AVISO HABITUAL: VER LA PELI ANTES DE LEER EL ARTÍCULO.
YA SABEN, LOS SPOILERS ESOS Y TAL...
Parece que los cineastas han descubierto en buena hora un filón con las películas ambientadas en la Gran Guerra, siempre en desventaja respecto a la 2ª Guerra Mundial de la que se han realizado cientos de ellas. En fin, esperemos que la musa bélica siga en la brecha y no dejen de deleitarnos con obras de esta época que siempre son una buena excusa para ponerse uno ciego de palomitas regadas con cualquier cosa, desde zumo de cebada a refrescos o incluso aguardiente de Zalamea bebido a chorro de un botijo. Como ya saben los que me siguen, en estas entradas no se hacen críticas cinematográficas, que para eso hay tropocientos ciudadanos youtuberos contando las excelencias o carencias del producto, no sin antes recordarte 18 veces que te suscribas a su canal y le des al "me gusta". Aquí nos limitamos a comentar lo acertado o fallido de la ambientación, el atrezzo y, naturalmente, pillar todas las faltas, anacronismos o gazapillos chorras para, una vez memorizados, compartir una deliciosa tarde dominical con un cuñado y fastidiarlo bonitamente pulsando el "pausa" cada medio minuto para indicarle con precisión y soltura cada detalle. Porque si hay algo más divertido que darles whisky de garrafón mezclado con lejía haciéndolo pasar por un malta de 24 años es demostrarles que están a años luz de nuestros conocimientos en temas bélicos, así que, sin más prolegómenos, vamos al grano.
Los abnegados y heroicos cabos Schofield y Blake perplejos ante la vehemente protesta del inquilino del cráter al ver invadida su intimidad |
La película ofrece un espectáculo visual espléndido, con una ambientación trincheril inmejorable. En honor a la verdad, nos muestra la tierra de nadie más asquerosamente realista que he visto hasta ahora. Un inmenso cenagal post-apocalíptico sembrado de cráteres llenos de agua y fango pútridos con un extenso surtido de cadáveres medio sepultados en el barro hediondo que casi le permiten a uno aspirar el repugnante hedor dulzón a cadaverina, moscas del tamaño de una avioneta pululando sobre los muertos, ratas gordas y grandes como gatos... en fin, muy fidedigno todo. Las trincheras de los british (Dios maldiga Nelson) están magníficamente recreadas con un nutrido contingente de figurantes que le dan ambientillo a los largos planos y travellings que dan más realismo a la acción. Los entibados, el cableado telefónico, los refugios pésimamente alumbrados con la luz natural de velas y candiles... En fin, en ese sentido la ambientación es a mi entender muy muy buena. No obstante, también tienen sus errores que luego veremos con más detalle.
En lo tocante a la indumentaria y el equipo del personal no he sido capaz de detectarles un solo error, que ya es difícil. Más aún, aparecen incluso objetos o accesorios que nunca antes nadie se había molestado en presentar en una película, siendo además prescindibles en sí mismos por lo que le da un valor añadido a la dirección artística. Pero como no es plan de dejar pasar un rato sin darle al pausa para señalar errores pues haremos lo mismo, pero para señalar los aciertos. Demos un repaso al equipo de los protagonistas...
En la foto superior tenemos al ciudadano-cabo Schofield provisto del 1908 Pattern Webbing, que podemos traducir como correaje modelo 1908, fabricado enteramente de lona y que contenía todo lo necesario para ir a palmar heroicamente por el gracioso de su majestad. En orden de combate con todos sus avíos pesaba 22 kilos de nada, pero si añadimos extras en forma de granadas, máscara antigás, fusil, casco, etc., el equipo del sufrido tommy podía superar sin problema los 30 kilos e incluso más, lo que en determinadas ocasiones supuso un grave inconveniente, como vimos en la entrada dedicada a la batalla del Somme. Veamos cada parte.
