domingo, 16 de enero de 2022

LVDI CIRCENSES. CABALLOS Y CARROS

 

Fotograma de la adaptación de "Ben Hur" filmada en 2016. Observen detenidamente el carro y los atalajes de los caballos. ¿Ya? Bueno, pues tomen buena nota de que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ni los carros eran semejantes a ese mamotreto ni los atalajes tienen nada que ver con los usados en la época que nos ocupa

Bueno, con este artículo completamos esta pequeña monografía dedicada a los LUVI CIRCENSES, y en el que hablaremos de los coprotagonistas de los mismos: los equinos y los carros que, junto a los AGITATORES, formaban el trío imprescindible para que pudiera tener lugar una carrera como Júpiter manda. Ante todo, y como comentamos en el pie de la foto de cabecera, me harán el favor de olvidarse de todo lo que han visto en el cine, que nos ha adulterado este enjundioso tema con la búsqueda de efectos estimulantes para los espectadores aún a costa de pasarse por la bragueta la fidelidad histórica. Ni los caballos eran esos pencos de generosas dimensiones, ni los carros eran esos chismes enormes donde cabría la familia incluyendo la suegra para irse de excursión a zamparse la paella en la zona de descanso carreteril dominguera, donde los pequeños orcos de las demás familias presentes no paran de aullar como íncubos sacados del abismo, los "machos de la manada" no paran de hablar de balompié y de soltar estupideces a todo pulmón entre botellín y botellín y las marujas chillan y ríen en unos tonos de agudos como para hacer saltar en pedazos las botellas de tintorro y zumo de cebada del lugar. Sí, una visión apocalíptica, lo sé. Por eso jamás se me ha ocurrido ir a "paellar" a esos enclaves tan espantosos, propios del noveno círculo infernal. En fin, vamos a lo que nos ocupa...

AGITATOR de la FACTIO RVSSATA junto a uno de sus caballos
que, como vemos, no se asemeja en nada a los enormes bridones
que tanto proliferaron en la baja Edad Media
Los caballitos. Como ya se comentó en su día cuando hablamos sobre los caballos de batalla medievales, las razas equinas tal como las conocemos son un invento relativamente moderno. Antaño no había razas claramente diferenciadas, como ocurre hoy día, extraídas de cruces cuidadosamente seleccionados para buscar que el animal resultante tenga unas determinadas cualidades que lo hagan apto para un cometido concreto: correr, saltar, arrastrar, cargar, etc. La manipulación humana ha permitido que haya descomunales pencos de raza Shire, bichos poderosos y muy pesados creados para la guerra y posteriormente usados como caballos de tiro, o caballitos árabes, pequeños y de finas patas pero veloces e incansables. En tiempos de nuestros probos imperialistas digamos que los caballos se caracterizaban por tener tal o cual cualidad en función del territorio donde se reproducían, quizás por cuestiones meramente climatológicas y/o alimenticias y que los hizo genéticamente más adecuados para una función concreta, de la misma forma que los dromedarios pueden pasar días sin beber ni comer porque la evolución los ha adaptado para sobrevivir en determinadas zonas del planeta especialmente inhóspitas. Por lo tanto, lo que sabemos de estos animales se limita a los testimonios gráficos en forma de mosaicos, las crónicas que dan cuenta de los enclaves donde se obtenían los mejores ejemplares y los restos óseos que han aparecido en lugares que permiten asegurar que se trataba de caballos de carreras. 

