lunes, 20 de agosto de 2018

Kaska SSh-36, el primer diseño soviético

Tropas soviéticas durante una parada en la Plaza Roja. Salta a la vista la clara inspiración germánica de los SSh-36
que cubren las cabezas bolcheviques de la soldadesca

Pequeño bolchevique con jeta de estar deseando
palmarla como un héroe por el padrecito Iósif
y la Santa Madre Rusia. En su cabeza de cachorro
comunista lleva un SSh-36
En su momento ya publicamos una entrada acerca de los primeros cascos usados por el ejército ruso durante la Gran Guerra, así como los primeros diseños llevados a cabo tras su guerra civil particular entre rojos y blancos. Como pudimos ver, dichos diseños no eran en realidad más que un vil fusilamiento del Adrian francés (Dios maldiga al enano corso) que tanto éxito tuvo a pesar de ser el peor casco de la sangrienta contienda y, por otro lado, los hijos del padrecito Iósif tenían cada vez más claro que la mejor forma de acometer la producción en masa de un nuevo modelo era ciñéndose a los baremos tedescos, que en esas cuestiones superaban con creces al resto del personal. Por lo tanto, en lo primero que pensaron fue en un diseño de una sola pieza, olvidándose de los cascos  construidos a cachos como el Adrian que, además de complicarles la vida, no tenían ni remotamente la resistencia del casco alemán, y aún menos capacidad defensiva ya que los laterales y la parte trasera de la cabeza quedaban totalmente expuestos. Por cierto que este era el mismo defecto del Brodie británico (Dios maldiga a Nelson), modelo que, al cabo, no era más que la resurrección de un capiello medieval debido a la premura por disponer de un casco con el que intentar reducir el escalofriante número de bajas producidas por heridas en la cabeza.

Fases de prensado de un casco alemán. Disponer la tecnología necesaria
para ello debía producir sueños húmedos en los diseñadores
soviéticos de los años 20
Sin embargo, y a pesar del interés mostrado por el ejército soviético por dotarse de un casco eficiente, la depauperada industria nacional estaba bajo mínimos, por no decir casi en el medioevo. Tras su desastrosa participación en la Gran Guerra, la revolución bolchevique y la guerra civil estaba claro que una cosa era planificar un diseño molón y otra llevarlo a cabo, y más si hablamos de una producción en masa de cientos de miles de unidades. En todo caso, ya en los años 20 los rusos empezaron al menos a inspirarse en modelos ya existentes fabricados en una sola pieza si bien su proceso de elaboración no era nada fácil para ellos. Debemos tener en cuenta que un casco de acero aleado con molibdeno no era una cacerola, que salía terminada con un golpe de prensa. Por el contrario, para completar cada unidad se debían efectuar varios prensados porque no era posible darles forma en uno solo, y con máquinas capaces de desarrollar más de 100 Tm. de presión. Eso, en la Rusia de finales de los años 20, era cuasi una utopía. El emblemático casco alemán en el que casi todos se inspiraron tenía nada menos que doce fases de prensado, y eso que sus formas eran en sí bastante básicas y limpias, así que ya vemos que la empresa que tenían por delante los probos esclavos del padrecito Iósif no era cosa baladí.

A finales de los años 20, el equipo de diseño liderado por el teniente Aleksander Abrámovich Shvartz se hizo cargo de la compleja misión que suponía poner en marcha el diseño y la producción de un casco decente para proteger los cráneos bolcheviques. La premisa principal era que debía obtenerse mediante estampación y de una sola pieza. No parece ser que durante ese tiempo lograse grandes éxitos ya que solo se conserva un ejemplar de los prototipos que se fueron creando y que actualmente se conserva en el Museo de Ingenieros, Artillería y Transmisiones de San Petersburgo. El prototipo en cuestión, que podemos ver en la foto de la derecha, al menos cumplía con los baremos establecidos: era de líneas básicas y limpias, tenía una visera aceptable para proteger los ojos y, aparte del crestón superior típico de los primeros modelos rusos, se obtenía de una sola pieza. 