Círculo azul. Cantimplora metálica modelo 1903 con capacidad para 2 pintas, o lo que es lo mismo, 1,13 litros. Estaban esmaltadas de azul y por lo general llevaban una cubierta de fieltro para aminorar ruido o reflejos. El tapón era un simple corcho unido a la cantimplora con un cordel para evitar su pérdida.
Círculo rojo. Herramienta de trinchera que podemos ver en el detalle de la derecha. Los british no usaban la típica pala corta, sino un zapapico que iba en la bolsa que aparece sobre la herramienta. El mango se llevaba unido mediante unas cinchas a la vaina de la bayoneta.
Círculo amarillo. Capa impermeable de lona engomada. Las lluviosas primaveras de Flandes y lo húmedo de las estaciones frías hizo necesario, por no decir imprescindible, este accesorio. En la foto de la derecha podemos ver su aspecto
Círculo marrón. Funda de lona con la marmita que todo soldado precisa para no tener que tomarse la sopa de nabos con una pajita. En el detalle inferior podemos ver que estaba compuesta de tres piezas.
Círculo gris. Mochila. Por lo general, contenía una muda de ropa, un kit de aseo y afeitado, un juego de cubiertos, una manta, un paquete de curas, las fotos cochinas celosamente guardadas, raciones de combate que solo podían usarse si se autorizaba a ello, raciones de estrangis si alguno pillaba un cacho tocino o un chusco en cuanto se despistaba el furriel y, en fin, todo lo que un soldado lleva encima aparte de lo reglamentario, especialmente ropa de abrigo enviada desde casa: jerseys, camisetas y calcetines e incluso la figurita de vudú con aspecto de cuñado llena de alfileres.
Círculo púrpura. Máscara antigás PH, que podemos ver en el detalle de la derecha. Este modelo surgió a finales de 1916 provisto de un filtro de tiosulfato, carbonato de sodio, glicerina y hexamina, compuesto este último añadido para eliminar los efectos del fosgeno. Lo habitual era llevarla a la espalda salvo cuando había riesgo de un ataque con gas, en cuyo caso se colocaba en el pecho. Los escasos segundos empleados en quitarla de la espalda, sacarla y colocársela en la cara podían ser vitales, así que era mejor llevarla bajo el papo, por si acaso. Se fabricaron unos catorce millones de unidades de este modelo.
Círculo verde. Dos cuartos de cuero. El invierno de 1914 a 1915 dejó claro a los british que estaban fatal equipados para el frío y la lluvia a pesar de que su brumosa isla no es precisamente Sevilla en el mes de agosto, por lo que inicialmente y para que no se les quedase el personal tieso como estacas recurrieron a proveer a las tropas con zamarras de piel de borrego o de cabra (foto superior), lo que les deba un aspecto de bestias peludas que, además, debía acojonar a los tedescos sorprendidos de noche. Pero pronto quedó claro que estas prendas eran imposibles de vestir y de limpiar cuando se llenaban de barro, así que se optó por las de grueso cuero liso que abrigaban, se limpiaban fácilmente y eran perfectas para alejar la humedad estando debidamente engrasadas. Como aditamento para el frío se distribuyeron unas bragas de cuello tubulares de lana de 20 pulgadas de largo (51 cm.) que podían usarse como bufanda y/o pasamontañas para llevarlas bajo el casco. Por último, comentar que el correaje modelo 1908 estaba provisto, como vemos en la foto central, de diez cartucheras, colocadas a razón de cinco en cada lado, tres abajo y dos arriba. Cada cartuchera tenía capacidad para tres peines de cinco cartuchos, lo que hacen un total de 15o de dotación de cada soldado.
