Lo que vemos en las fotos no son piquitos, sino morreos clase A-Extra Superior. Son imágenes icónicas que han sido tomadas como símbolo de la pasión que los primates suelen sentir por sus semejantes del sexo opuesto (hoy día habría que preguntarse cómo se autoperciben ambas partes), y han sido reproducidas hasta la extenuación. La de la izquierda, obra de Robert Doisneau, fue tomada en la plaza del ayuntamiento de París en 1950, y nos muestra el avenate amoroso de Françoise Bornet y Jacques Carteaud, dos estudiantes de arte dramático que, por lo que sé, no culminaron su relación sentimental y, posteriormente, cada uno tomó un camino distinto. La de la derecha es una muestra de repentino ardor anónimo y que es un ejemplo preclaro de la irrefrenable tendencia de los homínidos a dar muestras de afecto cuando se está muy contentito aunque sea con gente desconocida. En este caso, la foto la tomó Alfred Eisenstaedt en Times Square cuando se conoció el final de la 2ª Guerra Mundial. En la imagen vemos cómo George Mendonsa, un marinero que, al parecer, se había tomado unos chupitos para celebrar la victoria, trinca por la cintura a una enfermera llamada Greta Zimmer Friedman y, sin pedirle su consentimiento, la morrea denodadamente. Y encima, para más escarnio y vilipendio, en mitad de una calle atiborrada de primates que han salido a celebrar la derrota sobre los honolables guelelos del mikado. Está de más decir que nadie afeó al marinero su impetuosidad, y que la Greta se lo tomó como lo que era, una simple muestra de júbilo a la que correspondió adecuadamente. De hecho, en la serie de fotos (fueron varias, pero la que se hizo famosa fue esa) se ve como la enfermera agarra al George por el cogote para achucharlo aún más.
Hasta hace pocos años, cualquiera que contemplase esas fotos sentiría un leve pellizco en el estómago, emitiría un suspiro profundo y murmuraría con voz trémula por la emoción:
-¡Osú, qué gonito é el'amó...!
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Solo una cuidada y enjundiosa campaña de ingeniería social puede conseguir que hasta las adolescentes hayan desarrollado un odio acérrimo contra los hombres sin que, en realidad, ninguna sea capaz de dar más explicaciones al respecto que las consignas con las que les han lavado el cerebro hasta el paroxismo |
Sin embargo, hoy día, una horda de hienas misándricas que han hecho del odio al hombre su razón de ser, pondrían a caldo al Jacques y al George, clamarían por el evidente abuso sexual que están perpetrando, y exigirían que ambos dos fueran procesados por violadores, especialmente el George, que no pidió permiso a la Greta para estamparle el morro en la jeta. La prensa se olvidaría de los precios exorbitantes del aceite de oliva, que vale más caro en España que en Irlanda, donde no tienen ni puñetera idea de cómo es un olivo, del encarecimiento de los malvados combustibles fósiles para obligarte a comprar un coche eléctrico que no puedes pagar, de las corruptelas y la insaciable voracidad de los políticos, de los pozos sin fondo que son los chiringuitos de los que viven una legión de parásitos que no han dado un palo al agua en su vida, de que un delincuente prófugo en búsqueda y captura vaya a ser amnistiado para que el psicópata amoral, narcisista y sin escrúpulos que ha perdido las elecciones pueda seguir luciendo sus trajes a medida y paseándose en avión hasta para sacar a mear al chucho y, en fin, los miles de problemas que aquejan a la sociedad. Lo importante, lo que de verdad quita el sueño a los primates hispanos, no es la preocupante situación económica y política de la nación, sino que un fulano calvo haya dado un piquito de 0'4 segundos de duración a una ciudadana que da patadas a una pelota.
Obviamente, aunque el título de este articulillo pueda hacer pensar que está dedicado al escandaloso, alevoso y asqueroso abuso sexual llevado a cabo por el calvo ante mogollón de gente, lo del piquito ya está muy trillado como para dar más palique sobre el tema, y más si consideramos que llevan semanas hablando de lo mismo. Lo cierto es que, en lo que a mí respecta, el calvo me da una higa, la ciudadana picoteada que patea balones, dos higas; el balompié en general, tres higas, y el balompié femenino miles de higas. De hecho, ni siquiera sabía que existen campeonatos mundiales para ciudadanas balompédicas hasta que leí en la prensa que al calvo iban a mandarlo a galeras por el piquito que, sin duda, no olvidará en su vida. El motivo que me mueve a salir de mi letargo bloguero va por otro lado si bien lo del piquito ha sido, digamos, el detonante. Veamos...