A la vista de los magros resultados para cumplir con la misión encomendada, a principios de los años 30 se tomaron como principales referencias cuatro modelos bastante básicos y que ya estaban en producción en sus respectivos países. En la foto 1 tenemos el M-30 checo, que por cierto sirvió en grandes cantidades en la guerra civil española. En la 2 vemos el M-26 sueco. La 3 corresponde al M-31 polaco, cubierto con una peculiar capa de pintura rugosa que se asimilaba a la piel de una salamanquesa (siempre me han dado un asco bestial esos bichos), lo que eliminaba la posibilidad de emitir reflejos delatores. Por último, en la foto 4 podemos ver el M-33 italiano, un diseño que años más tarde fue prácticamente copiado cuando le llegó la hora del relevo al SSh-36 que hoy nos ocupa y que también intervino en cantidades masivas durante nuestra guerra civil, sobre todo encasquetado en los cráneos fascistas del CTV enviado por el belicoso y cesariano Benito. Los cuatro modelos cumplían las exigencias del alto mando: estaban construidos en una sola pieza, ofrecían una protección adecuada y, en teoría, eran fáciles de producir en cantidades masivas.

Sin embargo, y a pesar de que Shvartz sería un probo comunista deseoso de servir a la Santa Madre Rusia y al padrecito Iósif, la verdad es que al final optó por no complicarse mucho la existencia así que, sin el más mínimo pudor, se limitó a copiar el modelo 1916 alemán. Pero los medios de que disponían Shvartz y su equipo no eran ni remotamente los alemanes, y para fabricar los primeros prototipos tuvieron que recurrir a herreros para forjarlos a mano como si estuvieran en plena Edad Media, que en este caso no sería un símil, sino una realidad palmaria. Para darle la curvatura a la lámina metálica de donde saldría el casco se ayudaban de una matriz de madera, sacando los dos tercios inferiores del casco, es decir, con la parte superior descubierta. Tal como vemos en la foto, una vez obtenida esa parte se soldaba por detrás y, finalmente, se daba forma a la "tapadera", por así decirlo, del casco. Se obtenía batiendo una chapa hasta darle la forma adecuada y, por último, se ajustaba y se soldaba. Las flechas señalan los cordones de soldadura resultantes del proceso, que no era precisamente de una delicadeza digna de huevos de Fabergé. En total no se llegaron a completar ni veinte ejemplares.

Vista lateral de uno de los prototipos, que curiosamente eran
casi calcados del M-35 alemán que aún no se había creado.
Obsérvese el cordón de soldadura señalado con la flecha
Está de más decir que un prototipo semejante jamás podría ser aceptado para su producción en masa. La industria soviética no tenía aún prensas adecuadas para obtenerlo de una sola pieza como el modelo alemán, y el curvado de la parte inferior no era posible realizarlo mediante prensado porque sus laterales, totalmente verticales, atascarían la prensa ya que no había donde cogerlo para sacarlo de la matriz. En resumidas cuentas, aquello era un fiasco de tomo y lomo absolutamente inviable. Y lo malo era que Shvartz y su equipo ya llevaban varios años dedicados por entero al proyecto del casco, y en un régimen en el que los errores y/o retrasos no se consideraban simple incompetencia o falta de recursos sino alta traición, la cosa era para preocuparse porque en cualquier momento podían recibir la inquietante visita de la GPU y ser enviados a paso ligero a la Lubianka para, tras un intenso interrogatorio en busca de posibles conspiraciones a nivel galáctico contra el régimen, ser sacados por la puerta trasera con un balazo en la nuca mientras que sus familiares eran metidos a empellones en un vagón de ganado camino de algún gulag perdido en las entrañas de Siberia. 

Bien fuese por la amenaza latente, bien porque la industria soviética fue mejorando su capacidad, bien porque se le apareció la phantasma del padrecito Vladimir o por todo junto, la cosa es que, por fin, en 1935 Shvartz y sus muchachos lograron por fin dar con un diseño viable. Cabe suponer que, para ello, las fábricas dedicadas a la producción metalúrgica ya disponían de maquinaria adecuada, porque el prototipo recién parido por el equipo del sufrido Shvartz seguía teniendo unas evidentes connotaciones germánicas. A la derecha podemos ver el resultado final de tanto esfuerzo, el que sería el stalshlem 36 o, abreviado, SSh-36. Según podemos apreciar, cumplía sobradamente los requisitos exigidos. Estaba construido de una sola pieza mediante estampación, ofrecía una excelente protección ya que, además de cubrir por completo la cabeza, estaba provisto de una generosa visera y unas alas que, además, al tener un acusado ángulo hacia fuera, protegían los laterales de la cabeza pero sin mermar la capacidad auditiva de su usuario. En la parte superior tenía un orificio de alrededor de 1 cm. de diámetro para facilitar la ventilación del cráneo saturado de proclamas bolcheviques que, a su vez, estaba cubierto por un pequeño y característico crestón que, además, tenía la misión de desviar hipotéticos sablazos enemigos. Pero sablazos de verdad, no de esos con los que los cuñados suelen dejar las carteras vacías al personal. Esto ya era un anacronismo en aquella época, pero si consideramos que el ejército soviético mantuvo aún durante una década grandes contingentes de caballería es lógico que tuvieran ese detalle en cuenta. En cualquier caso, lo cierto es que era un diseño bastante eficiente, con un buen coeficiente balístico y capaz de resistir impactos de esquirlas de metralla e incluso de munición de armas ligeras disparadas al menos a 100 metros de distancia. Y, para redondear la cosa, tenía una línea verdaderamente elegante y estilizada.

