lunes, 3 de junio de 2019

Asesinatos. Wild Bill Hickok


Momento en el Jack McCall desenfunda y se dispone a hacer pasar a la leyenda a Wild Bill Hickok y, de paso, a joderle
la partida. En realidad, por la trayectoria de la herida McCall debía estar situado donde está el hombre del traje marrón
que vemos a la derecha. Cuando murió Hickok apenas tenía 39 años

Bueno, criaturas, como llevamos ya varias semanas hablando solo de cuestiones fortificatorias vamos a darnos un descansillo con un artículo sabroso sobre asesinatos, que suelen dar bastante morbo al personal. Puede que más de uno piense que el de este personaje no es ninguna novedad y que es de todos sabido cómo fue asesinado a traición mientras jugaba a las cartas pero, aparte de la famosa "mano del hombre muerto" y tal tampoco es un tema que, al menos en lengua española, se conozca con detalle, así como el devenir de su matador, el alevoso John McCall, cuyo proceso judicial fue de lo más pintoresco. 

Los padres de la criatura: William Hickok (1801-1852) y
Pamelia Hickok (1804-1878)
Es evidente que nuestro protagonista no necesita prácticamente ningún preliminar para poner a los lectores en antecedentes acerca de su persona pero, en fin, no está de más una breve semblanza para los que no estén muy puestos en la vida y milagros de este peculiar ciudadano. James Butler Hickok- nunca he podido averiguar por qué le apodaban Bill, diminutivo de William- procedía de una familia inglesa que había emigrado a las colonias americanas, concretamente a Massachusetts, en 1635. Había nacido el 27 de mayo de 1837 en la granja familiar en Homer, actualmente llamado Troy Grove, en el estado de Illinois, cuarto hijo de William Alonzo Hickok y Pamelia "Polly" Butler Hickok. La abundosa prole de los Hickok la formaban en total seis retoños, cuatro varones y dos hembras por este orden: Oliver, Lawrence, Horace, James, Celinda y Lydia, nacidos entre 1830 y 1842. Vamos, que no perdieron el tiempo.

Hickok con Cody, a la derecha, y Jack Omohundro en
1873 cuando nuestro hombre formaba parte del
espectáculo de Búfalo Bill
A los 17 años decidió que no estaba por la labor de pasarse la vida destripando terrones y ordeñando vacas, así que se largó del hogar paterno para buscarse la vida como timonel en un barco que recorría el canal de Utica, en Illinois, hasta que dos años más tarde, en 1856 y con solo 19 o 20 años, se fue al Oeste para ponerse a trabajar en los oficios más dispares: policía, tahúr, correo del Pony Express, en cuyo ejercicio casi lo mata un oso al que pudo liquidar a duras penas a tiros y cuchilladas, y comenzó a labrarse su legendaria fama como pistolero en los tropocientos enfrentamientos que tuvo durante los años previos a la Guerra de Secesión, unos totalmente justificados y otros sobre los que planea aún la sombra de la duda. Pero en un país y en una época donde buscar la verdad sobre quién empezó tal o cual pelea era una quimera, al final lograba siempre salir bien parado de sus escaramuzas. En una de ellas incluso impidió que un sujeto se liara a hostias con un crío de apenas 11 años llamado William Cody, el futuro Búfalo Bill con el que años más tarde mantuvo incluso relaciones de tipo profesional. Por cierto que en aquellos tiempos y debido a su gran nariz puntiaguda hacia abajo y a su prominente labio superior le apodaban Duck Bill, Bill el Pato, lo que imagino no le haría mucha gracia.

Un joven Wild Bill cuando aún era conocido como
Duck Bill
Durante la guerra fue espía, explorador del ejército y tirador de élite al servicio de la Unión. En aquella época fue cuando empezó a ser conocido por el apodo de Wild Bill, y su inconfundible aspecto no pasaba desapercibido en ninguna parte. Era un tipo alto, de seis pies de estatura según los que tuvieron trato con él (1'83 metros), fibroso y fuerte. Una larga melena caía por sus hombros y disimulaba su prominente labio bajo un espeso bigote. Le gustaba vestir bien, con un sombrero de ala ancha y siempre usaba dos revólveres con la culata hacia fuera, pero nunca usó fundas, sino que los llevaba metidos en el cinturón. Destacaba por su destreza como jinete, su infalible puntería tanto con armas cortas como largas y, curiosamente, por su carácter templado y nada proclive a las pendencias, lo que podría parecer un tanto paradójico en un ciudadano con su historial. Sin embargo, lo cierto es que no se dejaba llevar por la ira, y solo cuando no le quedaba otro remedio o cuando algún tontolaba se le ponía extremadamente borde era cuando actuaba de forma resolutiva.

