domingo, 24 de octubre de 2021

CRÍMENES DE GUERRA


ACLARACIÓN PREVIA

Este artículo no está relacionado con mis filípicas sobre temas históricos. Es simplemente un artículo de opinión. Lo advierto para que los que crean que es una entrada sobre los procesos de Nuremberg, Tokio o cualquier otro, sepan que no es así. Es una simple meditación sobre las cuestiones jurídicas y morales en las que diversas naciones se han amparado para incoar proceso a acusados por cometer crímenes en tiempos de guerra, eventos en los que todo el mundo se dedica a matarse lo mejor posible para poder ganar. Otra cosa: no pretendo abrir un debate sobre este tema. Si alguien quiere comentar, pues que diga lo que le apetezca, pero yo quedo al margen porque lo que tengo que decir queda dicho. Así pues, el que crea que le puede interesar este asunto, que siga leyendo.


Tribuna de los acusados durante el juicio de Nuremberg. De los 24 procesados, solo tres fueron absueltos: Franz von Papen, Hjalmar Schacht y Franz Fritzsche. Bormann fue condenado en rebeldía, Ley se auto-ejecutó antes de ser procesado, y Krupp estaba tan hecho polvo que no se le consideró apto para ser sometido a juicio si bien uno de los fiscales sugirió que, ya que no podían juzgar al padre, lo suyo sería juzgar al hijo. El presidente del tribunal, Geoffrey Lawrence, lo mandó al carajo, naturalmente

Ha sido una verdadera casualidad que, mientras elaboraba el articulillo sobre el Kempeitai, he tenido la ocasión de ver una miniserie de cuarto capítulos que, francamente, me ha gustado bastante. “El proceso de Tokio”, se titula, y la trama no se centra en los acusados como suele ser habitual en este tipo de películas, sino en los jueces. De hecho, las imágenes que aparecen del proceso son todas reales excepto las que enfocan a los magistrados que, en blanco y negro, muestran a los actores que los interpretan. El desarrollo de la película está enfocado exclusivamente en las cuestiones jurídicas y de conciencia de cada miembro del tribunal ya que, como había ocurrido antes en Nuremberg, se estaban juzgando crímenes que legalmente no existían cuando se cometieron. Cierto es que desde tiempos inmemoriales se ha hablado de “los usos de la guerra” en los que, de forma tácita, se admitía que determinadas conductas eran moralmente reprobables, pero no por ello punibles a nivel jurídico. El vencedor se tomaba venganza sobre el vencido ocupando sus ciudades, saqueándolas a su sabor y pasando a cuchillo a los que consideraba culpables de haber iniciado la guerra o de haber llevado a cabo los mismos saqueos y violaciones que ellos estaban perpetrando en aquel mismo momento. En resumen, no era justicia, era venganza, un sentimiento que muchos reprueban si bien yo lo considero legítimo. Eso de poner la otra mejilla o perdonar al que te ha hecho daño es una virtud divina, y los humanos, yo incluido, tenemos poco de divinos.

Dirigible británico C.23A escoltando a un convoy para protegerlo
de los ataques de los submarinos alemanes. Como vemos, tanto
unos como otros pasaron olímpicamente del tratado que firmaron
hacía menos de 20 años

Ya en tiempos modernos tuvieron lugar varias conferencias internacionales para acordar cómo debía ser una guerra “civilizada”, lo que tampoco es que fuera tenido muy en cuenta a la hora de la verdad. Por ejemplo, en la Conferencia de La Haya de 1899, en el punto 1º se “… prohíbe el lanzamiento de proyectiles de cualquier tipo desde globos o de cualquier tipo de dispositivos similares”, artículo en el que se ciscaron durante la Gran Guerra. En el 2º se prohíbe el uso “…de buques y submarinos cargados de torpedos”, lo que igualmente cayó en el olvido en el citado conflicto porque, ¿quién pone coto a la maldad humana o, simplemente, puede adivinar las armas que se usaran dentro de diez años? Es como poner puertas al campo. Sea como fuere, lo que sí es cierto es que los que pagaban el pato eran, aparte del sufrido pueblo que tenía que soportar las violencias y ultrajes del enemigo, los que mandaban las tropas. Los monarcas y ministros que desencadenaban el conflicto quedaban totalmente impunes, y de la misma forma que hoy se sacaban los ojos, al cabo de una semana se aliaban fraternalmente para sacarle las tiras de pellejo a un tercero.