Estaba fabricado con una chapa de aleación de acero de 1,38 mm. de espesor y tenía un peso total de 1.200 gramos. Este modelo, siguiendo la idiosincrasia rusa, estaba bien fabricado, pero omitiendo los refinamientos a los que tan aficionados son los tedescos. Por ejemplo, el borde del casco no estaba rebordeado, sino que simplemente se le hacía un leve biselado para eliminar asperezas, y estaba pintado a pistola de un color verde oliva satinado cuyo tono podía variar de forma sensible en función de la fábrica de procedencia e, incluso siendo de la misma fábrica, de un lote a otro. En la mentalidad rusa, la pintura tenía como finalidad proteger el casco de la intemperie y darle un color que lo hiciera lo más discreto posible en un entorno bélico, pero les importaba una higa que en un desfile se vieran tropocientas tonalidades de verde diferentes. Como vemos en la foto, inicialmente se pintaban mediante estarcido unas estrellas con la hoz y el martillo en color rojo, pero una vez que los rusos empezaron a llevarse mal con sus vecinos finlandeses y polacos decidieron eliminarlas porque eran una referencia de blanco espléndidas para los tiradores enemigos. Al parecer, este emblema se pintaba a nivel de unidad y no en origen ya que hay grandes variables en lo referente a tamaño y calidad del acabado en los ejemplares que se conservan.

El SSh-36 se fabricó en cuatro tallas numeradas de 1 a 4, pudiéndose obtener un ajuste más preciso regulando el cordón que cerraba la parte superior de la guarnición. La talla aparecía en un rectángulo pintado en la parte interior trasera del casco precedida de la palabra rost, POCT en cirílico, que significa precisamente "talla" o "tamaño". En dicho rectángulo se añadían además el año de producción poniendo las dos últimas cifras seguidas de la letra en cirílico г (abreviatura de год, año en ruso), así como las siglas de la factoría de origen. Inicialmente, la guarnición estaba fabricada con siete lengüetas de cuero cosidas a una banda del mismo material que, a su vez, estaba unida al casco con tres remaches. Las lengüetas estaban provistas en sus caras internas de un grueso relleno de lana para amortiguar los golpes. Con la misma finalidad, la guarnición estaba reforzada con una banda metálica corrugada cuya finalidad era, además de aminorar la energía de los impactos, facilitar la aireación del interior del casco. En la foto podemos ver su aspecto, así como el del barbuquejo, del que se fabricaron cinco modelos distintos si bien todos menos uno eran de lona. La excepción, del que se fabricaron muy pocas unidades, estaba elaborado con cuero teñido de azul y provisto con una hebilla sin pincho, mientras que los de lona montaban hebillas de presión, deslizantes, con tres pequeñas púas o con un único pincho que se ajustaba en ollaos metálicos y que, a modo de curiosidad, era el que usaban los SSh-36 que se enviaron a España durante la guerra civil.

Pero un año después de su puesta en servicio se decidió sustituir el cuero que, además de caro y difícil de trabajar, se estropeaba con más rapidez de los deseable, por una guarnición fabricada de algodón como la que vemos en la foto de la derecha. En este caso, para la banda de la guarnición dejó de usarse el cuero, siendo este sustituido por una banda elástica negra de un material inventado en 1933 llamado graleks, que no era más que el acrónimo de los apellidos de sus creadores, Grafov y Aleksenko. El graleks era un material obtenido mediante la impregnación en caliente de caucho natural en tela de algodón, obteniéndose un material flexible y mucho más duradero que el cuero. Anteriormente se había usado algodón impregnado en aceite de linaza, pero los resultados fueron negativos debido a que, cuando el aceite se secaba, se agrietaba el tejido y finalmente se deshacía. 


