Representación totalmente irreal de un ariete obra del caballero de Folard, el cual no tenía muy claro al parecer el funcionamiento de estos ingenios |
Como es de todos sabido, la poliorcética data de los tiempos más remotos. De hecho, ya hacia el 1500 a.C. los hititas sabían de la existencia del ariete el cual, según ellos, fue un invento de los hurritas, un pueblo que habitaba la zona de Mesopotamia desde antes de que Noé se dedicara a los deportes náuticos. De los arietes ya hablamos en su día, pero se nos quedó en el tintero otro curioso aparatito destinado a abrir brechas en las murallas de las fortificaciones asediadas ya que, según se pudo comprobar desde primera hora, por mucho que los atacantes llamasen a la puerta educadamente no había forma de que los asediados les abrieran por las buenas.
Así pues los ejércitos del mundo antiguo hicieron uso del ariete como eficaz medio para, a base de aporrear los paramentos de las murallas, lograr abrir en ellas una brecha por la que poder invadir el recinto asediado y manifestar su descontento a los miembros de la guarnición por haberles hecho esperar colgando bonitamente de la muralla sus envolturas carnales previamente masacradas. Sin embargo, el ariete tenía un defecto incorregible ya que radicaba en el principio físico por el que funcionaba: el movimiento pendular. Como
es de todos sabido, en el momento en que un péndulo pasa más allá de la
vertical va perdiendo fuerza de forma que, en el caso de los arietes, el
aprovechamiento de su masa y de la energía cinética que desarrollaba estaba muy
lejos del 100% deseable en toda maquinaria. La solución a este problema la
encontró Diades de Pella, un prolífico ingeniero que sirvió en el ejército del
macedonio Alejandro y que legó una amplia obra sobre maquinaria variada. En el
caso que nos ocupa, la descripción de Vitruvio nos da de ella dice así:
“…se trata de una máquina semejante a la tortuga, que tenía en medio un canal, apoyado en unas pilastras —como normalmente tienen las catapultas y las ballestas— con una longitud de cincuenta codos (22 metros) y una profundidad de un codo(44 cm.), en el que se colocaba transversalmente un rodillo. En su parte frontal, a derecha e izquierda tenía dos poleas que ponían en movimiento el madero con sus extremos de hierro; el madero estaba introducido en el canal. Bajo este madero y también dentro del canal unos rodillos le imprimían impulsos acelerados y violentos, de manera continua. Sobre el mismo madero se levantaban a lo largo del canal diversos arcos que lo cubrían y, a la vez, sujetaban unas pieles de animales recién quitadas para proteger la máquina, tapándola por completo.”
Ilustración procedente de un manuscrito medieval que representa un trépano |
Por su acción perforadora, la
máquina recibió el nombre de trypanon
(trypanon)
o trépano, siendo denominada por los romanos como TEREBRA.
Su funcionamiento consistía en deslizar una viga provista de un puntiagudo
terminal de hierro a través de la base acanalada descrita anteriormente. Pero
en este caso, la energía no la imprimía el peso de dicha viga, sino de la
tracción ejercida por los que manipulaban la máquina. Para aminorar el
rozamiento y facilitar la tracción, en el canal había una serie de rodillos
sobre los que se deslizaba la viga. De esa forma, el efecto era justamente el
opuesto que con el ariete ya que al no haber una oscilación pendular, sino un
avance mediante tracción, a medida que la viga recorría más distancia la
velocidad aumentaba, luego la energía en el momento del impacto era mayor.
Aunque Vitruvio y Ateneo el Mecánico sugieren que esta máquina era solo válida
contra muros fabricados con tierra o de ladrillo, a mi modo de ver debía ser
bastante más efectiva y perfectamente válida para abrir una brecha en una
muralla de mampuesto.
El gráfico de la izquierda nos permitirá ver
con más claridad en qué consistía esta máquina. Abajo la vemos completa,
montada sobre una tortuga y asentada sobre unos soportes de madera firmemente
unidos a la plataforma de la tortuga. En el centro tenemos una vista de perfil
del trépano en la que se aprecian sus dos mecanismos: en la parte trasera, un
torno para hacer retroceder la viga. Eso indica que su peso era notable, ergo
su potencia también. En la parte delantera aparece una polea – había otra igual
en el lado opuesto, como vemos en el dibujo de planta- que permitía a los
servidores de la máquina tirar y hacer avanzar la viga. Tirando en el sentido
de la flecha, la viga avanzaba hasta golpear la muralla. Por último, en la
vista de planta se ven dentro de las acanaladuras los rodillos que mejoraban su
rendimiento. Las abrazaderas metálicas eran para impedir el descarrilamiento de
la viga. Así pues, si varias decenas de hombres tiraban de la misma es más que
evidente que la contundencia de estos trépanos era más que suficiente para
abrir una brecha en un paramento de mampuesto, lo que además facilitaba su
puntiaguda cabeza férrea. En definitiva: a mayor recorrido, mayor velocidad alcanzaba, lo que se traducía en una mayor energía cinética.
