martes, 28 de marzo de 2023

BESTIARIO HERÁLDICO. EL LOBO

 


Desde los tiempos más remotos, los primates pensantes han tomado diversos bichos que pueblan el planeta como símbolos de determinadas virtudes, especialmente las relacionadas con la cosa castrense. Águilas, leones, osos, serpientes, lobos, toros, etc., han sido usados para informar a los enemigos que los portadores de esos símbolos eran fieros, fuertes, astutos, inteligentes y tenían muy mala leche. Algunos, por darle un matiz aún más significativo, recurrían a bestias mitológicas, que acojonaban más, como dragones, unicornios o grifos. Los cuñados, como ya podrán suponer, hacían uso de otros animalitos más acordes con sus "virtudes", como cucarachas, hienas o gusanos. Así, los probos homicidas de todas las épocas no han dudado en echar mano del amplio surtido de animales especialmente poderosos para apoderarse de su carga simbólica, e incluso los reyes se han querido asemejar a fieras tenidas por las reinas de su entorno, como las águilas o los leones.

Blasón de la Casa de los Henríques, un linaje
portugués. Observen los leones rampantes en
actitud agresiva

Ya antes de que los francos crearan lo que hoy conocemos como heráldica, los BELLATORES decoraban sus escudos con todo tipo de dibujos para identificarse ante propios y extraños en el campo de batalla, recurriendo casi siempre a estos bichos especialmente fieros. Pintados con vivos colores, los enemigos ya sabían con quién se iban a jugar los cuartos, y no pocas veces la sola visión del escudo de tal o cual guerrero era suficiente para disuadirlos y dar media vuelta. En España tenemos al invicto infanzón Rodrigo Díaz, del que las crónicas dicen que portaba un escudo sobre el que había mandado pintar un dragón dorado en actitud fiera para que sus enemigos lo identificaran de inmediato, de modo que tanto sus enemigos cristianos, como el rey de Aragón, el conde de Barcelona o los pelotas de la curia de Alfonso VI, así como los malditos agarenos enviados a la Península por el tenebroso Yusuf ibn Texufin, sufrieran repentinos apretones intestinales y ganas de hacer pipí. Recordemos pues que, como ya se explicó en su día, el origen de la heráldica era menos heroico y más pragmático ya que su misión era permitir ser identificados en la vorágine de la batalla, donde nadie se iba a detener a contemplar el rostro de cada ciudadano que se cruzaba en su camino para saber si era amigo o enemigo. Obviamente, puestos a ser comparados con algo, mejor con un animal poderoso que con un bocata de mortadela con aceitunas o con un gorrión canijo.

Otro ejemplo de blasones foráneos, en este caso de un armorial
tedesco. Obsérvense las cabezas de leones coronadas, así como
el amenazador brazo armado de un puñal. La cosa era mostrar
una actitud amenazadora

Bien, en la heráldica hispana hay cantidad de bichos de todas clases, incluyendo incluso abejas, lagartos, erizos, comadrejas o ardillas, animales que obviamente no se tomaron por su fiereza sino por otros atributos que no vienen al caso. Pero, como es lógico, los más recurrentes son los que simbolizan la agresividad, la fuerza, la obstinación y la astucia, cualidades muy útiles cuando el oficio al que uno se dedica es asesinar enemigos. La fiera más empleada es, como no podía ser menos, el león, el rey de los animales, el más fuerte, el más feroz, etc. Del mismo modo, el águila luce en mogollón de blasones, así como otros animales a los que se les atribuyen las virtudes necesarias para representar a guerreros temibles. Sin embargo, en España tenemos uno especialmente recurrente en nuestro bestiario heráldico: el lobo. Sí, ese cánido con tan mala fama que mata catorce ovejas para comerse un cacho de una y que acosa a beatíficas mocitas y candorosas abuelitas que viven en casitas chulísimas de la muerte en lo más profundo del bosque. El lobo, el enemigo del hombre y de sus rebaños, la fiera que nunca duerme y que siempre tiene en estado de alerta a los bravos mastines hispanos para que no esquilmen el rebaño cuya custodia se les ha confiado.