EQVES de tiempos de la República, de donde surgieron los
EQVITES como rango social. Al cabo, todo es siempre
cuestión de tener pasta
Por otro lado, aunque el tema equino parece ser una cuestión menor cuando se habla de Roma, lo cierto es que los imperialistas latinos adoraban a esos bichos. De hecho, recordemos como su baja aristocracia eran los EQVITES, o sea, hombres que, originariamente, contaban con medios económicos para costearse y mantener un caballo cuando los ciudadanos eran llamados a filas, pasando a poseer un estatus social que les permitió acceder a cargos públicos a los que los plebeyos no podían optar. Por otro lado, a la obvia necesidad de disponer de caballos para nutrir las TVRMÆ de las legiones se sumó la aún mayor demanda de animales para espectáculos ecuestres, lo que hizo que las remontas, tanto privadas como estatales ya en tiempos del imperio, proliferasen sobremanera en las provincias que daban buenos caballos para estos menesteres. La importación de animales a la metrópoli y el suministro de los mismos al ejército se convirtió en un negocio bastante suculento, y muchas cuadras se preocuparon de adquirir caballos de otras zonas del imperio para cruzarlos con los propios y, de ese modo, ir creando sin darse cuenta el concepto de raza si bien en la época que nos ocupa, como se ha dicho, no existían como tales, sino que se hablaba de caballos hispanos, libios, etc.

Las carreras requerían animales veloces y muy resistentes, capaces de soportar durante los aproximadamente 8 minutos que duraba la competición el ritmo infernal de la misma. La fuerza física era un elemento secundario ya que como veremos más adelante, el peso del carro y el auriga era en realidad casi insignificante para cuatro animales, por lo que se insistía sobre todo en su ligereza y velocidad. Por todo ello, quedaban descartados los caballos grandes y pesados que se agotarían rápidamente y cuya masa les impediría correr a galope tendido durante los 5 km. del recorrido. Por los restos óseos, así como por la gran cantidad de fuentes gráficas de la época, podemos establecer con toda claridad que se trataba de animales con una alzada de entre 135 y 155 cm., con una media de alrededor de 145-147 cm. en su mayoría. Por lo general se usaban machos enteros si bien, por los nombres que han llegado a nosotros, parece ser que alguna que otra yegua también era considerada como válida. 

Biga con sus dos caballos descubiertos en Croacia. Este tipo de
hallazgos ha permitido tener información de primera mano sobre
la constitución de los animales de la época, así como los achaques
adquiridos a lo largo de su vida operativa 
Por lo tanto, hablamos de lo que actualmente se conoce como un poni o pony. Ojo, al decir poni todo el mundo piensa en esos simpáticos caballitos enanos como los Shetland que hacen las delicias de los nenes que tienen la suerte de que papá les regale uno, pero la cosa es que al hablar de ponis hablamos de caballos cuya alzada hasta la cruz no supera las 14'2 manos. Esto de la mano es un sistema de medida usado desde hace la torta de años en temas ecuestres y que es, simplemente, la anchura de la mano de un hombre con los dedos juntos, medida esta que se considera es de 10 cm. aunque haya fulanos con manazas como remos de galera. Por lo tanto, los caballos de carreras estaban en el ratio comprendido entre un caballo de pequeña alzada y un poni. A la hora de seleccionarlos, según Plinio se esperaba a que tuvieran al menos cinco años, y no se miraba si sus patas eran cortas o largas o la elegancia de sus formas. El caballo de carreras solo necesitaba dos virtudes incuestionables: rapidez y resistencia. Lógicamente, eran animales que, como ocurre actualmente, eran muy mimados en las remontas. Tenían sus VETERINARII para proporcionarles los cuidados necesarios, su alimentación era de primera clase, con forraje fresco y jugoso y grano del bueno, y se vigilaba especialmente que sus cascos fuesen lo bastante sólidos como para resistir el tremendo desgaste que padecían en las carreras. Recordemos que las herraduras aún no las vendían en AMAZONVM con gastos de envío gratis si estabas suscrito a PREMIVM, por lo que un caballo con cascos- o sea, uñas- blandos tendría una vida operativa bastante breve.

