domingo, 15 de mayo de 2011

Torre das Aguias


Distrito de Évora
Coordenadas: 38º 25' 30" N // 8º 07' 35" O
Acceso: Es un poco complicado explicar aquí como llegar a la torre, así que para eso aporto las coordenadas. Se juega a Indiana Jones con el Google Earth y se encuentra enseguida. Hay que llegar a un pueblecito llamado Brotas y a unos 3 Km. por un camino terrizo en razonable estado de baches y tal, tenemos la torre.

Comenzamos una nueva serie de etiquetas con esta imponente torre señorial del siglo XV: la torre das Aguias, o sea, de las Águilas. Se encuentra en una zona bañada por el río Divor, y a poca distancia del santuario de Nossa Senhora das Brotas, un lugar casi despoblado actualmente.
Las torres señoriales, o torres fuertes, surgieron a lo largo de la centuria de 1500 como residencias para las casas nobiliarias en la península, en una época en que la nobleza ya prefería vivir en los núcleos urbanos a fin de controlar mejor a sus vasallos pero, al mismo tiempo, conservando en sus moradas los elementos defensivos necesarios para casos de necesidad, y no tanto por temor a posibles algaras procedentes de Castilla, sino de motines y asonadas por parte de sus vasallos. Eran más confortables que los añejos castillos y precisaban de menos gasto en su mantenimiento, pero conservaban todos los dispositivos necesarios para una defensa eficaz, como matacanes, puertas elevadas, almenados, etc.
Esta torre en concreto fue edificada por Nuno Manuel, guarda mayor del rey don Manuel I, hacia 1520 y usada inicialmente como pabellón de caza. Tiene 20 metros de altura y unos 17 de lado, y su interior se divide en cuatro plantas que a su vez están distribuidas en diferentes dependencias como salones, alcobas, etc. En la planta inferior estaban las cocinas y, bajo la misma, una cisterna. La fábrica del edificio es de ladrillo enlucido sobre sillería esquinera.
Actualmente está siendo restaurada, ya que su estado de abandono es lamentable, y más tratándose de un edificio con tantas peculiaridades. Vamos a verla con más detalle:


Como se ve en la foto de cabecera, en sus fachadas se abren amplios ventanales. La puerta de acceso que se ve en la imagen es moderna. La original está en la fachada NE, y se accede a ella por una escalera que, en sus tiempos, debió ser un patín. Por esa puerta entramos en la planta primera, ya que a la planta baja se accedía desde el interior de la torre. En la imagen de la derecha podemos ver uno de los ventanales por el interior. En la foto se aprecia perfectamente el notable grosor de sus muros, así como la tronera de cruz y orbe que se abre en su parapeto.
Los salones disponen de chimeneas, cuyos tiros se alinean en la azotea, y además el mismo tiro es aprovechado para chimeneas de las plantas superiores. Las bóvedas, de crucería gótica, dan a las estancias un aspecto elegante y refinado. Están fabricadas con ladrillo tanto bóvedas como nervaduras, y todo el conjunto está enlucido y encalado. Los vértices de la crucería están adornados con rosetones de piedra con motivos florares típicos del estilo manuelino de la época.


En la foto de la izquierda vemos una de las escaleras que nos permiten acceder a las plantas superiores. Son de sillería de granito sobre un pilar central del mismo material. En realidad, cada peldaño llevaba en su extremo una parte del pilar, formando una sola pieza. Sólo había que ir añadiendo peldaños hasta que la escalera quedaba enteramente terminada incluyendo la columna central. Como todas las escaleras de la época, es bastante angosta, siendo dificultoso subir a un hombre corpulento. Esto no lo hacían porque sus habitantes tuvieran cuerpo Danone, sino porque de esa forma eran más fáciles de defender en caso de verse invadidos. Un par de hombres armados con lanzas, chuzos o simplemente con espadas podían mantener a raya a cualquier agresor, ya que no cabía más de uno por la escalera.

En la foto de la derecha podemos ver la planta superior, donde se encontraban las alcobas de los señores. A pesar de tener la techumbre derrumbada, aún se observan los detalles de refinamiento estético propios de la zona noble de la vivienda, como las ménsulas de apoyo de las nervaduras y la ventana con poyetes. A la derecha de la imagen se ve el tiro de una de las chimeneas, así como dos de los peculiares matacanes con que cuenta la torre para su defensa, y de los que hablaremos ahora. 




