miércoles, 26 de septiembre de 2018

Malvados: Pietro Koch


¿Recuerdan vuecedes las dos entradas que dedicamos a la tristemente famosa matanza de las Fosas Ardeatinas a manos del no menos tristemente célebre SS-Obersturmbannführer Herbert Kappler, jefe del SD en Roma? Si es así, supongo que también se acordarán de uno de los principales fautores de la misma junto al questore Pietro Caruso. Nos referimos al guaperas engominado que estaba al mando del Reparto Speciale di Polizia Repubblicana (Destacamento de la Policía Especial Republicana) que con tanto afán colaboró con los tedescos para aportar el número de rehenes necesarios con que saciar las ansias de venganza del ciudadano Adolf tras el atentado de la Via Rasella. Hablamos de Pietro Koch, un peculiar malvado que en apenas dos años supo ganarse el odio y el miedo de la parte de Italia que seguía bajo el control del ciudadano Benito. Sí, ese mismo que vemos en la foto, el guaperas con medio kilo de fijador en el pelo, bigotito recortado al milímetro y jeta de galán cinematográfico. Obviamente, un sujeto que en una vida operativa tan breve dio tanto que hablar debía ser un malvado especial así que, como ya avancé en su día, le dedicaremos una entrada para él solo porque únicamente los cabrones CVM LAVDE son merecedores de semejante...¿honor?

Miembros de la policía republicana tras el Armisticio
Lo más curioso de la breve pero intensa carrera de este sujeto es que antes de meterse a sicario del fascismo nunca había mostrado interés por la política e incluso su vida militar fue extrañamente exigua en una época en que, como es lógico, todos los varones sanos y jóvenes eran obligados a ir a cualquiera de los numerosos frentes que el ciudadano Benito había abierto desde que en mala hora se le ocurrió hacerse colega de toda la vida del ciudadano Adolf. Por este motivo, y según iremos viendo a medida que avancemos en el relato, podemos colegir sin temor a errar que Koch era en realidad un sádico de nacimiento al que, por circunstancias del destino, se le dio la oportunidad de dar rienda suelta a sus bajos instintos. O sea, un caso similar al primer malvado que inauguró esta serie, el nefando, depravado y extremadamente perverso SS-Oberführer Oskar Dirlewanger, cuya sola mención en determinadas zonas de Europa Oriental aún cabrea bastante al personal. Es posible que si Koch hubiese nacido en otro país o en otra época, esa maldad congénita habría quedado reprimida en mayor o menor grado dentro de su negra alma, pero el destino lo puso en el lugar y el momento más indicado para servir como feroz perro de presa de un régimen que se estaba derrumbando poco a poco y, peor aún, se debatía como gato panza arriba para alargar su agonía aún a costa de llevarse por delante al ciento y la madre. Bien, con esto podemos hacernos una idea de la catadura de nuestro hombre, así que vamos al grano sin más demora.

El entonces coronel Mario Roatta, jefe del SIM entre
1934 y 1939. Bajo su mandato es cuando esta unidad
se mostró más diligente en su lucha contra los enemigos
del régimen fascista
Pietro Koch había nacido en 1918. Su padre era un tedesco por nombre Otto Rinaldo Koch que había sido oficial de la marina alemana y que se estableció en Benevento, al sur de Italia, donde se dedicó a negocios relacionados con el comercio de vinos. Este sujeto, que por lo general suele pasar desapercibido en las referencias a su nefando retoño y se le menciona solo para que se sepa quién fue su padre, tuvo al parecer más influencia de lo que se pueda imaginar sobre el futuro del joven Pietro y, de hecho, parece ser que fue él quien lo encaminó en la senda del mal. La cuestión es de Otto Koch compaginaba sus negocios vinateros con una discretísima colaboración con el SIM, Servizio Informazioni Militare, un organismo de inteligencia creado en 1925 con el que parece ser mantenía relaciones bastante cordiales, y más cuando a raíz de la ocupación alemana entró a formar parte del círculo íntimo de Kappler. Al cabo, Koch era alemán y, como es lógico, preferiría ayudar a sus paisanos y hacerle la puñeta a los italianos que se habían rebelado contra el ciudadano Benito. Y, de hecho, se considera que fue este Otto el que empujó a su hijo a sumarse al fascismo en una época tan tardía como 1943.