El enano camino de Santa Elena. En justicia, por los países que
invadió, por las ciudades que arrasó y por los cientos de miles de
víctimas que causó, debió ser fusilado por la espalda, como se
hace con los traidores, y sus restos arrojados en mitad del mar. Es
insultante que su osamenta sea venerada en una bombonera de
mármol en Los Inválidos. Es lo mismo que si Hitler reposara en
un suntuoso mausoleo en Berlín

Haciendo memoria a bote pronto, el primer caso de “justicia” contra un criminal de guerra se llevó a cabo contra el enano corso (Dios lo maldiga PER OMNIA SECVLA SECVLORVM). Entrecomillo justicia porque, aunque fue un acto justo, no se llevó a cabo tras un proceso legal, sino por mera precaución. Como todos sabemos, cuando el enano pudo escapar de Elba no tardó ni dos minutos en liarla parda de nuevo, enviando más miles de hombres a la muerte para imponer su tiránica y abyecta voluntad. Tras ser derrotado en Waterloo no le pegaron dos tiros porque en aquella época estaba feo eso de liquidar a un “emperador”, así que lo mandaron al centro de la nada, donde ya no podía hacer daño a nadie. No obstante, tras el enano hubo más guerras que se saldaron de la forma convencional: el vencedor arrebata territorios al vencido como compensación, lo humilla un poco y tal y, de paso, le quita las ganas de enfrentarse a ellos.

Ejecución de civiles serbios a manos del ejército
austro-húngaro en 1916. ¿Quién fue el responsable?
¿Quién dio la orden? Vete a saber...

Así, llegamos a la Gran Guerra, en la que la propaganda aliada empezó a mencionar los crímenes, reales o no, perpetrados por los tedescos en las zonas ocupadas por sus tropas. Y, ciertamente, se cometieron arbitrariedades, pero aquí nos encontramos con la primera pega. ¿Quién era el responsable de que un batallón entrara en un pueblo belga y, tras violar a todas las mujeres que tuvieron a mano, fusilaron a los hombres que protestaron? Los austriacos cometieron crímenes similares contra la población serbia, en este caso como venganza por el asesinato del archiduque Francisco Fernando y señora y por el empecinado nacionalismo de su población. Pero, en ambos casos, ¿quién fue el responsable? ¿El káiser Guillermo? ¿El káiser Francisco José? Esos no solo ni se enteraron, es que ni siquiera sabrían que las poblaciones afectadas existían. No sería lógico que fueran considerados como responsables de los crímenes ordenados por un exaltado teniente coronel, un capitán o, ya puesto, por un sargento con mala leche que durante una batida ordenó matar a los habitantes de una granja que acababan de saquear para no dejar testigos. Al acabar la guerra, el sargento volvería a su casa a contar batallitas en la taberna y santas pascuas. Era un homicida anónimo, como lo son todos los que van a una guerra.

Este tipejo birrioso fue el verdadero culpable de
la muerte de decenas de millones de personas.
Si el 28 de junio de 1914 se hubiera quedado en
su casa, la historia del siglo XX habría sido muy
distinta, y seguramente no habría habido dos
guerras mundiales

Algunos me dirán que, obviamente, ningún káiser era directamente responsable de las burradas que perpetraban sus tropas, pero sí de haber iniciado una guerra de agresión. Aquí nos encontramos con la segunda pega. En una guerra, siempre hay uno que la empieza pero, ¿por qué la empieza? Puede empezarla porque está harto de las injerencias y abusos del vecino, porque lo presiona buscando asfixiarlo económicamente o, como en la Gran Guerra, por una mera cuestión de alianzas políticas que, como fichas de dominó, arrastró uno tras otro a casi todos los países de Europa. La Gran Guerra no la desencadenó Alemania, ni Austria ni ningún país, sino un imbécil, un nacionalista serbio que creía que matando al heredero del trono austro-húngaro iba a ver a todos los territorios eslavos del sur unidos, incluyendo los que pertenecían al imperio. Al final no vio un carajo porque palmó de tuberculosis en abril de 1918, pero su crimen provocó la mayor matanza conocida hasta la época. Él fue el que empezó la guerra. Por su estupidez, Austria pide explicaciones a Serbia porque considera que estaba en el ajo, Serbia pasa de darlas, Austria declara la guerra a Serbia, Alemania es aliada de Austria y se suma a la fiesta, Rusia es aliada de Serbia y se mete por medio, Francia e Inglaterra son aliadas de Rusia y declaran la guerra a Alemania, etc. etc. y ya tenemos medio planeta matándose porque un enano tísico no tenía nada mejor que hacer que pegarle un tiro al archiduque. Sin embargo, ¿quién tiró la primera piedra? ¡Ah, criaturas!, está clarísimo: el que perdió la guerra. El que la gana queda exento de toda responsabilidad, que hace recaer sobre el perdedor. Siempre ha sido así, y así será siempre.

