sábado, 1 de enero de 2022

LVDI CIRCENSES. ESPECTÁCULOS EN LOS CIRCOS ROMANOS

 

Fotograma de la espectacular carrera de cuadrigas de la cinta "Ben Hur", obviamente la rodada por William Wyler en 1959, no el patético remake de 2016. Aunque con mogollón de errores y anacronismos, sin duda es una de las secuencias más emocionantes de la historia del cine, y más si consideramos que fue rodada a pelo porque los efectos digitales estaban aún por inventar.

Cuando se habla de los espectáculos romanos, la creencia más extendida es que estos probos imperialistas eran especialmente aficionados a los MVNERA GLADIATORIA. Sin embargo, lo cierto es que los LVDI CIRCENSES eran los que de verdad despertaban pasiones entre la plebe, uséase las carreras de carros. Como iremos viendo a lo largo de este articulillo, el tema de las carreras alcanzaba tales grados de apasionamiento que podrían ser comparables a los que en nuestros días sienten los seguidores de un determinado equipo de balompié, beisbol, baloncesto o cualquier otro deporte-espectáculo. Y no solo movían pasiones, sino también cifras de dinero suntuarias entre apuestas, premios a los vencedores y, por supuesto, a los que les tocaba rascarse el bolsillo para ganarse el favor de la plebe. PANEM ET CIRCENSES, adagio archiconocido que nos hace saber que si a un romano le regalaban una hogaza y una entrada para el circo votaba hasta a su cuñado para que alcanzase algunos de los ansiados y espléndidamente remunerados cargos de la compleja administración del imperio. El equivalente actual sería "¡Furbo y paguita!", con los que los atribulados ciudadanos del siglo XXI se dan por satisfechos aunque los frían sañudamente con impuestos.

BIGARIVS de la FACTIO RVSSATA (partido Rojo) dando
caña a sus pencos. Si tenía suerte y destreza, esta PERSONA
INHONESTVS
ganaba más que un político, que ya es decir

Puede que algún incrédulo me replique afirmando que si era un espectáculo tan popular, cómo es que en el orbe romano se conservan más anfiteatros que circos, pero la respuesta es de cajón: un circo era mucho más grande, ergo más caro, y organizar un día de carreras costaba un pastizal porque, entre otras cosas, no solo se alquilaban los tiros de caballos, sino también los aurigas que, aunque considerados como PERSONÆ INHONESTI, cobraban un dineral. A todo ello habría que añadir la gran cantidad de personal auxiliar que requería organizar un evento semejante y que iremos viendo en su momento. No obstante, el hecho de que se hayan encontrado menos circos no significa que no los hubiera. Un ejemplo: Mérida conserva los restos de su circo mientras que el de Itálica está por aparecer. Y tuvo que tenerlo porque una ciudad cuyos anfiteatro y teatro eran mayores de los de Mérida, sería raro que no tuviera su circo, que igual está debajo de la N-630 o vete a saber. Con todo, lo cierto es que las carreras, organizadas por las FACTIONES, eran espectáculos que movían las más fervorosas pasiones de la misma forma que el personal de nuestros días pignora a la suegra con tal de obtener entradas para un partido o vende a sus cuñados para conseguir la camiseta sudada de un fulano que cobra millones por patear una pelota. Bueno, vamos al lío del montepío, que me enrollo como una persiana...

