Bien, prosigamos con los trapicheos fotochoperos. En este caso se trataba de "remasterizar" a determinados personajes muy conocidos pero que, adecuadamente retocados, posiblemente nos cruzaríamos con ellos por la calle y no los reconoceríamos. Y es que, en realidad, no solemos observar los rasgos de las personas, sino el conjunto, y dentro del mismo determinados detalles que los diferencian claramente del resto: corte de pelo o peinado, forma del bigote y/o la barba, la indumentaria... pero si les privamos de estos elementos diferenciadores podríamos decir que pierden su personalidad y pasan a convertirse en ciudadanos corrientes y molientes. En los casos que veremos a continuación quedará patente lo dicho tanto en cuanto son archifamosos, pero puede que nos sorprendamos si los tratamos para reciclarlos en sujetos normales. Veamos pues...
Si hay alguien fácilmente reconocible hasta para los lamas del Tibet es el ciudadano Adolf. Aunque hay muchas fotos en las que aparece de paisano, la imagen que tenemos de él es vestido de uniforme, y sus dos rasgos principales son su bigote y el peinado, con ese peculiar flequillo planchado hacia el lado izquierdo de la cabeza. Era algo tan característico que cualquiera que se ponga un bigote postizo igual y se peine de la misma forma automáticamente toma un parecido asombroso. De hecho, actores que lo han interpretado como Alec Guinness o Bruno Ganz no se parecen en realidad en nada, pero bastó una sesión de maquillaje para hacer sendos clones del extinto führer. Pero si cogemos al ciudadano Adolf y le quitamos su uniforme pardo, su bigote y lo mandamos a un estilista a que le cambie el "look" capilar, nos encontramos con un sujeto que podría ser el director de la sucursal bancaria que frecuentamos, el jefe de personal de nuestra empresa o incluso un concesionario de la Volkswagen. A la derecha lo podemos ver desprovisto de sus "atributos" más característicos y, como salta a la vista, resulta que el diabólico y vilipendiado führer parece un señor similar a los tropocientos que uno ve a diario, y que no llama la atención en nada. Es uno más. Un simple cuarentón bien trajeado de rasgos afables muy alejado del perverso genocida que cualquiera identificaría en la foto de la izquierda. Veamos otro...
Quién no ha visto tropocientas veces esa foto del siniestro jefe del RSHA, el SS-Obergruppenführer Reinhard Heydrich, alter ego de Himmler y serio aspirante a suceder al ciudadano Adolf si no lo hubiesen apiolado bonitamente en Praga. Hay pocas fotos suyas de paisano, y solo con su familia en plan papi bondadoso como si la paz reinase en el mundo en compañía de su mujer Lina, que lo idolatraba literalmente como ya narramos en su momento. Pero aparte de esas escasas imágenes de civil, siempre vemos al cruel Reinhard con su impecable uniforme de las SS concienzudamente cortado para disimular que era muy ancho de caderas y su característico corte de pelo según la moda militar alemana. En la foto de la izquierda tendría treinta y pocos años, pero su atuendo lo avejenta ciertamente. En el reciclado que hemos hecho a la derecha se usó la cabeza de esa misma foto, pero colocándole un corte de pelo acorde a nuestros días y, por supuesto, el cuerpo de un hombre de su edad pero vestido en plan informal. Y, como en el caso del ciudadano Adolf, en esa foto ya no reconoceríamos tan fácilmente al "Carnicero de Praga", y podría pasar por un joven profesional esperando a su novieta para irse de copas un sábado cualquiera. Podría ser cualquier cosa antes que un frío y calculador policía, desde el dueño de una tienda de artículos de surf a un médico que acaba de terminar la especialidad. Y todo por cambiarle el pelo y la indumentaria.
No podía faltar el inefable Heini para completar el trío. En este caso tenemos como distintivos principales, además del uniforme, el bigote, el corte de pelo y los quevedos redondos de oro, un tipo de gafas muy anticuadas incluso en esa época que carecían de patillas, y se sujetaban a la nariz por la presión que ejercía el puente. Himmler palmó con apenas 44 años y, como sus colegas, aparentaba más edad de la que tenía gracias a esa severa impronta militar. Así pues, le quitamos el bigotillo, mandamos a paseo los quevedos y le dejamos crecer un poco el pelo para tener un gafapastas de lo más moderno. La cabeza de ambas fotos también es la misma, pero el cambio experimentado es notable. En este caso, nuestro hombre pasaría por un profesor de instituto de esos guays que se enrollan con sus alumnos para sacarles provecho, o incluso un escritor de moda. Cualquier cosa menos el perverso articulador de la "solución final".
Sí, puede que alguno me diga que los personajes mostrados tenían rasgos tan característicos que bastaría con ocultarlos para dar forma a personas totalmente distintas, así que pondremos un último ejemplo de otro probo ciudadano, también bastante famoso, que pasaría aún más desapercibido si le damos el tratamiento adecuado y, per se, no tenía ni bigotes ni gafas peculiares. Helo ahí:
¿Quién diría que ese guaperas vestido en plan pijo-sport con peluco de los buenos es el heroico rittmeister Manfred Albrecht, freiherr Von Richthofen. El sujeto de la foto es a todas luces un ejecutivo de esos que con 25 tacos ganan pasta a mansalva, practican el esquí y la vela y, por supuesto, sale en todas las revistas del hígado rodeado de reales hembras. Ha bastado con quitarle el uniforme y dejarle crecer el pelo para rejuvenecerlo cien años y darle la apariencia de un hombre del siglo XXI. Siempre he dado por cierto, y en su día incluso publiqué una entrada al respecto, que los que nos precedieron no tenían "caras de antiguos" como solemos decir. En realidad, lo que les hacía parecer diferentes era la ropa y los peinados, que daban a sus rostros un aspecto distinto cuando la verdad es que eran exactamente iguales a nosotros.
En fin, con estos añejos memes modernizados vale por hoy. Como "photo finish" dejo un arreglillo de Richthofen consistente en colorear una de sus más conocidas imágenes para que podamos ver cómo sería su aspecto real en vida fuera de la habitual máscara monocromática de la época.
Ya seguiremos. Recuerdos de la musa.
Hale, he dicho
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