Wild Bill en su época dorada, vestido como un dandy y
luciendo su característica melena ondulada y su frondoso
mostacho
La última vez que trabajó como marshal fue en 1871 en Abilene, Kansas, tras pasar dos años como sheriff en Hays City. En ambas poblaciones tuvo varios tiroteos  que, cabe suponer, le proporcionaron infinidad de enemigo y ser el objetivo a batir por los pistoleros deseosos de ganar fama liquidando a un personaje tan legendario. Su carrera como lawman acabó como consecuencia de un desafortunado accidente durante uno de estos tiroteos. El 7 de octubre de 1871, tras meterle dos balazos a un tal Phil Coe escuchó movimiento por detrás y, sin dudarlo, se volvió y abrió fuego sin pararse a comprobar quién era el supuesto agresor. Pero no era un colega de Coe, sino su ayudante Michael Williams que acudía en su ayuda. Aunque no fue procesado por considerarse como una muerte involuntaria, este incidente le costó el puesto a nuestro hombre, que se vio obligado a ponerse a trabajar en el espectáculo circense de Cody, donde solía hacer el papel del famoso teniente coronel Custer.

Agnes Hickok (1826-1907)
En fin, con esto llegamos a la época que nos interesa, 1876. Como ya podrán suponer, relatar sus hechos en apenas cinco párrafos es imposible, pero hay bastante información sobre sus andanzas hasta aquella época en la que, aburrido de hacer de Custer, optó por marcharse a probar fortuna buscando oro en Black Hills, en Dakota. Antes de partir se había casado con una tal Agnes Thatcher Lake, Agnes Mersman de soltera. Era una artista de circo retirada cuyo marido, William Lake, había sido muerto a tiros por un espectador durante una función en 1869. Agnes, que había sido domadora de leones, equilibrista y hacía florituras montando en un carrusel de caballos, era once años mayor que nuestro hombre y, por las fotos que han llegado a nosotros, no era precisamente lo que se dice un pibón, así que no deja de resultar extraño que en un tipo tan afamado al que no le faltarían ofertas acabara matrimoniado con una señora de 50 años, edad que por aquel entonces suponía estar prácticamente a un paso de la ancianidad y que, por meras cuestiones fisiológicas, ya no podría siquiera dar descendencia al salvaje Hickok. En cualquier caso, la cuestión es que se casaron en Cheyenne para, un mes más tarde, marcharse a Deadwood, en Black Hills, con la intención de ganar suficiente dinero como para permitirse sentar la cabeza y formar una familia con su nueva pero vetusta esposa.

Deadwood en la década de los 70 del siglo XIX. Por aquel entonces llegó
a tener nada menos que 15.000 habitantes
Deadwood era la típica ciudad minera llena de buscadores de oro, pistoleros y tahúres que acudían como moscas al husmillo de ganancias fáciles, desplumando en los salones de la población a los pardillos de los mineros el polvo de oro que obtenían trabajando literalmente como animales de sol a sol. Debido a su fama y a pesar de que venía padeciendo desde hacía tiempo una enfermedad ocular que le estaba restando visión, fue contratado como peace officer. Un peace officer, oficial de paz si lo traducimos literalmente, era una especie de ayudante o auxiliar de la policía local supeditados al sheriff de la población. Como ya podemos suponer, la fama de Hickok era suficiente para que a nadie se le ocurriera sacar los pies del tiesto porque, aunque su vista estaba bastante perjudicada, aún le sobraba para dejar en el sitio a cualquiera en la típica bronca tabernaria en la que se disparaba casi a bocajarro y en las que era más importante mantener la sangre fría que tener una vista de águila ya que en esos casos se disparaba de forma instintiva y no apuntando cuidadosamente.