Auriga griego pasando junto a la columna que marcaba el
lugar dónde había que tomar la curva
Las carreras de carros no las inventaron los romanos. De hecho, ya sabemos que inventar, lo que se dice inventar, inventaron poco. Digamos que se ciñeron de forma mayoritaria a copiar los inventos de otros y, llegado el caso, los perfeccionaban. En el tema que nos ocupa ocurrió algo similar. El origen de las carreras ecuestres lo encontramos en el mundo helenístico, más bien orientado a una mera práctica deportiva en la que los ganadores obtenían un premio en metálico aparte de la corona, guirnalda o cualquier chorrada para que todos se enterasen de que era el campeón. Los griegos ni se molestaban en edificar los suntuosos circos que legaron los probos imperialistas romanos, sino que se limitaban a buscar una zona llana lo suficientemente amplia y demarcar los puntos donde debían tomar las curvas con unos postes. Eso les bastaba para disponer de un ἱππόδρομος (hippódromos), palabro surgido de ἱππός (caballo) y δρομος (camino). A lo más, parece ser que se construyeron hipódromos de circunstancias con materiales lignarios en Olimpia y Delfos, si bien lo habitual era buscar una explanada que transcurriese entre dos lomas, lo que permitiría al público seguir el espectáculo desde una posición dominante sin que los situados más atrás vieran limitado su campo visual por los que contemplaban las carreras mientras se zampaban el bocata de mortadela y la litrona.

El conductor de carros griego no era un profesional del más ínfimo rango social como el romano, sino un hombre libre y, seguramente, adinerado, que corría por diversión. Aunque obviamente siempre existía el riesgo de un percance, su misma indumentaria indica que no  debían ser frecuentes ya que vestían un quitón talar, o sea, una túnica larga sin ningún tipo de protección extra que les evitase acabar con el pellejo desollado en la arena o fracturas de gravedad. En la foto de la derecha tenemos la conocida estatua de bronce del auriga de Delfos, datada hacia mediados del siglo V a.C., que nos muestra el aspecto que debían tener estos sujetos. Salta a la vista que su fina túnica de lino le ofrecía una protección nula en caso de un percance. De ahí que su misma forma de conducir les permitiría saltar del carro si veían venir el accidente por cualquier motivo: un derrape, una masa de carros amontonados delante, etc. Al empuñar las riendas solo con las manos (los romanos adoptaban otra técnica que veremos más adelante), solo tenían que soltarlas y saltar para evitar estamparse contra el suelo. Sea como fuere, lo que sí parece cierto es que las carreras de carros fueron perdiendo popularidad precisamente porque solo la élite social se las podía permitir y los griegos, muy demócratas ellos y tal, pues no veían con buenos ojos una competición reservada a los pocos que podían costearse la cría y mantenimiento de onerosos pencos especialmente seleccionados para estos fines.
 Lo costoso de los tiros y la cantidad de caballos que se lisiaban en estas carreras las acabaron limitando a ciudadanos de un poder adquisitivo elevado. O sea, que solo los ricachones se podían permitir tomar parte en estos eventos, así que a medida que pasaba el tiempo resultaban menos interesantes al personal. Total, siempre corrían los mismos. 

La cercanía geográfica y los intercambios culturales entre griegos y latinos- léase habitantes de la Península Itálica- hicieron que los segundos se aficionaran a las carreras. Aunque se suele creer que fueron los etruscos los que precedieron a los romanos en esta práctica, por lo visto se propaló de forma generalizada por la península independientemente de que Roma aún fuese una ciudad estado que compartía sus reyes con etruscos y sabinos hasta que, en el 509 a.C., los mandasen a hacer gárgaras y se hicieran republicanos de toda la vida. El contacto con las factorías griegas establecidas en la zona y el hecho de que criaran caballos para enviarlos a sus competiciones en Grecia hizo posible que, ya en el año 600 a.C., fueran sobradamente conocidas tanto en Etruria como en Roma. Herodoto menciona que hacia el 540 a.C. los etruscos celebraban carreras de carros  en Caere, una ciudad costera a solo 50 km. al NO de Roma donde se asienta la actual Cerveteri, y según Plinio, también tenían lugar en Veyes, situada a apenas 16 al NNO de Roma. En resumen, no tardaron mucho en aficionarse al tema de las carreras, que era un espectáculo entretenido y emocionante que sacaba al personal de la monotonía diaria, que debía ser bastante monótona por cierto. A la izquierda podemos ver un mapa con el territorio de Etruria en la época que nos ocupa y donde podemos ver que Roma era una ciudad más bajo su zona de influencia hasta que les acometió el Síndrome del Imperialista Contumaz.

La pasión por este espectáculo caló hondo en los latinos, que fueron más allá de los básicos hippódromos griegos para construir unas pistas de carreras permanentes. La tradición atribuye a Lucio Tarquinio Prisco la fundación del archiconocido Circo Máximo allá por el 600 a.C., para lo cual aprovechó una vaguada que transcurría en línea recta entre las colinas Palatina y Aventina. Obviamente, este circo primigenio tenía más de hippódromo que de los fastuosos circos de las películas, o sea, era un recinto bastante básico en el que podrían haberse construido unas rudimentarias gradas para el personal más relevante. Dicho circo fue mejorado por el último monarca de origen etrusco, Tarquinio el Soberbio el cual, a pesar de intentar ganarse el favor de los romanos con edificaciones suntuarias y templos chulos, su despótico carácter hizo que los probos imperialistas lo mandaran al paro para constituirse en república, como se mencionó anteriormente. El testimonio gráfico más notable lo tenemos en los frescos de la llamada "Tumba de los Carros", una tumba etrusca situada en en la necrópolis de Monterozzi, en Tarquinia. Lo que vemos en la ilustración es un dibujo del original realizado por Carlo Ruspi, un pintor italiano decimonónico que se especializó en restaurar y elaborar minuciosas copias de las pinturas halladas en este tipo de yacimientos. Los frescos originales están muy degradados actualmente. Como vemos en la parte superior, varias bigas pasan ante una tribuna que presiden personajes que se les supone cierta relevancia, mientras que en la parte inferior se ven algunos espectadores que podrían ser parte de la plebe. 

Otro testimonio aún más realista lo tenemos en la "Tumba del Colle", en Chiusi, y nos permite contemplar con bastante exactitud la apariencia de estos aurigas etruscos, muy diferentes de los griegos. Ante todo, conviene reparar en el pequeño tamaño de los carros. El cine nos ha hecho creer que los carros de carreras eran unos enormes y pesados armatostes pero, como veremos más adelante, eran todo lo contrario por razones obvias: a menos peso menos esfuerzo para los ilustres pencos que tiraban del carro. Por otro lado, los aurigas no visten los largos quitones griegos, sino túnicas cortas que no les entorpezcan y se cubren la cabeza con unos gorros, quizás de fieltro o cuero y como protección. Pero lo más significativo lo vemos en la forma de conducir. Como se puede apreciar, estos aurigas se rodeaban la cintura con las riendas, usando ambas manos para manejar el carro y blandiendo el látigo con la derecha. El motivo de esta técnica lo veremos en su momento, tranquilos. En cuanto a los arneses de los caballos, tanto en este fresco como en el de la "Tumba de los Carros" vemos que eran la quintaesencia de lo básico: un simple collar que, se supone, estaba unido a la lanza del carro. A tan simples arreos solo se les añadían los cabezales con sus correspondientes bocados de donde salían las riendas, y nada más.

Mosaico hallado en LVGDVNVM (Lyon) datado hacia el siglo II d.C.
pero que presenta una estructura más básica que la que tenía el Circo
Máximo por aquel entonces y que podríamos asimilar a un circo más
primitivo. Obsérvense las CARCERES y las gradas de madera a la
izquierda. En la SPINA se aprecian los contadores de vueltas
Bien, este es el origen de las carreras de carros y su propagación entre etruscos y romanos. Estos últimos mostraron especial entusiasmo por este tipo de eventos y, a medida que fueron evolucionando como el estado dominante en la península, lo convirtieron en un espectáculo de masas, para lo cual el primitivo circo fundado por Tarquinio Prisco fue progresivamente mejorado hasta convertirlo en una obra monumental sin parangón en el mundo de su época. Desde su estructura más primitiva hasta el suntuario edificio construido de piedra y OPVS CÆMENTICIVM recubierto con mármoles de gran belleza y estatuas de dioses y emperadores deificados hubo un largo trayecto que, por meras cuestiones de espacio, no podemos detallar en esta ocasión, pero al menos intentaremos sintetizar los principales hitos de su larga vida operativa en la que, por cierto, no solo fue empleado para eventos ecuestres, sino también para MVNVS, VENATIONES, PVGNÆ y PANCRATIVM que, aunque más propios de celebrar en los anfiteatros, se aprovechaba algún tipo de celebración para que tuvieran lugar en el mismo recinto.