Bien, esta es la cuantiosa impedimenta del probo ciudadano-cabo Schofield. Veamos la de su colega Blake, que usa un modelo diferente:
Sección del regimiento West Yorkshire equipada con el correaje 1914. La foto data de 1916, así que ya vemos que se mantuvo operativo más tiempo del que en principio se pensaba |
El ciudadano-cabo Blake lleva el correaje modelo 1914, una versión de circunstancias para abastecer a las tropas ante la repentina demanda de atalajes para el personal. Mills, el fabricante del modelo de lona, no daba abasto para atender aquella avalancha de pedidos, así que se optó por rescatar a las antiguas empresas que se dedicaban a manufacturar el antiguo modelo de cuero. Inicialmente la intención era que este correaje fuera empleado solo para el adiestramiento de las tropas, pero la demanda obligó a suministrarlo también a las ya destinadas al frente, de modo que era habitual ver en la misma unidad hombres con el modelo 1914 y otros con el 1908. En el detalle superior vemos su aspecto sin soldado dentro dentro. Como podemos apreciar, estaba enteramente fabricado de cuero de vacuno incluyendo la funda para el zapapico, que en esta ocasión no se colocaba a la espalda, sino en el costado derecho, bajo la cantimplora. La mochila grande solo se usaba para las marchas, mientras que la de uso cotidiano era el macuto de costado. En el detalle inferior vemos las dos cartucheras con capacidad para 60 cartuchos cada una. A la derecha, el tahalí de la bayoneta y las cinchas para sujetar el mango del zapapico. A medida que iban produciéndose bajas se recuperaban los correajes modelo 1908 y se entregaban al personal sin molestarse siquiera en limpiarlos de mugre y sangre de sus anteriores propietarios, lo que debía resultar un tanto inquietante a sus nuevos dueños. En todo caso, nunca se llegó a proveer a todo el ejército del modelo de lona. Del de cuero se fabricaron alrededor de un millón de ejemplares. Por cierto que, además del correaje y sus avíos, nuestro hombre lleva a la espalda la máscara antigás, la mochila, el impermeable y la marmita, o sea, el equipo completo.
Veamos ahora las virguerías de regalo que vienen en la peli y que suponen un marchamo de calidad:
Nada más empezar verán que a un sargento le han salido unos ganchitos en el casco, que aparecen señalados en la foto superior izquierda. Solo con esto harán que sus cuñados ya tengan las primeras arcadas, fijo. Bien, esos ganchos eran para sujetar el visor de malla inventado por el capitán del Real Cuerpo Médico Richard Cruise a principios de 1917. La intención era disminuir la gran cantidad de bajas producidas por las esquirlas de metralla que alcanzaban los ojos, así que ideó esa especie de velo metálico para detenerlas en lo posible. En las pruebas que se efectuaron se corroboró que resistía el impacto de un fragmento de metralla de hasta 3 onzas (85 gramos) disparado a 100 yardas (90 metros). Como se ve en la foto inferior izquierda, la malla corría como una cortina mediante la varilla soldada en la parte inferior del ala, usándose los ganchos para mantenerla plegada. Muchos hombres optaron por eliminarlas porque les estorbaba más que otra cosa, mientras que otros se la dejaban colocada hacia atrás. En el gráfico superior vemos la forma de usarla. Prosigamos...
Esta también es encomiable. Cuando los dos colegas llegan a la batería abandonada por el enemigo tras destruir las piezas, no han puesto cualquier cañón, sino que han preferido recrear (cabe suponer que no se trata de ejemplares originales) obuses Krupp K16 de 10,5 cm. de calibre. Si dejan esta escenas en manos de los yankees plantan cañones de desecho de la guerra de Iraq y se quedan tan campantes. El que vemos en el detalle es una pieza capturada por los gabachos y expuesta en París en 1918. Observen las llantas con los orificios circulares, en la película podrán verlas en esta escena. Veamos más...
