Sí, la malvada ingrata sigue desaparecida. Pero bueno, ya volverá, y si no vuelve pues tampoco pasa nada. Por lo tanto, seguiremos recurriendo a articulillos que no requieran mucha enjundia porque, debo reconocerlo, estoy en plan piltrafilla a causa de mi innata abominación a los cambios estacionales. Y como no es plan de seguir dando la matraca con las paranoias del camarada Vladimiro, que por cierto se está cubriendo de gloria, pues hoy hablaremos de algunas chorraditas sobre armas cortas que posiblemente muchos desconozcan. Son pijadas de escasa relevancia pero que vendrán muy bien para lo que debe ser nuestra principal misión en esta vida: chinchar cuñados sabiondos. Bueno, procedamos...
El debate entre los defensores de revólveres y pistolas como armas de defensa personal es tan interminable como las discusiones bizantinas en las que se pretendía dirimir el sexo de los ángeles. En España, dónde la legislación sobre la tenencia de armas cortas es una de las más restrictivas del mundo y, encima, la eximente completa por defensa propia es más improbable que acertar la combinación ganadora de la Primitiva, pues no es una cuestión que preocupe demasiado al personal. Más aún, colijo que más de uno preferiría no tener un arma a mano para repeler una agresión ya que es de todos sabido que en este vapuleado país se valoran más los derechos del victimario que los de la víctima, y pegarle dos tiros a un bondadoso ladrón, para no hablar de un beatífico asesino, es la mejor forma de acabar en la trena una larga temporada porque, como es lógico, el criminal es un pobre descarriado al que la malvada sociedad capitalista ha obligado a tomar el camino desviado sin que nadie se haya dignado redimirlo.
No obstante, en otros países mucho menos guays y enrollados que el nuestro sí se concibe que un ciudadano decente pueda defender su vida y la de los suyos contra un probo canalla miserable y dejarlo seco metiéndole una bala en el cráneo, y es en esos países dónde el mentado debate subsiste y subsistirá hasta que llegue el momento de volver a las hachas de piedra y los garrotes. Así pues, iremos enumerando los principales defectos y virtudes de cada arma y que cada cual saque sus conclusiones si bien no le servirán de gran cosa porque aquí, por no poder, no se puede ni usar una navajita frutera para repeler a un agresor armado con un destornillador de dos palmos de largo porque, como es lógico, la navajita frutera es un arma letal mientras que el destornillador es una inofensiva herramienta propia de honrados aflojatornillos.
Dos cajas de munición como esta forman la ridícula dotación de cartuchos que la ley permite adquirir anualmente. Como para ir a una guerra, vaya... |
Cooper desenfundando su inseparable Colt 1911. Creo que hasta se duchaba con ella |
Escopeta recortada. Son más dañinas que un cuñado en pleno brote psicótico |
Pero hay otra cosilla más a considerar, y es que si el agresor atisba la más mínima flaqueza o falta de decisión, y tengan por seguro que se percatará de ello tanto en cuanto son gentuza habituada a verse implicada en situaciones de ese tipo, no dudará en desafiarnos e incluso intentará arrebatarnos el arma. Si lo consigue, y no sería el primero, no solo se encontrará con una pistola gratis con la que perpetrar multitud de fechorías, sino que puede que incluso le suelte un balazo, bien durante el forcejeo, bien porque el homínido agresor está un poco alterado anímicamente debido a un preocupante síndrome de abstinencia y su autocontrol está bajo mínimos, así que no se complica la vida y le mete un tiro en la barriga a la víctima para asegurarse de que su capacidad de reacción habrá sido neutralizada. Ojo, esto sale mucho en las pelis, pero me temo que ocurre muchas más veces de lo que imaginan. Repito: disparar contra alguien no es fácil. Nada fácil, puedo asegurarlo.
En resumen, que ir armado no garantiza nada si el ciudadano no tiene claro que si saca el arma tendrá que usarla en caso de que el agresor no se vea intimidado, que tendrá que matarlo si se muestra especialmente agresivo o también dispone de un arma de fuego, y tendrá que asumir el costo que tiene aliviar al mundo de la presencia de un sub-humano que, aunque lo hayan detenido 274 veces y haya pasado dos tercios de su vida en el trullo, tiene más derechos que la gente decente frita a impuestos y que las pasa putas para llegar a fin de mes. Los políticos, cómplices por omisión de los homínidos, no se tienen que preocupar de eso ya que viajan en coches blindados y hasta van a mear acompañados de fulanos de "incógnito" vestidos de negro, con el cráneo rapado y pinganillo en la oreja para que todo el mundo sepa quiénes son los escoltas y poder así liquidarlos los primeros. ¿Nunca se ha preguntado cómo es posible que a los políticos nunca los atraquen, les violen a sus parientas o hijas o les pongan una navaja en el pescuezo en un callejón para robarles el reloj y la cartera? ¿O, caso de ser políticas, cómo es que nunca les dan un tirón o las violan una banda de menas para encima filmarlo todo y colgarlo en las redes sociales? Qué raro, ¿verdad? Todo le pasa a la gente normal, pero a los parásitos nunca o casi nunca, qué cosas...
Sí, ya sé que alguno se morirá de ganas de dejarme en los comentarios donde ya nadie puede comentar eso de que sí ha habido víctimas entre los políticos. Ya, ya sé qué hay algún que otro voluntarioso defensor de esos sheriffs de Nottingham redivivos, pero esos fueron víctimas de terroristas, no de delincuentes comunes, y si el terrorismo duró lo que duró fue precisamente por falta de voluntad de los políticos para cercenar de raíz el problema. Por muchos homínidos que haya con la boina atornillada y la neurona llena de paranoias identitarias, con la formidable fuerza del estado y los medios de que dispone podían haberlos aplastado como cucarachas, pero el político prefiere palmarla antes que ser señalado como un vulnerador de los derechos humanos de los inhumanos, así que a otro con ese cuento. Sea como fuere, el terrorismo se sale de los conceptos que tratamos hoy, así que lo dejamos de lado. Este párrafo es solo una réplica a posibles mentes atribuladas por mi postura tan radical al respecto.
Bueno, creo que estos pormenores ya los tenemos claros, así que vamos al meollo de la cuestión. Mientras dormitaba ante la caja tonta, un arcángel se le ha aparecido al fulano del Ministerio del Interior que tramita las peticiones de licencias tipo B, lo ha amenazado con una espada llameante, el fulano se ha despertado con los cojones en la garganta y, nada más llegar a su tabuco, rebusca en las montañas de expedientes hasta dar con nuestra petición y le da curso. Damos por sentado que somos unos ciudadanos valerosos, decididos y dispuestos a usar el arma de defensa personal si nos vemos obligados a ello; además, nos hemos apuntado en la Federación de Tiro Olímpico para poder entrenar con regularidad y adquirir un mejor control sobre nuestra arma, así como la destreza necesaria para usarla en situaciones de todo tipo, por lo que es la hora de meditar profundamente en compañía de nuestra amada butaca y con el esmarfon apagado cuál es la opción más acertada. ¿Pistola o revólver? He ahí el dilema.
Bueno, ya me he cansado de disertar porque este introito más que introducción ha sido una filípica en toda regla, así que dejamos el debate sobre el dilema para la siguiente entrada.
Hale, he dicho
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