Ahí tenemos uno de ellos. La torre está dotada de cuatro matacanes esquineros, y de otro que defiende la puerta de entrada al edificio. O sea, nada menos que cinco matacanes para un edificio de apenas 300 m2 de superficie. A eso, añadir las troneras que se abren en algunas de sus ventanas, sus fuertes rejas, así como la puerta de acceso elevada. Los matacanes, cubiertos por esos conos de ladrillo, son bastante peculiares. De hecho, son los únicos que he visto de esa forma. Como se ve, sobre unos canes de granito llevan losas del mismo material en las que se ha practicado un orificio circular para permitir el tiro en vertical. La cubierta de ladrillo, además de proteger los defensores de la torre, le da una apariencia más elegante y peculiar que las típicas escaraguaitas de los castillos. Ojo, que hay un cono más en la fachada que da al SE. En este caso no es un matacán, sino la cubierta del acceso a la azotea que, para no desentonar, la hicieron igual que los matacanes de marras.
Finalizo la entrada con un consejo para aquellos que quieran conocer la torre: yo la visité hará menos de un año y las obras de restauración iban bastante despacio. O sea, que igual se la encuentran cerrada, o bien un poco más avanzadas de como yo las vi. En caso de poder entrar, MUCHO CUIDADO con los suelos y techumbres, porque están en muy mal estado, y un paso en falso nos puede provocar una costalada de antología. Es un paraje muy solitario y, aunque hay algunas casas junto a la torre, son casi todas de aperos agrícolas y no vive nadie en ellas. O sea, que NO SE DEBE IR SOLO. Si se visita en invierno, es posible que el río Divor vaya crecido de agua y tengamos que dejar el coche para poder llegar a pié. Dicho queda.
Por lo demás, el que visite la torre podrá disfrutar de un entorno de dehesa francamente bonito y apacible. A unos 250 metros de la torre está el santuario. Si alguien quiere ver su interior, en Brotas habrá algún vecino que tenga la llave. Sí, no es de coña. Allí es habitual que alguien del pueblo se haga cargo de la llave de turno.



Armamento medieval: El mangual

El origen del mangual, como el de tantas otras armas medievales, lo encontraremos en aperos agrícolas. En este caso, del mayal usado para separar el trigo de la espiga. Como muchos sabrán los mayales eran dos palos unidos por un eslabón con el que los campesinos desgranaban la mies en las eras. De hecho, hasta la aparición de la maquinaria agrícola, se ha estado usando. Obviamente, era un objeto más que contundente para ser empleado como arma de circunstancias en caso de ser llamados a filas, y es de suponer que la habilidad de los que los usaban hizo ver que, con las modificaciones adecuadas, podía ser un arma ciertamente efectiva.
Inicialmente, los mayales fueron simplemente dotados de una cabeza de hierro o bronce para su uso por la infantería. Pero este tipo de arma requería habilidad para su manejo, y no era muy práctico en un combate cerrado donde apenas había espacio para voltearlo y acertar al contrario. Así pues, el pacífico mayal campesino derivó en los siglos XV y XVI a un arma mucho más contundente.
Su diseño siempre fue básicamente el mismo: un mango de madera o metal en cuyo extremo se fijaba una cadena de una longitud nunca mayor de 1/3 de la del mango para evitar golpearse uno mismo la mano si el contrario paraba el golpe con su arma, y al final de la cadena una, dos o incluso tres bolas, bien lisas, estriadas o con púas.
No era un arma adecuada para la infantería. Su manejo requería mucha pericia, así como voltearlo constantemente para mantener al enemigo alejado. Era más cómodo combatir con una espada o una maza, armas con una facilidad de respuesta mucho más rápida sin necesidad de blandirlas constantemente, con el cansancio que, como es lógico, produciría.  Además, como desventaja añadía podríamos decir que no servía para parar golpes dirigidos contra uno. Si el enemigo lanzaba un tajo de espada o cualquier otra arma contra el usuario del mangual, si éste no tenía un escudo con qué desviarlo o una agilidad portentosa, podía verse en dificultades.
Pero de la misma forma que el mangual no era adecuado para combatir a pie, sí era un arma demoledora en manos de un jinete que, lanzado al galope, lo volteaba de abajo hacia arriba y acertaba de lleno en un peón. Un golpe así podía literalmente arrancar la mandíbula de cuajo. Y si uno era alcanzado en la espalda o el pecho, las lesiones internas que produciría podrían ser mortales fácilmente. Pero si el jinete se detenía y perdía su empuje, poco podía hacer rodeado de peones armados con alabardas o bisarmas dispuestos a descabalgarlo y aniquilarlo en cuanto cayera al suelo.
Como es obvio, para manejar un arma semejante montado a caballo debía ser necesario tener un entrenamiento constante, y alcanzar una gran pericia para atinar en un blanco que, lógicamente, no se estaba quieto, o impedir que le trabasen la cadena y desarmarlo. De hecho, siempre he pensado que era un arma más bien de efectos psicológicos que otra cosa, ya que un jinete armado con una maza o un martillo podía hacer muchísimo daño de forma más fácil que recurriendo al mangual. Pero supongo que la visión de un caballero armado de punta en blanco, subido en un enorme caballo coraza y volteando una o varias bolas cubiertas de afiladas púas debía hacer estremecer el ánimo de más de un peón. En todo caso, no se puede negar que, en caso de ser alcanzado por ella, el golpe debía ser demoledor.
Otro uso para el que sí podía ser un arma eficaz era, durante los asedios, para repeler los asaltantes que intentasen invadir el adarve de una muralla. En una situación semejante, el combatiente solo tenía que esperar ver asomar la cabeza de un enemigo entre las almenas para descargarle el golpe. Con todo y como ya se ha dicho, para ese cometido había armas tanto o más efectivas y manejables.