Lápida de Lucio Avilio dedicada por su  digna parienta,
Claudia Helice. Bajo los nombres de los caballos se da
cuenta de los logros de cada uno, figurando una relación
de las carreras donde obtuvieron el primero, segundo y
tercer puesto
No obstante, si sus cualidades físicas eran las adecuadas y no sufrían lesiones que los incapacitasen o los dejasen tullidos, en cuyo caso se sacrificaban, uno de estos caballos podía tener una carrera bastante extensa, habiendo ejemplares que alcanzaban los 20 años de edad si el cuerpo aguantaba. En esos casos, aparte de ser venerados por el público, eran obviamente reservados como sementales y acababan sus días pastando apaciblemente en el ejido de la remonta a la que pertenecía, y hasta les dedicaban cipos, monumentos funerarios con sentidos epitafios, algún que otro bajorrelieve en su memoria y, faltaría más, mogollón de grafitis en los revocos de las casas que aún se conservan en las ruinas de algunas ciudades romanas. Prueba del cariño que les tomaban a estos bichos sería la lápida de Lucio Avillio Dionisio, CONDITOR de las FACTIO RVSSATA hacia finales del siglo I d.C. y en el que aparece el difunto con un bastón en una mano y un puñado de forraje en la otra dando de comer a dos caballos, AQVILO y su hijo HIRPINO, ilustres equinos cuya relación de victorias son enumeradas en la lápida. Hablamos de caballos que habían hecho ganar fortunas al personal, que eran tan queridos y admirados como los aurigas o, comparando a pelo, con los pencos que corren las carreras más populares de los british (Dios maldiga a Nelson) o los yankees (a Hearst también), y que, como decía Marco Valerio Marcial, "soy conocido por la gente y las naciones pero, ¿por qué me envidias? No soy más famoso que el caballo Androemo." Por otro lado, en algunos de los mosaicos que se han mostrado en las entradas anteriores hemos podido ver cómo, además del nombre del AGITATOR, aparece también el del caballo líder y, en algunos casos, incluso el del tiro completo.

Las curvas de 180º tomadas a toda velocidad ponían a prueba la
resistencia de las extremidades de estos animalitos. Pero si el carro
volcaba o se producía una colisión, las lesiones podían ser definitivas.
Una pata rota o un tendón desgarrado eran fatales
Con todo, aunque en las remontas se trataba como reyes a estos animalitos, lo cierto es que su vida era tan sufrida como la de los aurigas. Aparte de las crónicas de la época que dan cuenta de los padecimientos y remedios que se les administraban, por los restos que se han hallado se ha podido comprobar que sufrían lesiones de todo tipo, especialmente en las patas y la espalda como es lógico. Ante todo, en los poderosos huesos de las extremidades y el espinazo presentan signos claros de haber soportado un gran estrés en las articulaciones debido a los bruscos frenazos y los giros en las curvas. A ello habría que sumar los golpes recibidos por las ruedas o los cubos de las mismas de otros carros, que los caballos que corrían en la parte externa del tiro se tenían que tragar continuamente. A ello habría que añadir otras lesiones de las que no han llegado testimonios pero que serían obvias en los caballos destinados a las carreras como daños oculares, a causa de la arena o piedrecillas que salían despedidas a toda velocidad, los golpes de látigo y, por supuesto, el gran desgaste en los cascos. Las bruscas frenadas para no chocar contra un contrincante o los giros de 180º a toda velocidad en las METÆ no eran precisamente las recetas más adecuadas para llegar a la vejez con la osamenta impoluta.

Probo ciudadano recreacionista en una biga. En este caso, el
INTROIVGIVS es el caballo situado a la izquierda del tiro
La colocación en el tiro era cosa de los DOCTORES de cada FACTIO. Ellos los entrenaban, ejercitaban y preparaban a diario, observando cuidadosamente sus cualidades y defectos para saber en qué lugar se podría obtener el mejor rendimiento del conjunto. Los dos más aptos eran los IVGALES, los que eran enganchados al yugo colocado al final de la lanza del carro. Eran los caballos mejor domados y que mejor respondían a las órdenes del auriga, y dentro de los IVGALES, el líder era el INTROIVGIVS, que se colocaba en el lado izquierdo y era el que guiaba a los otros tres, especialmente en las METÆ. Era el que marcaba el camino a sus tres colegas en las curvas, y su buen adiestramiento era vital para que el carro no volcara en la primera META. Los enganchados en los lados exteriores eran los FVNALES, más indicados para impulsar el carro a toda velocidad en las rectas, donde podían alcanzar 70 km/h para, antes de llegar a las curvas y reducir la velocidad a menos de la mitad para no irse al garete. De los atalajes y demás arreos hablaremos en el apartado de los carros.