En la foto A vemos al ciudadano-cabo Blake disparando una pistola de señales Webley & Scott Nº 1 Mk. III de calibre 1", enteramente fabricada de bronce. En el círculo hemos marcado la linterna que le proporciona un teniente para llevar a cabo su misión y que, en efecto, es una auténtica Orilux para oficiales fabricada por J.H. Steward Ltd., de Londres. El botón izquierdo era para encenderla y el derecho para transmitir señales.
Foto B. El ciudadano-cabo Blake ha entregado la cuchara, y su colega le arranca la chapa y tal. Sobre el cuerpo vemos la de forma hexagonal, que era la que se quedaba haciendo compañía al difunto. En el detalle vemos un juego de chapas original con su cordón de cáñamo. La circular era la que se retiraba. En las mismas aparecen, de arriba abajo: apellido e iniciales del nombre, religión, iniciales del cuerpo en el que sirve y número de identificación.
Foto C. Es un detalle en el que no se suele reparar: la palidez que adquiere de inmediato un hombre que ha muerto, y más debido a una intensa hemorragia. Obsérvese el tono de la cara de Blake y compárenlo con el de su colega. Lo habitual es que nos presenten al personal difunto con un color de cara estupendo cuando, y eso lo saben los que hayan visto morir a cualquier persona, nada más expirar la piel adquiere un tono cerúleo muy desagradable. Otro error habitual, aunque no viene al caso, es ver al cadáver con los ojos abiertos y las pupilas del tamaño de cabezas de alfiler, cuando lo que ocurre es todo lo contrario: se dilatan hasta ocupar prácticamente toda la niña del ojo. Ese efecto solo lo he visto en dos pelis, de Mel Gibson en concreto: "La Pasión" y "Cuándo éramos soldados". Veamos tres más:
Foto A: las camillas también corresponden al modelo británico de la época, un chisme plegable de lona muy básico con patas. Incluso aparecen los arneses que los camilleros se pasaban por los hombros para soportar mejor el peso del herido.
Foto B: Tampoco se han limitado a usar unas botas cualesquiera, sino unas réplicas de las de época, con sus clavos y sus refuerzos en tacones y punteras. En el detalle vemos las de una foto original. Conste que había mogollón de patrones.
Foto C: Y ese chisme, que aparece con cierta profusión en el ataque final, es una cizalla que se adaptaba al Enfield mediante una abrazadera. Para cortar las concertinas se atrapaba el alambre empujando hacia arriba, luego se giraba hacia abajo y lo cortaba. La cizalla era un complemento obligado que se distribuía entre varios hombres por compañía para abrir huecos donde la artillería propia no había causado efecto.
En fin, como vemos han cuidado el detalle hasta límites poco vistos. Sin embargo, como salvo las torrijas y las tortillitas de bacalao de la tía Maripepa (Q.D.T.E.S.S.G.) no hay nada perfecto en este planeta, también tienen fallos, y tan tontos que intuyo la mano de los yankees tras ellos. Al cabo, es una producción anglo-americana, y donde se metan esos la cagan tarde o temprano. Fuera aparte tenemos una cuestión ajena a la cinta: dan las distancias en metros y kilómetros, pero de eso no tiene la culpa más que el director de doblaje. Bueno, veamos los errores chorras, que de chorras que son dan hasta rabia.
El saludo. Siempre la cagada del saludo. El ejército yankee creo que es el único que saluda con la cabeza descubierta, pero lo trasladan a todas partes. En el ejército británico, cuando se lleva la cabeza descubierta se da la típica patada al suelo y se queda uno más tieso que un garrote con los brazos muy estirados y pegados al cuerpo. Cuando se lleva la cabeza cubierta sí se saluda, pero no como vemos a la derecha ya que el ciudadano-cabo Blake va armado. Si el soldado lleva el fusil lo mantendrá apoyado en el suelo con la mano derecha y cruzará el antebrazo izquierdo por delante del cuerpo, llevando la mano puesta de canto hasta la boca del fusil. En España se hace de forma similar, pero cruzando el brazo a la altura del pecho.
