lunes, 21 de septiembre de 2020

CÁMARAS DE TIRO

 

Cámaras de tiro del cubete artillero del Alcázar de Arriba, en Carmona (Sevilla). Este proto-baluarte, construido en tiempos
de los Reyes Católicos, barría de flanco las murallas norte y oeste. La foto nos muestra las cámaras de tiro que circunvalan el recinto con forma de herradura


En su día vimos con detalle el desarrollo de las aspilleras, las troneras y los buzones, diferentes tipos de aberturas para poder disparar a través de ellas contra los enemigos sin que este tuviera muchas posibilidades, por no decir ninguna, de replicar al defensor que lo estaba escabechando bonitamente a flechazos, virotazos, arcabuzazos o incluso cañonazos. Sin embargo, las aspilleras más primitivas adolecían de un problema: el grosor de los muros, a veces de dos metros o más, limitaba mucho el ángulo de tiro aún cuando el abocinamiento y el derrame fuese generoso. De hecho, lo que solemos encontrar es lo que vemos en la foto de la derecha, unas ínfimas rendijas que, situadas a gran altura en lo alto de la muralla, dan lugar a un ángulo muerto de varios metros a partir de la misma. Es decir, que todo aquel que lograra situarse a menos de seis o siete metros de la muralla, 
 o a veces incluso más, se volvía invisible, y solo si había cerca una torre de flanqueo se le podía seguir hostigando si bien el defensor corría el riesgo de que un ballestero enemigo lo dejase seco en el momento en que se asomaba por una almena. Estos probos homicidas tenían la fea costumbre de acechar los movimientos de los defensores bien protegidos tras gruesos manteletes de forma que, en el momento en que tenían ocasión, soltaban un virotazo al imprudente y se relamían satisfechos cuando los oían pegar un berrido, señal inequívoca de que habían hecho blanco.

Bien, aunque las aspilleras son un invento bastante antiguo ideado por el prolífico Arquímedes durante el cerco a Siracusa entre los años 214 y 212 a.C., lo cierto es que no llegaron a Europa hasta el siglo XII, como está mandado de la mano de los cruzados que tuvieron ocasión de verlas. De hecho, en la muralla construida por Teodosio en Constantinopla disponían de amplias cámaras de tiro destinadas a albergar escorpiones y cheirobalistras para hostigar a los visitantes non gratos. Como ya podemos suponer, los árabes también hacían uso de este dispositivo defensivo como el que vemos en la foto A, correspondiente al castillo de Haruniye, construido en 785 por el califa abasí Harun al-Raschid (c.763-809) en la actual provincia de Osmaniye, en Turquía. Este castillo, que se yergue en la cima de un empinado risco, contiene once cámaras similares distribuidas a lo largo de las murallas norte o noroeste. La de la foto B pertenece al castillo de Kantara, al norte de Chipre, y aunque las que se conservan datan de principios del siglo XIII, están basadas en las construidas por los bizantinos hacia los siglos X-XI.

¿Y qué hacían mientras tanto en los castillos europeos? Pues cabe suponer que disparar a través de las almenas protegiendo el cuerpo tras un merlón, que para eso se inventaron. La aparición de las aspilleras obviamente disminuyó las probabilidades de que un enemigo lograra acertar a un defensor al mismo nivel que las de que un político se vuelva honrado. No obstante, ya vimos al comienzo que sus mínimas dimensiones sumadas al generoso espesor de un muro limitaba enormemente el ángulo de tiro, sobre todo hacia abajo, tal como vemos en el gráfico de la derecha. A pesar del acentuado derrame que muestra la aspillera la posibilidad de apuntar hacia abajo es bastante escasa, y más si tenemos en cuenta que un arco requiere un espacio libre por delante para que al soltar la cuerda no golpee el muro y dañe las palas, lo que obliga al arquero a situarse a cierta distancia del mismo disminuyendo aún más el ángulo de tiro. Y si el muro es el doble de grueso, pues ya podemos dar por hecho que dicho ángulo se reducirá aún más. ¿Cómo solucionarlo? Pues metiendo al arquero en el muro.

En este gráfico vemos la sección de una cámara de tiro, que en sí no es más que un nicho con las dimensiones necesarias para que uno de estos probos homicidas ejerza sus habilidades cómodamente. Como podemos apreciar, al avanzar hacia la parte interior de la aspillera el arquero puede apuntar mucho más abajo, para lo cual incluso se ha añadido un pequeño derrame que permitiría enfilar a un enemigo que corretease a escasa distancia de la muralla, logrando en algunos casos ángulos de tiro de apenas 5º. Por otro lado, las amplias dimensiones de la cámara permiten a nuestro hombre mover su arma en cualquier ángulo sin estorbos ya que tiene una altura superior a la suya. Y ya que hay espacio de sobra, pues el ingeniero que diseñó el castillo llegó a la conclusión de que era una chorrada desaprovechar el espacio disponible labrando una aspillera birriosa, así que hizo una abertura vertical que abarcaba toda la altura de la cámara de forma que los defensores podían apuntar incluso a enemigos que merodeasen a bastante distancia de su posición. Otra cosa es que les acertasen, pero poder, podían disparar hacia donde les diera la gana.

