores. Estas corachas solían terminar en una torre en la cual se abría la poterna. Aunque en este caso dicha torre ha desaparecido, podemos hacernos una clara idea de su utilidad: defender la poterna y hostigar de flanco a cualquier enemigo que se acercase a la coracha con el fin de abrir en ella una brecha.

Quedaría un tipo más, que eran las que se abrían en desdoblamientos de la muralla para disimular su ubicación. Y como de esas no tengo ninguna foto, pues lo ilustro con un dibujo y santas pascuas. En la parte de arriba vemos como un tramo de muralla ha sido retranqueado. En la esquina que forma ha sido donde se ha emplazado la poterna. La misma, además, queda defendida por la torre de flanqueo situada a la derecha. En la parte de abajo vemos su aspecto vista desde el nivel del suelo. Visualmente, ese desdoblamiento apenas sería perceptible en la distancia, y la abertura de la poterna prácticamente invisible desde una cota inferior. Lógicamente, la ilustración muestra un desdoblamiento hipotético. La forma, ángulo y situación de la poterna respecto a la muralla variará en función del terreno en el que se yergue el castillo.

Una aclaración final: no debemos confundir las poternas con las puertas secundarias de castillos o cercas urbanas. Recordemos que muchas fortificaciones tenían más de una puerta, pero serán fácilmente distinguibles respecto a las poternas por su tamaño. Es algo obvio, pero quiero concretarlo para que, cualquiera que visite un castillo, no piense que son poternas todas aquellas que se abren en las murallas fuera aparte de la puerta principal por la que entró a realizar la visita.

En fin, ya está.

Hale, he dicho

Poterna ubicada en el flanco de una torre hueca. Por su posición quedaría totalmente
fuera del ángulo visual de posibles agresores que, obviamente, estarían situados en
una cota inferior. Si a los alamudes convencionales se añadían gruesas trancas para
apuntalar la puerta la única forma de vulnerarla era metiéndole fuego, siempre y cuando
los defensores lo permitiesen, natualmente
.

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