En la ilustración de la derecha se puede ver el aspecto de esta arma que, erróneamente, algunos llaman "rompecabezas". Obviamente, te podían romper la cabeza si te daban de lleno con la bola, al igual que si te daban una pedrada. Supongo que el nombre proviene, como suele suceder, de la ignorancia generalizada que hay sobre estos temas, y más cuando provienen de notas de prensa o películas.
Su longitud solía rondar entre 40 y 50 cm. Cuando el mango era de madera, se fijaba una argolla en el extremo unida a un cubo de enmangue cilíndrico, o bien a dos pletinas. De dicha argolla salía la cadena que iba unida a la bola que, en este caso, va estriada. El mango va reforzado con barretas de enmangue para evitar que un arma de filo lo dañe.
Como curiosidad, comentar que en los terribles combates cuerpo a cuerpo durante la Primera Guerra Mundial, las tropas de asalto inglesas fabricaron de forma artesanal unos manguales de la siguiente forma: con los mangos de las granadas alemanas o el de una pala de trinchera, elaboraban la empuñadura. En vez de cadena usaban una trozo de correaje de lona de los usados por el ejército británico. La bola era una pelota de críquet y los pinchos, balas sacadas de los cartuchos reglamentarios de calibre .303 British embutidas en la pelota. Como se ve, un arma obsoleta hacía siglos recobró vigencia inesperada ante la brutalidad del conflicto.

Fabricación


Es de suponer que la bola saldría mediante fundición. Forjarla era complicado y, aun sin acerar, su masa compacta era suficiente para hacer verdadero daño.

Su proceso de fabricación era similar al de las mazas de cabeza esférica: una bola de hierro con perforaciones donde eran embutidas y soldadas las púas , así como la argolla donde se fijaba la cadena. En el croquis de la izquierda, como se ve, la bola lleva unas perforaciones donde van a ser embutidas las púas. Éstas son con forma de pirámide cuadrangular y llevan en su base un casquillo para aumentar la solidez del conjunto. La pieza será además soldada a la bola.
Una vez completada, bastaba unir la cadena al cubo de enmangue y añadirle el mango, que podía ser de madera o de hierro. He visto algunos manguales con los eslabones de la cadena en forma de 8, supongo que para impedir que la aguzada pica de un martillo o una bisarma entrase por un eslabón y verse con el arma trabada.
En el caso de los mayales agrícolas reconvertidos en armas, bastaría clavar en el tramo corto varias hileras de clavos de herradura o unas pletinas con púas embutidas y remachadas a las mismas. En ambos casos, como se ve, se trata de un arma barata y de fácil elaboración, independientemente de los elaborados modelos que figuraban en las armerías regias o de la alta nobleza.
           