Embarque de animales exóticos con destino a una VENATIO en 
Roma. La popularidad de este tipo de eventos supuso la extinción
de no pocas especies del norte de África, empezando por la variedad
de elefantes que usaban los cartagineses
Al parecer, la primera reforma efectuada para insuflar al monumento un aspecto más suntuoso fue obra de César, más que nada para empequeñecer las que había realizado su otrora aliado y luego enemigo íntimo Gneo Pompeyo, que en el 55 a.C. había celebrado unos suntuosos LVDI que incluían competiciones atléticas, MVNVS y VENATIONES, todo ello con el obvio fin de ganarse la tornadiza voluntad de la plebe, a la que unos modios de trigo y la contemplación de unos cuantos pringados destripándose en la arena bastaba para ponerlos muy contentitos. Sin embargo, las obras efectuadas por César eclipsaron las de Pompeyo ya que aumentó el aforo del recinto hasta nada menos que 150.000 espectadores, cifra que por curiosidad he buscado para compararla con los actuales estadios de balompié y solo hay uno que se le iguale, el de Pyongyang, una obra ante todo propagandística del tiránico régimen comunista de Corea del Norte. El resto de los mayores del mundo rondan solo los 100.000. Además del substancioso aumento del aforo añadió mejoras como el EVRIPVS, un pequeño foso o canal que circundaba la arena junto al parapeto del PODIVM (el primer sector de gradas) con fines de drenaje y como protección del público cuando se celebraban las VENATIONES. A todo ello, añadirle la sustitución de estructuras lignarias por pétreas y el embellecimiento general del edificio, que no pudieron concluirse hasta tiempos de Augusto, que construyó el PVLVINAR, una tribuna presidencial situada en la CAVEA (grada) izquierda- aneja al PALATINO- donde además se colocaban las imágenes de los dioses que eran llevados en procesión al inicio del LVDVS.

Recreación del Circo Máximo antes de la reforma de Trajano, cuando
aún tenía una zona aneja al Palatino. Las cosas como son: ver ese
inmenso recinto rebosante de público debía ser sobrecogedor
Tras un incendio acaecido en tiempos de Domiciano, en 103 Trajano llevó a cabo una intensa campaña de reconstrucción y reformas que le dieron un aspecto aún más grandioso con una nueva fachada porticada imitando la estructura de los templos e incluso el aprovechamiento mercantil de la planta baja del edificio como "centro comercial", que con la reforma quedaba totalmente exento y rodeado por una amplia calzada para facilitar los accesos. O sea, locales para TABERNÆ y THERMOPOLIÆ donde comprar la merienda o celebrar la victoria de las FACTIONES y, en resumen, tiendas de todo tipo donde igual venderían las camisetas sudadas de los aurigas o bufandas con los colores de la FACTIO predilecta de cada ciudadano, supongo. En fin, seguir con detalle la historia del CIRCVS MAXIMVS no daría para un artículo, sino para un tocho bien gordo, así que con los datos que hemos aportado tendremos solo una idea general de su evolución si bien nos servirá para conocer con más detalle los entresijos de este tipos de carreras. Añadir solo que las últimas que se celebraron, al menos oficialmente, las organizó en 549 el rey ostrogodo Totila, por lo que la vida operativa del circo en cuestión se acercó nada menos que a un milenio, que no es moco de pavo.