Su colega Charlie Utter
En el mes de agosto de 1876 las temperaturas en Deadwood eran asquerosamente cálidas, por lo que Hickok se dedicaba a sus quehaceres durante la mañana para, a partir de primera hora de la tarde, meterse en el salón Nutall & Mann a pasar el rato jugando al póquer. Su cargo de peace officer no le obligaba a ocuparse de cuestiones policiales a tiempo completo, por lo que podía dedicar el día a lo que le apeteciera salvo que fuera requerido para echar una mano o bien si alguien perpetraba una fechoría ante sus prominentes narices. El miércoles, 2 de agosto a eso de las 3 de la tarde, Hickok entró en el salón acompañado de su amigo y compañero de fatigas Charlie Utter, saludó al camarero, Henry Young, con el que tenía una buena amistad, y a continuación tomó asiento en una mesa en la que se estaba jugando una partida y en la que un jugador acababa de dejar un sitio libre. Los que quedaban eran Carl Mann, uno de los propietarios del salón, un tal Charles Rich y el capitán William Massie, que trabajaba como piloto en un vapor que recorría el Missouri pero que, al parecer, era un ludópata de tomo y lomo y se pasaba el día jugando al póquer, en lo que por lo visto era bastante bueno.

El capitán William Rodney  Massie (1829-1910).
Al parecer se llevó a la tumba la bala que le metió en
la muñeca McCall después de pasar por el cerebro
de Hickok
La silla libre quedaba de espaldas a la concurrencia y Hickok, con la desconfianza adquirida tras años y años de peleas y broncas de todo tipo, le pidió a Rich que le cediera su sitio para poder controlar el panorama con la pared a su espalda,  pero este se negó riéndose y diciéndole que no se preocupase, que nadie iba a hacerle nada. A regañadientes, Hickok tomó asiento de forma que podía ver la puerta principal, pero no la puerta trasera del local. Inquieto, al poco rato volvió a pedirle a Rich que le cambiara el sitio, pero siguió negándose afirmando que le gustaba sentarse de espaldas a la pared. Así pues, la distribución de la mesa quedó igual, con Rich a su derecha, Massie delante de él y Mann a su izquierda. En otra silla se acomodó Utter, pero sin intervenir en la partida. El día anterior, Hickok le había ganado un dinerito a Massey, pero en aquel momento el marino le estaba desplumando. Sin dinero para cubrir la apuesta, le pidió a Young que le prestara 15 dólares ya que le había entrado una mano buena. Young salió del mostrador, le entregó el dinero y volvió a su lugar. Al parecer, fue en aquel momento cuando Jack McCall, un vagabundo que pululaba por Deadwood, entró por la puerta principal y avanzó a lo largo de la barra hasta colocarse detrás de Hickok, que estaba bromeando con Massie sobre la mano que se estaba jugando. Charlie Utter se había marchado poco antes a comer, y en el local había unas ocho personas además de los jugadores. Eran las 4 de la tarde.

-Este viejo inútil me ha ganado la mano- protestaba Hickok ante la sonriente jeta de Massie, que esperaba ganar de nuevo. Hickok tenía una doble pareja de ochos y ases, más una quinta carta que, según las fuentes, o no se sabe cuál era,  o se trataba de una jota de diamantes o de una dama de corazones. La famosa mano del hombre muerto era dos ochos y dos ases de trébol y picas, que no tuvo tiempo de mostrar porque McCall desenfundó un Colt 1873 y le apuntó por detrás a la cabeza.

-¡Maldito, toma esto!- gritó McCall apretando el gatillo. Según su propio testimonio en el juicio, la pesada bala del .45 Long Colt le entró por el oído y salió por la mejilla derecha de Hickok para ir a parar a la muñeca izquierda de Massie, donde al parecer quedó alojada.

Supuesto retrato de McCall. No hay certeza absoluta
de que se trate de una foto suya
Como suele pasar en momento así, pareció que el tiempo se detuvo. Nadie se movió, nadie dijo ni pío. Massie, que tardó unos instantes en notar que la bala le había entrado en la muñeca, fue el primero en comprender lo que había ocurrido cuando vio a Hickok, al que el balazo le había impulsado violentamente la cabeza hacia adelante, caía de espaldas más muerto de Carracuca. McCall, blandiendo el revólver y apuntando a todas partes mantenía a raya a toda la parroquia sin que nadie fuera capaz de moverse, entre otras cosas porque aún estaban bloqueados por lo repentino de todo aquello.

