Guárdate, rey don Sancho,
no digas que no te aviso,
que de dentro de Zamora
un alevoso ha salido;
Llámese Bellido Dolfos,
hijo de Dolfos Bellido,
que si gran traidor fue el padre,
mayor traidor es el hijo;
cuatro traiciones ha hecho,
y con esta serán cinco.
Gritos dan en el real
que a don Sancho han mal herido;
muerto le ha Bellido Dolfos,
gran traición ha cometido;
desque le tuviera muerto
metiose por un postigo.
Por las calles de Zamora
va dando voces y gritos:
-Tiempo era, doña Urraca,
de cumplir lo prometido.
Fernando I de León y Castilla (1016-1065) Tumbo A de la catedral de Santiago de Compostela |
A pesar de que tenemos fama de raza un tanto agresiva y tal, la verdad es que los hispanos somos gente apacible salvo cuando nos tocan la fibra sensible. Buena prueba de ello es que nuestra lista de monarcas dados de baja de forma expeditiva es bastante magra, y más si la comparamos con la de otros pueblos con fama de ser más avanzados y cultivados que nosotros como Francia (Dios maldiga al enano corso), que hasta los llevó al patíbulo, o los yankees (Dios maldiga a Hearst), auto-nombrados líderes del mundo libre (¡ay, que me da la risa floja!) pero que en un período bastante breve, de apenas un siglo, vio como varios de sus dirigentes cayeron víctimas de magnicidios o estuvieron a punto de entregar la cuchara por ello. En nuestro haber hay casos contados y, salvo durante el período visigodo, bastarían los dedos de una mano para enumerarlos. Conviene dejar claro que los visigodos, al cabo, eran un pueblo extranjero con genes tedescos que, debido a su peculiar sistema de monarquías electas, eran especialmente proclives a que los partidarios del perdedor tuvieran la irritante costumbre de quitar del trono al ganador empleando métodos poco ortodoxos. Ya saben, el famoso "quítate tú que me pongo yo". Nosotros, los hispanos, crisol de sangres mediterráneas, tenemos un pronto chungo, pero luego nos tomamos las cosas con más tranquilidad... a veces.
Sancho II según una miniatura del Compendio de Crónicas de Reyes |
En la época que nos ocupa, la corona hegemónica en la Península la ostentaba Fernando I, rey de León y conde (luego rey) de Castilla que, además, había sometido a la morisma y tenía como vasallos a las principales taifas andalusíes como Toledo, Sevilla, Zaragoza y Badajoz. Don Fernando, que al cabo no era sino descendiente de la antigua élite visigoda, tuvo la nefasta ocurrencia de repartir sus dominios entre su prole de cinco vástagos, tres varones y dos hembras. Al parecer, el motivo del reparto radicaba en la intención de instaurar un imperio formado por varios reinos bajo el dominio del principal de ellos, León. Esto ya lo intentó su querido progenitor, Sancho Garcés de Pamplona, con el resultado de una guerra fratricida que acabó, como ya podemos suponer, con la victoria de don Fernando, convirtiéndose así en el monarca más poderoso de la Hispania toda. Así, cuando vio que la hora de ir liando el petate para largarse de este mundo ya no estaba lejana, repartió sus dominios de la siguiente forma: A Sancho, el mayor de los varones y en teoría heredero natural, le dio Castilla, lo que le sentó al infante como una patada en el páncreas porque esperaba, como es lógico, el lote de más categoría, León. Además, le otorgó las parias de la taifa de Zaragoza. En todo caso, Sancho se negó a aceptar la voluntad paterna, hasta el extremo de que, según la "Crónica de Veinte Reyes" el mismo don Fernando l0 amenazó diciéndole que "...sy por ventura después quisiere alguno de vos quebrantar lo que yo agora mandare, darle por ende mi maldición". Como vemos, antes siquiera del deceso del monarca las cosas ya se estaban poniendo chungas.