VEXILLARIVS del ejército romano cubierto por una
cabeza y la piel de un lobo, nada mejor para proteger al
portaestandarte de la unidad
¿Y qué tiene de especial el lobo en la heráldica? Pues a eso vamos...

Los egipcios ya consideraban al lobo (en este caso el chacal, el lobo egipcio) un símbolo del valor, y ya conocemos sobradamente que Anubis se paseaba por la universo con la cabeza de uno de estos cánidos. Los griegos lo asociaban con Apolo, enemigo implacable de lo maléfico, y los romanos con Marte, el dios de la guerra. Además, ya sabemos de sobra que a los fundadores de Roma los amantó una loba que pasó a convertirse en el símbolo del poder de estos probos imperialistas. Por otro lado, en las culturas antes citadas se recurría a la figura del lobo como vigilante y custodio de edificios o lugares sagrados. Estamos pues ante una fiera considerada como especialmente agresiva, valerosa, violenta y astuta, todo un compendio de virtudes asimilables a las del BELLATOR más esforzado. El lobo es cruel, osado y fuerte, por lo que venía de perlas para adornar los escudos de los hombres que lucharon durante siglos contra los invasores venidos de África y, posteriormente, de los que crearon el mayor imperio jamás visto. Por todo ello, mientras que en Europa es una bestia cuasi irrelevante que no llega ni a un mísero 1% de presencia en los blasones de la aristocracia, en España- más concretamente en la castellana y la navarra- es la segunda en importancia, solo superada por el león. Para ser exactos, alrededor de un 7% de las armerías españolas contienen la imagen de un lobo si bien su significado varía en base a su posición, actitud o parte de su anatomía que nos muestren. Así pues, dedicaremos este artículo a analizar la presencia lobuna en los blasones hispanos. Veamos pues...

Típica representación del lobo heráldico español
esmaltado en sable y, en este caso, lampesado
y armado de gules

La figura del lobo suele aparecer como elemento principal, cuando no el único, en los escudos de armas. Su posición es la que en francés se denomina como pasant, que en España se tradujo como pasante por su similitud fonética pero, en realidad, quiere decir paseante. Esto es un lobo que camina, con la pata derecha avanzada, la cola erguida, las orejas enhiestas, y lleva la boca abierta mostrando las fauces y la lengua fuera. Es la actitud de una fiera que avanza, dispuesta a atacar en cualquier momento. Estamos pues ante el símbolo de un guerrero fiero y agresivo, siempre atento y sin bajar la guardia. Por lo general, el esmalte usado es el sable (negro). Salvo que se indique otra cosa, este será el diseño convencional. De lo contrario, habrá que especificar el color, que podrá ser natural (el del pelaje del bicho), azur, oro, etc., y también si las garras, dientes, y/o la lengua tendrán un esmalte distinto, lo que se señalará añadiendo que irá armado (en referencia a las garras), fierezado (ídem respecto a los dientes), y/o lampasado ( ídem respecto a la lengua) de tal o cual color. No obstante, lo habitual es que se cambie el color de las garras, que se suelen poner de gules por aquello de la mala leche y la sangre de los enemigos.

Dos lobos pasantes ante un árbol. Obsérvese que, además,
van cebados con sendos inocentes corderitos en sus fauces

También es frecuente que sean presentados en parejas, por lo general puestos en palo, uséase, uno sobre otro y mirando ambos a la diestra del escudo. Hay ocasiones en que se colocan contrapasantes, uséase, el situado debajo o escachante mira hacia el lado diestro y el de arriba al siniestro. Esa misma posición pero con la pareja colocada en faja, es decir, uno tras otro y no uno sobre otro, se denominaría como contornados.