Finalmente y para concluir con los detalles técnicos, el sistema para fijar este tipo de guarnición permitía remover todo el conjunto para su limpieza o sustitución en caso de deterioro. La banda de la guarnición no estaba directamente fijada al casco mediante remaches, sino que estos sujetaban unas largas pletinas de hierro  galvanizado muy dúctil que, como si fueran los típicos encuadernadores de papelería, pasaban por unos ojales preparados para tal fin. Una vez colocada la banda corrugada y la guarnición se doblaban las tres pletinas, se cubrían con la tira de graleks para proteger la cabeza de roces con el metal y listo. En escasos minutos podía efectuarse el cambio sin problemas. 


Por desgracia, el pobre Shvartz no pudo ver como su magnífico diseño era debidamente alabado por el alto mando. En la Gran Purga llevada a cabo en 1937 por el padrecito Iósif, que además de ser comunista y psicópata era un paranoico digno de psiquiátrico, fue arrestado por el NKVD y ejecutado sin más historias. Estas purgas fueron el resultado de una portentosa obra de intoxicación tramada con precisión germánica por el Abwehr y el RSHA dirigidos por Canaris y Heydrich respectivamente y en la que se consiguió que el padrecito Iósif viera espías y conspiraciones hasta cuando iba a mear, y no mandó fusilar a su sombra porque entonces nadie se sentiría vigilado por la sombra del amado líder. Estas purgas, que incluso repercutieron en las familias de los acusados para no dejar ningún hilo suelto, descabezaron literalmente al ejército soviético, privándolos de cerebros que habrían podido, no solo seguir modernizándolo, sino incluso frenar en seco el ataque alemán de 1941. Pero, claro, precisamente por eso Canaris y el inefable Heydrich pusieron tanto empeño en hacer ver al padrecito Iósif que todo el mundo le odiaba. En la foto superior vemos al siniestro Guénrij Grigórievich Yagoda, principal fautor de la Gran Purga que, por ironías del destino, acabó siendo víctima de la misma. Fue eliminado en septiembre de 1937 y sustituido por Nikolái Ivánovich Yezhov, el cual también terminó su prometedora carrera en 1940, fusilado por traidor, conspirador, alevoso, no usar desodorante, ser excesivamente puntual, roncar durante la siesta, salpicar la tapa del inodoro al mear, etc. Desde luego, vivir en la Rusia del padrecito Iósif debía ser tremendamente angustioso, porque uno no sabía si por bajarse la bragueta con la mano derecha podría ser acusado de enemigo del pueblo o algo peor. Los ansiolíticos se deberían consumir por arrobas, supongo...


Ametralladores republicanos durante la guerra civil manejando una  Maxim
Tokarev modelo 1910, de las que el gobierno de la república adquirió
3.550 unidades. El tirador lleva en la cabeza un SSh-36, mientras que el
servidor usa un Adrian francés
Pero temas políticos aparte, la cuestión es que en 1936 ya había empezado la producción en masa, y qué mejor sitio para probar un casco que en una guerra. Así pues, fueron enviadas 10.000 unidades como parte de la ayuda material con que el padrecito Iósif pretendía convertir España en una sucursal de su imperio de paranoicos, las cuales fueron distribuidas entre las tropas republicanas y los escasos miembros del ejército soviético enviados como "asesores". Fue durante su periodo de servicio en España cuando recibió el nombre coloquial de kaska, palabro que no era más que una corrupción rusa del término español casco. Posteriormente, en 1939, tuvieron su bautismo de fuego en manos del ejército ruso a raíz de los enfrentamientos que libraron contra los japoneses tanto en la frontera coreana como en la de Mongolia. Para el ejército supuso todo un reto el envío de material a estos lejanos frentes de batalla debido a su pésima red ferroviaria y a su desastrosa logística, lo que obligó a dotar a los ametralladores y tropas de segundo escalón con los antiguos cascos Adrian modelo 1916 y sus copias rusas de 1928 porque no había SSh-36 para todos. 