Alfonso VI (c.1040-1109) Tumbo A de la catedral de Santiago de Compostela |
Estatua ecuestre de Rodrigo Díaz obra de Anna H. Huntington. El carisma y la indudable valía como estratega de este hombre fueron de gran importancia durante el breve reinado de Don Sancho |
La cosa quedó en una especie de empate técnico que duró hasta marzo de 1071, cuando don Sancho y don Alfonso se reunieron en Burgos para acordar que, antes de seguir desollándose entre ellos, lo importante era quitar de en medio a García, que andaba a la gresca con sus vasallos gallegos. Sancho, poseído como siempre por su naturaleza desmedida y fiera, se hizo cargo de arrebatarle el reino a su hermano, lo que logró sin dificultad tras enfrentarse ambos reyes en Santarem. Sancho volvió a sus dominios la mar de contentito, titulándose como reinante IN CASTELLA ET IN GALLETIA. Pero ser dueño de dos reinos separados por otro, León en este caso, no traía cuenta, así que llegó la hora de acabar con su hermano Alfonso. El 12 de enero de 1072, las huestes castellanas y leonesas se dieron cita en Golpejera, y en esta ocasión la victoria se decantó claramente por don Sancho, mientras que su hermano no solo salió derrotado, sino además preso. Urraca, que desde su ciudad asistía a las pugnas fratricidas sin haber dicho aún una palabra, decidió que debía interceder por Alfonso, por el que según las malas lenguas sentía un amor más profundo que el habitual entre hermanos llegando incluso a cometer prácticas incestuosas. Esta pasión contra natura fue recogida tanto por los cronistas andalusíes como castellanos, en este caso concreto por fray Juan Gil de Zamora en su obra "DE PRECONIIS HISPANIE", escrita entre 1278 y 1282. Urraca logró que Sancho liberara a su amado hermano y le permitiera largarse desterrado a Toledo con cuyo emir, Yahya ibn Ismail al-Mamun, estaba en muy buenas relaciones además de ser un fiel vasallo. Así pues, tras su exitosa jornada en Golpejera don Sancho se pudo ver por fin con los tres reinos bajo su mando, convirtiéndose así en el nuevo mandamás de la Península como lo fue su padre. Pero su arrogancia no le hizo ver que su hermana mayor, que en apariencia era irrelevante y que jamás osaría enfrentarse a él, acababa de convertirse en una enemiga, y nada despreciable por cierto.
La infanta Doña Urraca (1033-1101) según una lámina de la revista Zamora Ilustrada (1882) |
Bien, con este extenso introito, que he estimado imprescindible para ponernos en situación ya que es un período histórico que suele ser desconocido para muchos, ya vemos como estaba el patio en aquellos turbulentos tiempos, y así conocer los hechos que acontecieron para comprender cómo y por qué fue segada la vida de un monarca en una época en que atentar contra un rey ungido por Dios era poco menos que ofender a la misma divinidad.
La infanta doña Elvira (1038-1099) Al igual que su hermano García, fue más que nada un peón en manos de sus codiciosos hermanos |
Castillo de Tiedra. Su aspecto actual data de finales del siglo XIII |
Vista interior y exterior del postigo que sirvió de cebo al rey |
En esto, un caballero llamado Vellido Dolfos dio un paso al frente y se ofreció junto a los treinta caballeros que le acompañaron a Zamora para acabar con el monarca. "Si vos me lo otorgassedes, yo vos tiraría al rey Don Sancho de sobre Çamora et faría decercar la villa", le dijo Dolfos a la infanta. Según la crónica, la respuesta de Urraca fue muy ambigua, aceptando sin admitir nada. "Non te mando yo que tu fagas nada del mal que as penssado; mas digote que non a omne en el mundo que a mio hermano tolliesse de sobre Çamora et me la fiziesse descercar que yo non le diesse quequier que me demandasse". Para los que no hayan podido interpretar la frase, la infanta le replica a Dolfos que "no le manda que haga nada malo tal como tiene pensado, pero que no hay hombre en el mundo capaz de obligar a su hermano a levantar el cerco sobre Zamora que no le diese lo que le pidiera". En resumen: no te doy permiso para que hagas nada malo a mi hermano, pero si logras que levante el cerco como sea yo te premiaré por ello. Como ya podemos imaginar, las teorías sobre la conspiración son variadas y contradictorias, así que nos ceñiremos a la que nos da la Crónica alfonsí, que es más emocionante y prolija.
Murallas de Zamora |
-Sennor, porque dix al concejo de Çamora que vos diessen la villa, quisieronme matar los fijos de don Arias Gonçalo. Et yo vengome pora vos, et fagome vuestro vassallo, et yo guisare como vos den Çamora a cabo de pocos días, si Dios quisiere; et esto que vos yo digo, si lo non fiziere, que me matedes por ello.
Para darle más realismo a la cosa, al cabo de unos días un caballero subió a lo alto de la muralla y, dando grandes voces, avisó al rey diciendo que el Dolfos aquel era un bellaco y un traidor, y que tuviese cuidado con él porque tenía más peligro que un cuñado sediento y hambriento. Vellido Dolfos, como es lógico, tenía la réplica preparada:
- Sennor, el viejo de Arias Gonçalo es muy sabidor, et por que sabe que vos fare yo aver la villa, mando esto dezir.