Los espléndidos "caballos árabes" del jeque Ilderim eran en realidad
lipizzanos, una raza originada en el Renacimiento con cruces de
caballos españoles y de los Balcanes con una alzada mayor de la
habitual en los caballos usados en Roma
En cuanto a los territorios más afamados por sus caballos, ante todo estaban la Hispania y Libia. Ojo con los temas raciales, porque aquí no hablamos del caballo español y el caballo árabe actuales, sino de los animales autóctonos de cada una de esas provincias y que, por sus cualidades, eran especialmente deseados. Como hemos dicho, las remontas adquirían sementales de estas zonas para cruzarlos con yeguas seleccionadas para obtener potros con lo mejor de cada sangre. Otras zonas que daban buenos caballos eran la Capadocia, una región de la actual Turquía cuyo nombre significa precisamente "tierra de hermosos caballos", Sicilia y Tesalia, al norte de la actual Grecia. Considerando el enorme número de caballos que tomaban parte en cualquier LVDVS, hablamos de un negocio que movía todos los años miles de cabezas que eran devoradas en los circos. Entre las yeguas reproductoras, los caballos destinados a la venta a las FACTIONES y los sementales que eran seleccionados para aumentar la cabaña, si consideramos que cada vez que tenía lugar un NAVFRAGIVM podía salir de cada tiro uno o más caballos lisiados que quedaban inútiles para correr o que, simplemente, había que sacrificar, el tema equino debía ser un negocio redondo.

Caballo de la FACTIO ALBATA de cuyo cuello penden dos
collares con colmillos de lobo. Aprovechen la imagen para
observar las protecciones que el auriga lleva en las piernas
En fin, ya vemos que la cría y selección de caballos idóneos para las carreras se lo tomaban muy en serio. De hecho, y debido que eran unos supersticiosos patológicos, está de más decir que, igual que recurrían a las DEFIXIONES para atraer la mala suerte sobre aurigas y pencos de las FACTIONES adversarias, los DOMINI FACTIONES hacían lo propio para protegerlos de los conjuros, el mal de ojo y los tropocientos maleficios que podían buscarles una ruina. ¿Recuerdan las campanitas que aparecen en los pescuezos de un tiro de cuatro caballos que mostramos en el artículo anterior? Bien, pues eran amuletos en los que se grababan los nombres del AGITATOR y el INTROIVGIVS, con lo cual se supone que ahuyentarían el mal de ojo. Otros amuletos para los mismos fines eran las LVNVLÆ, lunas pequeñas, unos colgantes con forma de media luna en los que también se grababan conjuros anti-conjuros, y para hacerlos correr más les colgaban collares fabricados con colmillos de lobo. Más aún, la obsesión de los romanos por las carreras y las pasiones que levantaban les llevaba a cometer los actos más pintorescos. De la misma forma que un seguidor de un equipo de lo que sea afirma saber de primera mano si la estrella del mismo se fue de juerga la noche antes del partido o esnifa cualquier porquería, lo que podría hacerle bajar el rendimiento y fastidiar las apuestas, los aspirantes a amos del mundo conocido aspiraban las boñigas de los caballos de su FACTIO, con lo cual el "experto" de turno decía ser capaz de conocer el estado de salud de tal o cual caballo, o del tiro completo si hacía falta. Obviamente, la información del experto aspirador de cagajones era tenida en cuenta a la hora de apostar por uno u otro tiro.

