Bueno, descansemos un poco de tanta guerra y dediquemos un articulillo molón sobre heráldica para, entre otras cosas, darle un berrinche al cuñado ese que siempre farda de ancestros linajudos y de rancio abolengo, y que no para de darnos la brasa con el blasón que ha adquirido por 12 pavos a un fulano que se anuncia en la red como rey de armas y genealogista. Porque, no nos engañemos, una de las cosas que más emociona a la mayoría de los habitantes de este añejo e ilustre reino es lucir blasones pero, por lo general, la gente sabe de heráldica lo mismo que de los hábitos de apareamiento del gorgojo, así que solo ven el escudo lleno de dibujitos chulos y muchos colorines. La ignorancia sobre el tema permite incluso que se tenga el concepto de que, cuantos más dibujitos y más colores, más noble es la sangre que corre por sus venas atiborradas de colesterol. Por lo tanto, veamos algunas curiosidades sobre el tema o, mejor dicho, algunas cuestiones sobre la ciencia heráldica que seguramente sorprenderán a más de uno.
1. Para empezar, una regla de oro para que no se me líen. En heráldica, cuando se explica la composición de un escudo siempre se detalla como si estuviésemos "dentro del escudo" y mirando hacia el espectador. Sí, es una chorrada, pero es lo que hay, y aunque propuse cambiarlo a todos los reyes de armas de Europa no me hicieron puñetero caso. Son unos carcas puristas, ya saben... Bien, por lo tanto, si decimos que un árbol tiene adosado a la diestra un lobo empinado, nosotros lo vemos en el lado izquierdo del tronco. Sin embargo, el que nos detalla el mobiliario del blasón está "dentro", por lo que lo tienen a su derecha. Vean el ejemplo de la foto, lo entenderán mejor. En este caso tenemos una posición similar que se describiría de la siguiente forma: De gules, un castillo de oro adiestrado (o sea, con algo situado a su derecha) por una espuela de oro. Es obvio que nosotros la vemos a la izquierda, pero el que nos cuenta la película debe andar por el adarve del castillo. Obviamente, si la espuela tuviese que ir en el lado siniestro nosotros la veremos colocada a la derecha del castillo. En resumen, nosotros lo vemos "al revés". ¿Ta claro? Po güeno...
2. ¿Nunca se han preguntado cómo se representan los colores de los metales y esmaltes en los blasones mostrados en grabados, monedas y demás superficies donde no sea posible colorearlos? Observen la foto de la izquierda. Corresponde al reverso de un duro alfonsino, unas suculentas monedas de plata de 25 gramos de peso y ley .900 que, cuando se tienen varias en la mano, proporcionan esa gratificante sensación de tener dinero. Bien, fíjense en que el escudo de España que vemos presenta distintas texturas en el campo de cada cuartel en forma de rayas o puntos. ¿Los ven? Bueno, pues esa forma de representar colores en blanco y negro fue idea del jesuita italiano Silvestre Petrasanta, que en su obra "TESSERÆ GENTILITIÆ EX LEGIBVS FECIALIVM DESCRIPTÆ" (Roma, 1638) plasmó este método precisamente para permitir la impresión de escudos de armas sin colores. En la ilustración inferior podrán ver el esquema de cada cual:
Para los que aún no conozcan el equivalente de cada color, los enumero: sinople = verde; púrpura = morado; sable = negro; gules = rojo; azur = azul. El oro es amarillo, y el plata- omitido en el gráfico- se representa con un fondo blanco liso. En la heráldica europea se usa algún que otro esmalte, como el naranja o el color acero, pero como esos no existen en España pues no los he incluido. Sea como fuere, lo cierto es que el invento del jesuita tuvo tanto éxito que se sigue empleando en toda Europa cuando es necesario reflejar los metales y esmaltes de un blasón cuando no hay posibilidad de darles color.