SSh-36 de la Luftschutz
Su verdadera puesta de largo tuvo lugar durante la Guerra de Invierno contra Finlandia, cuyas tropas capturaron decenas de millares de ejemplares de este casco que fueron distribuidos entre sus unidades de apoyo y de defensa civil. Tras la guerra fueron almacenados hasta que, tras el colapso de la URSS en 1989, fueron sacados de las maestranzas militares y vendidos como surplus por todo el mundo. Pero si los finlandeses capturaron decenas de miles, los tedescos trincaron cientos de millares durante los primeros compases de la guerra en el frente oriental debido a que los rusos se rendían por ejércitos enteros. Los tedescos tenían terminantemente prohibido hacer uso en primera línea de material capturado como no fuesen carros de combate, piezas de artillería o ametralladoras, así que los SSh-36 fueron enviados a retaguardia para su uso por unidades civiles, como por ejemplo los centinelas de la Luftschutz, destinados a vigilar y dar la alarma en caso de ataques aéreos, o por el personal de apoyo de la defensa antiaérea, para lo cual se pintaron de azul oscuro con la calcomanía de dicha unidad colocada en la parte frontal. 


Servidores de una Maxim en una foto de propaganda. Al artista de turno
se le olvidó poner munición en la cinta. Acabó en un gulag, fijo. Aparte
de eso, salta a la vista la excelente protección que brindaba este casco
Sin embargo, y a pesar de su prometedora carrera, cuando entró en acción de forma generalizada en la frontera con Mongolia empezaron a surgir las primeras críticas. Su gran visera y su forma acampanada lo hacían un tanto inestable en condiciones de combate, siendo estas partes del casco precisamente las más complejas y caras de elaborar durante el proceso de prensado. Por otro lado, su guarnición no permitía usar debajo de la misma gorros de piel o cualquier prenda de abrigo que, cuando llegaba el invierno, eran imprescindibles para no tener que ver como a uno se le caían al suelo las orejas, completamente congeladas. Así pues, en 1939 se decidió reemplazarlo por otro modelo más racional y, sobre todo, más barato. No obstante, el SSh-36 siguió en producción paralelamente a sus sustitutos hasta el año 1941, año en que se suspendió definitivamente. Con todo, está de más decir que se siguió empleando durante mucho tiempo, que no estaba el patio para andar tirando cientos de miles de cascos cojonudos. 


Sufridos soviéticos en una birria de trinchera esperando la orden de
avanzar. Hay que reconocerles que le echaban voluntad, las cosas como son
Bien, así se creó y así fue la vida operativa del que fue el primer diseño netamente ruso. Tras la eliminación de su creador por ser un malvado enemigo del padrecito Iósif, está de más decir que su nombre quedaba proscrito y jamás debía ser pronunciado si no quería uno acabar en la Lubianka, así que, a raíz de su entrada en servicio en los combates en la frontera de Mongolia, a partir de 1939 fue bautizado, al menos de forma coloquial, como khalkingolka, en referencia a un río llamado Khalkin Gol el cual sirve de línea fronteriza entre China y Mongolia y donde a mediados de 1939 rusos y japoneses se dieron las del tigre. Fue la típica guerra breve pero intensa y nunca declarada que suele ser desconocida para la mayoría del personal pero en la que, a lo tonto a lo tonto, intervinieron miles de hombres y les costó la vida a más de 15.000 combatientes y unos 25.000 heridos entre ambos bandos en apenas cuatro meses de lucha.

Bueno, no olvido nada relevante, así que hasta aquí hemos llegado.

Hale, he dicho

Entradas relacionadas:

Curiosidades: el primer casco ruso


POST SCRIPTVM: Una recomendación cinematográfica que refleja a la perfección el estado de terror y la paranoia con que se vivía en tiempos del padrecito Iósif es "La muerte de Stalin", una cinta en clave de comedia negra que narra los hechos acaecidos a raíz del deceso del tirano. El mismo Nikita Khrushchev afirmaba que "si Stalin te decía "¡baila!", tu bailabas", tal era el miedo que inspiraba. En fin, merece la pena verla porque, además, es muy divertida. Pinchando aquí pueden ver el trailer. Por cierto que jamás comprenderé como aún queda gente que defienda la  ideología de este criminal patológico cuando sus mismos conmilitones lo repudiaron en cuanto se fue a hacer puñetas al infierno comunista, asegurando que había sido un mal bicho y una rémora para el desarrollo de la URSS.  


Soldados soviéticos congratulándose de haber convencido a los belicosos japoneses de que intentar invadir a la Santa
Madre Rusia no era nada aconsejable.  

No hay comentarios: