martes, 4 de octubre de 2011

Las atalayas del interior



Antes de nada, concretar una cosa: el título de la entrada obedece a que la morfología de las atalayas costeras difieren en general de forma notable de las del interior , así que prefiero dedicarle a cada tipología una entrada diferente. Dicho esto, comienzo:

El término atalaya proviene, como tantos otros en nuestro idioma, del árabe: at-talä'i, que viene a significar el centinela. También se las denomina almenaras, igualmente procedente del árabe al-manära, el lugar de la luz, término éste que hace referencia a los fuegos que se hacían en sus azoteas para alertar a las fortificaciones y villas próximas mediante candelas o ahumadas. Finalmente, también se las llama torres de vela. Doy por sentado que la inmensa mayoría de los que me leen saben de qué hablo, pero como es posible que haya algunos que no, pues antes de entrar en profundidad en el tema les aclararé de forma somera qué eran y para qué servían.

Las atalayas eran torres de vigía destinadas a controlar una determinada zona. Generalmente, formaban parte de líneas fortificadas, y estaban ubicadas por norma en altos oteros con un amplísimo campo de visión, en muchos casos de 20 km. o más. Su disposición buscaba, además, cubrir los ángulos muertos entre fortificaciones. Hay que tener en cuenta que, como es lógico, desde un castillo roquero también se disponía de un campo visual muy extenso, pero la abrupta orografía hispana hacía que, muchas veces, quedasen zonas fuera de su alcance visual, generalmente valles o barrancos profundos por donde podía infiltrarse el enemigo. Y como no era plan de andar construyendo un castillo en cada cerro, pues se suplía con estas torres, que daban el mismo servicio y, obviamente, eran más baratas.

Dependiendo de su importancia estratégica y del estado de la frontera, podían contar con una guarnición permanente o bien enviar torreros a las mismas solo en caso de peligro. Igualmente, por las mismas razones eran una simple torre o podían contar con algún elemento defensivo extra. Pero no solo vigilaban las fronteras, sino también caminos, haciendo su guarnición labores de tipo policial en una época en que las vías de comunicación estaban infestadas de bandidos, o también controlaban vados fluviales, o manantiales y fuentes o, en definitiva, cualquier punto considerado como estratégicamente importante.

Para poner sobre aviso al personal, se recurría a fuegos en sus azoteas sobre enormes braseros a los que se añadía forraje verde para provocar una ahumada blanca visible a muchos kilómetros de distancia. De noche, como es lógico, poco iban a avisar porque se veía poco más allá de las narices, y los visores de visión nocturna aún estaban por inventar. También eran válidas las señales mediante banderas, o incluso con destellos refractando la luz solar en espejos de cobre bruñido, a modo de primitivos heliógrafos. El caso era avisar como fuera de que un peligro se cernía sobre la comarca. Curiosamente, mientras que la geografía española está literalmente minada de atalayas, en Portugal son muy raras de ver. Ignoro si el motivo es que han desaparecido del mapa con el paso de los siglos, o bien que su sistema de fortificaciones no las necesitaba, pero el caso es que hay muy pocas. Bien, dicho esto, vamos a ver las tipologías más frecuentes...

Ahí tenemos la más habitual. Es una simple torre de planta cuadrangular, fabricada con mampuesto o tapial sobre una zapata de sillería para darle consistencia a la base. Consta de dos plantas. A la baja se accede directamente por una puerta situada a nivel del suelo. Para subir al piso superior, dispone de una simple escala de mano, la cual podía ser retirada desde arriba a fin de quedar totalmente aislados si era preciso. El entresuelo es de madera, soportado por jácenas que apoyan sobre ménsulas, bien de piedra, bien de madera. Finalmente, para subir a la azotea cuenta con una escalera de madera. La planta superior tiene un techo abovedado, ya que si fuera de madera habría sido necesario construir sobre ella un techo a cuatro aguas con tejas, lo que reduciría el espacio disponible para hacer fuego.

Como se ve, se trata de un edificio sumamente básico, construido con el fin de abaratar los costos al máximo. Con todo, requerían de un mínimo de mantenimiento si no querían verla medio arruinada en pocos años. La carcoma devoraría la tablazón de la entraplanta, y las inclemencias del tiempo harían de las suyas desmoronando poco a poco su estructura. Estas torres requerían una guarnición  mínima, a veces reducida a la mínima expresión de un par de torreros que se iban turnando por días o semanas, dependiendo de la distancia hasta el castillo o la población más cercanos. Para su sustento, podía almacenar en la torre provisiones para esos días, así como agua caso de no disponer de aljibe, lo que era más que habitual.

