miércoles, 12 de febrero de 2020

ASHIGARU, LA INFANTERÍA PLEBEYA


Contingente de ashigaru armados con lanzas. Estas tropas, surgidas de los campesinos del más bajo nivel social,
lograron convertirse en piezas fundamentales en los ejércitos de los daimyo

Cuando vemos una película ambientada en el Japón medieval, puede que muchos piensen que los ejércitos que aparecen en las batallitas que tienen lugar se nutrían exclusivamente de samurai. Total, todos llevan armaduras, todos llevan en la espalda el sashimono que los distinguía de las tropas enemigas y todos usaban un armamento similar. En resumen, la impresión que dan es que en Japón había más samurai que políticos en España ya que había suficientes para formar mogollón de ejércitos de miles de hombres con los que los daimyo se dedicaron durante décadas y décadas a masacrarse bonitamente. Sin embargo, la realidad es que los efectivos de samurai con pedigree eran los menos, afirmación ante la que cualquier cuñado ahíto de documentales de Canal Historia levantaría la ceja perplejo. ¿Quiénes formaban entonces el grueso de los vistosos ejércitos nipones? Pues los ashigaru que ya mencionamos en la entrada anterior. Los "pies ligeros" que eran básicamente una réplica de los milicianos medievales europeos, o sea, campesinos que acudían a la llamada de las armas para sumarse al pequeño contingente de samurai para defender el territorio o bien hacerle una visita al daimyo vecino y dejarle el cortijo arrasado hasta los cimientos. Veamos pues en qué consistían los ashigaru y como, con el paso del tiempo, se acabaron convirtiendo en unos elementos fundamentales en los ejércitos de la época.

El emperador Tenmu (c.631-186)
La necesidad de formar ejércitos razonablemente numerosos contando con la población ya la planteó el emperador Tenmu a principios de su reinado, a partir del último cuarto del siglo VII. Pero por aquel entonces el estado no disponían de infraestructuras ni medios para establecer un sistema de reclutamiento, y menos aún para controlar que los llamados a filas acudieran en su momento a prestar servicio militar. El pueblo se preocupaba más por dedicar todos sus hombres útiles a sus labores, y el personal pasaba del tema y desertaban sin que nadie pudiera evitarlo. Total, que a la vista del fracaso obtenido por lograr disponer un ejército como Buda manda, Tenmu les hizo dos higas y se olvidó del tema. Así pues, se tuvieron que conformar con recurrir a los terratenientes con medios económicos suficientes como para disponer de un caballo y armas- los primeros samurai- y que además pudieran aportar campesinos de sus tierras o incluso aumentar sus efectivos contratando los de otros dominios. 


Genin escoltando a su señor. Como vemos,
está provisto de armadura y va armado con
espada y naginata cuya hoja lleva cubierta
con una funda de cuero
Los que por lazos de parentesco y fidelidad al clan del samurai eran considerados como hombres de confianza eran denominados genin, asistentes del guerrero, cuya misión principal era transportar toda la impedimenta del samurai al que servían y, llegado el caso, prestarle su ayuda en el campo de batalla si la vida de este corría peligro. Además, debían ir recolectando las cabezas cortadas por su señor para la ya conocida ceremonia de presentación tras la batalla para darse postín y tal. Hay que considerar que, en aquella época y según el código de conducta de estos probos orientales, la guerra era una especie de duelo personal entre los samurai de un bando y otro, y no dos masas de combatientes que se abalanzaban como carneros en celo para darse estopa con saña bíblica. Si por su valor y dedicación se hacían merecedores de ello, un genin podía verse elevado al rango de samurai con lo que ello conllevaba. Pero el resto de la infantería estaba formada por labriegos cuya fidelidad era más que cuestionable, mal armados y peor entrenados, por lo que no era raro que si la campaña se alargaba más de la cuenta tomasen las de Villadiego y dejasen a su señor/contratador tirado. En realidad, estos hombres eran lo más bajo del escalafón social del Japón, gente sin los elevados principios morales y éticos y demás zarandajas a los que les daba una higa todo lo que no fuera intentar trincar algo de botín si, tras la batalla, su bando era el vencedor. Así, no era raro que se dedicaran al pillaje e incluso a rematar a los samurai heridos para expoliarlos, robándoles sus armas, armaduras, etc.