El joven Pietro no se había preocupado para nada de otra cosa que no fuera lucir el palmito y conquistar hermosas italianas. En la foto de la izquierda podemos verlo posando ante un automóvil. Era alto, esbelto, elegante, en todo momento cuidaba su aspecto atildado, siempre iba bien vestido con buenos trajes y con el pelo tan engominado que podrían darle un ladrillazo en la cabeza que ni se enteraría. En los años 30 el clan Koch formado por Otto, su mujer Olga Politi, el joven Pietro y una hermana cuyo nombre no he podido averiguar, se trasladó a Roma, donde nuestro hombre se matriculó en la facultad de derecho como cualquier otro vástago de familia acomodada. En 1938, con 20 años, tuvo que dejar sus estudios para cumplir el servicio militar, ingresando como subteniente en el 2º Regimiento de Granaderos de Cerdeña, como era habitual en aquella época en casi todos los ejércitos del mundo ya que la escasez de jóvenes con un nivel cultural adecuado convertía a estos estudiantes en oficiales de circunstancias. Por norma eran sometidos a breves cursos de formación para tener unas nociones mínimas acerca de los entresijos de la milicia por si se terciaba tener que ir a pegar tiros. Es obvio que su influyente padre lo mantuvo lejos del campo de batalla, porque fue dado de baja a principios de 1940 a pesar de estar en plena guerra. De hecho, el año anterior su unidad había sido enviada a Albania para, tras la "gloriosa" conquista de Abisinia, seguir aumentando los territorios del nuevo imperio romano que tanto anhelaba el ciudadano Benito. Sin embargo, Koch se quedó en casita tan campante, y aprovechó para casarse a comienzos de 1941 con una tal Vincenzina Gregori, una mujer diez años mayor que él (ambos habían nacido un 18 de agosto, pero con una década de diferencia), que al parecer gozaba de una posición razonablemente desahogada. A un guaperas como nuestro hombre no debió costarle ni media hora conquistar a la Vincenzina, a la que simplemente se limitó a esquilmar de forma inmisericorde para, al cabo de unos meses, mandarla a hacer puñetas porque a este sujeto lo que le gustaban eran las mocitas jóvenes para lucirlas en su intensa vida nocturna a la que era bastante aficionado. Y para ganarse la vida se dedicó a los corretajes de fincas valiéndose de todo tipo de triquiñuelas hasta el extremo de rozar constantemente la ilegalidad.

El capitán Caritá en el centro de la imagen. Se lo cargaron los
yankees en Castelrotto en mayo de 1945
En 1943 fue reclamado por su antiguo regimiento, que una baja de tres años era ya pasarse siete pueblos. Pero aquí es posible que también interviniera su padre para evitarle ir al frente ya que antes de embarcar se largó a Florencia para enrolarse en el Reparto Speciale di Sicurezza (Destacamento Especial de Seguridad), bajo el mando del capitán Mario Caritá. Esta unidad se formó nada más firmarse el armisticio del 8 de septiembre por el que media Italia, con el rey Víctor Manuel y el mariscal Badoglio al frente, mandaron a paseo a los tedescos y se arrimaron a los aliados antes de que estos acabasen por barrerlos del mapa en su imparable avance hacia el norte del país. Junto a Ferdinando Manzella, Armando Tela- que luego sería el número dos de su banda- y Eugenio Varano, nuestro hombre y su tropa de alegres compañeros psicópatas formaron la llamada Banda Caritá, que en poco tiempo empezó a dar mucho de qué hablar debido a sus expeditivos métodos de interrogatorio entre los sospechosos de tener poca o ninguna simpatía por el ciudadano Benito, que se agarraba al poder como garrapata en pellejo perruno.


Aspecto actual de la Villa Triste de Florencia. En el detalle se ve la placa que
se colocó junto a la puerta de entrada del edificio en recuerdo de las víctimas
que pasaron por sus siniestras dependencias
En septiembre del 43 la Banda Caritá, cuya denominación oficial era 92ª Legione Camicie Nere della Guardia Nazionale Repubblicana (92 Legión de Camisas Negras de la Guarcia Nacional Republicana) tuvo su sede florentina en un elegante palacete llamado Villa Loire, ubicado en el número 67 de la Via Bolognese. Esta pequeña mansión, que rápidamente fue motejada por la población como "Villa Triste" en cuanto se supieron las bestialidades que se cocían allí dentro, fue compartida con la unidad del SD destinada a Florencia. Los italianos se aposentaron en la planta baja del edificio, donde tenían las oficinas, y en el sótano, donde se llevaban a cabo los interrogatorios que rápidamente dieron fama a Koch y sus colegas. Nada más llegar ya empezó a acaparar méritos trincando al coronel Marino, antiguo ayudante del general Mario Caracciolo de Feroleto. Mientras que este pudo largarse a tiempo a Roma obteniendo asilo en el Vaticano, Marino cayó en manos de Koch, que se empleó a fondo con él ya que ambos militares se habían mostrado extremadamente remisos a aceptar que el ciudadano Benito siguiera mandando en parte de Italia, y eran claramente partidarios de sumarse al rey Víctor Manuel. La captura de Marino llegó incluso a oídos del Duce, que vio en el joven Koch, que por aquel entonces apenas contaba con 24 años, un valioso elemento para poner las peras a cuarto a sus cada vez más numerosos enemigos políticos.


