Hay que reconocer que la nieve añade un plus de dramatismo a las imágenes bélicas. Este desdichado soldado anónimo parece aún más solo y más patético casi sepultado por la gélida mortaja |
Sus paisanos soportaron lo insoportable durante el férreo cerco que las tropas del ciudadano Adolf impusieron a la ciudad de Stalingrado, llegando hasta el canibalismo para subsistir. Cuanto más burradas perpetraban las unidades de la Wehrmacht y las SS, más aumentaba el sentimiento de odio y furia contra ellos hasta que, finalmente, lo que parecía imposible se convirtió en realidad, y los hijos del padrecito Iósif lograron romper el cerco y derrotar bonitamente a los enemigos. Fue una derrota tan contundente que, de hecho, marcó un antes y un después en el devenir de la contienda.
En fin, habrá que esperar la llegada del invierno y ver cómo evolucionan las cosas cuando el termómetro baje varias decenas de grados, que allí hace un frío que pela. En todo caso, y como la guerra no da tregua, haremos hoy una tercera compilación de testimonios gráficos que dejan claro una vez más que la muerte es cierta y la hora incierta. Veamos...
En la foto inferior vemos un T-80 ruso en una situación bastante extraña. Lleva varios minutos moviéndose en círculos porque tiene la oruga izquierda dañada. La flecha marca el fragmento de la misma que se ha salido del tren de rodaje. Pero no se detiene. Su tripulación no se ve por ninguna parte, y no sabemos si han palmado y están dentro del vehículo o han optado por largarse con viento fresco antes de que los rematen. Finalmente, el carro se detiene, momento que aprovecha Lavrenti Vladimírovich para auparse y asomarse por la escotilla del piloto para ver si el vehículo está habitado o, por el contrario, vacío. En el círculo aparece el fulano ese, del que apenas se atisba su figura confundida por el color del uniforme.
Una vez perpetrado su pequeño saqueo, Lavrenti se dispone a bajarse del carro. Avanza por la proa apoyándose en el cañón (círculo rojo) mientras que la enana malvada (flecha roja) cae sobre él con premeditación y alevosía. A Lavrenti le van a dar un susto de muerte, y nunca mejor dicho.
Pero el fulano que maneja el dron no parece haberse quedado convencido de que, en efecto, Lavrenti se ha llevado un susto de muerte literal, así que arroja otra enana malvada para rematar la faena. Ahí vemos al atribulado hijo de Putin, al que al parecer se le ha gripado el músculo cardíaco, mientras la enana cae con precisión inexorable. Ciertamente, el ucraniano tiene una pericia fastuosa porque, sin disponer de elementos de puntería, vuelve a acertar de pleno.
Veamos otro testimonio que, en esta ocasión, demuestran el elevado nivel de preparación de las hordas del camarada Vladimiro. En la foto inferior podemos ver un MT-LB, un transporte de tropas acorazado de última generación. Bueno, era de última generación a principios de los años 50 del pasado siglo, cuando entró en servicio. Ahora ya está un poco obsoleto, pero da el avío. Su contenido cárnico lo forman dos tripulantes y once probos homicidas que, gracias a la inigualable pericia del conductor, van a causar baja en breve. Observen la imagen. El MT-LB se acaba de incorporar a la carretera, donde se pueden apreciar dos hileras de minas contracarro que no se sabe quién ha podido dejar ahí tan a la vista. Cualquiera pensaría que algo tan burdo es más bien una trampa explosiva ideada para que el primer panoli que pase por la carretera le de por apartarlas y le explote una en plena jeta. Pero Pavel Vladimírovich, un avezado conductor con años de experiencia, da por sentado que son minas de mentirijillas plantadas en el camino para hacer que los vehículos se salgan de la carretera para esquivarlas, siendo en realidad en las cunetas donde están las minas de verdad. Pavel Vladimírovich no lo duda y no corrige su rumbo ni medio centímetro. Nadie sería tan memo como para sembrar minas dejándolas a la vista.