Y, como digo siempre, una imagen vale más que tropocientas filípicas, veamos en el gráfico inferior la estructura del recinto durante la época imperial, lo que nos permitirá además conocer sus elementos principales y el motivo de su existencia.



POMPA CIRCENSIS. A la derecha se ve en primer término la META
PRIMA
, y tras ella, en la SPINA, los contadores de vueltas
Bien, en el plano superior podemos ver la morfología del circo. Si nos fijamos, no es un recinto perfectamente simétrico por una serie de razones que ahora explicaremos, pero en primer lugar conviene identificar cada parte. Por cierto, sírvanse pinchar la imagen con el botón secundario y abrirla en una pestaña aparte para verlo mejor. A la izquierda tenemos la PORTA POMPÆ (A), por donde entraba el cortejo que, procedente del capitolio, estaba formado por todos los que tomarían parte en el LVDVS. Era lo que se denominaba POMPA CIRCENSIS que encabezaba el EDITOR, el patrocinador del LVDVS, conduciendo una cuadriga triunfal con un esclavo tras él sujetando sobre su cabeza una CORONA AVERA, una corona de laurel de oro. Era un obvio remedo de los triunfos militares para darse pisto y que la plebe tuviera bien claro quién era el que se iba a gastar un fortunón para darles uno o más días de solaz, entretenimiento y emociones. Tras el EDITOR seguía una procesión con imágenes de dioses incluyendo los emperadores y sus parientas divinizados, una caterva de sacerdotes, jóvenes bailarines, músicos y, obviamente, los verdaderos protagonistas: los QVADRIGARIA, TRIGARIA o BIGARIA, o sea, los AVRIGÆ o AGITATORES (conductores) de los tiros de cuatro, tres o dos caballos. Caso de complementar el LVDVS con un MVNVS y una VENATIO, pues también se incluirían en la procesión los gladiadores y VENATORES. Ojo, la distribución y el orden de la procesión fue sufriendo cambios a lo largo del tiempo.

Carro donde se transportaban imágenes de dioses durante la
POMPA CIRCENSIS
Toda esa patulea de gente daba una vuelta triunfal a lo largo del perímetro de la arena, siendo jubilosamente recibidos por el público, que se desgañitaba echando piropos al EDITOR, que así se consolaba cuando se le venía a la cabeza el dineral que le estaba costando la fiesta. Una vez concluido el paseíllo, como en las actuales corridas de toros, el EDITOR y los sacerdotes se acomodaban en el PVLVINAR (B) donde, además, eran colocados todos los dioses que habían sido llevados en procesión. El resto del personal se quitaba de en medio, dejando la arena expedita para que comenzaran las carreras. 

Pequeños Cupidos aurigas conduciendo bigas tiradas por perros.
A la izquierda se ven las puertas de las CARCERES
Los carros, hasta un número de doce (podían ser menos), se situaban en las CARCERES (cárceles), lo que hoy sería los boxes de salida para las carreras de caballos y que podemos ver sombreadas de amarillo. Los romanos habían introducido esta innovación para impedir las salidas en falso o cualquier fullería. Cada carro se situaba en su respectiva CARCER que, previamente, se había sorteado. Como vemos, la distancia hasta la ALBA LINEA, la marca de salida D, no es la misma, por lo que las CARCERES formaban un línea levemente curvada para igualar dicha distancia, de la misma forma que las actuales pistas de atletismo compensan la línea de salida de los que corren por dentro con los que corren por fuera de la misma. El sorteo se hacía introduciendo unas bolas en una urna giratoria, y cada auriga iba sacando la bola que le situaría en una determinada CARCER. Obviamente, las mejores eran las que permitían situarse desde el primer momento junto a la SPINA, el espacio que dividía la arena en dos y al que a partir de la época imperial se le añadieron unos EVRIPI, en este caso unos estanques de escasa anchura.