Armamento medieval: Las armas enastadas II



El término archa proviene del francés arch, o sea, arquero. Parece ser que iban equipados con este arma para, llegado el caso de llegar al cuerpo a cuerpo, tener un arma enastada para defenderse tanto de ataques de la infantería enemiga como de cargas de caballería.
Según vemos en la ilustración de la izquierda, se trata de un  arma muy básica: una enorme hoja con forma de cuchillo con enmangue para enastarla con un palo de alrededor de 1,50-1,80 metros de longitud. Aun que podía herir de punta, su verdadera efectividad era lanzando tajos de filo.
Carlos I estableció una guardia personal de archeros, costumbre que mantuvieron sus sucesores de la Casa de Austria.
Parece ser que también recibían el nombre de cuchillos de brecha, por ser un arma indicada por su contundencia a la defensa de murallas durante los asedios o las brechas en las mismas abiertas por minas, etc.
Un aspecto a tener en cuenta respecto a este tipo de armas era su simplicidad de construcción, lo que las convertía en muy económicas sin por ello dejar de tener una efectividad más que probada en los campos de batalla. Tampoco requería un adiestramiento concienzudo para lograr manejarla con soltura, como ocurría con la espada o la daga. En manos de infantes alineados en formaciones cerradas, podían rechazar las impetuosas cargas de caballos coraza lanzados contra ellos.


LA GUJA O BUJA


Eran una variante del archa. Su término procede también del francés vougue y, como la anterior, estaba destinada a herir de corte. Sus hojas medían alrededor de 40-50 cm, y no iban provistas de cubo en enmangue, sino de pletinas como vimos en las alabardas.
Las gujas se diferenciaban de las archas básicamente en que la moharra iba dotada de pinchos o, como se ve en la lámina de la izquierda, de una media luna destinada posiblemente a desjarretar las monturas del enemigo.

LA PARTESANA


Derivada originariamente de una lanza de caza, la partesana se transformó en un arma militar a principios del siglo XV. Como las demás armas de infantería, constaba de un asta de unos dos metros de longitud sobre la que se montaba una moharra con forma de hoja de espada de entre 30 y 60 cm. de largo. Eran armas ideadas para herir exclusivamente de punta por la morfología su moharra, como la hoja de una espada ancha y corta. Pero al estar afiladas, cortaban a medida que la hoja entraba en el cuerpo del enemigo, lo que las hacía especialmente efectivas. Las aletas laterales que la caracterizaban servían originariamente, cuando era una simple lanza de caza, para impedir que la hoja penetrase demasiado en el cuerpo del animal, dando ocasión de perderla en el forcejeo con la red herida. La imagen de la derecha muestra claramente su aspecto. Iba provista por lo general con un cubo en emangue en vez de pletinas. Se fabricaron ejemplares verdaderamente lujosos para paradas y guardias de palacio, con hojas delicadamente grabadas y borlas adornando las astas.
De la partesana derivaron posteriormente la corcesca y la roncona.

LA RONCONA


Se trataba de una variante de la partesana, destinada exclusivamente a herir de punta. Como se ve en la lámina de la izquierda, disponían de una aguzadísima y larga moharra en cuya base se fijaban dos ganchos muy afilados destinados a descabalgar jinetes o a cortarles las riendas de sus cabalgaduras.
Ya enastadas medían unos 2 metros.

LA CORCESCA

Se diferenciaba de la roncona en que los ganchos iban con las puntas mirando hacia arriba. Por lo general, al igual que las partesanas, las corcescas eran muy utilizadas como armas de parada, siendo sus hojas decoradas con finos grabados, y sus astas con borlones.
A la derecha vemos como era su aspecto: se trata de una especie de tridente con el que, además de herir de punta, era factible trabar la hoja o el asta del arma del enemigo y partirsela. Sus tres hojas, bien afiladas, podían producir graves heridas de corte si hacían presa en un brazo o el cuello del adversario. Su dimensiones eran similares a las de la roncona.

LA LANZA DE RISTRE



Eran las lanzas usadas en los torneos y justas. Se trata de lanzas muy pesadas, provistas de una arandela que protegía la mano del combatiente. Estas arandelas, en forma de cono, solían ir adornadas con grabados más o menos elaborados. En la ilustración inferior se puede ver como eran. Obsérvese el rebaje que lleva en el asta para poder asirla mejor con la mano.

