Dos reitres a los que sus siniestros todenkopf ocultan las sonrisas torvas en sus jetas ante la inminente perspectiva de destruir bonitamente cráneos enemigos con sus martillos de guerra. |
Bueno, en esta entrada proseguiremos con la evolución experimentada por estas armas en Europa Oriental, la cual tomó un camino diferente a la de los países occidentales desde inicios del siglo XVII aproximadamente. Su morfología experimentó una serie de cambios debidos ante todo a la proximidad en aquellos tiempos del imperio otomano, tomando de ellos el gusto por los grabados y unos acabados más sofisticados que los de sus parientes occidentales, por lo general mucho más austeros.
Pero, además, en países como Hungría, Polonia o los principados fronterizos con el imperio otomano como Valaquia o Transilvania, el martillo de guerra pasó a convertirse en un símbolo de poder o de autoridad como en occidente lo era la bengala. De hecho, en muchos casos los mangos de estos martillos se alargaron hasta el extremo de poder ser usados como si de un bastón de tratara. Un ejemplo lo tenemos en el grabado de la derecha en el que aparece un noble polaco que porta un martillo provisto de un larguísimo mango escoltado por dos hajducy (sing., hajduk), que eran unos militares destinados entre otras cosas al acompañamiento y guarda de personajes de relevancia.
Noble húngaro usando un martillo como bastón |
Así pues, como digo, a inicios del siglo XVI los martillos de origen alemán o italiano usados hasta aquel momento dieron paso a dos tipologías de creación propia basada más en los modelos usados por los turcos, que a su vez los importaron desde la India, y que serán los protagonistas de esta entrada. Veamos pues...
El que más se asemejaba a sus parientes occidentales era el nazdiak, término procedente del turco y que viene a significar "penetrar", por lo que ya podemos hacernos una idea de su cometido. Su cabeza de armas era básicamente similar a las occidentales: un largo pico ligeramente curvado, generalmente de sección cruciforme debido a los vaceos que llevaba en cada una de sus cuatro caras, y una parte contundente reducida a la mínima expresión con sección cuadrangular o hexagonal.
A la derecha tenemos un ejemplar de nazdiak que muestra sus principales características: un mango largo, de más de 70 u 80 cm. de longitud acoplado en la cabeza de armas mediante un orificio practicado en la misma. Para asegurarla lleva a dos lados sendas pequeñas pletinas de enmangue fijadas mediante remaches pasantes. Pero esta muestra sería la de un nazdiak digamos, baratucho. Los que usaban los nobles contenían ciertas diferencias.
Las cuales podemos ver en el ejemplar de la izquierda que, como vemos, es harina de otro costal. Una de sus principales diferencias radica en el mango que, aparte de sobresalir bastante sobre la cabeza de armas, va decorado en algunas zonas con partes metálicas repujadas en oro, platao bronce. La parte de madera que quedaba a la vista se forraba con seda o terciopelo. Respecto a los fabricados en Polonia, en todos los casos iban provistos de mangos de madera con la sección generalmente cilíndrica, mientras que en Hungría, y otras zonas podían ser ocasionalmente metálicos. En la foto inferior podemos ver un pequeño surtidos de esta tipología:
Como podemos observar, las cabezas de armas son muy similares. El enmangue se puede ver con más detalle en la foto de la derecha y otro detalle habitual lo tenemos en la imagen central, en la que aparece un martillo cuyo mango está tachonado con tachuelas tanto para decorarlo como para mejorar su agarre por la zona inferior. En otros se optaba por forrar de piel o tela la empuñadura, o bien embutiendo en el mango un manguito metálico generalmente repujado.
La otra variante era el obuch, un martillo básicamente igual al nazdiak pero con una diferencia substancial en el pico consistente en que la curvatura de los mismos era tan exagerada que la punta quedaba mirando hacia el mango. Su origen es incuestionablemente oriental, tal como lo demuestra el ejemplar de la derecha, de fabricación turca o persa de principios del siglo XIX y que contiene todas las características típicas del obuch: mango largo para usarlo como bastón, pico muy curvado y martillo relegado al mínimo.