Versión medieval de un trépano que, en teoría, era accionado mediante un arco, de la misma forma que los taladros de carpintero de la época. |
Además
de los ingenios heredados del mundo antiguo, los ingenieros medievales también
desarrollaron sus propias ideas, algunas de ellas de lo más pintorescas. En
realidad, hay pocos datos acerca de la operatividad de estas máquinas y, de
hecho, en la mayoría de los casos estos diseños no pasaron del papel por lo
estrambótico o, simplemente, lo inútil de los mismos. Otros se limitaron a
interpretar a su manera a los autores clásicos, dando lugar a ilustraciones
cuanto menos bastante curiosas que, para colmo, ni siquiera estaban
dibujadas en perspectiva lo que obliga en muchas ocasiones a hacer verdaderos
alardes de ingenio para interpretarlas. Otros simplemente se confundieron al
traducir, dando por sentado a la hora de interpretar tal o cual máquina que su
función era la que, según su traducción, plasmaban en el papel. En todo caso,
merece la pena mencionar algunos que nos darán una idea de hasta donde llegaba
la creatividad de esta gente.
La
imagen izquierda ofrece unas curiosas versiones de los trépanos que, está de más
decirlo, eran totalmente inoperativas. La que aparece en primer lugar es un
simple poste que se mantiene en el aire poco menos que levitando y que es
manejado por dos hombres. El que aparece al fondo es un simple berbiquí de arco
como los que usaban los carpinteros. En ambos casos, el concepto no es batir la
muralla sino perforarla como si se tratara de un tablón lo cual, por cierto, no
supondría graves desperfectos en el paramento. Pero, sin embargo, la cuestión
es que estos trépanos parece ser que, en efecto, estuvieron operativos si bien
la interpretación de los mismos no resultó muy afortunada por parte de los
tratadistas decimonónicos.
Quizás se aproxime
más a la realidad el trépano que aparece en la ilustración de la derecha. Es
evidente que el trépano en sí debía contar con un soporte más sólido que el que
vimos anteriormente, y que la mera acción de girarlo sin más de poco o nada
serviría contra una muralla. Así pues, si observamos el que aparece en la parte
superior de la imagen vemos que éste iba montado sobre un soporte A, en el cual
iría encastrado un eje axial, bien de madera, bien metálico, en su parte
trasera, la cual avanzaba poco a poco a medida que la cuña era introducida a
golpe de mazo entre dicho soporte y una estructura fijada al suelo. La parte
delantera se apoyaba en un soporte B, el cual iría provisto de una acanaladura
para que el trépano pudiese avanzar. Una vez que la cuña
ya había sido totalmente introducida, se añadiría un nuevo tope y se
reiniciaría la maniobra de la misma forma mientras que, en todo momento, entre
golpe y golpe de mazo se giraba el trépano para, como si de un taladro percutor
moderno se tratase, ir profundizando poco a poco en el paramento de una
muralla.
De vez en cuando era preciso despejar los fragmentos sueltos a base de palancas o con la herramienta que vemos a la izquierda, denominada FALX MURARIA (hoz para muros) por los romanos, tal como ocurría con los arietes convencionales.
Obviamente, los operarios que manejasen este trépano estarían adecuadamente
protegidos bajo una tortuga ya que, de trabajar al descubierto tal como aparece
en los grabados que hemos visto, serían víctimas de los ballesteros emplazados
en los adarves antes siquiera de empezar con su faena. Por otro lado, convendría
especificar que la misión es esas máquinas en concreto no consistía en derribar
un paramento o en abrir una enorme brecha en el mismo sino, más bien, abrir un
orificio del tamaño suficiente para que se infiltraran en el mismo un par de
hombres que, a base de picos, palas y palancas vaciaran la muralla de su migajón,
debilitándola de cara a producir un minado de superficie.
Bueno, con esto supongo será suficiente para dejar claros todos los aspectos de esta peculiar y, por lo general, desconocida máquina.
Hale, he dicho
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