Mosaico que presenta un caballo de cada FACTIO con sus
respectivos nombres: PVPILLVS, AMATOR, CVPIDO y una
peculiar excepción, una yegua llamada AVRA
En cuanto a los nombres, no se asemejaban en nada a los de los actuales caballos de carreras. Entre crónicas, relatos, DEFIXIONES y mosaicos hay registrados alrededor de 600 nombres equinos, y se han podido clasificar en seis tipos claramente diferenciados: los más comunes son los que exaltan las cualidades físicas del animal, como la velocidad (CELER, veloz) o la ligereza (PASSERINVS, gorrión); otros hacen referencia a su apariencia física en detalles como el color (AVREVS, dorado), su hermosura (ELEGANS, elegante) o su tamaño (ADAVCTVS, crecido); otros eran llamados como sus progenitores o por el lugar de procedencia (HISPANICVS, ÆGYPTVS...); también se les daba nombres que atrajesen buenos augurios, como VICTOR (victorioso), por su carácter (TEMERARIVS, VOLENS, dispuesto) y, finalmente, nombres de tipo afectivo como ADAMATVS (querido). Como es habitual en estos casos, sus dueños, cuidadores y demás personal de la remonta o la FACTIO humanizaban a los animales, a los que profesaban un cariño como el que solemos tener hacia las mascotas, a las que tratamos y hablamos como si fueran personas, e incluso con más deferencia que a determinadas personas. Todos conocemos al famoso INCITATVS, el caballo del depravado Calígula que comía en un pesebre del marfil y que su enloquecido dueño nombró senador y, sin llegar a tales extremos, en un mosaico hallado en Constantina, una ciudad situada cerca de la costa de la actual Argelia, aparece un caballo al que su amo debía profesarle un afecto superlativo ya que junto al animal aparece una leyenda que dice VINCAS NON VINCAS TE AMAMVS POLIDOXE, "ganes o pierdas, te amamos, Polidoxe". Imagino que el Polidoxe este, además de ser muy simpático, hizo ganar un pastizal a su amo.

Fotograma de "Ben Hur" (1959) en la que dos fulanos echan el bofe
para enderezar un carro volcado. En la realidad, un solo hombre
podría arrastrarlo fuera de la pista sin apenas esfuerzo
Bien, con todo lo dicho creo que poco más quedaría por añadir a la cosa equina, por lo que podemos pasar a los chismes que iban tras los caballos, uséase, los bólidos de la época. Como ya he advertido nada más empezar, me hagan el favor de borrarse de los magines lo que han visto en las pelis. A título orientativo para deshacer el camelo cinematográfico, los carros que aparecen en el "Ben Hur" de 1959 fueron elaborados por los hermanos Danesi, y cada uno pesaba algo más de 400 kilos, algo totalmente impensable en una carrera real. El más espectacular, el "carro griego" del malvado Mesala, aparece con una impresionante decoración de bronce que, obviamente, solo servía para añadir peso a un carro que solo buscaba la vistosidad. 

El TRIVMPHATOR Marco Vinicio en olor de multitud guiando
su lujosa cuadriga. Este tipo de licencias cinematográficas son las
que han dado lugar a conceptos totalmente erróneos acerca de los
carros de carreras
Por otro lado, las cuchillas que lleva en los bujes de las ruedas son una mera fantasía para darle morbo a la carrera. Es absurdo pensar que los organizadores permitirían un carro provisto de semejantes accesorios que, no solo dañarían a los de los demás participantes, sino que podrían destrozar las patas de los caballos. En todo caso chorradas cuchilleras aparte, la cuestión es que los hermanos Danesi no se inspiraron en las reproducciones de la época que muestran perfectamente el aspecto de los carros de carreras, sino en los CVRRVS TRIVMPHALIS, los carros usados en los triunfos y en los que el peso daba igual porque los animales solo tenían que tirar del carro más el fulano triunfante y el cuñado que iba detrás sujetando la corona de laurel sobre su cabeza y repitiéndole por lo bajini que no olvidase que solo era un hombre de mierda.

