Como ya he comentado en varias ocasiones, hay veces en que averiguar qué leches es lo que vemos en los tratados medievales de tormentaria es un verdadero reto. La mayoría no traen textos que expliquen de qué va la cosa, y los que sí los traen están escritos a mano con unos tipos de letras cuasi indescifrables salvo para paleógrafos, grafólogos y demás ciudadanos versados en las mil y una formas de escribir de aquella época. Uséase, que muchas veces hay que acabar deduciendo el uso de cada máquina en función de su morfología e imaginando su aspecto real, ya que casi siempre las perspectivas y las proporciones brillan por su ausencia. Recordemos el luctuoso caso de la tostadora asesina, que al final resultó ser una máquina para cargar ballestas de gran tamaño y que el mismísimo conde de Clonard confundió con una especie de catapulta que denominaba como "garrote". Por toda esta serie de motivos, uno de los ingenios que me traía por la calle de la amargura es el que ven en la ilustración de la derecha. Aparece en una de las copias que se conservan del BELLIFORTIS de Konrad Kyeser, un sesudo tedesco del que ya hemos hablado muchas veces a la hora de estudiar la tormentaria medieval. Esa lámina en concreto aparece en el Ms. germ. qu. 15, y está datado hacia 1460. En otras dos obras que tengo entre mis fuentes aparece el mismo chisme básicamente igual. Pero, ¿qué era?
Porque, además, aparecen dos máquinas más provistas de esa especie de canalón y que podemos ver abajo:
La ilustración de la izquierda nos muestra una tortuga rodante en cuya parte superior vemos el mismo canalón. En la parte frontal, un mantelete con dos aspilleras que obviamente tenía como misión proteger a los que manejaban dicho canalón, mientras que los que empujaban la tortuga permanecían a cubierto dentro de la misma. La lámina de la derecha presenta un artefacto similar, pero además armado con un ariete. Esto aumentaba aún más la intriga, porque mientras que la máquina que vimos más arriba era estática estas dos estaban emplazadas en artefactos móviles. ¿Qué leches eran?
Bicheando y bicheando di con lo que parecía parte de la respuesta al misterio, y precisamente de manos de Clonard, del que me fiaba más bien poco desde el fiasco de la tostadora asesina. En este caso recrea la máquina de la derecha del párrafo anterior y, lo más importante, le da nombre, porque en los tratados con texto de que dispongo no dan la denominación de cada ingenio, sino una explicación somera acerca de su uso. Ariete con caño de arambre. Que es un ariete saltaba a la vista desde el primer momento pero, ¿qué utilidad tenía ponerle un canalón encima. En la descripción que hace de la máquina dice que "...servía para pegar fuego a las obras de ataque por medio de los mixtos incendiarios que derramaba sobre ellas". Añade que, en el caso de la máquina con el ariete, "... colocábanse vigilantes detrás del mantelete (...) y estos hacían uso del caño, ya para alejar del muro a los sitiados, ya para defender a la misma máquina de los ataques que contra ella se dirigieran".
Miniatura de "La Gran Conquista de Ultramar" en la que se representa una bastida de los cruzados en pleno asalto |
La verdad es que esa aplicación para el ingenio del ariete no me parecía muy sensata ya que los sitiados no tenían oportunidad de atacarlo como no fuera desde lo alto de la muralla y, por otro lado, tampoco servía para ofender a los defensores y desalojarlos de la misma ya que carecía de la suficiente altura para ello. Por último, estos caños solo podían verter el líquido delante de la máquina, por lo que su uso defensivo para alejar posibles agresores no podemos tenerlo en cuenta. En fin, que no me cuadraba nada la explicación de Clonard, pero al menos ya tenía el nombre del chisme, que era lo importante. Un caño de arambre es, simplemente, una tubería de cobre o bronce. Arambre es un palabro de donde proviene el actual alambre, y procede del latín ÆRAMEN, que significa precisamente objeto fabricado de bronce o cobre. Así que con esos datos proseguimos las pesquisas hasta que, finalmente, pudimos acertar de pleno. La respuesta estaba en "La Gran Conquista de Ultramar", una obra elaborada al parecer por encargo de Alfonso X y concluida por su hijo Sancho IV en la que se narraba de forma más o menos novelada la conquista de Tierra Santa durante la Primera Cruzada. En el capítulo XXXI del Libro III, donde se cuenta el tercer intento de asalto a Jerusalén por parte de los cruzados, podemos leer lo siguiente, que transcribo en su forma original que tiene más morbo:
E ENTONCES LLEGO EL ENGEÑO CON EL CARNERO, E VENIA DELANTE PARA FERIR EN EL MURO. E LOS TURCOS TOMARON CAÑOS DE ARAMBRE LUENGOS, E METIERON DENTRO UN ACEITE QUE LLAMAN EN AQUEL LENGUAJE OLIO PETROLIO, DE QUE SE FACE EL OLIO QUE LLAMAN GRECISCO, E ECHARONLO SOBRE EL ENGEÑO E SOBRE EL CARNERO, E ROCIARON TODO E DEJARONLO ASI, E NON PUDIERON ECHAR EL FUEGO DE AQUELLA VEZ
Por si alguien no se ha enterado del todo, el carnero era el ariete, y el petróleo es lo que usaban para fabricar el fuego grecisco, o sea, griego, con el cual rociaron la máquina obligando a sus servidores a salir echando leches ya que les fue imposible apagarlo. En definitiva, lo que vemos en la ilustración inferior:
El caño de arambre no era más que eso, un canalón o tubería de sección cuadrangular fabricado con bronce o cobre ya que por el mismo se vertería una substancia inflamada. El caño estaba unido a un bastidor que, instalado en el adarve, le permitía bascular y, lo más importante, verter el líquido a una distancia adecuada de la muralla ya que, de lo contrario, chorrearía por el muro sin alcanzar su objetivo, que en este caso era un ariete. El petróleo o la brea incendiaría el ingenio como una tea y sanseacabó. Era pues un ingenio destinado a eliminar el peligro que suponían las máquinas de batir y, en un momento dado, para rociar la base de la muralla con fuego y alejar de ella a los atacantes.
Pero nos quedamos con la utilidad del caño sobre una tortuga o un ariete, y aquí ya no hay narraciones de batallitas que nos detallen para qué servían ya que la explicación de Clonard no es, al menos para mí, nada convincente. Y después de darle vueltas al tema solo se me ocurre un uso práctico: rociar con líquido inflamado una puerta. De esa forma, protegidos por la tortuga, los atacantes se valdrían del caño para verter una gran cantidad de cualquier mixtura incendiaria que los defensores tenían complicado apagar ya que, como se explicó en su día, el agua solo servía para hacer el fuego más virulento. La máquina con el ariete tendría como fin acelerar el derribo de la puerta. Una vez que el fuego la hubiese debilitado lo suficiente, el embate del ariete arrancaría de cuajo los gorrones de bronce, echando abajo el portón y permitiendo a los atacantes colarse dentro del recinto.
Bueno, vale por hoy. En la próxima entrada proseguiremos con el tema de los tripulantes de los carros micénicos esos porque hoy no estaba para cuestiones enjundiosas, así que he aprovechado para ilustrar a vuecedes con este curioso ingenio que, con toda seguridad, sus cuñados no han oído mentar en sus miserables vidas de sableadores de caldos selectos y chacinas de calidad.
Hale, he dicho
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