Von Ribbentrop y Molotov, firmantes del Tratado de No Agresión
por el que, entre otras cosas, se repartían Polonia. Stalin, en el centro,
apadrina el acto. Jamás se le pidieron cuentas por las guerras que
desencadenó ni por los genocidios que perpetró
Llega la siguiente guerra. Alemania, literalmente triturada por el Tratado de Versalles y habiéndoles arrebatado territorios para cederlos a Polonia y Chequia, desea vengarse del expolio. Es justo, de la misma forma que los gabachos consideraron justo recuperar Alsacia, que durante 300 años estuvo pasando de una mano a otra y la habían perdido por última vez tras la Guerra Franco-Prusiana. Como ya explicamos en el artículo dedicado al “incidente de Gleiwitz”, planificado por el maquiavélico Heydrich y perpetrado por el audaz Naujocks, todo este montaje fue la consecuencia de haber arrebatado a Alemania Prusia Occidental para dársela a los polacos, quedando Prusia Oriental separada del resto del país. El ciudadano Adolf pide que se les permita construir un ferrocarril hasta Danzig, cuya población deseaba además volver a ser alemana, pero los polacos se ponen chulos y hasta amenazan a los tedescos con invadirlos. El ciudadano Adolf ya tiene la excusa para recuperar lo que era de Alemania cuando el ciudadano Adolf no era más que un acuarelista fracasado. ¿Quién fue el responsable de esta agresión? A mi entender, el que para humillar al vencido le arrebató parte de sus tierras para dárselas a otro, o sea, los Aliados. Pero el ataque a Polonia contenía un secretito: el ciudadano Adolf y el padrecito Iósif habían pactado repartírsela, y la URSS la invadió por el este el 17 de septiembre. ¿Alguien pidió cuentas a los soviéticos por esa guerra de agresión sin provocación previa? No. Entonces, ¿por qué entre las acusaciones de Nuremberg figuraba la invasión de Polonia por parte de los alemanes, pero no de los bolcheviques? Ah, y no olvidemos la invasión soviética a Finlandia, una auténtica guerra de agresión para, simplemente, arrebatarle territorios a los vecinos. El padrecito Iósif tampoco tuvo que dar cuentas a nadie de las casi 100.000 bajas causadas a los finlandeses.

La prensa norteamericana, con Hearst a la cabeza, fue la primera
que propaló el bulo de que España había atacado el USS Maine
para provocar una guerra de agresión

Las agresiones, como vemos, son relativas. Los yankees provocaron la guerra de Cuba para apoderarse de los restos del imperio español con un ataque de falsa bandera; provocaron de la misma forma la guerra de Vietnam, pero como en esa ocasión fueron los perdedores corrieron un tupido velo. La URSS se presentó en Afganistán para, en teoría, defender el régimen comunista y en la práctica para extender su influencia en la zona. Salen escaldados por los afganos apoyados por los yankees que, en vista de que sus antiguos pupilos prefieren seguir viviendo en la Edad Media, optan por invadirlos para acabar nuevamente derrotados, por lo que el velo se vuelve más tupido. Obviamente, Afganistán no puede pedir justicia por las familias vaporizadas por error por un dron mientras celebraban una boda porque los “líderes del mundo libre” son intocables, pero siguiendo sus razonamientos jurídicos de Nuremberg y Tokio, el secretario de estado de Defensa debía haber sido juzgado o, ya puestos, el presidente, que es el que autorizó esos ataques.

Tropas gabachas en Lauterbach, un pequeño pueblo perteneciente
al estado de Baden Wurtemberg, en septiembre de 1939

Grosso modo, ya vemos que el concepto de guerra de agresión es muy relativo, y es muy difícil, cuando no cuasi imposible, dirimir, no ya el que disparó primero, sino los motivos por los que se vio obligado a hacerlo o si lo hizo porque le dio la gana. De hecho, y por poner un ejemplo, fueron Francia y Reino Unido los que, obligados por la alianza que mantenían con los polacos, declararon la guerra a Alemania tras la invasión de Polonia, por lo que fueron estos los que agredieron a los tedescos. Más aún, fue Francia la que invadió Alemania. Su penetración en territorio enemigo fue bastante birriosa, de apenas unos kilómetros hasta que se toparon con la Línea Sigfrido, pero el agresor fue Francia y el primero que entró en territorio enemigo fue Francia, por lo que es lógico que Alemania rechazara a los invasores, ¿no? Pues al final de la fiesta, los agresión no fue de Francia hacia Alemania, sino al revés, que para eso fueron los perdedores, ergo los malos malosos. Veamos ahora los crímenes de guerra.