Escena de un interrogatorio a manos de policía republicana. El policía de la
izquierda está a punto de descargar un vergajazo en el lomo del atribulado
ciudadano del centro, mientras que el otro mira bastante preocupado
viendo lo que le espera
Pietro Koch no era ni remotamente un policía sutil y taimado como podía sugerir su atildado aspecto. No recurría a astutos planes para capturar a los enemigos del régimen ni interrogaba a los prisioneros de forma inteligente recurriendo a argucias y hacerles caer en contradicciones. Antes al contrario, era un sujeto brutal y expeditivo que practicaba los arrestos de forma bastante escandalosa para que se enterasen cuantos más mejor y sembrar el pánico entre la ciudadanía. Las sesiones de interrogatorio eran aún más despiadadas, a base de las tradicionales palizas con vergajos, porras o incluso bolsas de arena que dejaban al personal molido por dentro pero sin apenas señales por fuera.


Armando Tela, su lugarteniente en la banda. Con esa
jeta de seminarista nadie imaginaría que era un
auténtico mal bicho. Fue condenado a muerte y
ejecutado en Milán el 22 de mayo de 1945
A los más reacios a confesar se les colgaba durante horas por las muñecas, se les obligaba a beber orines mezclados con aceite o incluso simulaban su ejecución para aniquilarlo psicológicamente. Se combinaban duchas heladas con otras de agua literalmente hirviendo y, como único método un poco más especial, alternaban las palizas con un pase de frondosas señoritas simpatizantes del fascismo en pelota picada haciendo gestos lascivos a los desdichados medio muertos a palos mientras bebían champán para, con sus gestos incitantes y lúbricos, intentar sonsacarles información. Al parecer, algunas de ellas procedían del mundo del cine, coristas e incluso oficinistas de la policía italiana que se prestaban a aquellos infames simulacros. Es pues evidente que, tras una existencia anodina e irrelevante, verse con carta blanca para dar rienda suelta a sus bajos instintos fue la clave para que Koch se convirtiera en uno de los más afamados sádicos de la República Social Italiana, hasta el extremo de que el mismísimo ciudadano Benito pensó que se había equivocado no poniendo freno a tiempo a las enloquecidas orgías de sadismo que tenían lugar en los sótanos de "Villa Triste".


Tullio Tamburini (1892-1957)
Sin embargo, los resultados obtenidos gracias a sus brutales métodos eran al fin y al cabo una eficaz herramienta para quitar de en medio a los enemigos de la RSI que habían traicionado al fascismo, así que lo mandaron a Roma en busca del general Caracciolo de Feroleto para hacerle saber que su antiguo Duce estaba muy enojado con su deserción. El general estaba refugiado en el convento de San Sebastián, así que Kappler, como mandamás del SD en Roma, le autorizó a violentar el refugio en sagrado para que se presentase allí sin más y sacase a Caracciolo de la oreja para luego brearlo a collejas. Koch no tuvo el más mínimo problema a la hora de ejecutar su misión, lo que hizo subir su fama varios puntos hasta el extremo de que Tullio Tamburini, jefe de la policía de la RSI, le ofreció formar su propio grupo. Koch aceptó inmediatamente, faltaría más. Tamburini, que en cierto modo fue el "descubridor" de nuestro hombre y el que le dio los medios para emplearse a fondo, era un viejo jerarca fascista afiliado al partido desde sus comienzos en 1922. Había pasado por mogollón de destinos y puestos de confianza hasta que, con la llegada del armisticio, mandó a hacer gárgaras al rey y a Badoglio y siguió siendo un fiel seguidor del ciudadano Benito, que lo hizo el mandamás de la policía de su régimen en octubre de 1943. No obstante, en los albores del fascismo ya se destacó por sus métodos nada ortodoxos y por su desmedido afán de latrocinio, lo que en su día le costó más de una bronca. La falta de hombres fieles de su vieja guardia obligó en cierto modo a Mussolini a darle el puesto que, sin embargo, apenas le duró poco más de dos meses porque seguía con el mismo vicio de trincar a calzón quitado, cosa que en un policía es bastante contradictoria aún estando en plena guerra y con un régimen totalitario en fase de desmoronamiento. Pero la cosa es que cuando le dieron la carta de despido a Tamburini, Koch ya había formado su Reparto Speciale di Policia Repubblicana. Acababa de nacer la Banda Koch, y partir de ahí ya no tendría freno alguno.


