Austro-Daimler Panzerwagen modelo 1904 |
La autoametralladora a la que dedicaremos la entrada de hoy fue la competencia, si así se puede llamar a un vehículo que tampoco pasó del nivel de prototipo, de los modelos diseñados por la Charron, Girardot et Voig, con la supuesta colaboración del teniente Mijáil Alexándrovich Nakaschidze, que hemos visto en las dos entradas anteriores dedicadas a estos cacharros. Y, al igual que los vehículos de la CGV, el proyecto empezó a gestarse en los albores del siglo XX, cuando la industria automovilística estaba tomando más fuerza que un cuñado ahíto de cigalas hembra, que son las verdadaramente suculentas.
Paul Daimler (1869-1945) |
El padre de la criatura fue Paul Daimler cuyo venerable progenitor, Gottlieb, había puesto al frente de una fábrica subsidiaria de la casa matriz radicada en Stuttgart. Dicha factoría, construida en 1899, se encontraba en Wiener-Neustadt, una población que en aquella época contaba con unos 28.000 vecinos y se encontraba a menos de 50 Km. de la capital del Imperio Austro-Húngaro. Esta fábrica, que funcionaba bajo la marca Österreichisches Daimler Motoren AG, no se dedicaba a llevar a cabo proyectos de forma autónoma, sino que se limitaba a suministrar componentes ya fabricados a la casa matriz. Sin embargo, en 1903 herr Daimler hijo se apalancó en su mesa de proyectos y para diseñar lo que creía, acertadamente, que sería un vehículo que tendría gran aceptación en los modernos ejércitos de la época, que para eso era, además del hijo del mandamás, el ingeniero jefe de la sucursal austriaca del emporio familiar.
El diseño de Daimler estaba basado en el mismo concepto que los fabricados por la CGV: un chasis de camión ligero provisto de una carrocería blindada y una torreta situada en la parte trasera. Sin embargo, justo es reconocerle al tedesco que fue tan ingenioso como el teniente Nakaschidze, y eso que no contaba con su valiosa experiencia adquirida por este en el conflicto ruso-japonés. Recordemos que esta breve guerra tuvo lugar entre 1904 y 1905, por lo que cuando Daimler estaba diseñando su autoametralladora, Nakaschidze aún estaba recabando datos de cómo y qué forma debía ser el vehículo ideal. Así pues, en este aspecto debemos dejar claro que los gabachos (Dios maldiga al enano corso) estuvieron muy por detrás del germano. Por cierto que si alguien se pregunta por qué el gobierno ruso recurrió a una empresa francesa en vez de a los austriacos que estaba más cerca, la respuesta es obvia: los germanos en general, es decir, alemanes y austriacos, eran los enemigos naturales de los rusos. Así pues, lógico era que el encargo fuese a parar a un país en teoría aliado suyo.
En la foto de la derecha podemos ver la criatura. Su principal característica es que, contrariamente a los diseños de la CGV, la superficie del vehículo está formada por líneas curvas, muy adecuadas para desviar los impactos de los proyectiles enemigos. Dicha carrocería, fabricada con acero laminado, estaba montada sobre una estructura de perfiles y remachada a la misma. El blindaje era de 3,5 mm. en los costados, 3 en las partes superiores e inferiores y de 4 mm. en la torreta, la cual giraba 360º. El conjunto resultante era un vehículo dotado de unas líneas elegantes, tan redondido y simpático que se le debía coger cariño en seguida. Otro detalle de su avanzado diseño es que originariamente ya contaba con tracción a las cuatro ruedas, lo que le permitía cierta capacidad todoterreno aunque sus ruedas de goma maciza no eran las más adecuadas para eso. Las llantas traseras, como salta a la vista, eran de radios de madera si bien estaban protegidas por la misma carrocería. En cuanto al motor, era un Daimler (faltaría más) de 4 cilindros refrigerado por agua con una cilindrada total de 4.410 c.c. que desarrollaba 35 H.P. a 1.500 r.p.m., lo que solo le permitía alcanzar unos 25 Km/h. debido a su masa de 3.240 kg. si bien su autonomía era bastante decente: 250 km.
Según podemos apreciar, disponía de dos puertas de acceso a la cabina de conducción la cual no estaba separada de la cámara de combate. Dicha cámara tenía su propio acceso por una puerta situada en la parte trasera del vehículo. En la foto vemos como su conductor asoma por una abertura superior, lo que estaba contemplado en el diseño al disponer de unos elevadores para los asientos del piloto y el jefe del vehículo que permitía subirlos 30,5 cm. De ese modo, podían disfrutar de una mejor visibilidad cuando circulasen lejos de los tiros, recurriendo a las mirillas delanteras cuando empezase la fiesta. La imagen nos permite apreciar la cubierta delantera del motor, formada por una rejilla para proteger el radiador a base de lamas de hierro, la manivela de arranque y, bajo el motor, el eje con la transmisión. Como salta a la vista, no era precisamente lo que se dice un vehículo grande y aparatoso, sino más bien de tamaño discreto, muy adecuado para su finalidad bélica.