Escultura de bronce datada hacia el siglo I que muestra la apariencia
real de un carro de carreras. Como vemos, eran pequeños y ligeros,
con el espacio justo para el AGITATOR
El CVRRVS CIRCENSIS tenía en realidad un aspecto muy distinto. Su origen tenemos que buscarlo en los antiguos carros de guerra tirados por dos caballos usados por los micenos durante siglos, si bien su uso militar fue a menos hasta que, finalmente, hacia el siglo VI a.C. habían caído en la obsolescencia. Al final del artículo dejo los enlaces a algunas entradas dedicadas a carros de guerra para los que quieran ilustrarse al respecto. Estos carros fueron los que empezaron a usar los griegos en las carreras y, posteriormente, fueron importados por etruscos y romanos para sus movidas circenses, añadiendo al tiro tradicional de dos caballos los de tres y cuatro animales. Con el paso del tiempo, en los circos de Roma acabaron prevaleciendo las bigas y cuadrigas, quedando las trigas relegadas a eventos de tipo ceremonial y religioso hacia finales de la República.

SEIVGAE que corona el arco de triunfo de Narva, en San
Petersburgo. Licencias artísticas aparte, ese es el aspecto que
ofrecería uno de esos carros, para cuyo manejo no era apto un
auriga cualquiera
No obstante, tenemos constancia de tiros de seis (SEIVGÆ), ocho (OCTOIVGÆ) y diez caballos (DECEMIVGÆ), y hasta aparece por ahí algún carro tirado nada menos que por 20 pencos que, intuyo, se trata en este caso de algún tipo de licencia artística o algo por el estilo. En cuanto a los tiros de entre seis y diez caballos, eran empleados en ocasiones muy especiales, y estaban destinados ante todo al lucimiento del AGITATOR que los manejaba ya que requerían una destreza inigualable. De hecho, es posible incluso que se tratara de carreras de exhibición a velocidades más reducidas. Solo mantener alineado un tiro formado por tanto bicho ya debía precisar de una habilidad notable, aparte de tratarse de animales domados ex-profeso para esa modalidad. En todo caso, lo cierto es que los tiros que prevalecieron y gozaron de la máxima popularidad fueron las bigas y, sobre todo, las cuadrigas, los Fórmula 1 de la época.

Carro de bronce sobredorado con su auriga a bordo. Obsérvese
la escasa altura del parapeto del mismo, que apenas sobrepasaba
las rodillas, así como la forma de la lanza para poder ajustar el
yugo a la altura de la cruz de los IVGALES
En cuanto a su estructura, según los testimonios que han llegado a nuestros días los CVRRVS CIRCENSIS eran en realidad todo lo opuesto a los carros triunfales que vemos en las películas. Se trataba de pequeños vehículos con capacidad para un solo hombre fabricados con un armazón de madera que se recubría con tela o cuero. El suelo se construía con un entramado de gruesas tiras de cuero entrelazadas para evitar añadir peso extra y, además, servía para amortiguar un poco el traqueteo de la marcha y hacerla menos incómoda al auriga. Para darles estabilidad, eran carros bajos, con una altura máxima por la parte delantera de apenas 70 cm. y provistos de ejes muy anchos, de alrededor de 150 cm. Al final de los ejes tenemos unas ruedas provistas de 6 u 8 radios de un diámetro más bien pequeño, de unos 65 cm., lo que ayudaba a evitar en lo posible los derrapes en las METÆ. Aunque no se sabe con certeza, estas ruedas podrían tener unas finas llantas de hierro para darles más resistencia y mitigar el desgaste. En realidad, los metales brillaban por su ausencia en los carros y, aparte de estas llantas, se cree que si había otro sitio donde encontrarlo sería en los extremos de los ejes y los cubos de las ruedas, simplemente para evitar roturas y desgaste. El resto, como hemos ido detallando, era todo madera y cuero o tela.