Para compararlo tenemos estos dos ejemplares de origen húngaro y polaco. El de la imagen superior tiene el pico curvado hacia el mango, mientras el inferior forma una S. Ambas morfologías eran las habituales y las que daban nombre a esta tipología en concreto. O sea, que un obuch tenía por necesidad que tener el pico con una de esas dos formas para recibir esa denominación. Ante las visión de ese pico tan exageradamente curvado más de uno se preguntará qué sentido tenía, ya que obviamente anulaba su capacidad ofensiva. Bien, la teoría más generalizada es que eran así para ser usados como bastón. Pero si nos fijamos en el ejemplar superior de la foto, salta a la vista que no se trata de un martillo de gala, sino un arma de guerra sin ningún tipo de ornato. Así pues, me inclino a pensar que dicha curva no tenía otro fin que trabar las riendas de los caballos enemigos, impidiéndoles así maniobrar y quedar a merced de los infantes. El de la foto inferior sería un perfeccionamiento del anterior, ya que su morfología permitiría trabar tanto a riendas como a jinetes sin perder su capacidad para perforar corazas.
Veamos la foto inferior...
Los dos ejemplares de la izquierda son de origen húngaro y polaco respectivamente. El segundo va provisto además de una pequeña pica y un peto en vez de martillo. En el centro tenemos un ejemplar húngaro en el que podemos ver un detalle curioso, y es que lo que parece un cubo de enmangue no es tal, sino un tubo metálico en el que va embutido el mango para que el enmangue en la cabeza de armas sea más robusto y, muy importante, no se vea afectado por los cambios de humedad, que hinchan o encogen la madera. En cuanto a los ejemplares de la derecha, ambos son de origen turco y, como vemos, su similitud con los anteriores los hace parecer de la misma tipología.
Húsar polaco empuñando un nazdiak |
Estas dos tipologías estuvieron en uso hasta el siglo XVIII en manos generalmente de los húsares alados y los hajducy mostrados más arriba. En otras zonas más orientales, tales como Turquía, Persia o incluso la India, su vida operativa se alargó hasta el siglo XIX. Como dato curioso en lo tocante a la demoledora efectividad de estas armas, al igual que en España había ordenanzas que prohibían en los siglos XVII y XVIII el uso en lugares públicos de broqueles y dagas, en Polonia estaba terminantemente prohibido portar martillos salvo en estado de guerra. Sin embargo, parece que estas normas no las cumplía nadie. De hecho, el Sejm (el parlamento polaco) dictó en 1578, 1601 y 1620 normas al respecto, imponiendo incluso severas multas a los infractores. Pero fue inútil, y era irritantemente frecuente ver como en las tabernas o hasta en el mismo parlamento o los tribunales se dirimían las disputas a martillazo limpio como en España se echaba mano a la vizcaína y se cosían bonitamente a puñaladas por una mala mirada o por cuestionar la pureza de sangre del personal. En la catedral de Gniezno incluso había un cartel en lugar bien visible en el que se amenazaba con la excomunión a todo aquel que entrase en el templo armado con un martillo así que, como vemos, los desperfectos causados entre el personal con estas armas obligaban a tomar medidas extremas, si bien con poco o ningún éxito.
Bien, con esto concluimos. He decidido no incluir en estas entradas armas con una morfología similar pero con un uso diferente, como por ejemplo los alcones (sin H), los picos de cuervo, las poleaxes o los czekan. Así pues, en su momento se publicarán una serie de entradas ex-profeso para ellas. En lo referente a los martillos de guerra, en breve colgaré una última entrada en la que se detallarán los métodos constructivos según las diferentes morfologías y alguna que otra curiosidad al respecto.
Bueno, no creo que se me olvide nada, sino, pues ya me acordaré, digo yo.
Hale, he dicho
Continuación dando un somero martillazo justamente aquí.
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