En caso de peligro, una vez dada la alarma, que nadie crea que el torrero se quedaba allí dispuesto a mantener una resistencia heroica, entre otras cosas porque eso carecía de sentido. Así pues, una vez avisadas las fortificaciones cercanas, tiempo le faltaba para salir echando leches a sitio seguro. Total, con el enemigo en casa ya de poco servía la torre.

A la derecha tenemos otra, similar a la anterior pero con la entrada situada a varios metros sobre el suelo. La planta baja podía albergar un aljibe, alimentado mediante canalizaciones de agua desde la azotea, o bien ser simplemente maciza. El acceso se podía llevar a cabo mediante una escalera de madera, o bien con una escala de mano que era retirada desde el interior. No es habitual, o yo al menos nunca he visto ninguna, que disponga de un patín de obra similar a los de las torres del homenaje de los castillos.

Finalmente, a la izquierda tenemos un tipo de atalaya que casi es un pequeño castillo. Para su mejor defensa, cuenta con una camisa que la rodea en parte, así como de cuatro matacanes para proteger sus flancos y la puerta de entrada a la torre. En el pequeño patio interior, vemos un cobertizo destinado a establo. La camisa, un muro de poca altura sin almenar, dispone de una pasarela de madera que hace las funciones del adarve. Estas torres solían contar con una guarnición permanente, y por lo general estaban ubicadas en posiciones especialmente sensibles, donde la posibilidad de una invasión era constante. Por citar algún ejemplo, tenemos las torres de Lopera, del Águila y de Gallape, todas en la provincia de Sevilla. Las dos primeras formaban parte de una línea defensiva conocida como Banda Morisca, situada al sureste del alfoz sevillano y vía de acceso a posibles razzias de moriscos procedentes de la koura de Ronda. De ahí que, además de las fortificaciones que componían dicha línea, incluso algunas de sus torres tenían la posibilidad de albergar pequeñas guarniciones fuertemente armadas para rechazar dentro de sus posibilidades a grupos reducidos de gazules que entraban en el alfoz hispalense y, gracias a su movilidad, hacer estragos en las alquerías y poblaciones que se ponían en su camino para volver en pocos días cargados de botín.

Antes de concluir, algunas observaciones:

1: Aunque la mayoría las verán ubicadas en la cima de elevados cerros o cerca de carreteras, puede que en alguna ocasión encuentren alguna cuya situación no sería nada estratégica, sino más bien absurda. Por ejemplo, en una vaguada, o con una montaña justo detrás, lo que le limitaría la visión por esa zona. O en sitios donde no existe un castillo en kilómetros y kilómetros a la redonda. Bien, tengan claro que alguna función tenían. Esa gente no se gastaba un dineral en construir una torre que no vigilaba nada. Simplemente, el motivo de su construcción ha desaparecido: un pozo que se se secó hace la torta de años, un manantial que no da agua hace siglos, o un camino que dejó de existir y que su nombre ya solo aparece en los mapas topográficos del ejército. En casos así, tengan por seguro que algo de lo dicho vigilaban.

2: Aunque la planta de las torres que he tomado por ejemplo es cuadrangular, podrán ver algunas circulares, son menos frecuentes en las torres del interior.

3: Y aunque las que he figurado son de dos plantas, naturalmente podrán verlas con una más. Su altura iba en función del espacio que tenía que dominar visualmente. De hecho, he visto muchas con una sola planta, ubicadas en una gran llanura de forma que, con apenas 5 ó 6 metros de altura, se dominaba una extensa zona.

4: No confundan las atalayas con las torres ópticas, ubicadas estas también en promontorios y zonas elevadas por razones obvias. Su morfología es muy similar, pero no tienen nada que ver tanto en cuanto estas son edificios de origen civil. Las distinguirán claramente porque, por norma, en cada flanco de su base de abren tres troneras fusileras. Hablamos de torres edificadas en el siglo XIX, cuando los temas de comunicaciones estaban militarizados, pero no eran fortificaciones en sí mismas. Pinchen  aquí y podrán ver una de ellas. Son todas iguales, así que no ha lugar a confusiones.

Bueno, para otra entrada, las torres costeras, que también molan y dan tema para rato. 

Hale, he dicho


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