Puede que alguno se pregunte que para eso no hacía falta fabricar una cámara de tiro. Bastaría hacer la aspillera hasta el nivel del suelo y ya está. El arquero seguiría disparando desde fuera del muro, pero con el derrame de esta nueva aspillera extra-larga no vería mermado su ángulo de tiro. Cierto, pero eso tenía unos problemillas, y no despreciables. Veamos el gráfico de la derecha, donde hemos construido una aspillera 4XL para no tener que fabricar la cámara de tiro. El derrame, que hemos marcado de rojo, tiene dos graves inconvenientes, a saber: uno, debilita la parte superior del muro de la planta situada debajo. Un bolaño que acierte en ese lugar abriría un boquete e inutilizaría la aspillera y, lo que es peor, podía producir un serio desperfecto en el arranque de la bóveda, cuando no un derrumbe de la misma; y dos, observen las flechitas rojas, cuya alevosa trayectoria es una trampa mortal si llegan a entrar por la aspillera. Si golpean en el derrame lo más seguro es que salgan desviadas hacia arriba, acertando al arquero. ¿Qué las aspilleras era muy estrechas y que colar por ahí una flecha era muy difícil? Sí, eso dije. Pero las aspilleras normales. Estas, al estar el tirador mucho más alejado de la abertura tenían que ser más anchas, más o menos como la palma de una mano, para no dejar el ángulo de tiro horizontal limitado poco menos que a 0º. 

¿Qué algo parecido podría pasar en una cámara de tiro? Podría, aunque con menos probabilidades porque, como vimos antes, el derrame está limitado a unos pocos centímetros en la parte inferior de la aspillera. No obstante, siempre podía construirse un pequeño parapeto de escasa altura como el de este gráfico. Como vemos, dicho parapeto no influye para nada en la puntería hacia una cota inferior, y detendría sin problemas cualquier proyectil dirigido hacia la aspillera, ya fuera un virote, una flecha o una bala de arcabuz. Y aprovechamos este dibujito, que ya he hecho bastantes por hoy, para reseñar que las cámaras de tiro para ballesteros eran más bajas que las destinadas a arqueros por razones obvias: una ballesta no requiere altura, sino anchura. ¿Qué por qué se limitaban a los ballesteros y no daban opción a poder usarlas tanto arqueros como ballesteros? Bueno, ya sabemos que el arco fue un arma con una difusión muy limitada en Europa, siempre tras la supremacía de la ballesta. En los reinos cristianos de la Península no se usó otra cosa que la ballesta, un arma que en campo abierto estaba en inferioridad respecto al arco pero que tras un parapeto era devastadora tanto por su potencia como por su precisión. Una ballesta podía estar cargada durante horas mientras que el ballestero acechaba a su próxima víctima, y en cuanto alguien asomase la cabeza sería hombre muerto. Un arco requería primero tensar la cuerda, tiempo suficiente para que el que asomó la cabeza la volviera a esconder. En fin, de las ventajas e inconvenientes de ambas armas ya se ha hablado varias veces y no vamos a redundar en ello. En todo caso, ya sabemos por qué motivo se crearon las cámaras de tiro. Veamos a continuación algunas tipologías...

A la izquierda tenemos dos ejemplos. La foto A muestra una aspillera de palo de Carcassonne (Francia), que presenta en su parte inferior un pequeño ensanchamiento para el derrame. Obsérvese que algunos sillares muestran unas protuberancias que pueden hacer pensar que se trata de piezas mal labradas. No es así. En realidad era un sutil método de aumentar el grosor del muro ahorrando material y peso que ya usaban los romanos. Dichas protuberancias, repartidas de forma un tanto aleatoria alrededor de la aspillera, reforzaban la zona del muro más delgada contra los impactos de bolaños lanzados por manganas o fundíbulos. La foto B muestra una aspillera de cruz y palo del castillo de Warkworth (Northumberland, Inglaterra) con un notable ensanchamiento en el derrame que aumenta sensiblemente el ángulo de tiro hacia abajo, que es de donde verdad provenía el peligro. Si observan a través de la ranura verán como un pequeño murete protegía al arquero o ballestero que disparaba a través de la aspillera, en este caso más susceptible de que se colase un proyectil enemigo precisamente a causa de la abertura inferior que le proporcionaba un ángulo de tiro mayor.

