Naturalmente, el título no hace referencia a que ese abominable invento recaudatorio de los ayuntamientos actuales les retirasen el caballo mal aparcado. La cosa va de cómo montaban sobre sus fogosos bridones los caballeros de la época. Mucha gente tiene in mente las imágenes que aparecen en el vídeo siguiente:
Es muy gráfica, ¿no? Sin embargo, esa imagen del caballero que, rodeado de pajes y escuderos haciéndole la pelota por lo elegantemente que ha descendido sobre su corcel precisando de una grúa para tal fin, es falsa o, más bien, inexacta. Muchos suponen que era debido al peso de la armadura pero, como ya se ha explicado en diversas entradas, éste no solía exceder de los 25 ó 30 kg., lo que no impedía en modo alguno auparse normalmente sobre la silla. De hecho, de los cientos de representaciones gráficas de la época que llevo vistas, en ninguna aparece una escena semejante. Sin embargo, sí hay alguna en que podemos ver como el caballero de turno sube en su caballo de la forma habitual, como la que se muestra a la izquierda. De hecho, la armadura que viste es similar a la que porta el caballero que aparece en el vídeo. O sea, que no necesitaba para nada de semejante artificio para montar. Por otro lado, sería suicida para un jinete el hecho de que, en caso de ser derribado en combate, no pudiera volver a montar. Obviamente, sus pajes y su escudero no iban a ir tras él por el campo de batalla con la dichosa grúa para volver a ponerlo en su sitio, por lo que es absurdo plantearse tal necesidad.
Sin embargo, como suele suceder, algo de verdad debía haber en esto para que haya llegado a nuestros días algo tan peregrino. Otra cosa es que, con el tiempo, se haya tergiversado bastante el motivo de por qué hacía falta una grúa para subirse al caballo. Y coligo que la causa era la silla de montar o, mejor dicho, el tipo de silla de montar. A la derecha tenemos un ejemplar similar al del vídeo. Concretamente, es la silla de Enrique V de Inglaterra, una silla de arzón alto al uso en el siglo XV ideada para dar una buena sustentación al jinete, especialmente por la parte trasera. Esto impedía que saliese despedido hacia atrás en los brutales encontronazos que, lanza en ristre, tenían lugar en las batallas de la época, así como para que los peones no pudieran descabalgarlo con facilidad enganchando al jinete con sus alabardas, bisarmas, etc. Pero para subir a esa silla no hacía falta ninguna grúa. Bastaba elevar la pierna derecha un poco más de lo habitual para verse perfectamente encajado en la misma.
Sin embargo, sí había un tipo de silla en la que era prácticamente imposible subirse como no fuera descendiendo sobre ella. A la izquierda podemos ver un ejemplo. Se trata de una silla de torneo, con un arzón muchísimo más alto y que, además, envuelve el tronco por la espalda. Este tipo de silla incluso iba provista de unas barras que unían ambas partes, trasera y delantera, para impedir que el jinete fuera derribado, y hasta le proporcionaba protección en las piernas. Alguno dirá que el objetivo en los torneos era precisamente derribar al contrario. Cierto es. Pero en este caso se trata de una silla para los participantes en la mêlèe, un tipo de justa en el que no se usaban lanzas y que básicamente consistía en un combate cerrado entre dos grupos de caballeros, usando para ello espadas y/o mazas de cortesía (ya hablaremos un día de los torneos). Aunque en la enorme cantidad que hay de ilustraciones de la época sobre torneos tampoco aparece la grúa, en este caso entiendo que era imprescindible, y colijo que es precisamente de los torneos de donde proviene la creencia de que era habitual para montar en cualquier circunstancia.
Como imagen de cierre dejo una ilustración del Salterio de Luttrell (c.1320-1340) en el que vemos a sir Geoffrey Luttrell subido en su caballo con su mujer tendiéndole el yelmo y su cuñada sujetando el escudo. Si observamos la silla, veremos de lo tendría complicado para subirse normalmente en la misma. Sin embargo, ni siquiera viste una armadura de placas, por lo que su peso no sería problema. Así pues, no queda más opción que pensar que la grúa en cuestión era necesaria para determinados tipos de silla, los cuales no eran usados en combate sino solo en justas y torneos.
Hale, he dicho
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