Los que me leen con cierta regularidad ya habrán deducido que soy muy aficionado al cine. Es más, alguna vez lo he dicho. E igualmente he proclamado hasta la saciedad que es lastimoso que, en vez de narrar o ambientar las historias que cuentan tal como fueron, se dediquen a fomentar estereotipos absurdos que la mayoría cree a pie juntillas. Es indudable que el personal da por sentado que lo que aparece en la pantalla es rigurosamente cierto, pero lo peor es que, encima, algunos hasta tienen la osadía de reafirmarlo sin tener ni puñetera idea de lo que hablan. En fin, es de todos sabido que la ignorancia es bastante atrevida, y si no, que se lo digan a los "expertos" de turno.
Bueno, el motivo de esta entrada, ya que hoy no estoy por meterme en temas enjundiosos, es comentar algunos de estos curiosos estereotipos que, aunque repetidos hasta la saciedad, no dejan de sorprender el hecho de que los "asesores históricos" de la industria cinematográfica sigan insistiendo en los mismos. Veamos algunos ejemplos bastante difundidos...
Chorrada 1: El centinela en la muralla que siempre lleva lanza y escudo. ¿Podría explicarme alguien para qué leches necesita un centinela que se pasea por el adarve un escudo que, además, es bastante pesado? Ciertamente, no hay datos que indiquen como iban armados los centinelas, pero el sentido común indica varias cosas, a saber: una de ellas es que, si no había peligro de un ataque inminente , las vigilancia debía reducirse al mínimo. Bastaban un par de hombres para controlar la puerta y la zona que se abría ante ella. Y, por la misma razón, debían ir ligeramente armados. No tiene mucho sentido ir cargado con un armamento defensivo de más de 30 kilos si no era preciso. ¿O sí?
Chorrada 2: Tropas que entran en combate con la capa puesta. Que era la mejor forma de que un enemigo tirase de ella y te derribara, tras lo cual te hundía el cráneo de un mazazo y santas pascuas. Esto es bastante habitual en las películas de romanos, donde siempre suelen aparecer con una capita roja. La capa en todas las épocas, ha sido una prenda de abrigo para protegerse del frío y la lluvia. Como es lógico, antes de entrar en combate, cualquier guerrero de desprendía de todo aquello que pudiera suponerle un impedimento, o facilitase al enemigo la tarea de apiolarlo.
Chorrada 3: Las muñequeras. En todas las películas de romanos aparece el apuesto tribuno o incluso el tabernero con unas muñequeras más o menos lujosas. Es un misterio de donde han sacado eso, porque se puede uno tirar horas buscando en representaciones escultóricas de la época sin ver ni una. Y en las pelis del medioevo, lo mismo, pero de cuero. Y tampoco ves una sola representación escultórica o pictórica donde alguien aparezca con esas muñequeras. ¿Alguien sabe de donde se lo han inventado? Enigma...
Chorrada 4: El caballero que no se quita la cota de malla o la armadura ni para ir al retrete. Y eso que pesaban más de 20 ó 25 kilos. Pues nada, no se la quitan en toda la película. Hasta cuando se pasean por la ciudad apaciblemente van armados de punta en blanco. Los milites de la época vestían conforme a su rango, con prendas cómodas: calzas, zapatos, camisa, túnica con ceñidor, capa, pelliza, etc., y se cubrían la cabeza con un birrete o cualquier gorro a la moda del momento. Solo se armaban para combatir, que ya era bastante.
Chorrada 5: Combatientes pesadamente armados que caen muertos al agua y flotan. Cuando alguien se ahoga, de entrada se va al fondo como una piedra. Los pulmones se llenan de agua, lo que elimina la única posibilidad de quedar a flote. No es hasta cuando comienza la putrefacción cuando, debido a los gases derivados de la misma, el cuerpo sale a flote al cabo de varios días. Y si encima lleva una lóriga o una armadura, ese no sale más a flote como no sea que se seque el río. Y si alguien lo duda, que se tire a la piscina agarrado a una saco de yeso de 10 kilos y me cuente si flota o no.
Chorrada 6: La batalla terminó hace diez minutos y ya está el campo de batalla lleno de buitres. Los buitres, aves carroñeras como todos sabemos, esperan al menos a que desaparezca cualquier atisbo de actividad humana antes de bajar de las nubes por su inmunda pitanza. Muchas veces, en el campo, he podido ver como se pasan horas dando vueltas y vueltas hasta decidirse a descender a darse el festín con el cadáver de algún animal muerto.
Chorrada 7: La batalla ha terminado y, aunque haya tenido lugar en tiempos de los hititas, siempre hay montones de restos de incendios aún humeando o incluso ardiendo todavía. ¿Qué es lo que arde? En una época en que no existía la pólvora, ¿qué cosa hacía arder el campo de batalla? ¿Las colillas del último cigarrito antes de entrar en combate quizás?
Chorrada 8: La batalla terminó anteayer, pero el campo de batalla sigue lleno de armas tiradas por todas partes y, siempre en primer plano, una espada clavada en el suelo. Las armas de los caídos era lo primero que el ejército victorioso recogía. Eran caras, útiles, y un buen botín como para dejarlas oxidándose en mitad del campo. En cuanto a la espada clavada de turno, ¿quién se dedicó a ese curioso menester, en vez de clavarla en la barriga del enemigo? Es otro enigma...
Chorrada 9: Esta es genial, cuando el que manda los arqueros o la máquina de turno da la orden de lanzar diciendo "¡Fuego!". Sin comentarios...
Chorrada 10: Los interminables duelos entre dos combatientes. Y no solo se tiran 10 minutos dándose espadazos sino que, encima, nadie los molesta. En la vorágine de la batalla, no había frente ni zaga. El enemigo estaba en todas partes, y en cualquier momento podía uno recibir un golpe por detrás, por los lados, o ser atacado por varios a la vez. No había esa especie de coreografía disciplinada en la que todos los presentes se enfrentan por parejas. No, nada de eso. De hecho, en restos extraídos de fosas comunes se han contabilizado hasta diez heridas diferentes en el mismo esqueleto, producidas por armas diferentes y en ángulos diferentes. O sea, que al desgraciado lo masacraron entre diez al mismo tiempo para dejarlo literalmente machacado.
Bueno, ya seguiré contando chorradas.
Hale, he dicho...
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