Foto A. Antes de salir a la misión, el ciudadano-cabo Schofield carga su fusil introduciendo un peine de 5 cartuchos. Pero se ha quedado corto. El Enfield necesitaba dos peines ya que su cargador tenía capacidad para 10 cartuchos. Este podía cargarse de dos formas: extrayéndolo como el de un fusil moderno y recargándolo de forma convencional o bien introduciendo dos peines seguidos. Qué chorrada de despiste, ¿no?
Foto B. Cuando los malvados tedescos persiguen al ciudadano-cabo Schofield, varios disparos impactan en superficies metálicas como la reja de la foto. Sin embargo, sale una pequeña polvareda como si la bala se hubiera estampado contra el suelo o una pared. Obviamente no es polvo, sino el humo de la pequeña carga detonante que simula el disparo, por lo que lo suyo habría sido hacer saltar chispas mediante efectos digitales o bien simular una fragmentación del proyectil. Este también es un fallo muuuuuu tonto, la verdad.
La bayoneta del alevoso aviador tedesco. En los cienes y cienes de fotos de pilotos que llevo vistas jamás ha aparecido ni una en la que llevasen siquiera un cuchillo de trinchera que, por cierto, vendría bien para liberarse del arnés en caso de quedarse atrapado en el aparato. En todo caso, a este le han endosado un modelo que no era el típico "cuchillo de carnicero" propio de la infantería, sino una variante de la 1884. No era una bayoneta habitual, y podrían haber recurrido a algún cuchillo bávaro molón en todo caso.
Y acabamos con algunas cosas que no me cuadran nada de nada...
El inmenso cráter justo ante las posiciones tedescas. Ni un Gamma podía producir un boquete semejante, y no iban a disparárselo los alemanes a sí mismos. En todo caso podría ser una mina británica, pero de ser así se quedaron cortos, cosa que no solía suceder- y de hecho no sucedía- porque los oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros disponían de medios y conocimientos de sobra para calcular la longitud exacta del túnel. En todo caso, queda sumamente molón con sus muertitos flotando, sus ratas descomunales pasando de la presencia del personal y los grajos cebándose de carroña.
Las trincheras de hormigón. Ya sabemos que los tedescos hacían unas trincheras que daban cien vueltas a las de los british y los gabachos (Dios maldiga al enano corso), con unos entibados, entarimados, refugios y demás instalaciones mucho más confortables. Pero aquí nos presentan unas trincheras elaboradas a base de encofrados de hormigón que no he visto jamás. Por otro lado, trasladar a primera línea la maquinaria para ello sería complicado y bastante arriesgado, así que no tiene mucho sentido. Puede que lo hayan hecho así para marcar la diferencia entre las trincheras de ambos bandos, pero en este caso no procedía lo del hormigón. Aparte de eso, observen que carecen de banquetas para la infantería. Son muy profundas, pero el personal no dispone de sitio donde apalancarse para abrir fuego contra el enemigo o emplazar ametralladoras.
A ver, ¿qué leches pinta ahí un probo ciudadano melanino, antes negros a secas? Los british tenían mogollón de tropas coloniales, pero los indios iban con los indios, los gurkas con los gurkas, los negros con los negros y los blancos con los blancos, y aún así a estos los solían juntar por nación: escoceses con escoceses, irlandeses con irlandeses, etc. No sé si el negro es parte de las cuotas políticamente correctas que obligan a que haga de Hamlet un negro (curiosamente aún no he visto ningún Otelo rubio con ojos claros y nadie ha protestado por eso), o un despiste chorra. Sea como fuere, en un ejército clasista hasta la médula nutrido por una oficialidad racista hasta el tuétano no creo que se permitiese a un hombre de otra raza en una unidad formada por blancos, en este caso el 2º Batallón del Rgto. de Devonshire, donde no creo que sirvieran negros en aquella época. Por cierto que antes de esa escena también aparecen un par de indios en otra unidad del regimiento camino del frente, que ya se me olvidaban. En este caso, pues ídem de ídem.