De izquierda a derecha vemos a Noda Shirô, Koshirô Hyôgo y Kusunoki
Masatsura bajo una lluvia de flechas. Obviamente no salieron con vida
del brete
La primera vez que aparece en las crónicas el término ashigaru es en la batalla de Shijōnawate, librada en febrero de 1348 en el contexto de las Guerras Nanboku-chō que enfrentó a las dos facciones lideradas por sendos emperadores, el del Norte y el del Sur. En las crónicas de la batalla de cita a los shashu no ashigaru, que eran contingentes de arqueros que habían copiado el sistema mongol aprendido de estos cuando invadieron Japón un siglo antes. Hasta aquel momento el arquero por antonomasia era el samurai, cuya destreza con el arco era incluso más valorada que con la espada. Pero el samurai a caballo solo podía ofender a un enemigo en concreto, mientras que los shashu no ashigaru, disparando andanadas de flechas contra la masa atacante, especialmente la caballería enemiga, resultaban devastadores. La ilustración de la derecha nos muestra de forma bastante gráfica como la densa lluvia de flechas acabó dando la victoria a la Corte del Norte, con varios samurai muertos a causa de los proyectiles y a tres de sus líderes que no saben ya donde meterse para esquivarlos.


Ashigaru durante la Guerra de Onin. Como vemos, ofrecen
un aspecto deplorable, armados con simples cañas de bambú
afiladas e incuso uno que ha atado una hoz a una caña
En el sigo XV y tras el estallido de la sangrienta Guerra de Onin y el posterior Período de los Estados Combatientes en los que los daimyo acabaron con el bofuku de los shogun, estaba ya más que claro que la única forma de disponer de tropas suficientes era reclutando a campesinos que nutriesen de forma notable los ejércitos de los daimyo. Sin embargo, su fidelidad y su rendimiento en combate seguían siendo más que cuestionables. Si se les echaba encima la época de la cosecha se largaban sin dar explicaciones, su entrenamiento seguía siendo más que deficiente y, lo peor de todo, que no tenían el más mínimo reparo a la hora de cambiar de bando, y mientras una campaña la hacían bajo la bandera de una daimyo podían hacer la siguiente bajo la de otro si este les ofrecía unos jugosos incentivos. Como vemos, aumentar el número de efectivos de un ejército con semejante morralla no tenía mucho sentido, y la única forma de conseguir tropas fiables que, además, fuesen verdaderamente útiles en el campo de batalla era estableciendo lazos de fidelidad entre los daimyo y sus tropas y proporcionarles tanto las armas como el adiestramiento adecuados para hacer de ellos verdaderos soldados y no una banda de chusma dedicada ante todo al pillaje.


Dos armaduras originales de ashigaru del siglo XV. En el detalle central
vemos un tipo de protección más básico para la cara, consistente en un
protector de hierro que cubría frente y mejillas y se anudaba en el cogote
El primer paso para fidelizar a los ashigaru y, tanto o más importante, crear un espíritu de cuerpo, fueron las okashi gusaku, las armaduras en préstamo. Eran unas armaduras básicas, consistentes en una coraza o do lisa formada por láminas de hierro y provistas de faldones o kitsazuri que les protegían la parte superior de los muslos. Para protegerse los brazos usaban unas kote, unas mangas cubiertas en parte por placas metálicas, y las piernas se las protegían con suneate, unas grebas de hierro atadas sobre unas polainas de tela o kaihan. Para la cabeza era habitual el uso del jingasa, el típico sombrero cónico oriental que, en este caso, se fabricaba de hierro y se proveía de un cubrenucas de tela para proteger el cogote del sol si bien algunos se protegían con kabuto sencillos. Los daimyo con más medios económicos hacían pintar su mon en el peto, y algunos incluso mandaban lacar todas las armaduras del mismo color. De ese modo se lograba una uniformidad que siempre ayudaba a igualar a los hombres y aumentar los lazos que les unían a su señor.