Bien, esta es la representación más habitual del lobo, pero tenemos más que podemos ver con cierta frecuencia. La más habitual es la del lobo cebado, que nos muestra uno o más lobos pasantes que llevan en la boca un cordero, generalmente de color plata. En este caso, se quiere manifestar que el guerrero no solo venció a sus enemigos, sino que además se hizo con sus despojos en forma de botín y prisioneros. Ojo, los blasones evolucionaban con el paso del tiempo, y las armas originales de un linaje podían verse aumentadas por otros símbolos que señalaran un hecho de armas notable. En este caso, el lobo original pudo verse con el añadido del cebado si un miembro de la ralea, por poner un ejemplo, derrotó a una mesnada agarena, trincó el cofre con la pasta y, además, los esclavizó a todos, retornando al terruño con la vida resuelta para una larga temporada.

Dos lobos empinados al tronco de un árbol, apoyando
las manos en el tronco del mismo

En otras ocasiones podemos ver la figura del lobo asociada a un árbol, generalmente un roble. El lobo o la pareja de lobos se colocan ante el árbol, aunando la fiereza de los miembros del linaje con lo añejo del mismo, lo que se simboliza con el árbol como algo cuyo origen se pierde en la memoria del tiempo. En otras ocasiones, el lobo pasa a representar enemigos poderosos, apareciendo empinados en su tronco, como queriendo morder las ramas. Está de más decir que esto también tiene su significado. En este caso, el árbol simboliza el arraigo y el abolengo del linaje, así como el hecho de haber erigido su solar sobre tierras arrebatadas a los malditos agarenos, y el lobo adopta en esta ocasión el símbolo de los enemigos que han pretendido en vano recuperar o arrebatar las tierras conquistadas. De ahí esos lobos empinados en el tronco que, en el caso del roble, hace referencia al rey de los árboles, el más sólido, el más longevo, el más resistente. Otro uso del lobo como figura asociada a los enemigos es el escorchado, un lobo esmaltado en gules que pretende representarlo desollado, es decir, un lobo vencido y despojado de sus armas. Una variante del enemigo vencido la tenemos en las cabezas de lobo, una o varias, que pueden aparecer sangrantes para resultar más significativas.

Cabeza de lobo clavada en una pica, que podemos
interpretar como la cabeza decapitada de un enemigo
valeroso que acabó de la misma forma

En fin, estas son las formas más habituales en las que veremos al lobo en el blasonario español. Obviamente, podemos encontrar variaciones si bien en un número insignificante, como el caso de lobas amamantando a sus lobeznos, levantados sobre las patas que, en este caso, no se denominan rampantes sino arrebatados, o adosados a castillos o torres, representando aquí el ímpetu por apoderarse de una fortificación enemiga o bien, como en el caso del árbol, del enemigo que intentó adueñarse del castillo del dueño del blasón. También pueden verse algunos escudos donde el lobo aparece encadenado a la puerta de un castillo, como guardando la misma de visitas inesperadas a modo de perro guardián. Otras formas, estas más habituales en las armerías foráneas, no lo representan del modo tan agresivo que vemos en España, sino durmientes, echados o corriendo.

Bueno, con este breve compendio creo que podremos conocer más a fondo el motivo de la existencia del lobo en los escudos de armas españoles. En otros articulillos daremos cuenta de las fieras más relevantes hasta convertirnos en consumados reyes de armas y tal.

Hale, he dicho

Blasón del ilustre linaje de los Haro, Señores de Vizcaya (este título lo ostenta actualmente el Rey), donde podemos ver dos fieros lobos hispanos. En campo de plata, dos lobos cebados puestos en palo. En orla, cuatro pedazos de cadena, de azur. Bordura de gules con ocho aspas de oro. La interpretación del mismo sería: linaje de hombres fieros que arrebataron botines e hicieron prisioneros a los enemigos. Las cadenas señalan su presencia en la batalla de Las Navas, y la bordura con las aspas indican que tomaron parte en la toma de Baeza a manos de Fernando III el día de San Andrés de 1227

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