Veamos la parte interna de las cámaras de tiro donde se abre este tipo de aspilleras. La de la foto A pertenece al castillo de Caernarfon, en Gales. Muestra un amplio nicho que permitiría a un arquero adosarse a un lado u otro a la hora de apuntar de manera que tendría unos 90º de ángulo de tiro horizontal. En la zona inferior se observa a pesar de la luz que entra del exterior el ensanchamiento del derrame. La foto B pertenece a la cerca urbana de Aigues Mortes, en la Occitania, y curiosamente están casi a ras del suelo por lo que cabe pensar que en sus tiempos estaba precedida de un foso. Esta cámara de tiro presenta dos curiosos detalles: uno, los poyetes destinados a los guardias porque no creo que usasen ese sitio como cortejador, que era el nombre que recibían los tabucos ventaneros provistos de esos bancos de piedra. Pero lo más interesante quizás sean los salientes que vemos a la mitad de la cámara, que podrían seguramente ser usados para instalar una plataforma de madera para acoger a dos tiradores aprovechando la gran altura del nicho, que debía rondar los 2,5-3 metros de altura. De ese modo y ya que por ancho que fuese nunca podría ser usado por dos hombres uno al lado del otro, nada más acertado que ponerlos uno sobre otro. Más adelante veremos ejemplos similares.

Cuando empezaron a propagarse las armas de fuego, estas convivieron durante muchos años con las ballestas, por lo que se fabricaron aspilleras aptas para el uso de ambas armas. La más difundida era la de cruz u orbe. Algunos afirman que la cruz era un simple aditamento decorativo que a mi entender se me antoja un trabajo inútil, cuando no perjudicial ya que daba más sitio al enemigo por donde colar un proyectil. Lo lógico es que se usara la cruz para la ballesta y el orbe para el trueno de mano o el arcabuz y, de hecho, muchas aspilleras de cruz- se conservan bastantes tal cual- habrían sido modificadas con la adición del orbe al aparecer las armas de fuego. En la foto A mostramos una cámara de tiro con aspillera de cruz del castillo de Corfe, en Dorset. Como vemos, es mucho más baja que las destinadas a albergar un arquero, tal como se señaló anteriormente. El ballestero que la servía podía disparar tanto de pie como rodilla en tierra. La de la foto B es del castillo de Santa María da Feira, en el distrito de Aveiro (Portugal). Aquí vemos dos troneras de cruz y orbe que defendían el acceso al recinto con una posición muy peculiar, una sobra otra. Solo cabe pensar que estos no se complicaron la existencia: uno tiraba con un arcabuz tumbado en el suelo y otro de pie con arcabuz o ballesta.

Algo parecido, pero más sofisticado, debió pensar el constructor del castillo de Raglan, en el sureste de Gales, que vemos en la foto A. Las mortajas que se aparecen a los lados de la cámara podrían servir para instalar una plataforma destinada a un tirador situado en la parte superior si bien la estrechez del nicho hace pensar que sería un arcabucero. En la parte inferior y viendo el diámetro de la tronera, así como la losa que protege del rebufo del disparo, imagino que emplazarían una pequeña pieza de artillería como una cerbatana o un ribadoquín. La foto B, del castillo de la Latte, en Bretaña, muestra otro tipo de cámara de tiro bastante amplia, en este caso para tres armas: dos arcabuces en los lados y en el centro cualquier cosa que disparase, ya fuese un arco, una ballesta o un arcabuz gracias a su larga aspillera de orbe y palo o de cerradura invertida, como prefieran.

Ya en el siglo XV y con las armas de fuego totalmente implantadas, se crearon o modificaron las cámaras de tiro para hacerlas más adecuadas al uso de este tipo de armas. La foto de la izquierda, perteneciente al castillo de Coetfrec, construido en 1462 en Ploubèzre, Bretaña, nos muestra una cámara de tiro provista de un pequeño nicho en un lateral a modo de repuesto para disponer de cierta cantidad de pólvora y municiones, virotes de ballesta o incluso una bota de alpiste para las gélidas noches de guardia. La cámara, provista de una tronera de orbe y palo fabricada con piedra, estaba situada en un nivel superior. Obsérvense los mechinales que hay justo debajo de la cámara donde se empotrarían las vigas para sustentar una escalera o quizás unas ménsulas para soportar la tablazón de un entresuelo. En todo caso, y dejando de lado el hueco lateral que la hace más peculiar, este tipo de cámara de tiro se convirtió en el más difundido por toda Europa para las armas de fuego: un nicho con bóveda de medio punto o escarzana y una tronera de orbe y palo o cruz y orbe.