Los tres tipos de armas en que se especializó la
infantería: lanza, arco y arcabuz
Con todo, la infantería de la época no solo se nutría de ashigaru, sino también de ji-samurai, hombres pertenecientes a un rango inferior a los samurai normales cuyos medios económicos les obligaban a trabajar a tiempo parcial como labradores y solo acudían a la llamada a las arma cuando el daimyo los convocaba. El constante y voraz afán expansionista de estos últimos obligó a muchos ji-samurai a optar por dedicarse por entero a la milicia o, por el contrario, pasar del tema y ejercer exclusivamente como granjeros. En caso de decidirse por la vida militar ingresaron en los ejércitos de los daimyo como ashigaru, abandonando sus aldeas y yéndose a vivir a los castillos de los grandes señores para sumarse a la guarnición de los mismos. Así, entre los ashigaru y los jin-samurai acabaron formando una competente fuerza de infantería que, además, se vio cada vez más especializada mediante la división de hombres en base al tipo de arma que usaban, arqueros, lanceros y, a partir de mediados del siglo XVI, arcabuceros. De hecho, estas tropas acabaron siendo decisivas en los campos de batalla hasta el extremo de que su importancia superaba notablemente a la de los samurai.


Arigashu pertenecientes al zori tori de un samurai cuidan y dan de comer
al penco de su señor. Como vemos, uno le ofrece el grano directamente
de su jingasa
Con los ashigaru ocurrió algo similar. Como su permanencia en filas se limitaba al tiempo de la campaña y, a pesar de los avances en los medios de reclutamiento, aún seguían alistándose los oportunistas de siempre que solo buscaban medrar a base de pillaje y expolio de cadáveres, los daimyo con medios suficientes se inclinaron por disponer de un contingente de ashigaru de élite que permanecían todo el año sujetos a filas. En realidad, para estos hombres era una oportunidad de mejorar su estatus social y olvidarse de acabar artríticos hasta la cejas por pasarse media vida en los campos de arroz. Los que lograban destacar y presentar alguna que otra cabeza a su señor tenían muchas opciones para ser elevados de rango y ser nombrados samurai, lo que conllevaba además obtener un feudo. El inicio de su carrera era como genin para, a base de méritos, lograr un puesto en el zori tori, un cuerpo de asistentes personales de un samurai de alto rango o el daimyo compuesto por sus ashigaru personales incluyendo el portador de sandalias- que aunque parezca una chorrada era uno de los cargos más anhelados-, el portador del yari, la lanza del señor, el del nobori, la bandera del mismo, y un ordenanza que igual valía como camarero, para ayudarle a armarse o para darle un masaje en el pescuezo con cremita y tal.


Teppo ko gashira con el bastón de bambú
propio de su rango. Lo que parece una ristra
de chorizos alrededor del cuello es en realidad
una bolsa con las raciones diarias de arroz
Los cuadros de infantería eran puestos bajo el mando de un samurai de confianza del daimyo que, por lo general, solía imponer una disciplina férrea entre su gente.  Estos samurai estaban distribuidos en una escala jerárquica perfectamente organizada para un mejor control de las tropas en el campo de batalla y, ante todo, organizar el entrenamiento que les permitiría rendir al máximo. Así pues, las unidades de ashigaru de un ejército estaban al mando de un arigashu taisho, hombres de la máxima confianza del daimyo ya que bajo ellos tenían tanto a los arqueros como los lanceros como los arcabuceros. Por debajo de ellos estaban los ashigaru  kashira, al mando de unidades equivalentes en efectivos a los de una compañía de infantería moderna, por lo general 150 hombres divididos en dos tipos de armas, V. gr. 75 arqueros y 75 arcabuceros. Finalmente estaban los  los ashigaru ko kashira, lugartenientes de los anteriores  que tenían bajo su mando a 30 hombres. Otro oficial era el teppo ko gashira, encargado exclusivamente de las escuadras de arcabuceros formadas por cinco de ellos más un arquero cuya misión eran mantener un mínimo de potencia de fuego o alejar a posibles enemigos mientras que sus compañeros recargaban. El distintivo de mando de los ko gashira era una caña de bambú por lo general lacada de rojo a modo de bastón de mando en cuyo interior llevaba una baqueta especialmente sólida para usarla como repuesto en caso de que a alguno de sus hombres se le partiera la suya. 