Dusnella Marchi. Hay que reconocer que el sádico
este tenía por lo menos buen gusto. Sobrevivió a todos,
palmando en Roma en 2013 con 91 años
La vida en Roma era esplendorosa para nuestro hombre. Protegido por las altas esferas y, más importante aún, considerado como un fiel colaborador de Kappler, durante el día se dedicaba en cuerpo y alma a su misión de capturar y obtener información de los subversivos al régimen, mientras que por las noches se largaba a los mejores restaurantes y salas de espectáculos de la ciudad acompañado por Dusnella Marchi, un pibón que solía prestarse a tomar parte en los interrogatorios, y Tamara Cerri, una jovencísima mozuela de apenas 16 años de la que Koch se encoñó de forma rotunda. Esta era la cara amable del psicótico policía, del que nadie podría imaginar lo que era capaz de hacer. Un sujeto tan elegante, apuesto y acompañado de dos reales hembras no podía ser tan perverso, de forma que así se fraguaría la parte mítica sobre su verdadero carácter que, obviamente, era un mero subterfugio. Si hoy día pasase por la consulta de un psiquiatra quizás le diagnosticarían un trastorno bipolar o, simplemente, que era un psicópata de tomo y lomo. Sea como fuere, lo cierto es que Koch siguió con su frenética actividad, llevando a cabo constantes redadas contra políticos, militares, miembros del clero, judíos o paisanos corrientes y molientes sobre los que hubiera la más mínima sospecha, muchas veces infundadas y procedentes de sus bestiales interrogatorios en los que cualquiera, como es lógico, denunciaría a su abuela pero echando siempre por delante a sus cuñados. Inicialmente, Kappler le permitió disponer de varias dependencias en el cuartel general del SD en la Via Tasso, pero en enero de 1944 se trasladó a una humilde pensión en la Via Príncipe Amadeo que se hizo tanto o más famosa que la "Villa Triste". Hablamos de la pensión Oltremare, donde alquiló tres departamentos para perpetrar sus fechorías: uno lo usaba como domicilio y despacho, otro como oficina y otro para los interrogatorios. 


Otro escalofriante testimonio gráfico de los interrogatorios efectuados por
la Banda Koch, en este caso aplicando descargas eléctricas con el pequeño
generador manual que vemos en la mesa. Junto al mismo se pueden ver dos
vergajos, y uno más apoyado contra la butaca.
Desde su tugurio de la pensión dirigió infinidad de redadas y llevó a cabo no menos interrogatorios sin importarle un rábano la edad, el sexo o la condición social del detenido. El que entraba allí ya sabía lo que le esperaba, y más de uno y más de dos palmaron porque el fervor de Koch y su banda de psicópatas a veces resultaba excesivo para el personal. Tampoco le frenaba el hecho de que los sospechosos se hubieran acogido a sagrado, como ya demostró con la detención del general Caracciolo y como volvió a dejar claro en la redada que se llevó a cabo en la madrugada del 4 de febrero de 1944, cuando se presentó en la basílica de San Pablo y sacó de allí a empellones a nada menos que 67 personas. En aquel maremagno de refugiados había de todo, desde desertores a judíos pasando por antiguos policías y militares de alto rango del Regio Esercito que, como otros tantos, seguían manteniendo su fidelidad al rey y estaban ya un poco bastante hartos del ciudadano Benito. Todos fueron llevados a la prisión de Regina Coeli para, posteriormente, irlos trasladando a la pensión Oltremare para apretarles las tuercas a base de bien. 