3. La pregunta que más de uno tendrá ahora mismo en el magín es por qué leches se dan esos nombres tan raritos a los colores, y no se llama rojo al rojo, etc. Bien, tiene su explicación, como casi todo en esta vida. Esta peculiar terminología fue introducida por los gabachos (Dios maldiga al enano corso) a raíz de su periplo por Tierra Santa. Los francos fueron los primeros que se dedicaron a establecer los cimientos de la heráldica, y sus más afamados guerreros fueron por razones obvias los que más afición tomaron por estas cuestiones. Al cabo, los que se habían batido el cobre dando estopa a los agarenos querían diferenciarse claramente de los que se habían quedado en sus amadas poltronas criando barriga y hartándose de alpiste y carnaca de la buena. Así pues, tomaron palabros árabes que quedaban más molones y daban un matiz misterioso a la descripción de sus armas porque, total, cualquier pelagatos sabe que el rojo es rojo y el verde es verde. Así pues, denominaron azur al azul por el término agareno para este mismo color, lãwazard, que a su vez provenía del persa lažvard. El palabro en agareno fue afrancesado como azur, y así quedó la cosa. En cuanto al rojo, gules, procede del término turco ghiul, que al parecer era una planta aromática que daba unos frutos de ese color. El sinople surgió de un tipo de tierra que se usaba por aquellos lares como tinte y que daba un color verde intenso. Su nombre proviene del latín TERRA SINOPIS. Por lo demás, los otros dos colores tienen un origen europeo. Por un lado tenemos el sable o negro, proveniente del germano zobel. El palabro era con el que se denominaban a las martas cibelinas. Finalmente está el púrpura, que surgió del latín PORPHYRA, los moluscos de los que se extraía el carísimo tinte empleado para la indumentaria de personajes muy elevados y, por supuesto, de los emperadores.
4. Uno de los adornos externos más extendidos son los lambrequines. Son esos dos floripondios con aspecto de acantos que podemos ver a ambos lados del blasón. Sin embargo, representan otra cosa totalmente distinta si bien se le dio en su momento ese aspecto vegetal por una mera cuestión estética. Aunque, como en todo, hay algunas opiniones divergentes, de forma mayoritaria se admite que el origen de este ornato procede del velo que usaban los caballeros. Pero no velo agareno, sino una especie de manto confeccionado con una tela fina que se colocaba en el yelmo a modo de protección contra la reverberación del sol. Un probo homicida forrado de hierro con un solazo aplastante podría cocerse en su propio jugo si no recurría a lo que fuera para impedir en lo posible el recalentamiento de la loriga o la armadura. Dicho velo se sujetaba al yelmo con el burelete, que es ese rosco de tela que vemos sobre el casco. Su aspecto alborotado obedece al parecer al deseo de simbolizar el citado velo totalmente desgarrado tras la batalla, por lo que los lambrequines pretenden hacer saber al mundo entero que el dueño del blasón es o procede de un linaje de fieros homicidas que retornaron victoriosos de la guerra. Según las normas, deben aparecer en uno o dos colores, nunca tres o más, y usando los del campo del escudo y de las piezas más representativas.
5. Una chorradita sobre vexilología. Raro es el día en el que los cansinos esos del nordeste no dan la murga con sus paranoias identitarias donde suele salir a relucir la "cuatribarrada", uséase, la bandera de la comunidad autónoma de Cataluña cuyo origen no es otro que las armas del condado de Barcelona el cual, como el señorío de Vizcaya, ostentan desde tiempos de Maricastaña los monarcas españoles. Actualmente, S.M. el Rey es el conde y señor respectivamente de ambos territorios. Bien, pues lo de "cuatribarrada" es un error bastante gordo que, por cierto, no sé de dónde habrá podido surgir. Bueno, pues si hablamos del "escudo cuatribarrado" lo que deberíamos ver es lo que aparece a la derecha. Sí, en efecto, eso son cuatro barras. La barra es una pieza honorable que se coloca diagonalmente desde el cantón siniestro del jefe al diestro de la punta, es decir, desde la esquina superior izquierda a la inferior derecha (recuerden que nosotros lo vemos al revés). Como salta a la vista, las barras estas no tienen nada que ver con las que aparecen en las armas del condado. ¿Qué es lo que muestran pues?