O sea, el típico truco de "ojo con este que es un cabronazo" y luego el "¿ves como tengo razón?, me acusan de traidor para que desconfíes de mí porque saben que estoy de tu lado". Un poco burdo, pero la cosa es que Don Sancho picó como un barbo. Tras dejar pasar varios días para irse ganando su confianza, Vellido Dolfos planteó al rey ir a mostrarle un postigo de la muralla que, según decía, jamás se cerraba. Esto es una chorrada monumental más falsa que un billete de siete euros porque, como ya sabemos, en caso de cerco lo primero que se hacía era condenar cualquier puerta o postigo que pudiera convertirse en un coladero de enemigos. Sin embargo, el rey se lo debió creer a pesar de que semejante práctica era totalmente contraria a lo que cualquier militar haría en caso de verse asediado. En cualquier caso, ya fuese para ir a ver el postigo, o bien para mostrarle un punto flaco por el que fuese viable un asalto, la cuestión es que don Sancho se avino a partir del campamento con el alevoso Dolfos.
Tras reconocer el postigo, que se encontraba a poniente de la ciudad, cerca del castillo, don Sancho rodeó el espolón que formaba la muralla en el extremo suroeste para bajar hasta la ribera del Duero, cuyo cauce formaba un foso natural en todo el lado meridional del perímetro amurallado. En aquel momento, según la crónica, "... el rey apartosse a fazer aquello que la natura pide et que ell omne non lo puede escusar", o sea, que se estaba yendo de vareta como consecuencia de un fastuoso apretón. Entregó a Dolfos un venablo "...pequenno e dorado como los que avien entonces por costumbre los reys", se apeó del caballo y se dispuso a aliviarse entre la maleza que bordeaba el río. Era el momento ideal para acabar con el rey. Así, en cuclillas, con las calzas bajadas y con la jeta congestionada de tanto apretar, el traidor Vellido Dolfos le arrojó el venablo por la espalda con tanto ímpetu que le salió por el pecho. En este punto la narración de la Crónica no nos cuadra ya que nos dice que Rodrigo Díaz, al ver que Dolfos salía echando leches en dirección a las murallas, le preguntó por qué huía, pero el traidor no le respondió y prosiguió su galopada hacia Zamora. Pero si el rey y Dolfos fueron solos a reconocer la muralla, ¿cómo fue posible que Rodrigo Díaz se diese cuenta de que algo raro había pasado? Aquí es evidente que las fuentes de la Crónica fallaron pero, en todo caso y siguiendo el hilo narrativo, fue entonces cuando el leal ARMIGER vio al rey en el suelo, pasado de parte a parte encima de su propia caquita. Bastante cabreado, Rodrigo Díaz empezó a perseguir a Dolfos, que volaba en dirección al postigo que, en teoría, le habrían abierto para permitirle entrar en la ciudad. Pero, finalmente, se desvió hacia una de las puertas, quizás porque le pillaba más cerca o quizás porque, en realidad, el postigo estaba cerrado a cal y canto, mientras que su perseguidor se quedaba atrás por haber olvidado calzarse las espuelas y, por ende, no pudo acicatear a su montura para meterle prisa.
Una vez dentro de la ciudad, Vellido Dolfos, como buen traidor cobardica, acudió a la infanta y se metió bajo su manto buscando su protección, temeroso de que Arias Gonçalo, al que había ofendido gravemente, se tomara venganza. El ayo, viendo la escena, le dijo a doña Urraca:
-Sennora, pidovos merced por Dios que dedes este traydor a los castellanos, sinon venirvos a ende grand danno, ca ellos querran reptar Çamora et despues non la valdredes vos.
Doña Urraca no se avino a entregar al matador de su hermano tal como le pedía Arias Gonçalo, pero aceptó tomarlo preso para que, en caso de que finalmente Zamora cayera en manos de sus enemigos, entregarlo para librarse así de las sospechas de haber sido la instigadora del regicidio. Al cabo, podrían pensar que estaba en el ajo, y ordenar matar a su propio hermano y rey estaba muy feo.
Imagen actual de la Cruz del rey Don Sancho |
Iglesia del monasterio de San Salvador, fundado en 1011 por el conde Sancho García. En su panteón reposan los restos de varios monarcas e infantes |
En cuanto al lugar del crimen, también hay diversidad de opiniones. Mientras unos afirman que tuvo lugar junto a las murallas, otros se inclinan por que se perpetró en las cercanías, y otros incluso aseguran que fue en el lugar donde aún se yergue la llamada Cruz del rey don Sancho, distante unos dos kilómetros al norte de la ciudad. A mi entender, lo más probable es que la citada cruz señala el lugar donde se encontraba el campamento, pero vete a saber... Por último, en lo referente al atentado en sí, mientras que las fuentes cristianas toman por norma a Vellido Dolfos como el matador del monarca, las andalusíes se inclinan por que fue muerto durante una cacería en la que le tendieron una emboscada para finiquitarlo. Como vemos, ni Sherlock Holmes podría desentrañar el misterio.