Una vez que los aurigas estaban listos para tomar la salida, el EDITOR se levantaba de su poltrona y dejaba caer la MAPPA, un pañuelo blanco que era la señal de salida. En ese momento, las puertas de las CARCERES se abrían hacia fuera al unísono mediante un mecanismo de torsión. Como vemos en el gráfico de la derecha, cada una de ellas era impulsada por un travesaño sujeto a una madeja de cuerdas similar a las empleadas en las balistas. Los operarios del circo tiraban al unísono de unas sogas que liberaban los cerrojos que mantenían las puertas cerradas. Al liberar los cerrojos, la tensión las impulsaba hacia fuera, permitiendo a los carros salir como centellas. Pero ojo, no podían interponerse en el camino de otros hasta llegar a la ALBA LINEA, que era donde en realidad empezaba la carrera. A partir de ahí todos buscaban aproximarse al máximo a la SPINA ya que, de esa forma, la distancia a recorrer era menor.

Cuadriga tomando una curva en una META. Obsérvense los tres
postes o columnas ricamente decorados, así como la indumentaria
del auriga, de la que hablaremos detenidamente en la próxima entrada
Si nos fijamos, la SPINA tampoco dividía la arena en partes iguales. La zona más próxima a las CARCERES era más ancha para permitir que todos los carros avanzaran formando una línea en paralelo. Luego se estrechaba hasta la curva, en cuya salida la pista se ensanchaba de nuevo para, finalmente volverse a estrechar en la siguiente curva. Se calcula que cada recta del circo medía entre 550 y 580 metros de longitud, de los que 335 pertenecían a la SPINA, mientras que la anchura, dependiendo de la zona, oscilaba entre los 30 y 42 metros. Si a esto le sumamos los 8 metros de anchura de la SPINA tenemos un total de 80 metros nada menos. La arena en sí era de gran importancia tanto en cuanto debía ofrecer una superficie razonablemente blanda ya que los romanos aún no herraban a los caballos y los cascos sufrían mucho desgaste. Por otro lado, debía tener la suficiente porosidad como para impedir encharcamientos, que se evitaban en lo posible con sistemas de drenaje. Por poner un ejemplo de alguno de los firmes originales que se conservan, podemos mencionar el del circo de SIRMIVN, una ciudad panonia que es la actual Sremska Mitrovica en Serbia. La base consistía en un firme perfectamente nivelado de mortero de cal cubierto por una capa de polvo de ladrillo. Sobre esta base tenía otra capa de unos 30 cm. de espesor de gravilla que, finalmente, estaría recubierta por unos centímetros de arena gruesa de la que no queda ya ni rastro.

NAVFRAGIVM en plena META. Un mozo de cuadra procura controlar
a los caballos. A la izquierda vemos al auriga patas arriba, y a la
derecha se lamenta un miembro de la FACTIO del carro siniestrado.
En el centro, sobre el carro, se ve el contador de delfines
En el extremo de la SPINA tenemos F y F', que eran las METÆ, o sea, las curvas. META proviene de EMETIRI, es decir, el término de un espacio que ha sido medido. La más cercana a las CARCERES era la META SECVNDA, y la siguiente la META PRIMA ya que era la primera curva que se tomaba tras iniciar la carrera. Cada META constaba de una base semicircular sobre la que se colocaban tres columnas cónicas ricamente decoradas y rematadas por unas ojivas o huevos, y eran donde tenían lugar los accidentes más graves: derrapes, vuelcos, choques en cadena, etc. porque todos procuraban tomar la curva lo más cerrada posible. Si algún carro resultaba siniestrado había tenido lugar un NAVFRAGIVM, término naval que se aplicaba a estos eventos porque, en efecto, el carro y posiblemente su auriga quedaban bastante perjudicados. Obviamente, las METÆ decidían en muchos casos, no solo quiénes se quedaban sin terminar la carrera, sino la ventaja definitiva para un posible ganador. Y mientras los cachos de carro salían despedidos en todas direcciones y los caballos enloquecidos soltaban coces a diestro y siniestro, el público aullaba desaforadamente si el carro de su FACTIO (su partido) se había estampado contra la SPINA o, por el contrario, había logrado salir airoso de la curva.