Cuestión de mando. Un sargento de infantería nunca usaba un revólver, sino el fusil reglamentario. A este nos lo presentan sin correaje, solo con la máscara antigás y unos prismáticos colgando del cinto. Solo los suboficiales con cometidos específicos usaban armas cortas: carristas, ametralladores, observadores, etc. El resto, Enfield al canto sí o sí. Este fulano no pinta nada ahí.
Esta, además de no cuadrarme, me resulta un poco surrealista. En la batallita final vemos como las tropas se internan en una trinchera cavada en lo que parece un suelo de piedra caliza. No hay entibado, ergo es un terreno muy consistente. La trinchera se abre en una inmensa llanura verde donde no ha explotado un solo proyectil, no hay fango, todo está seco, y parece que la paz reina en el mundo. Sin embargo, escasos kilómetros atrás reina el apocalípsis. Pero la cosa es que las tropas que ocupan esa trinchera han llegado ahí sin tiempo a cavarla (cuando explican la misión a los dos cabos les dicen que esa unidad "avanza" hacia su destino y que atacarán al día siguiente), y menos aún a golpe de pico y pala a la vista del tipo de terreno, que precisaría de una retroexcavadora para abrir esa zanja. Además, cuando avanza el plano y llega a la zona donde la tropas se preparan para iniciar el asalto (foto superior derecha), vemos que tiene un perfil rarísimo, con un talud que, en caso de caer un proyectil en el mismo, barrería a todo el mundo alrededor. Y no se puede decir que lo hicieron así por las prisas, porque más adelante aparece el puesto de mando perfectamente construido con sus sacos terreros, etc. En fin, esta parte es la que, dentro de los errores, más me ha decepcionado.
Y lo mismo digo de la épica escena final, donde el probo ciudadano-cabo Schofield galopa para alcanzar cuanto antes el puesto de mando y detener el ataque que ya ha comenzado. Mogollón de tipos corriendo no se sabe a donde, desperdigados, para cubrir el medio kilómetro que los separa de las líneas enemigas cargados como mulas. Explosiones dispersas que no casan con un fuego de barrera bien coordinado (antes de partir informan a los protagonistas que el enemigo ha hecho un acopio de artillería nunca visto), y no se escucha por ninguna parte el tableteo de las Maxim tedescas que empezarían a picar carne en el momento en que el primer british asomase la jeta por encima del parapeto. Sí, suspense y adrenalina, pero no me resulta en absoluto convincente esta escena que, tras lo minucioso y detallado de toda la cinta, causa cierta desazón por lo incoherente. En fin, es mi opinión en lo tocante a las cuestiones digamos, técnicas, militarmente hablando.
Bueno, criaturas, con esto terminamos porque no quiero reventarle el final al que lea esto sin haber visto la peli. No creo que se me haya escapado nada importante pero, en todo caso, juraría que tras un repaso semejante se libran de sus cuñados al menos durante un mes. Con suerte igual les da un chungo y tal, pero lo dudo, son correosos como la suela de un boto de Valverde. Sea como fuere, y a pesar de los errores chorras y esas escenas que, al menos a mí, no me resultan convincentes, lo cierto es que se trata de una película que merece la pena ver aunque sea solo por su elaborada producción, porque lo que es la trama está más sobada que la teta de una cabra: "Soldado, haga llegar como sea este mensaje al coronel o medio regimiento se irá al carajo". Más o menos a eso se resume todo, nada más. El resto del tiempo lo invierten en recrear las peripecias para llevar el mensaje de marras, así que lo más relevante es la fastuosa puesta en escena del horror más indescriptible que se haya vivido desde que nos alcanza la memoria.
En fin, que les aproveche, amén y tal. Ah, por cierto, los que no tengan noticia de esta película pueden ver el trailer disparando aquí.
Hale, he dicho
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