miércoles, 24 de abril de 2013

Técnicas constructivas: vanos y pasillos



Puede que más de uno y más de dos se pregunten de qué forma solucionaban nuestros ancestros la construcción de los vanos para puertas y ventanas, así como las típicas bóvedas de cañón que solemos ver en la mayoría de los pasillos de puertas y escaleras de nuestros austeros castillos hispanos. Así pues, en esta entrada vamos a estudiar este tema, de forma que cuando visiten algún castillo con la parienta, amigos y demás parientes y afectos incluyendo el cuñado paliza, puedan vuecedes apabullarlos con sus amplios conocimientos sobre la materia. 



Antes de nada, detallar una serie de cuestiones. En primer lugar conviene tener en cuenta que la construcción de estos edificios requería, además de los materiales áridos habituales, grandes cantidades de madera. Y no solo para los andamios, sino para fabricar las estructuras necesarias para dar término al tema que nos ocupa. En una época en que las vigas en T, las bovedillas o las forjas para los entresuelos aún estaban por inventar, no quedaba otra que recurrir a los arcos que permitían que el enorme peso de la piedra se repartiera de forma uniforme por todos los paramentos. Y para apoyar la piedra o los ladrillos eran necesarios estos armazones de madera que, una vez concluida la obra, eran retirados si bien los mechinales en los que se sustentaban solían dejarse descubiertos por si en algún momento era necesaria alguna reparación.




Así pues, en las obras de la época no solo se veían canteros y albañiles, sino bastantes carpinteros dedicados a estas labores además de la construcción de las grúas necesarias para elevar los pesados sillares de piedra. En la ilustración de la izquierda tenemos a uno fabricando una viga de madera partiendo de un tronco. Aunque a alguno le parezca increíble, apenas tardaban cosa de una hora o dos en transformar un tronco en una viga cuadrangular perfectamente recta y con los ángulos correctos. La habilidad de estos hombres era más que notable, y más si tenemos en cuenta que realizaban el trabajo con una simple hacha y casi a ojo, ayudándose solo con una escuadra de vez en cuando para comprobar que el trabajo avanzaba adecuadamente. 




Siempre me he preguntado por el destino de la madera usada en una de estas magnificentes obras, y tras darle vueltas y más vueltas deduzco que debían reutilizarla para otras construcciones. La madera era cara, requería un tiempo para su secado correcto, elaborar las piezas llevaba tiempo y la cantidad de árboles necesarios para uno de estos edificios debía ser elevado. Así pues, coligo que al concluir las obras desmontaban todo, lo cargaban en carros y se la llevaban hasta que fuera nuevamente necesario usarla. Si nos fijamos, los vanos de muchos castillos tienen unas dimensiones muy similares, así que solo tendrían que fabricar las que, por su tamaño, requerían piezas mayores.



Bien, aclarado este punto, comencemos por los vanos. Como habrán observado infinidad de veces, los vanos están rematados por norma con un arco, bien de medio punto, bien ojival, conopial, etc. Alguno se preguntará si no era más fácil colocar como dintel un buen tocho de granito y santas pascuas, como aparece en el dibujo de la izquierda, y ahorrarse así tanto armazón de madera y tanta historia. Sin embargo, no sería factible más que para vanos de poca anchura, como los de saeteras o ventanas. ¿Por qué? Pues porque, como vemos en las flechas rojas, el peso de la enorme masa que soportaría el dintel lo hace sobre el mismo, lo que provocaría su rotura antes o después. Son muchas toneladas las que reposarían sobre ese punto.




Así pues, la mejor opción es el arco. En la ilustración de la derecha tenemos un par de ejemplos. En primer lugar tenemos el típico arco de medio punto. Para fabricarlo se procedía de la siguiente forma: las jambas de piedra se van elevando a medida que se construye el paramento. Una vez alcanzada la altura deseada, se colocan dos vigas, una a cada lado, destinadas a sustentar la cimbra, que es la estructura de madera con forma de arco destinada a recibir los sillares o ladrillos que formarán el dintel. Los sillares, a fin de adaptarlos mejor a la forma curvilínea, no serán rectangulares, sino trapezoidales. Una vez colocados a ambos lados solo resta acoplar la dovela o piedra clave, que es la señalada con la flecha hacia abajo. La dovela hará que, una vez retirada la cimbra, el arco se sustente solo y, lo más importante, tanto su peso como el que llevará encima se repartirá hacia los lados, teniendo de esa forma capacidad para soportarlo. 




Arriba a la derecha tenemos un vano muy concreto que solo he visto en Portugal, y en el que el dintel es una sola pieza semicircular apoyada sobre las jambas. Precisamente esa morfología tiene la misma resistencia que el anterior y hace que el vano sea rectangular, no precisando para su construcción estructura alguna ya que se limitaban a colocar la pieza sobre las jambas sin más. Con todo, esta solución era válida al parecer para vanos de poca anchura, como ventanas o puertas más bien angostas. Quizás su elevado peso no haría recomendable usar éste tipo de dintel en vanos de gran anchura. En todo caso, en España se adoptó un sistema similar pero más racional tanto en cuanto el dintel estaba compuesto por varios sillares sustentados por las jambas que, rematadas en ménsulas, permitían un mayor reparto del peso sin tener que recurrir a enormes sillares de piedra. El aspecto que presentaría sería como el que vemos en el dibujo de la derecha. Con todo, y como se aprecia en el dibujo, éste método tampoco admite grandes anchuras, sino más bien lo contrario.




Por otro lado, el grosor de los muros obligaba a veces a fabricar un pasillo desde la entrada al interior del edificio de una longitud igual a la del espesor del muro. Para ello había un par de soluciones igualmente prácticas. La primera la tenemos en el dibujo de la izquierda: se trata de varias cimbras correlativas con una longitud como la del pasillo. La parte superior va cubierta con un tablazón que servirá de sustento para verter sobre el mismo hormigón o bien colocar ladrillos o piedras, formando así una bóveda de medio punto.




La otra es similar, pero destinada a bóvedas estrechas como las de escaleras, ventanas o puertas angostas del interior de las torres, en cuyo caso se sustituía el tablazón por un cañizo. En la foto podemos verlo claramente: se trata de la bóveda de la escalera de la torre del homenaje del castillo de las Aguzaderas. Como podemos observar, se trata de un pasillo muy estrecho, por lo que el cañizo es capaz de soportar el peso del hormigón que vertieron sobre el mismo. En su superficie ennegrecida por el humo de las lucernas se pueden ver aún restos de las cañas que se rompieron al ser retiradas junto con la cimbra. Cañas del siglo XIV que aún siguen ahí. 

Bien, así es como se construían los vanos, y no debía ser mal sistema cuando no solo sigue plenamente vigente, sino que su durabilidad y resistencia está por encima de todo comentario. Añadir solo que cuando visiten vuecedes un castillo, tengan por norma llevar una linterna encima, como ya he recomendado varias veces. En este caso nos vendrá de perlas precisamente para ver con claridad las bóvedas de las escaleras que, por lo general, están ocultas por la oscuridad más absoluta. La de la foto superior la pude ver porque se me ocurrió hacerle una foto a ver que salía, llevándome una grata sorpresa cuando la vi por el visor de la cámara.

Bueno, ya está. ¿Ha quedado claro y tal, no?

Hale, he dicho...

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