-¡Vamos, hijos de perra!- gritaba McCall queriendo abrirse paso hacia la salida. Los asistentes recobraron de repente la noción de lo que ocurría y salieron echando leches por la puerta principal excepto Massie y Mann. McCall se dirigió a la puerta principal no sin antes amartillar el arma y apretar dos veces el gatillo apuntando a Young y a George Shingle (otras fuentes dicen que se trataba de Anson Tipple), otro camarero, pero afortunadamente para ellos ambos cartuchos fallaron. McCall salió del local y se aupó en el primer caballo que tuvo a mano, pero la cincha estaba floja y se dio una costalada de antología que le fastidió la huida. Dominado por el pánico y con el personal ya repuesto del susto, intentó esconderse en una carnicería, pero le echaron el guante y se lo llevaron a punta de pistola para ponerlo a buen recaudo. Cabe suponer que el asesino estaría acojonado en grado sumo y que lo colgarían del primer árbol disponible por haberse cargado a un personaje tan famoso pero, ¿por qué lo hizo? ¿Le recordaría a su cuñado? ¿Se levantó ese día escuchando voces?

Smith & Wesson Nº 2 que se supone llevaba encima Hickok el día fatal
Se sabe muy poco acerca de John, o Jack, McCall. Solo que ya estaba en Deadwood antes de la llegada de Hickok, y que a la vista de los numerosos alias que usaba no debía ser precisamente un ejemplo de rectitud: Curly McCall, Buffalo Curly, Broken Nose Jack y, en en el momento del suceso, Bill Sutherland. Rápidamente se convocó un jurado formado por el selecto vecindario de Deadwood, o sea, mineros analfabetos, y se señaló el teatro McDaniels para celebrar la vista al día siguiente. Mientras tanto, Charlie Utter se hizo cargo del cadáver de su amigo para prepararle unas exequias decentes. Al parecer, en aquel momento Hickok no iba armado con sus dos revólveres habituales (tenía varias parejas), sino solo un Smith & Wesson nº 2 de calibre .32 largo de percusión anular, o sea, la típica arma que se solía usar para portarla discretamente vestido de paisano. La historia de este revólver es bastante curiosa porque, tras hacerse cargo el sheriff local de los efectos personales de Hickok, un comerciante de Deadwood llamado Emil Willoth que le tenía una cuenta abierta a nuestro hombre reclamó la deuda que tenía pendiente con la tienda. El sheriff, un tal Seth Bullock, le ofreció el revólver como pago a la deuda, a lo que Willoth aceptó. Este revólver ha ido pasando por la familia de este sujeto hasta nuestros días y, tras 15 años invertidos en recabar testimonios y demás historias, parece ser que han logrado que se considere como cierto que el arma perteneció a Hickok. La sacaron a subasta por un precio de salida de 300.000 dólares si bien no sé si alguien llegó a pagar semejante fortuna por ella. No obstante, ahí dejo el dato por si alguien quiere indagar más.

Y la silla donde supuestamente dejaron seco a Wild Bill, actualmente
expuesta en el Nª 10 Saloon, un local donde se exhiben objetos
relacionados con Wild Bill pero cuya ubicación no es la original
Bien, a las 9 de la mañana del día 3, cuando el cuerpo de Hickok aún no se había enfriado del todo, se inició la vista contra McCall. Pero el juicio carecía de soporte legal y, de hecho, ni siquiera fue válido jurídicamente hablando ya que los componentes del tribunal empezando por el juez no tenían jurisdicción en aquella zona. Deadwood era en aquella época un asentamiento ilegal levantado en las tierras de una reserva india, Black Hills, por lo que carecía de jugados oficialmente establecidos. Deadwood, como otras muchas poblaciones, igual que surgía de la nada desaparecía si el medio de vida del personal, en este caso la minería del oro, no resultaba rentable, así que había muchos asentamientos similares más o menos grandes que estaban en una especie de limbo legal. Lo suyo habría sido trasladar a McCall a una ciudad con sus juzgados y su juez oficialmente designados, pero al parecer había prisa por finiquitar aquel asunto, quizás temiendo que la fama del difunto pudiera repercutir de forma negativa en la ciudad.