Y del mismo modo que los truenos de mano y posteriormente los arcabuces se fueron haciendo los amos del cotarro, la artillería ligera también se fue extendiendo en las fortificaciones neurobalísticas con cerbatanas, ribadoquines e incluso falconetes que, cargados con pelotas de hierro podían responder al fuego de las bombardas de los enemigos y, cambiando la munición por pedernales o ferralla, perpetrar verdaderas escabechinas entre los asaltantes que se aproximasen a la muralla, bien batiéndolos de frente con fuego cruzado o, más efectivo aún, de flanco cuando intentasen lanzar escalas o adosar a la muralla una máquina de aproche. Para ello se construyeron o modificaron cámaras de tiro como las que vemos en la ilustración superior, ambas del castillo de Mula, en Murcia, construido a principios del siglo XVI por el marqués de los Vélez con medios defensivos propio de la época. En este caso vemos que ambas cámaras disponen de mortajas y entalladuras diseñadas para emplazar bocas de fuego de pequeño calibre de forma que pudiesen contener su retroceso sin salir disparadas del nicho a causa del mismo. Ojo, no confundamos estas cámaras con las casamatas artilleras ya que estas tenían el abocinamiento y el derrame por la parte exterior, y estaban destinadas a piezas de mayor calibre.

Está de más decir que una cámara de tiro podía situarse en cualquier punto que se considerase adecuado, desde el antemuro o las torres de flanqueo a los recintos y dependencias interiores, incluyendo la torre del homenaje que, al cabo, era la fortificación más potente de un castillo y el último reducto defensivo en caso de que los enemigos lograran asaltarlo de forma exitosa. Y para ello, aparte de las aspilleras o troneras convencionales, se habilitaban como cámaras de tiro los tabucos ventaneros donde, en tiempo de paz, las damas pasaban las horas dándole a la aguja o contándose los devaneos de doña Fulana con el gentil trovador Mengano, o los caballeros urdían sañudas venganzas contra el vecino o planeaban la próxima cabalgada a tierras moriscas para recordarles que no pararían hasta echarlos a patadas al mar. El que vemos a la izquierda se encuentra en el castillo de Caldicot, Gales, y bajo el alféizar de la ventana podemos ver una aspillera de cruz. Este tabuco proceda seguramente de las obras que llevó a cabo Thomas de Woodstock en 1381, cuando en la convulsa Inglaterra de la época rodaban cabezas de villanos, nobles y monarcas como quien juega a los bolos.

Alguno se dirá que usar como elemento defensivo un tabuco con una ventana no parece muy sensato, pero las ventanas, como se explicó en su día, estaban muy bien protegidas precisamente para impedir que un bolaño o una pella entrase por la misma con las consecuencias que podemos imaginar. A la derecha vemos uno de los tabucos de la Torre das Águias, una casa fuerte que se yergue cerca de Brotas, en el distrito de Évora, Portugal, y que fue construida en 1520 por Nuno Manuel. En sus dos plantas señoriales dispone de varios de estos tabucos para dar la bienvenida a los cuñados que se aventuraban a pasar por ese aislado paraje. La foto izquierda muestra uno de ellos en el que, como vemos, se abre un vano de generoso tamaño. Bajo el alféizar tenemos una tronera de cruz y orbe, y si nos fijamos en los muros laterales, a media altura se pueden ver los huecos para un alamud. En la foto de la derecha hemos recreado el tabuco en situación de defensa. Una buena reja trabada podía detener un bolaño, pero no un virote o una bala, por lo que la gruesa ventana que se colocaba tras la reja para impedir el paso del frío o la humedad se atrancaba con el alamud, cerrando por completo la dependencia. Cuando visiten un castillo con tabucos ventaneros verán que en los poyetes y en la parte superior de las jambas aún perduran las gorroneras donde se alojaban los goznes de estas ventanas. Así pues, con todo bien cerrado, a los defensores les bastaba situarse en estos tabucos para hostigar a los enemigos como en una cámara de tiro convencional.

Bueno, criaturas, con esto creo que no se me queda nada atrás. Espero que les haya resultado ilustrativo y puedan ilustrar a propios y extraños con este dispositivo de defensa que, por lo general, suele pasar desapercibido.

Hale, he dicho

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Curiosa cámara de tiro "biplaza" del castillo de Santa María da Feira. La verdad, no sé si la idearon para dos hombres o para 
aumentar el campo de tiro de uno solo. En todo caso, lo cierto es que está prácticamente al ras del suelo, y que su escasa altura obligaría a los defensores a disparar rodilla en tierra o tumbados. Obsérvese el ennegrecimiento de la parte delantera de la cámara a causa del humo producido por los disparos

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