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Una sesión del polémico Foro Económico Mundial, donde ya no saben qué carajo inventar para jodernos la existencia |
Nuestra sociedad, en pleno proceso de putrefacción, ha llegado a un nivel de absurdo, a una distopía tan horripilante que, francamente, películas como "1984", "Un mundo feliz", "Soylent Green" o incluso "Demolition Man" ya no se nos antojan tan disparatadas, y podemos ver no sin grande angustia que las cosas más surrealistas pueden pasar y, de hecho, están pasando. Lo que vemos a diario es una prueba palmaria: fobias a todo, odio y bilis por arrobas, hay que medir cada palabra, hay que calcular cada gesto y hay que cuidar cada mirada porque siempre puede haber un ofendidito que saltará como un tigre para hacernos saber que somos unos loqueseafóbicos que no merecemos ni el aire que respiramos. Y, para rematar la cosa, la escoria de parásitos que se dedican al indigno oficio de la política solo viven obsesionados con sus infinitos complejos, con la jodida "agenda veinte treinta" de los cojones y con satisfacer las interminables exigencias de las minorías a costa de hacer la vida imposible a la mayoría, que poco a poco nos vemos relegados a la simple condición de esclavos exprimidos y controlados hasta cuando van a mear, a echar el polvete del sábado o a soportar al cuñado que se bebe media bodega en un rato.
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El gesto de las dos arpías es de premio |
Pero, de todas las aberraciones que nos están tocando conocer en estos tiempos tenebrosos, la que más me intriga es el pertinaz empeño por propagar a ultranza el odio más implacable hacia los hombres heterosexuales, uséase, los tíos normales y corrientes de toda la vida. El acoso al que nos vemos sometidos es cruel y riguroso, las leyes que se emiten no son para igualar derechos, sino para privilegiar a las mujeres, dándoles ventajas y facilidades para optar a cualquier puesto de trabajo menos asfaltar carreteras, picar piedra y cargar sacos de cemento. Se ha eliminado la presunción de inocencia del hombre, se ha invertido la carga de la prueba, la palabra de una mujer equivale a la de cien testigos de cargo, y la del hombre equivale a una mierda pinchada en un palo. Cualquier mujer puede arruinar la vida a un hombre mintiendo alevosamente sin que nadie ponga en entredicho sus declaraciones por absurdas que sean, y eso podemos verlo tooooooodos los días. No dudan en acusar a sus maromos/novios/follamigos de violarlas, maltratarlas, humillarlas o intentar matarlas y enviarlos al trullo sin más. No dudan en acusarlos de perpetrar abusos sexuales incluso contra sus propios hijos y, en fin, mil y una atrocidades que la enferma de odio de la menestra de Igual Da y su voceras, dos misándricas patológicas sin oficio ni beneficio que ganan un pastizal a costa de idear una maldad tras otra, se encargan de apoyar. Me pregunto los motivos por los que la menestra y su morsita aborrecerán tanto a los hombres, y las respuestas me las callo no sea que me chapen el blog por decir verdades indecibles. Un ejemplo: en la secuencia de fotos de la derecha podemos ver como un probo ciudadano, acusado de aporrear la puerta de su ex y de insultarla dando berridos, muestra ante el juez una grabadora donde quedó constancia de que ni hubo aporreos ni insultos. Solo se oye al hombre preguntando por el estado de salud de su hijo, el cual la arpía que lo parió se negaba a permitir que lo viera su padre. En la tercera foto vemos a la gárgola junto a una comadre haciendo un gesto de "la he cagado a base de bien" ya que, previamente, había declarado que el ex-marido era un ogro. Si no hubiera grabado nada, ese pobre hombre habría acabado entre rejas porque la palabra de la hiena vale más que la suya. ¿Es justo?
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La víctima del piquito que, con sus comadres balompédicas, pasó unos días de asueto en Ibiza a bordo de un yate pagado por todos los españoles. En ese momento aún no se había replanteado cambiar su opinión acerca del ínfimo ósculo propinado por el calvo |
Bien, ya sabemos que las leyes dictadas por la progresía autocrática y ofendidita nos veda incluso mirar a una mujer porque, si esta interpreta la mirada como lasciva, puede denunciarnos. Por cierto, ¿cómo se calcula el nivel de lascivia de una mirada? ¿Con un "lujuriómetro" o algo así? Sea como fuere, es un hecho que muchos de los hombres que actualmente están en edad de buscar pareja y formar una familia se lo piensan dos veces, y bastantes incluso renuncian a ello. ¿Por qué? Simple: tienen miedo. Miedo a que les arruinen la vida, a que les jodan el trabajo porque basta una simple denuncia, que no condena en firme, para que los pongan de patitas en la calle; miedo a verse estigmatizados, a que los "amigos" le vuelvan la cara, a crear una familia que luego puede deshacerse y tener que ver como sus hijos son usados contra ellos. Y, en vista del famoso piquito, ahora resulta que la fulana de turno hasta puede retirar su consentimiento con efectos retroactivos, es decir, que donde dije digo, digo Diego. Basta con declarar que fue seducida con malas artes o, simplemente, que se lo pensó mejor porque el tipo no la satisfizo o pegó un gatillazo.
Y la cosa es que, insisto, esta persecución sólo es sufrida por los hombres heterosexuales. Sin embargo, no creo que haya alguien haya visto u oído escandalizarse a la menestra, su morsita palmera o la guacamayo poner el grito en el cielo ante una sesión de morreo lésbico como el que podemos contemplar en la foto. Son mujeres, ergo debemos desechar de inmediato todo atisbo de duda. Son seres de luz que expresan libremente su amor, y bastante han sufrido durante siglos para poder hacerlo sin que los machistas heteropatriarcas opresores las fustiguen por ello. Ninguna acabará pasando la noche en el calabozo por una denuncia por abuso sexual o violación. Ellas están libre del terrible pecado original: ser varones heterosexuales.
Lo mismo digo de estos dos probos homosexuales que, apaciblemente, se picotean a su sabor. Sí, son hombres, pero su apetencia por otros hombres los libera de toda culpa. A nadie en su sano juicio se le ocurriría pensar que uno de ellos está abusando sexualmente del otro, aunque quizás le haya echado alguna porquería en el cubata para alelarlo y que se deje meter mano. No, no, nada de eso. Esas maldades solo las perpetran los hombres heterosexuales que, ávidos de carne, rebosantes de lujuria y obsesionados con el fornicio, recurren a todo tipo de artimañas para alcanzar su única meta en esta vida: mojar el churro.
Pero, a pesar de todo, los homínidos siguen empeñados en besuquearse como muestra de alegría, afecto o pasión arrebatadora. La inmensa mayoría de la población planetaria, salvo yo y unos cuantos misántropos contumaces más, aprovecha cualquier motivo para abrazarse y besarse. Es algo incrustado en nuestro acervo, de la misma forma que los macacos se despiojan entre ellos. Vean la foto de la derecha. Tiene pinta de ser una Nochevieja, en la cual la gente se arrechucha con todo el mundo. Siempre ha sido así, y nadie ha rechazado un abrazo o un beso de un/a desconocido/a. Ahora habrá que plantearse otra forma de actuar porque te la estás jugando. Cualquiera de esas dos ciudadanas, de las que nadie dudaría que se morrean gustosamente y por su voluntad, puede presentar una denuncia al día siguiente y se queda tan pancha, y el juez no objetará nada. Dirán que los fulanos esos les pincharon algo, o que las forzaron o que las hipnotizaron telepáticamente. Da lo mismo el motivo. La cosa es que les joderán la existencia y maldecirán la hora en que decidieron no quedarse en casita tomando las uvas con papá, mamá y el abuelo.
En fin, criaturas, así está el patio. Y lo peor es que esto no ha hecho más que empezar, y cualquier aberración, por absurda y surrealista que les parezca, puede ocurrir en vista del pelaje de los degenerados que rigen los destinos de la nación. ¿Ven esa conocida foto, no? Ya hablamos de ella en su día. Unos SA humillan públicamente a Adele Edelmann- muy aria ella- y a Oskar Dankner- con ocho apellidos judíos-, por haber tenido la osadía de refocilarse. Hoy día no hace falta ponerte un cartel en la calle, donde apenas te verán unas decenas de viandantes. Basta con publicarlo en las redes sociales y, en menos que un cuñado pela una cigala, medio planeta sabrá que eres un abominable violador, maltratador, pederasta, machista o lo que se le ocurra a la arpía de turno. Y si creen que la cosa no puede empeorar, piensen que lo mismo creerían Adele y Oskar unos meses antes de que el ciudadano Adolf se hiciese el amo del cotarro. Sirva de aviso.
Hale, he dicho
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¿Qué futuro espera a esta generación cuando un simple beso ya es un delito? Acojona pensarlo |
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