Obsérvese la disposición de los arreos: el collar, que no collera,
era junto a la cincha los puntos en los que el caballo ejercía la
tracción, donde predominaba la potencia muscular de los hombros
del animal
Así pues, nos encontramos que los pesados mamotretos peliculeros eran en realidad unos carros pequeños, manejables y, sobre todo, muy ligeros. Tanto, que su peso se calcula en menos de un 10% de los fastuosos carros del cine ya que su masa oscilaba por los 30 kilos a la que habría que añadir el peso del AGITATOR, lo que nos daría un total de 90 o 100 kilos que para dos caballos suponían un esfuerzo más bien escasito, y para cuatro sería como tirar de un crío de 5 o 6 años montado en un monopatín. La otra parte del carro la formaba la lanza, que se proyectaba unos 230 cm. delante del carro formando una curvatura hacia arriba en su extremo, donde se colocaba el yugo. Los arneses tampoco tenían nada que ver con los modernos ya que aún no se habían inventado la collera y el balancín. Así pues, los caballos IVGALES, los uncidos al yugo, eran unidos al mismo a la altura de la cruz mediante unas correas que partían de la cincha y de un ancho collar que rodeaba el pecho. Los FVNALES, al no haber balancín, se unían a los IVGALES y al carro también con correas, por lo que tiraban del carro al mismo tiempo que apoyaban a sus compañeros, de forma que se "animaban" mutuamente a correr al unísono. Por cierto que, para impedir que las colas se trabaran en las correas, las riendas o cualquier otro sitio eran recogidas con cintas por los mozos de cuadra antes de cada carrera.

Mosaico en el que aparecen varios carros participando en una
carrera. Obsérvese que se muestran los nombres de los caballos:
ERIDANVS, ISPVMIVS PELOPS Y LVCXVR. En las grupas de
los caballos en primer término leemos CONCORDI, en alusión a
la armonía del tiro, y detrás de la espalda del auriga el nombre del
dueño de la cuadra, NICETVS. Sobre el mismo vemos la cola de
uno de los caballos totalmente encintada, y en las patas se pueden
apreciar las protecciones que les colocaban en las mismas
En fin, como vemos, los carros reales eran muy diferentes de la imagen que tenemos de estos chismes. En puridad, se puede decir que los caballos de una cuadriga corrían prácticamente sin realizar ningún esfuerzo excepcional salvo el de la carrera en sí, ya que los 25 kilos máximos que correspondían a cada animal eran insignificantes para caballos muy entrenados, fuertes y habituados a un constante ejercicio. Un caballo de carreras moderno debe soportar un peso mucho mayor, ya el que un jockey birrioso que ni fue a la mili por no dar la talla más la silla oscila, según el reglamento, entre los 48 y los 61 kilos, y para un caballo supone más esfuerzo galopar con un fulano encima que tirando del mismo. De ahí que las cuadrigas desarrollaran unas velocidades impresionantes, y que por ese motivo el personal contuviese el aliento cuando tomaban las curvas y estallasen de júbilo al ver que los carros de su FACTIO de su alma lograban salir airosos de la misma, bien pegados a la SPINA y ganando terreno a los adversarios. Ciertamente, debía ser un espectáculo visual sobrecogedor, las cosas como son.

Bueno, criaturas, espero que este trío de articulillos les haya ilustrado, deleitado y, sobre todo, les haya permitido olvidarse para siempre de los falsos mitos propalados por el cine. En lo único que se han aproximado a la verdad es en que los LVDI CIRCENSES eran un deporte de alto riesgo en el que la vida de aurigas y caballos pendía de un hilo cada vez que salían echando leches de las CARCERES, tanto o más que las de un piloto de coches o motos de carreras, de los que ya hay una larga lista de bajas por accidentes de lo más brutales. 

En fin, ahí queda eso.

Hale, he dicho

ENTRADAS RELACIONADAS:







"Circus Maximus", obra de Jean-Leon Gerome realizada en 1876 que nos muestra la grandiosidad del inmenso recinto atestado de público en el momento en que las cuadrigas toman la curva de la SECVNDA META. A la izquierda, sobre las gradas, aparece el Palatino, y delante de la barrera varios miembros de las FACTIONES observan el desarrollo de la carrera junto a un par de HORTATORES. Sin duda, las carreras de carros han debido ser el espectáculo más impresionantes de todos los tiempos

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