William L. Kuykendall (1835-1915)
Un comité de empresarios locales, los más cualificados para ello ya que al menos sabían leer y escribir, designaron por su cuenta al juez William Littlebury Kuykendall para presidir el proceso. El juicio fue un cachondeo mayúsculo en el que McCall afirmó que el motivo que había empujado a asesinar a Hickok era la venganza por haber matado a su hermano en Kansas, lo que en ningún momento pudo demostrar ni presentó testigos que lo corroborasen. Se puso en plan digno afirmando que lo volvería a repetir las veces que hiciera falta, y para un jurado compuesto por una caterva de patanes embrutecidos para los que la vida humana valía menos que un pico y una pala el testimonio de McCall fue suficiente. A las seis de la tarde el jurado se retiró a deliberar y tras tres horas de enjundiosos debates llegaron a un veredicto que se tuvo que pronunciar en el salón Nutall & Mann porque había que despejar el teatro para la función de aquella noche. Once de los doce jurados pidieron la absolución, y solo uno la condena al asesino. Se debatió si ponerle una multa de 20 dólares, pero al final McCall se fue de rositas. Por cierto que Massie, a pesar de su amistad con Hickok y haber salido herido de la refriega, se negó en redondo a declarar en el juicio alegando que no convenía que se supiera que había estado involucrado en aquel luctuoso hecho, y que podría repercutir en su oficio de marino y ser incluso despedido. Finalmente y solo obligado por el juez se personó en el estrado aunque, como vemos, no sirvió de nada.

Mientras se celebró el juicio, Utter se había encargado de las exequias de Hickok. Había hecho publicar una nota en el periódico local convocando a todo el que quisiera asistir. Dicha nota decía así:


Died in Deadwood, Black Hills, August 2, 1876, from the effects of a pistol shot, J.B. Hickock (Wild Bill) formerly of Cheyenne, Wyoming. Funeral services will be held at de Charlie Utter's Camp, on Thursday afternoon, August 3, 1876, at 3 o'clock P.M. All are respectfully invited to attend.


Lo que traducido y con una sintaxis adecuada podemos transcribir como:


J.B. Hickock (hay una errata, el editor metió una C de más), procedente de Cheyenne, Wyoming, ha muerto en Deadwood, Blak Hills, el 2 de agosto de 1876 a consecuencia de un disparo de revólver. Las honras fúnebres tendrán lugar en el campamento de Charlie Utter el jueves por la tarde, 3 de agosto de 19876, a las 3 en punto P.M. Todos están respetuosamente invitados a asistir.

Utter puso en la tumba una lápida de madera que podemos ver en la foto de la derecha y en la que dice textualmente:

"Wild Bill, J. B. Hickock, muerto por el asesino Jack McCall en Deadwood, Black Hills, el 2 de agosto de 1876. Que nos encontremos de nuevo en el feliz
territorio de caza para no separarnos más.
Adiós. Colorado Charlie. C.H. Utter" 



Colorado Charlie era el mote con que conocían a este sujeto. Así pues, tras el funeral metieron a Hickok en un hoyo en el cementerio de Ingleside, y a los pocos días su asesino ya se había largado de Deadwood a toda leche no se lo pensaran mejor. 

El doctor Ellis T Pierce, que fue el encargado de
preparar el cadáver de Hickok. Este hombre fue el
que afirmó que la mano que jugaba Wild Bill en el
momento del crimen era la famosa doble pareja de
ochos y ases
Y aquí habría terminado la historia si McCall no hubiese sido un boquiflojo además de un cobarde y un alevoso de mucho cuidado. Como es habitual en estos personajes, pensó que su "hazaña" le serviría para hacerse famoso e incluso sacar pasta narrando como liquidó al legendario Wild Bill, así que aceptó encantado las entrevistas que le solicitaron varios periodistas de esos que vendían historias de pistoleros y tahúres célebres por unos centavos y que, por cierto, se venían como churros. Pero con lo que no contaba era con que el coronel George May, que había actuado como fiscal en Deadwood, le había seguido hasta Laramie, donde se había establecido nuestro inmundo asesino. Y, para colmo, incluso se atrevió a desmentirse a sí mismo asegurando que, en realidad, el motivo para matar a Hickok era que la tarde anterior al crimen este le había ganado jugando al póquer, que no había podido cubrir la apuesta de Wild Bill con el polvo de oro que llevaba encima y que este le ofreció 75 centavos para que se pagase la cena, lo que hizo que se sintiera humillado. 