Finalmente y en lo tocante a la hipotética conspiración, la infanta fue desde el primer momento señalada por la sombra de la sospecha. En el LIBER REGNVM (c. 1194) se afirma claramente que "...est rei don Sancho cerco a so ermana, la ifant dona Urracha, en Zamora, e ella favlo con un so cavero e fizo lo matar a so ermano, el rei don Sancho, e matolo Bellit Adolfez a traición" (...y este rey don Sancho cercó a su hermana, la infanta doña Urraca, en Zamora, y ella habló con un caballero suyo e hizo matar a su hermano el rey Don Sancho, y lo mató Vellido Dolfos a traición). Incluso en el epitafio del monarca en su sepultura del monasterio de Oña también se acusa sin dudarlo a la infanta: "...REX ISTE OCCISVS EST PRODITORE CONSILIO SORORIS SVÆ VRRACÆ, APVD NVMANTIA CIVITATEM, PER MANVM BELLITI ADELFIS, MAGNI TRADITORIS IN ERA MCX, NONIS OCTOBRIS...", lo que traducido al román paladino viene a querer decir que "este rey fue muerto y traicionado por consejo de su hermana Urraca ante la ciudad de Numancia por mano de Bellido Dolfos, gran traidor, en la Era de 1110, día nono de octubre". Sí, que nadie se líe con lo de Numancia porque hasta el siglo XIV se creía que Zamora se había fundado sobre los restos de la heroica ciudad soriana, por lo que se le solía dar ese sobrenombre. En cuando a la fecha, corresponde a la Era Hispánica que, como ya hemos comentado alguna vez, llevaba 38 años de adelanto respecto al calendario gregoriano actual, por lo que se refería al año 1072. El día nono correspondía al 7 de octubre.
Bueno, con esto concluyo que bastante me he enrollado hoy. No sabemos si el asesinato de don Sancho cambió la historia como otros casos, V.gr. el del gran Julio César o el de Enrique IV de Francia. Tras de sí no dejó un reino sumido en el caos ni nada similar. Simplemente fue sustituido por su hermano, así que el devenir de la historia seguramente habría transcurrido igual que si se hubiese muerto de un atracón de capones porque la nobleza de todos los reinos aceptó de buen grado al nuevo rey a pesar de que, como ocurrió con Urraca, hubo quien sospechó que había estado en el ajo. De hecho, en la Crónica Alfonsí se cita la famosa Jura de Santa Gadea que, aunque actualmente está considerada como una mera leyenda sin base alguna, el simple hecho de mencionarla ya es un indicio de que la sospecha existió. Por lo demás, la realidad fue que el mismo Rodrigo Díaz, que aparece como testigo principal y tomador del juramento, juró fidelidad al nuevo monarca sin más historias, y el cambio de rey solo le supuso perder su rango de ARMIGER hasta que, más tarde y por cuestiones que nada tuvieron que ver con estos sucesos, cayó en desgracia ante don Alfonso y se vio abocado a convertirse en mercenario al servicio del emir de Zaragoza y, posteriormente, en el señor de la guerra que acabó apoderándose de Valencia.
Ah, lo olvidaba. El postigo por el que debía entrar el asesino de vuelta a la ciudad fue llamado desde aquel día Portillo de la Traición por razones obvias. Sin embargo, como en España no cabe un tonto más, en 2010 la corporación municipal de Zamora le cambió el nombre por el de Puerta de la Lealtad en honor a Vellido Dolfos. Es más que evidente que enaltecer a un sujeto que mató a traición a su rey no es precisamente digno de otra cosa que del desprecio más absoluto, pero como ahora toca revisar la historia desde Adán a nuestros días, pues los bellacos y malsines medievales son metamorfoseados en héroes por lo que se ve. La frase final de la placa conmemorativa que vemos en la foto es un preclaro ejemplo de la estulticia de nuestra depravada clase política que, como el ladrón piensa que todos son de su condición, pues pone de honorable a un perro traidor. Dice así: "Con el reconocimiento eterno de los zamoranos". En muy poco se tienen los de Zamora para dedicar una placa a un personaje como Vellido Dolfos, digo yo.
En fin, así fue la historia... más o menos.
Ya'tá.
Hale, he dicho
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