Pensión Jaccarino. Actualmente este edificio no existe. En el que se yergue
en su solar hay una placa de piedra que informa que allí tuvo su cuartel
general el psicópata del guaperas engominado
Tras el atentado de la Via Rasella el 23 de marzo de aquel año, Koch ya no se encontró seguro en la pensión Oltremare, que podía ser fácilmente asaltada por los cada vez más numerosos y audaces grupos de partisanos comunistas que, como podemos imaginar, estaban deseando echarles el guante para cortarlos en filetes. Es lógico que nuestro hombre, a la vista del historial acumulado en apenas un año, se hubiese granjeado la enemistad de sus paisanos y, de hecho, les caía fatal a todos excepto a los cada vez menos seguidores del ciudadano Benito, que a la vista de como evolucionaba la guerra empezaban a perder la memoria, ya no recordaban cómo se levantaba el brazo, cómo se gritaba "Viva il Duce!" y hasta la letra de la cancioncilla aquella tan pegadiza de "Faccetta Nera" que cantaban muy contentitos celebrando su gloriosa victoria contra las tropas del Rey de Reyes armadas con lanzas. Así pues, en abril de 1944 tuvo lugar una nueva mudanza, esta vez a un caserón estilo toscano de tres plantas ubicado en el número 67 de la Via Romagna que se prestaba mejor a la defensa y, además, disponía de más sitio para los interrogatorios y la custodia de presos. En este caso también se trataba de un establecimiento hostelero, concretamente la denominada como pensión Jaccarino, donde siguieron empleándose tanto o más a fondo ya que a veces los alaridos de los desdichados que pasaban por las manos de Koch y su gente se oían en la calle. A las "sutiles" técnicas de interrogatorio comentadas anteriormente añadieron quemar con cigarrillos las zonas más sensibles del cuerpo, clavar alfileres, arrancar uñas o meter a los presos en un minúsculo tabuco que había en el hueco de la escalera. En este "hoyo", como lo llamaban, llegó a estar como huésped el famoso cineasta Luchino Visconti, que tras la guerra y por orden del gobierno filmó los procesos de todos los fascistas procesados por pasarse siete pueblos y/o colaborar con el SD.


La Villa Fossati, sede milanesa de la Banda Koch
La estancia de Koch en la pensión Jaccarino no duró mucho. Estamos a finales de mayo, los aliados avanzaban hacia el norte de Italia a toda velocidad y en no mucho tiempo se presentarían ante Roma, así que era hora de ir liando el petate antes de que llegaran. Para no arriesgarse a caer en manos de los partisanos comunistas, nuestro hombre y sus alegres muchachos se marcharon en dirección a Milán acompañando a una unidad de las SS. Koch en concreto incluso viajó en el automóvil del SS-Standartenführer Eugene Dollmann, un personaje literalmente de película, mezcla de espía y político cuyas andanzas tras la guerra fueron de lo más peculiares. Una vez en Milán, Koch se procuró un nuevo acuartelamiento para seguir con su "encomiable" labor por mantener las calles limpias de enemigos del ciudadano Benito. Como era habitual, se agenció una casa de generosas dimensiones para dar cabida tanto a su gente como a los detenidos que tenían la desgracia de caer en sus manos. En esta ocasión eligió otro caserón enorme de veinte habitaciones ubicado en la Via Paolo Ucello que fue requisado sin más historias a la familia Fossati. Además, para facilitar el aislamiento respecto al vecindario, tenía un jardín alrededor que mantendría alejados a los curiosos. A aquellas alturas, nuestro hombre ya no era un simple esbirro dedicado a sacar confesiones a palos sin más. Antes al contrario, había logrado ganarse el respeto de los tedescos, que incluso veían con admiración su falta de escrúpulos y la brutalidad que era capaz de desplegar. Hasta el ciudadano Benito, al que los métodos de Koch no acababan de convencerle, no tuvo más remedio que aceptar que, a la vista del cariz que estaban tomando las cosas y las cada vez más numerosas deserciones entre sus jerarcas, nuestro elegante psicópata era un peón que no podía faltar en su tablero. 


Una de las celdas situadas en el sótano de Villa Fosseti, construidas bajo la
dirección del ingeniero técnico Franco Cambi. Este preparó además la
instalación de agua para poder someter a los detenidos las duchas frías e
hirvientes que, como ya hemos visto, eran habituales en los interrogatorios
Sin embargo, las protestas acerca de su brutalidad empezaron a llover sobre el ciudadano Benito, y no ya de gente sin significación política, sino incluso por parte de jerarcas más moderados que veían en Koch no solo una amenaza, sino un desprestigio para el régimen. Muy a su pesar, el Duce tuvo que autorizar la disolución de la banda mediante una redada que se llevaría a cabo con la Legione Autonoma Mobile Ettore Muti, una unidad similar a la de Koch que, por cierto, tenía ciertos celos de tipo profesional hacia el guaperas engominado. La operación, que tuvo lugar a finales de septiembre de 1944, se efectuó sin que los tedescos se enterasen de nada ya que estos tenían en especial estima a Koch, empezando por el mismísimo Kappler. Los hombres de la Legione Muti entraron en Villa Fossati y pudieron echar el guante a gran parte de la banda, que fue oficialmente disuelta por Mussolini para mayor regocijo de los milaneses y gran pesar del SD, que le sentó como un tiro la desaparición de tan fieles auxiliares sin que les avisaran. Al cabo, los tedescos eran los que mantenían al ciudadano Benito en el poder. No obstante, la intervención del SD hizo posible que los de la Legione Muti soltaran a Koch, que sintiéndose poco menos que intocable no perdió su chulería y se quedó en Milán como si tal cosa.