Pues cuatro palos. Las armas del conde de Barcelona son: de oro, cuatro palos de gules, que es lo que podemos ver a la derecha. Recuerden que, por ejemplo, en el escudo de España o el de los católicos Reyes Católicos aparecen las armas de Aragón de la misma forma, y no las manidas barras que no son. Pero, curiosamente, no solo han marrado en la denominación de las figuras del escudo, sino también en el diseño de su bandera que, además, es extensible a las de las comunidades de Aragón y Valencia. En todas ellas aparecen cuatro fajas, que son lo mismo que los palos pero colocados en posición horizontal. Debemos tener en cuenta que para identificar una bandera no tenemos que poner la cabeza de lado, que además de producir tortícolis es muy incómodo, por lo en su diseño debe mostrarse la misma posición que vemos en el escudo, que como hemos dicho son palos y no barras o fajas. Y sí, alguno podrá decirme que cada cual diseña banderas como le da la gana, pero si pretendemos hacerlo correctamente debería ser como vemos en el dibujito inferior. ¿Qué les gusta más como es actualmente? Po güeno... Para gustos, colores, qué carajo.
6. En España se admiten varias formas de escudos si bien no es raro ver, sobre todo en las piedras armeras que adornan las entradas de las casas solariegas, morfologías de lo más variopinto y generalmente incorrectas. Estas suelen estar datadas entre los siglos XVIII y XIX, cuando se puso de moda hacer caso omiso de las reglas de la ciencia heráldica y cada cual diseñaba su escudo como le daba la gana o lo veía más chulo. Actualmente se ha subsanado esa nociva costumbre si bien nunca falta el cuñado que saca los pies del tiesto. En todo caso, los correctos los pueden ver abajo. El más ortodoxo es el cuadrilongo con la parte inferior redondeada (fig. 1). Sin embargo, este diseño no se presta a albergar particiones complejas ya que las figuras que deben quedar situadas en la parte inferior no caben. Esto se hace especialmente visible en los escudos cuartelados como, por ejemplo, el de España. Para solventar este problema se opta por los escudos que vemos en las figuras 2 y 3. El primero es una variante del 1 con la parte inferior ensanchada, y el segundo es similar al diseño francés. Aunque los ultra-ortodoxos abominan de este último, ciertamente es mucho más idóneo para armerías complejas y, de hecho, se viene usando para este fin desde hace siglos.
Menos conocidos son los que vemos en la fila inferior. El 4, con su peculiar forma de piel de toro, es el diseño que usó el infante Don Carlos María Isidro, el nefasto hermano del rey felón que nos zambulló en tres guerra civiles con tal de trincar la poltrona. Hizo su propia nobleza, diferenciándola de la de siempre con ese tipo de escudo. Finalmente tenemos los empleados por clérigos y mujeres. El 5 corresponde a los abades mitrados, obispos y demás personajes eclesiásticos, así como a las damas casadas. El 6 queda reservado a las solteras y viudas. ¿Qué por qué no usan el diseño normal? Es elemental: los curas y las mujeres no ganan sus blasones en combate, por lo que no pueden en teoría hacer uso del mismo tipo de escudo que los hombres. Obviamente, esto es un poco absurdo tanto en cuanto nadie que actualmente luzca un blasón lo ha ganado por la fuerza de su brazo pero, bueno, son las reglas. No obstante, en este tema también hay quién disiente y dibuja el blasón del cura o de la parienta en el escudo normal. Por cierto, para calcular el tamaño, en todos los casos la proporción debe ser de 5 a 6.
Bueno, malvados, vale por hoy. He pasado una noche perra, me duele la cabeza y estoy de mala leche, así que s'acabó lo que se daba.
Hale, he dicho
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