Tumba original en Ingleside
La cuestión es que May no paraba de seguirle los pasos tomando buena nota sus chulerías para lograr que se repitiera el juicio, y en una de las ocasiones en que estaba vanagloriándose de haber matado a Hickok actuó sin más. El 29 de agosto, cuando no hacía ni un mes del crimen, May, acompañado de Durand Balcombe, deputy (ayudante) del marshal local, arrestaron a McCall para ser traladado a Cheyenne, donde se le incoaría un nuevo proceso. Tras una vista preliminar fue enviado a Yankton, en Dakota, donde sería nuevamente juzgado y esta vez por un juez legalmente designado y un jurado formado por gente más preparada que la docena de mineros de Deadwood. McCall debió haberse cortado la lengua.

El 18 de octubre se le comunicó que sería juzgado por asesinato por el juez Granville Bennet, de la Corte Suprema Territorial, y esta vez McCall se acojonó severamente porque no era tan memo como para pensar que quedaría impune una segunda vez. Y para terminar de arreglarlo incluso llevó a cabo un intento fallido de fuga con su compañero de celda, un tal Jerry McCarty, que no les permitió ni salir del edificio porque fueron rápidamente reducidos por el marshal James Burdick y un ayudante. Obviamente, esto no ayudó en nada a su defensa. El juicio comenzó el 4 de diciembre presidido por el juez Peter Shannon y actuando como abogados defensores Oliver Shannon y William Beadle. El fiscal designado fue William Pound. A partir de este punto, McCall empezó a desbarrar y a contar historias de lo más dispares. Primero afirmó que en realidad había sido contratado por un tal John Varnes para matar a Hickok, pero nadie sabía nada de Varnes en Deadwood, así que echó el muerto a otro sujeto llamado Tim Brady, del que tampoco pudo saberse nada sobre su existencia ni su paradero.

Durand Balcombe, el hombre que detuvo a McCall
Para colmo, el hermano que en teoría había matado Hickok en Kansas, Lawrence, estaba en la sala por lo que esa excusa acabó también evaporándose. Luego afirmó que cuando cometió el crimen estaba borracho, intentó despistar al tribunal con sus muchos alias diciendo que él no era John McCall, y su abogado, en un intento extremo por buscar la anulación del juicio, presentó un escrito en el que afirmaba que el fiscal no le había facilitado una copia fiel de la acusación, lo que no pudo demostrar. Estaba claro que la Fortuna le había vuelto la espalda, y que esa vez no se iba a librar con tanta facilidad. Las declaraciones de los testigos aportados por el fiscal fueron rotundas, todas coincidían en los hechos, y quedó sobradamente demostrado que McCall había matado a Hickok por la espalda, sin provocación previa y sin que se hubiera demostrado siquiera un solo motivo que pudiera servir de atenuante. En resumen, lo había matado con alevosía, a traición y sin dar a la víctima la más mínima oportunidad para defenderse.

El juez Peter Shannon
El 6 de diciembre por la tarde la defensa y la acusación presentaron sus alegatos finales, tras los cuales el jurado se retiró a deliberar hacia las 19:00 horas. A las 22:15 salieron con el veredicto, que como todo el mundo imaginaba fue el de culpable. El 3 de enero de 1877 se procedió a dictar sentencia. McCall, que sabía lo que le esperaba, insistió en que cuando cometió el crimen estaba completamente borracho y no recordaba nada, pero Shannon no aceptó más marrullerías y fue implacable. La condena fue ser colgado del cuello hasta morir, señalando el 1 de marzo como el día para el cumplimiento de la sentencia. En un postrero intento por salvarle el pellejo, sus abogados intentaron que se le conmutara la pena elevando una petición de indulto que no sirvió de nada. La naturaleza del mismo crimen, el historial del condenado, que mentía como un bellaco, su intento de fuga previo al juicio y el hecho de hasta intentar liar al tribunal con su amplio surtido de alias lo convertían en un candidato de primera clase para el patíbulo, así que la petición fue desechada el 7 de febrero, por lo que a McCall ya solo le quedaba prepararse para el momento supremo. 