Estas lanzas podían ir armadas con dos tipos de punta: las jostradas, usadas para no causar heridas y que, como se ve en la lámina inferior ( D y E ), constaban de tres o cuatro dientes que no podían atravesar una armadura, o las puntas de todo trance, o sea, moharras de guerra para duelos a muerte. Estas solían tener forma de pirámide triangular o cuadrangular ( A y B ) o bien moharras de doble filo ( C ).
Como se ve, eran moharras pequeñas y muy aguzadas montadas sobre un cubo de enmangue de grandes proporciones respecto a la punta. Eso les daba un gran poder de penetración que, aunque difícilmente podrían atravesar un peto de calidad, sí era más fácil que se colase por alguna rendija entre distintas piezas de la armadura o, con suerte, entrar por el visor, matando en el acto al adversario.
Una variante de las lanzas de ristre eran las bordonas, fabricadas con madera de pino, mucho menos resistente que el fresno, y huecas, a fin de que se rompieran con facilidad en las justas. En este tipo de lanzas eran las que se armaban con puntas jostradas. En este tipo de torneos no se buscaba la muerte del contrario, sino puntuar rompiendo la lanza contra él, haciéndole perder el estribo o descabalgándolo (ya hablaremos largo y tendido de los pasos de armas, las justas y los torneos).

LA LANZA MANESCA


También llamadas medias picas. Lanzas usadas para combatir tanto a caballo como a pié, de entre dos y tres metros de larga. El asta se fabricaba con madera de fresno, y se las dotaba de afiladas moharras. En algunos casos, se dotaba a las moharras de crucetas para impedir que el asta se hundiera en el cuerpo del enemigo, dificultando su extracción.
Igualmente, se las podía dotar con un regatón que, en caso de romperse la moharra, podía servir como punta para herir.
Este tipo de lanza era la más apropiada para combatir a caballo en orden cerrado, ya que por la longitud y el peso de las mismas eran mucho más manejables y podían herir tanto a otros jinetes como a peones que se acercasen con la intención de descabalgarlo armados de alabardas, bisarmas, etc.

LA PICA

La pica surgió en los campos de batalla o, mejor dicho, resurgió, allá por el siglo XVI, cuando se tomaron como ejemplo el orden de combate y algunas armas de la antigüedad, en este caso de la falange macedónica. Esta unidad táctica basaba su poder en atacar al enemigo formando una masa cuyo frente erizado de moharras era capaz de detener a cualquier enemigo. Hablamos de la sarissa, una lanza de entre 4 y 6 metros de longitud que permitía a las cinco primeras filas enfrentar sus armas contra el adversario. Así pues, la pica, una copia exacta de la sarissa macedonia, era usada por los cuadros de infantería de la época para detener cargas de caballería, ofender a la infantería enemiga y dar protección a las mangas de arcabuceros cuando estos podían verse desbordados por los anteriores. En ese caso, los arcabuceros, las banderas, los pajes, tambores y demás se situaban en el centro del cuadro, rodeados por piqueros que convertían la unidad en un erizo prácticamente inamovible.
Era un arma muy simple: un asta de unos 5 metros de largo armada con una moharra de hoja lanceolada muy afilada. Como dato curioso, decir que los soldados que se alistaban en los Tercios solían hacerlo como piqueros ya que, teniendo que costearse el arma de su bolsillo ( les daban un anticipo de la soldada para ello), no podían optar a comprar un arcabuz, muchísimo más caro, o la media armadura usada por los espaderos, aún más cara que un arcabuz. Su equipo era un morrión o una borgoñota para la cabeza, la pica, una espada y un peto, un coleto o una brigantina para proteger el cuerpo.
El uso de la pica se mantuvo vigente durante los siglos XVI y XVII, hasta que la proliferación de las armas de fuego y la aparición de la bayoneta cambiaron el orden táctico en los campos de batalla.
Acabo esta entrada con este fotograma de la película "Alatriste" donde, de forma bastante bien recreada, podemos hacernos una idea de lo que veía un jinete cuando estaba a punto de llegar al contacto con un cuadro de infantería de la época. En esa película fueron usados un número mínimo de figurantes, como suele pasar en el cine hispano. La realidad es que eran cientos de ellos, pero la imagen es ya de por si muy sugerente para imaginarnos como sería de verdad, ¿no?