Una META tras la que vemos los contadores de vueltas.
Cuatro delfines abatidos y cuatro huevos bajados suponen
cuatro vueltas completas
En los extremos de la SPINA vemos dos parejas de rectángulos verdes. Son los contadores de vueltas. Por norma, las carreras eran de siete vueltas en sentido contrario a las agujas del reloj independientemente del tamaño del circo, y para marcarlas había dos estructuras parejas: en una se colocaban siete delfines (animales que eran atributo del dios Neptuno) que se iban inclinando hacia adelante por cada vuelta concluida, y en la otra siete huevos (atributo de los dioses Cástor y Pólux) que descendían por lo mismo. Entre los marcadores se colocaban estatuas de dioses y, en el caso del Circo Máximo, un obelisco traído de Egipto por Augusto en el 10 a.C. Tras las siete vueltas, el ganador era el primero que cruzaba la línea de llegada E (hemos marcado como E' otra posible ubicación de la misma), la cual se señalaba espolvoreando yeso a toda prisa mientras los carros daban la última vuelta. El recorrido total circulando lo más próximo posible a la SPINA era 5.200 metros, donde están incluidos los 170 metros desde las CARCERES a la ALBA LINEA. Cuando cada carrera terminaba, los carros sobrevivientes salían de la arena por uno de los accesos laterales y el vencedor subía al PVLVINAR, donde el EDITOR le hacía entrega del premio en metálico, la corona de laurel y la palma de la victoria. Del mismo modo, los ilustres pencos de su carro eran engalanados con palmas y recibían el MODII AVREO, una ración extra de cebada que, seguramente, les pondría más contentitos que las puñeteras palmas. Finalmente, en los círculos rojos hemos marcado los dos accesos de la arena anejos a las CARCERES por donde salían y entraban los operarios o, si era el caso, los atletas, malabaristas, gladiadores, VENATORES, PANCRASTIASTÆ y demás participantes del LVDVS. También en rojo, pero marcada como A', está la PORTA TRIUMPHALIS, por donde salían los ganadores de las carreras en olor de multitud, muy contentitos ellos por estar vivos y enteros un día más y ser más ricos que unas horas antes.

Bueno, criaturas, con esto terminamos. Como vemos, el circo tenía motivos sobrados para levantar auténticas pasiones como actualmente ocurre con cualquier competición o deporte espectáculo, aparte de tener sus mismos ingredientes: sus figuras eran adoradas por la plebe como hoy lo son los jugadores de balompié o los pilotos de carreras, se movía pasta en cantidades industriales y la gente se olvidaba de sus miserias mientras asistían a estos eventos. Buena prueba de ello es la cantidad de mosaicos que se conservan con los nombres de aurigas famosos, recordando también el del caballo líder del tiro. En la imagen que mostramos a la derecha tenemos a un tal POLYDVS, de la FACTIO RUSSATA, enarbolando la corona de laurel y la palma de la victoria, y debajo podemos ver el nombre del penco en jefe del tiro, COMPRESSORE, que podríamos traducir como "presionador". En fin, en el siguiente artículos estudiaremos los entresijos de las FACTIONES, la preparación de carros y caballos y, naturalmente, los verdaderos protagonistas de estas movidas, los aurigas.

Hale, he dicho

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Ruinas del circo de Mérida. A pesar de que solo queda una ínfima sombra de su grandeza, pasear por lo que fue la arena te deja abrumado al imaginar lo que debió ser en su época dorada, cuando decenas de miles de asistentes se desgañitaban animando a los aurigas de sus FACTIONES. Ciertamente, debía ser un espectáculo grandioso. Obsérvese que su estructura es similar a la del Circo Máximo, con el espacio ocupado por las CARCERES en primer término y la amplia distancia entre estas y la línea de salida

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