General Renzo Montagna (1894-1978)
Pero su temeridad empezaría a pasarle factura en breve. En el mes de diciembre siguiente llegó a Milán el general Renzo Montagna, que había sido nombrado jefe de la policía de la república. Se dirigió al hotel Plaza, donde tenía siempre reservada una suite debido a que debía desplazarse a la ciudad con bastante frecuencia. Llegó al hotel ya de noche y se dirigió a la recepción por la llave. Pero se quedó perplejo cuando el recepcionista le informó de que su suite estaba ocupada por el nuevo jefe de policía. Montagna, asombrado, no acababa de asimilar aquello. El jefe de policía era él, así que el que ocupaba su suite era un puñetero impostor.


-¿El nuevo jefe de policía, dice? ¿Cómo se llama?- preguntó al recepcionista.

-El doctor Pietro Koch (era habitual dar el título de doctor a los funcionarios de categoría)

Echando espumarajos de furia, Montagna llamó a la questura para que le mandaran dos policías echando leches. Cuando llegaron subió con ellos a la suite y aporreó la puerta.

-¿El doctor Pietro Koch?- le preguntó cuando asomó su impoluta jeta tras la puerta.

-Soy yo- respondió con tono desabrido- ¿Cómo se atreve a molestarme?

-Me atrevo porque soy el jefe de policía y me lo llevo detenido- respondió Montagna muy cabreado.


La prisión de San Vittore al poco tiempo de su inauguración por el rey
Humberto I
Lo mandaron a hacer puñetas a la cárcel de San Vittore, un vetusto edificio con forma de estrella inaugurado en 1879 y que, curiosamente, durante la guerra estuvo bajo el control del SD. A nuestro encantador Pietro se le había terminado el chollo a pesar de que muy previsoramente, porque podía tener muy mala leche pero de tonto no tenía un pelo, antes de su detención ya se había preocupado de mantener ciertos contactos con políticos antifascistas que, aunque no resultaron fructíferos, denotan que él mismo se daba cuenta de que los días de la República Social Italiana estaban contados.


Tamara Cerri, sobre la que pesó la sospecha de haber
formado parte de la Banda Koch a pesar de la negativa
de este. Al final logró ser puesta en libertad sin cargos
El 25 de abril de 1945, Koch pudo largarse de San Vittore. No se sabe si con la ayuda alemana, o bien porque estos tomaron las de Villadiego ante el avance de los partisanos que se dirigían a tomar Milán y dejaron las puertas abiertas, o porque el mismo Montagna, sabiendo que si los partisanos le echaban el guante era hombre muerto y lo dejó escapar, el caso es que logró salir de allí. Se afeitó su característico bigote y se tiñó de rubio para pasar desapercibido, pero ante él se abría una duda terrible. Era obvio que había que poner tierra de por medio y exiliarse a otro país, pero carecía de dinero, de documentación falsa y, lo más importante, de su amada Tamara, que se encontraba en Florencia, su ciudad natal. Milán estaba ocupada por los partisanos, así que era hora de echarle cara al asunto y, con la proverbial sangre fría de la que hizo gala hasta el último instante de su vida, se presentó en el cuartel general de los nuevos dueños de la ciudad poniendo jeta de perro apaleado y echándole cuento por arrobas. Dijo que había llegado de Roma y que necesitaba ir a Como, a unos 50 km. al norte de Milán y al lado de la frontera suiza, donde su amada madre se encontraba enferma. Mentira, mentira cochina, pero a los italianos se les nombran a las madres y se olvidan de todo. ¿Quién iba a ser tan canalla como para poner como excusa a su madre? Tan convincente resultó que le dieron un salvoconducto a nombre de Ariosto Ballarin y hasta lo llevaron en coche un buen trecho de camino, pero cuando se vio en mitad de la carretera más solo que la una dio media vuelta para dirigirse a Florencia en busca de Tamara Cerri. Y como hasta los malvados más malvados tienen su corazoncito, Pietro Koch, con la salvación a un paso decidió ir a reunirse con su amantísima sabiendo que se la jugaba. Y, ciertamente, se la jugó. Y perdió.