En cuanto al armamento, el Daimler llevaba instalada en la torreta una ametralladora Maxim refrigerada por agua que le daba potencia de fuego sobrada. Además, observando el tamaño de la torreta, que era más ancha que el resto del vehículo, su cámara de combate era un habitáculo espacioso en el que el tirador podía manejar su arma sin las estrecheces habituales que fueron surgiendo en diseños posteriores. Por cierto que las mirillas de la cámara de conducción disponían de sus respectivas tapas accionadas desde el interior por si la cosa se ponía desagradable y llovían balas por todos lados si bien, como en los vehículos que ya llevamos estudiados hasta ahora, si los enemigos se aproximaban a menos de 100 metros lo más sensato era salir echando leches porque podrían convertir al pequeño y elegante Daimler en un puñetero colador. Este fue en definitiva el prototipo que se presentó en 1905 a unas maniobras llevadas a cabo por el ejército imperial alemán si bien, como ya podemos suponer, no impresionó lo más mínimo al personal de la misma forma que no les impresionó el Ehrhardt que vimos en la entrada anterior.
La foto muestra el Daimler con la puerta trasera abierta mientras dos personajes lo inspeccionan. El mostachudo de la derecha parece ser el heredero al trono, el archiduque Francisco Fernando. |
En la primavera del año siguiente se llevó a cabo otra demostración durante unas maniobras del ejército austro-húngaro presididas por el káiser Francisco José en persona, pero no solo no impresionaron tampoco a nadie, sino que tuvo lugar una anécdota de lo más pintoresca que demuestra de forma palmaria que los cerebros de la peña no estaban aún adaptados para asimilar las nuevas armas. Al pasar ante los altivos jefazos del estado mayor, el ruido del motor espantó a sus lustrosos pencos, lo cual era perfectamente lógico ya que esos animalitos no habían visto ni oído algo así en sus vidas de equinos militares, lo que no hizo ni pizca de gracia al melancólico káiser Francisco José, sugiriendo que aquel tipo de artefactos no tenían sitio en una guerra decente. Está de más decir que la sugerencia fue tomada como lo que era: una orden directa de que mandasen a paseo al novedoso diseño de Daimler que, de haber tenido éxito, hubiese dado al ejército imperial austro-húngaro una notable ventaja sobre los italianos. Ya vemos como, muchas veces, decisiones basadas en prejuicios chorras o en simple ignorancia u obstinación pueden costar perder una guerra y, en este caso, incluso una institución monárquica con siglos de historia.
No obstante, a pesar de la negativa por haber tenido la osadía de levantar de manos los linajudos pencos del alto mando, Daimler aún llevó a cabo un intento postrero para intentar nuevamente atraer la atención del ejército sobre su vehículo, al cual rediseñó la torreta tal como vemos en esa foto. Se trata del modelo 1906, al que se había reforzado el armamento añadiéndole otra ametralladora en un montaje paralelo y, para no inundar de humo la cámara de combate, se había abierto la torreta por su parte trasera. Por lo demás, las prestaciones del vehículo seguían siendo las mismas y, por supuesto, el ruido que espantaba caballos también, así que mandaron a paseo de Daimler a pesar de que, según parece, inicialmente se planteó la posibilidad de fabricar una pequeña serie de seis unidades siempre y cuando el káiser diera el visto bueno. Pero la negativa de Francisco José fue la puntilla para aquella genial máquina, lo que hizo que Austria entrara en guerra sin un sólo vehículo blindado en sus filas. Más tarde, cuando se dieron cuenta del percal, el estado mayor tuvo que reconocer que los tiempos de las gloriosas y gallardas cargas eran historia y tuvieron que introducir autoametralladoras a toda prisa, pero eso ya lo contaremos otro día.
En resumen, así de breve fue la vida operativa de este vehículo que, una vez más, de no ser por la cerrazón de los mandamases habría dado a alemanes y austriacos una valiosísima iniciativa que desaprovecharon de forma lastimosa. En aquella época, el káiser Francisco José era un anciano de 76 años amargado por los golpes que le había propinado el destino. Su mujer, Isabel de Baviera, la famosa Sissi, fue vilmente apuñalada en Suiza por un anarquista en septiembre de 1898, y apenas unos meses más tarde, en enero de 1889, su hijo y heredero Rodolfo se había volado la tapa de los sesos por un tema de amoríos plebeyos. Así pues, la cosa es que este hombre tampoco estaba para muchas virguerías. En cualquier caso, se equivocó de medio a medio de la misma forma que se equivocó el káiser Guillermo, que en aquella época tenía menos de 50 años pero era igual de conservador y de cabezón que el austriaco. En fin, germanos ambos, no tenían remedio, y lo de desechar el proyecto porque asustaba a los caballos era ya delito, qué carajo. Pero eso es lo bueno que tenía ser el emperador: podías meter la pata hasta el corvejón que nadie te diría nada ni te echaría la culpa por el error.
En 1911, el teniente de ingenieros Günther Burstyn llevó a cabo un nuevo diseño basado sobre el chasis de un tractor con orugas de la firma estadounidense Holt y con una torreta armada en esta ocasión con un cañón de tiro rápido de pequeño calibre. Está de más repetirlo pero, como está mandado, tampoco fue tenido en consideración. No fue hasta 1915 cuando por fin se dieron cuenta de que había que ponerse al día.
Bueno, s'acabó lo que se daba.
Hale, he dicho
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