Pero las minas eran de verdad. Las debieron poner ahí por si alguien tan sagaz como Pavel Vladimírovich daba por hecho que eran de mentirijillas y las pisaba, como así fue. La explosión producida por esos chismes es fastuosa, ciertamente...
Solo un superviviente ha logrado salir del vehículo (flecha roja). Ahí lo vemos en cuclillas intentando asimilar qué ha pasado y sin terminar de creerse que ha escapado razonablemente indemne, y más si observamos que la detonación de la mina ha hecho explotar a otras tres más. En el asfalto se pueden ver claramente los pequeños cráteres que han dejado.
El fulano del dron es un sujeto insensible y desconsiderado, así que no se lo piensa dos veces porque tiene muy claro que no puede dejar pasar la oportunidad de causar alguna baja más antes de la cena. Suelta la enana malvada y espera a ver sus efectos, como es habitual.
Iliá repta a duras penas fuera del hoyo. Su compadre Alexey aún no se ha terminado de despertar si bien tarda solo unos instantes en asimilar que el estruendo no era una pesadilla ni el sargento Ivanov berreando, sino una de esas enanas malvadas que caen sin avisar y que cuando uno se percata de su presencia es porque lo han acribillado con esquirlas de metralla.
El tipo del dron tampoco se lo piensa mucho y aprovecha el paseo para dar buena cuenta de otro hijo de Putin. Deja caer su enana malvada desde una altura notable, lo que no deja de ser todo un alarde para un chisme que carece de cualquier tipo de tecnología para lanzar objetos con un mínimo de precisión. Solo cuenta con la destreza y el buen ojo del "dronero" para acertar en el objetivo.
Y vaya si acierta. Observen la flecha, porque señala exactamente a la enana malvada justo en el instante en que se cuela en el interior de la trinchera, a escasos centímetros de la cabeza de Yuri que vemos cubierta con el casco. Insisto una vez más: es asombroso lo que estos fulanos logran hacer con un puñetero dron chiquitujo.
Y la enana malvada explota, como no podía ser menos. Yuri Vladimírovich cae redondo al fondo de la trinchera. Sus dos cuñados ni se inmutan. Saben que ya se ha marchado al paraíso de la Santa Madre Rusia, y rezan devotamente para que no los manden a hacer compañía al occiso.
En fin, ya vemos que estos chismes no dan descanso, y que cuando menos se espera dejan caer muerte y destrucción + IVA en forma de enana malvada para darle a uno el último gran susto de su vida. Y por si esto fuera poco, unos ingenieros ucranianos están desarrollando otra virguería volátil. Hela ahí:
Un hexacóptero chulísimo de la muerte que en vez de enanas malvadas porta una mini-ametralladora cuyo calibre y prestaciones no he podido averiguar, pero se me antoja que ese chisme en realidad no es más que un diseño a escala de otro mayor con capacidad para portar y disparar una máquina más poderosa. O sea, algo así como un helicóptero de ataque en pequeñajo que no solo podría ametrallar bonitamente a la sufrida infantería, sino también enfrentarse a drones enemigos y destruirlos ya que la ametralladora tiene capacidad de movimiento. Siempre lo digo: aunque pueda parecer una contradicción, las malditas guerras son las que más han favorecido la evolución del hombre y el desarrollo de todo tipo de inventos, desde la ingeniería a la medicina. Sí, no me levanten la ceja de las sorpresas repentinas... Por poner un par de ejemplos chorra, recuerden que la anestesia epidural la inventó en 1921 el médico militar español (cosa que nadie menciona jamás) Fidel Pagés para realizar intervenciones durante la Guerra del Rif; y, por otro lado, el cianoacrilato se desarrolló para cerrar heridas en el frente de batalla de forma rápida e indolora. Sí, el pegamento instantáneo ese con el que todos nos hemos pegado alguna vez los dedos intentando reparar la figurita esphantosa del salón, regalo de boda del miserable cuñado de turno.
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