Tras deshacerse de una pistola que le había regalado el general Maeltzer y asegurándose de que su documentación verdadera pasase desapercibida bajo la ropa, se puso en camino hacia el sur. Como buenamente pudo llegó a Florencia, distante 300 km. de Milán. Cuando alcanzó la capital de la Toscana, lo primero que hizo fue indagar el paradero de Tamara para, muy a su pesar, enterarse de que había sido detenida junto a su madre, así que afloró su espíritu caballeresco y el día 1 de junio se presentó en la questura de la policía tan campante porque, las cosas como son, de bragueta estuvo bien despachado. Ante un policía con la jeta a cuadros porque no acababa de creerse que el galán de cine que tenía delante de él era nada menos que el archifamoso y archicanalla jefe de la banda más siniestra de Italia, nuestro gentil psicópata le dijo sin vacilar: 

-Si han arrestado a Tamara Cerri para que les diga dónde está Koch, pueden liberarla. Yo soy Koch, arréstenme.


El guardia no acababa de creérselo, y se lo tuvo que repetir varias veces hasta que, finalmente, desenfundó la pistola y detuvo al imperturbable Pietro. Al día siguiente, la prensa se hizo eco de la gran noticia. Koch, el masacrador de patriotas romanos, había caído. Los titulares a toda plana daban cuenta de la noticia que afirmaba que "...a este degenerado de corbata impecable, de sonrisa fatua, de uñas pulidas, de raya bien peinada, le ha sonado la hora fatal de la justicia". Tras ser interrogado, rápidamente lo metieron en un coche y lo enviaron a Roma para procesarlo.


Otra foto de Koch en la que, como siempre, presenta
un inmaculado aspecto. Se debía gastar un pastizal
en el sastre
El juicio se celebró en el aula magna de La Sapienza, una universidad fundada en 1303 y considerada por ello la más antigua del mundo. Pasadas las 9 horas del 4 de junio, Koch se presentó en la sala vistiendo un impecable traje azul y una impoluta camisa blanca con el cuello abierto sobre la chaqueta. Como era habitual, iba con su pelo engominado, perfectamente peinado y sin mostrar la más mínima emoción. Se sentó en un extremo de la sala como si la cosa no fuera con él y sin perder ni un solo instante su indolente apariencia. Durante el interrogatorio y para librar de posibles responsabilidades a su amante, quiso dejar claro que la detención de Tamara Cerri había sido a causa de una confusión por su parecido con una prófuga de la justicia, y que Dusnella Marchi, contariamente a lo que se daba por hecho, no tenía relación alguna con su banda. Como corría prisa por finiquitar el juicio, se optó por acusarle de un solo cargo, colaboracionismo con el enemigo, un delito castigado con la pena de muerte. Si hubiesen decidido procesarlo por las tropocientas tropelías, atropellos, injusticias y bestialidades que cometió, el juicio habría durado meses y meses, y lo primordial era dar término a aquel asunto cuanto antes. Así pues, se presentaron algunos testigos de cargo incluyendo a Luchino Visconti para dejar claro ante el tribunal lo malo que era el acusado y, apenas tres horas más tarde, ya tenían listo el veredicto. A las 12:15 horas se leyó la sentencia que, como todo el mundo incluido Koch daban por sentado, sería morir fusilado por la espalda "...en nombre de Su Alteza Real Humberto de Saboya, Príncipe del Piamonte y Lugarteniente General del Reino". Aunque pálido, Koch no mueve un músculo de la cara. Tras la larga lectura de la sentencia, el tribunal desalojó la sala mientras que el público seguía contemplando medio hipnotizado al ya reo de muerte, que se limitó a aceptar un cigarrillo y fumárselo como quien espera a la novia. Antes de abandonar el aula, firmó sin mucho convencimiento la petición de indulto que le presentó su abogado Felice Comandini, que actuaba de oficio a pesar de que, paradojas del destino, su ideología antifascista le había puesto en la lista negra de la policía republicana. El juicio había durado exactamente tres horas, y la sentencia se cumpliría al día siguiente salvo el casi imposible caso de que le conmutasen la pena o que la tierra se lo tragase. 