Escuadra de arcabuceros protegidos por manteletes. Estas unidades
se convirtieron en armas decisivas a partir de mediados del siglo XVI
Este elevado nivel de especialización se logró por mediación de Toyotomi Hideyoshi, cuyo padre había servido como ashigaru bajo Oda Nobuhide, padre de Oda Nobunaga, pertenecientes al famoso clan de daimyo de la provincia de Owari. Hideyoshi, que logró unificar el Japón durante el período Sengoku, tenía bastante claro que si permitía que otros daimyo lograban acumular tropas bien armadas y entrenadas como habían hecho Nobunaga, jamás lograría someter a los poderosos señores feudales deseosos de adueñarse de los territorios de sus vecinos y más allá. Así pues, en 1588 emitió un edicto, la Caza de las Espadas, mediante el cual los ashigaru que se enrolaban a tiempo parcial tenían prohibido abandonar los campos y portar armas. Por lo tanto, los daimyo se veían en la coyuntura de sumar el máximo posible de campesinos a sus ejércitos a costa de dejar los campos abandonados, lo que no se podían permitir porque eran la base del sustento tanto familiar como del personal a su servicio y sus tropas. 


Samurai rodeado por su guardia personal formada por otros samurai de rango
inferior y ashigaru. A los lados se pueden ver los porteadores que el Edicto
de Separación impedía usar como combatientes
No obstante, y precisamente para evitar maniobras por parte de los taimados daimyo que intentasen eludir la norma, Hideyoshi añadió en 1591 el Edicto de Separación, una segunda ley por la que se prohibía que los vasallos de los señores feudales cambiasen de estado. O sea, que un campesino ya no podría dejar de serlo bajo pena de muerte de la misma forma que un ashigaru no podía volver a sus labores rurales. Por lo tanto, los campesinos solo podían servir en un ejército como trabajadores, es decir, ejerciendo de porteadores, forrajeadores, carpinteros, leñadores o, en resumen, cualquier actividad que no implicase tomar las armas. Takeda Shingen llegó incluso a hacer uso de sus mineros- su clan explotaba varias minas de oro- para usarlos como tuneladores durante los asedios para minar las muralla, así que ya vemos que siempre hubo opciones para sacarles provecho a los currantes de cada feudo si bien para cuestiones puramente militares estuvieron vedados para siempre. 


Ashigaru portando el hata jirushi y el uma-jirushi de su señor.
Esto suponía un gran honor para los miembro del zori tori
El sucesor de Hideyoshi, Tokugawa Ieyasu, pudo llegar a culmminar la implantación definitiva del Edicto de Separación, labor que no fue nada fácil precisamente por las constantes fullerías de los daimyo para escaquearse de la norma. Pero por aquel tiempo, los ashigaru ya habían logrado ascender de estatus, siendo considerados como samurai de rango inferior. Su nivel de especialización permitió incluso establecer sistemas de respuesta rápida en cuanto algún señor tenía noticia de que sus dominios estaban bajo amenaza. Para ello, desde antes de la Caza de las Espadas los ashigaru acudían a sus labores cotidianas en el campo dejando las lanzas clavadas en el suelo junto a un par de sandalias de paja, pendientes del sonido de la horagai, una bocina hecha con una caracola que era la señal de acudir a los puntos de reunión y aprestarse a la defensa. Takeda Shingen estableció incluso un sofisticado sistema de atalayas de madera conocidas como noroshi, que eran unas torres en cuya parte superior se suspendía un recipiente con material combustible que se elevaba sobre un mástil y que era visible a gran distancia. O sea, un sistema básicamente idéntico al de las almenaras hispanas. Estas noroshi estaban distribuidas por toda la frontera de su feudo y llegaban hasta Kofu, la capital del mismo, siendo complementadas por mensajeros a caballo que recorrían una determinada comarca para poner sobre aviso al personal. Con este sistema, Takeda podía multiplicar por diez los efectivos de las guarniciones permanentes de sus castillos en muy poco tiempo. Ese tipo de actuaciones fueron precisamente las que obligaron a Hideyoshi y a su sucesor Ieyasu a imponer el Decreto de Separación, porque de no ser así cualquier daimyo podía formar un ejército de miles de hombres entre sus tropas fijas y las provisionales sacadas de los campos de arroz.

Bien, con esto ya podemos hacernos una idea de qué fueron los ashigaru y de la importancia que llegaron a tener pese a surgir de simples campesinos. Para lo referente a los distintos tipo de tropas y su organización ya dedicaremos otro artículo para poder estudiarlos con detenimiento.

Bueno, de momento vale por hoy.

Hale, he dicho


Un samurai acosado por varios ashigaru dispuestos a dejarlo en cueros tras darle muerte. Los otrora invencibles
y respetados samurai acabaron siendo  muy a su pesar uno más en el campo de batalla ante una infantería capacitada

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