Ejecución de McCall. Instantánea tomada en el
momento en que se abría la trampilla. Por lo que se
aprecia en la imagen, había bastante concurrencia, con
el personal hasta subido en los árboles cercanos
El 19 de febrero, el marshal Burdick recibió una orden del Fiscal General de los Estados Unidos, Alphonso Taft, por la que se daba vía libre al cumplimiento de la sentencia. Los días que transcurrieron hasta el 1 de marzo los pasó en plan devoto y tal, leyendo la Biblia y hablando largo y tendido con el capellán católico John Daxacher para ver si le conseguía una plaza aunque fuera en el Purgatorio. El día de la ejecución amaneció nublado y caía una fina llovizna. Tras serle leía la sentencia por el marshal Burdick, protocolo que nunca he entendido porque el reo sabe ya de sobra lo que le espera, a las 09:30 fue sacado de su celda y conducido al patíbulo que se erguía en el exterior de la cárcel. Tras todos los protocolos de rigor subió los trece peldaños y, tras ser debidamente inmovilizado de brazos y piernas, Benjamin Ash, ayudante de Burdick, le puso una capucha negra en la cabeza. Burdick le ajustó la soga al cuello, y entonces McCall exclamó: "¡Tira con más fuerza, marshal!". La trampilla se abrió a las 10:15 horas, y según algunos testimonios mientras caía gritó "¡Oh, Dios!". Fue enterrado en el cementerio católico de la ciudad y cuatro años más tarde, cuando se exhumaron los cuerpos para su traslado a otro cementerio y se pudo ver que lo habían metido en el hoyo sin molestarse en quitarle la soga del cuello, como a los gerifaltes nazis en Nuremberg.

Calamity Jane ante la tumba de Hickok en Mount
Moriah. Como se ve, el monolito está hecho una birria
y el busto ya había desaparecido, aparte de los yerbajos
que denotan una total falta de cuidados.
Así acabó el asesino de uno de los personajes más legendarios del Oeste. En cuanto a Hickok, tres años después fue exhumado para trasladar su cuerpo a un nuevo cementerio en Mount Moriah. Al parecer, la composición del suelo, rica en carbonato de calcio, había petrificado el cadáver, que pesaba más de 200 kilos. A instancias de la famosa Jane Canary-Burke, más conocida como Calamity Jane y que según ella se había casado en secreto con Hickok, su nuevo lugar de reposo se rodeó con una verja de hierro y se erigió un monolito con un busto encargado por Utter. Dicho busto fue hecho cachos al poco tiempo por los coleccionistas o, mejor dicho, fetichistas de este tipo de recuerdos. Actualmente hay uno igual, pero de bronce para que no le puedan sacar los pedazos. Por cierto que cuando Juana Calamidad palmó en 1903 fue sepultada junto a su supuesto marido.

Actualmente, Deadwood es visitado por mogollón de turistas para contemplar los escenarios reales de esta truculenta historia. A diario tienen lugar representaciones del asesinato y del juicio a McCall y, como no, visitan el "saloon" donde se cometió el crimen si bien el edificio actual no corresponde al original, que ardió en 1879. A lo largo del tiempo el solar, ubicado en la calle principal de Deadwood, ha ido teniendo diversos usos hasta que en 2013 fue adquirido para abrir un pequeño museo. En su interior se exponen chismes varios relacionados con Hickok y los chavales disfrutan como enanos viendo los duelos callejeros y demás chorradas con muchos tiros y muchas huidas a caballo. Por lo visto, en la misma calle hay otro local bautizado como Nº 10 Saloon donde también se exponen objetos supuestamente relacionados con Hickok.

Bueno, no creo que se me haya olvidado nada especialmente relevante, así que se acabó lo que se daba.

Hale, he dicho

Foto estereoscópica de la tumba de Hickok en Mount Moriah antes de que los obsesos de los recuerdos se
cargaran el busto, el monolito, y no desenterraron el cuerpo porque lo metieron a 3 metros de hondo.
La foto original es en sepia y está muy sobre-expuesta, por lo que he preferido editarla y pasarla a blanco
y negro para que se aprecien mejor los detalles

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