Entrada al fuerte Bravetta. Junto a otros catorce fuertes formaba parte del
perímetro defensivo construido entre 1877 y 1891 para defender Roma
Tras abandonar el tribunal fue conducido a Regina Coeli, donde fue visitado por Tamara Cerri hacia las 9 de la noche. Al día siguiente, 5 de junio, a las 10:30 se presentó en la prisión su verdadera mujer, Vincenzina Gregori, con la que pasó las tres horas siguientes. A su madre, residente en Milán, no le fue posible llegar a tiempo a pesar de que se le informó de la noticia por telegrama nada más saberse la sentencia. Finalmente, a las 13:30 un piquete de carabineros lo sacó de la celda para conducirlo al fuerte Bravetta, que como ya sabemos era el lugar donde se llevaban a cabo las ejecuciones por fusilamiento. 


Momento en que Koch desciende del furgón celular como
quien se apea del autobús. El policía que vemos a la
izquierda le quita las esposas
Para la ocasión vistió un traje claro con una camisa blanca y los zapatos perfectamente lustrados. Cerca del talud donde tendría lugar el fusilamiento ya habían preparado un ataúd pintado de gris con el fondo cubierto de viruta y una silla en la que se sentaría a horcajadas para recibir la descarga sin tener que permanecer de pie, que eso cansa mucho. Para impedir cualquier movimiento por parte del reo había sido fijada al suelo mediante unas estacas. A las 14:10 horas entró en el fuerte un furgón celular seguido de un camión donde viajaban los 17 carabineros que formarían el piquete de ejecución. Koch bajó del furgón como si acudiera a una fiesta de sociedad, con su impoluto traje y sin mostrar el más mínimo síntoma de debilidad o turbación. El juez Curci se acercó a él a leerle la sentencia (nunca he entendido esta chorrada ya que el condenado sabe de sobra de qué va la cosa). A continuación, Koch clavó una rodilla en tierra para recibir la absolución de manos del padre Moncada, capellán de Regina Coeli y, sin más historias, se yergue y se dirige a la silla acompañado de tres policías de paisano que lo atan a la misma con los brazos apoyados en el respaldo. 


Vista cenital del fuerte. La flecha señala la situación de la puerta de acceso.
La marca roja indica el lugar de ejecución. En el detalle vemos el momento
en que el pelotón abre fuego contra Koch
Por último, el capellán le echa una postrera bendición y se retira a una distancia prudencial no fuese que alguno del pelotón tuviese mala puntería. En medio de un silencio sepulcral a pesar del público que asistía a la ejecución desde el terraplén del fuerte, a las 14:21 horas el brigada que manda el piquete baja el sable y da la orden de abrir fuego. Una descarga cerrada alcanza de lleno a Koch, que prácticamente no se mueve salvo la cabeza, impulsada hacia adelante por uno o más proyectiles. Tras comprobar que está más muerto que Carracuca, el cadáver del otrora temible jefe del Reparto Speciale di Policia Repubblicana es depositado en su humilde ataúd mientras que, conforme al reglamento, la silla empleada para la ejecución es quemada. La ejecución fue filmada en su totalidad por Luchino Visconti con una cámara colocada en el techo de una furgoneta, y fue expuesta en todos los cines de Italia para que el personal respirase tranquilo. El malvado Pietro Koch era ya historia. Al palmarla contaba con apenas 27 años.


Instantes previos a la descarga. Mientras el capellán le larga la enésima bendición, Koch espera absolutamente imperturbable
el momento supremo de reunirse con sus víctimas. Justo es reconocerle que, al menos, hizo gala de un valor y una
frialdad poco comunes en un trance semejante
En fin, así fue la historia. Aunque la persona de Koch no es por lo general muy conocida fuera de Italia, ya vemos que dio mucho que hablar y que fue uno de los peores productos del régimen fascista. Su nefasto recuerdo perdura en la memoria de sus paisanos por sus fechorías en Florencia, Roma y Milán, y las muchas familias que tuvieron que vivir en sus carnes que uno de sus miembros acabaran pasando por las "villas tristes" de la Banda Koch. Sea como fuere, pagó sus crímenes y estará ardiendo en el puñetero infierno con su pelo engominado, sus trajes perfectamente planchados, sus camisas impolutas, sus zapatos relucientes y su aspecto de joven aristócrata que centra su vida en el club de polo o en las regatas. 


Tras la ejecución, el pelotón se retira mientras un guardia comprueba que no hace falta tiro de gracia. La breve pero
agitada existencia de Pietro Koch ya era historia

Bueno, ya'tá. Colorín colorado, el malvado fue fusilado.

Hale, he dicho

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Talud del fuerte Bravetta donde fueron ejecutados muchos de los fascistas a los que la amnistía de 1946 no alcanzó a
tiempo. Este fuerte, desactivado en 1919, fue usado durante todo el período fascista como lugar para las ejecuciones
por fusilamiento. Desde 2011 es un Museo de la Memoria

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