Es asombroso que a estas alturas aún haya quien niegue el genocidio
armenio mientras que el perpetrado contra los judíos no fue
cuestionado en ningún momento salvo por parte de los cuatro
gilipollas antisemitas que aún se empecinan en negar lo evidente.
La foto muestra alrededor de 40 víctimas asesinadas a manos de
los turcos a principios de 1919

A mi entender, hablar de crímenes de guerra en una guerra es tan surrealista como hablar de las ventajas de ser vegano en un concurso de devoradores de hamburguesas. En la Edad Media, lo que hoy se considera un crimen de guerra no solo no era reprobable, sino recomendable. El mismo Fernando III, el monarca que más territorios recuperó de manos de los agarenos, a pesar de ser un futuro santo no dudaba en mandar pasar a cuchillo a la población de las ciudades que se resistían a su avance. No dejaba títere con cabeza salvo a unos cuantos que salían echando leches a narrar la masacre a las poblaciones cercanas. El resultado era que cuando su hueste llegaba al siguiente pueblo, todos se habían largado, dejando la ciudad a su merced; por lo tanto, cargarse a unos cientos de moros le facilitaba ocupar varias poblaciones sin disparar una flecha y sin una baja propia, ergo era moralmente justo bajo su prisma. Al cabo, los agarenos eran los enemigos, los infieles, los invasores, por lo que acabar con ellos era la obligación de todo buen cristiano de la misma forma que los francos no dejaron bicho viviente en Jerusalén en 1099, o de la misma forma que, en tiempos más recientes, los turcos liquidaron a unos dos millones de armenios porque su presencia en el planeta no era deseable para ellos. Obviamente, todos esos actos son actualmente una abominación, pero quedaron impunes porque los perpetraron los ganadores. Por cierto, los "líderes del mundo libre" de los cojones no admitieron la existencia de dicho genocidio ¡hasta el pasado mes de abril de este año! Sí, los mismos que juzgaron a los nazis por genocidas no reconocieron que los turcos perpetraron un holocausto similar entre 1915 y 1923. Obviamente, los turcos no reconocen nada y, por supuesto, nadie fue procesado por ello ni fueron obligados a ofrecer ningún tipo de reparación a sus víctimas.

Sir Arthur Harris, considerado un mal bicho hasta
por muchos de los suyos. Archicondecorado por sus
"logros" con las bendiciones de Churchill, solo en la
"Operación Gomorra" contra Hamburgo provocó
unos 34.000 muertos y unos 150.000 heridos

Pero si nos vamos a la 2ª Guerra Mundial, aplicar el concepto de crimen de guerra lo tenemos muy complicado. Se procesa a los peces pequeños del bando perdedor por matar a 40 enemigos mientras que se condecora a los tiburones del bando vencedor por matar a cientos de miles de civiles. ¿Es justo? Diría que no. Se procesa a Peiper por criminal de guerra en base a que su grupo de combate causó la muerte de 362 prisioneros de guerra y 111 civiles. Obviamente, Peiper dio la orden o, al menos, lo permitió, ergo era responsable y debía pagar por ello. El mariscal sir Arthur Harris, siguiendo las órdenes que recibe de su gobierno y, de paso, porque él mismo fue el principal instigador de los bombardeos de saturación, arrasa hasta los cimientos Hamburgo, Colonia, Hanover, Berlín, Maguncia y Dresde entre otras ciudades, provocando cientos de miles de víctimas civiles. ¿Fue juzgado por ello? En absoluto. ¿Y Churchill? Menos aún. Lo vitoreaban cuando salía con su puro en la boca haciendo la V con los dedos. Los bombardeos de dichas ciudades no reportaron ninguna ventaja estratégica, por lo que las muertes causadas fueron tan inútiles como las provocadas por Peiper, pero a lo bestia. A Peiper lo condenaron a muerte, pero le conmutaron la pena y lo soltaron tras once años en la trena. Al mariscal Harris no lo juzgó nadie, y a Churchill menos, que para eso ganaron la guerra. Pero, ¿quién fue más criminal, Peiper o Harris? Juzguen Vds. mismos.

Tokio a mediados de 1945, tras recibir miles de toneladas de bombas
y napalm. El resultado fue de unos 100.000 muertos y unos 40.000
heridos. Las infamias cometidas por el Kempeitai no tuvieron
justificación pero, ¿lo tuvo lo que vemos en la foto?

El caso más flagrante: matanzas japonesas en Manchuria y demás territorios de Extremo Oriente Vs. bombardeos indiscriminados de ciudades japonesas más las dos bombas. Nadie niega, porque es innegable, que los honolables guelelos del mikado se pasaron tres pueblos con los chinos. Cometieron verdaderas monstruosidades, para no hablar de la Unidad 731, que experimentó con seres humanos todas las maldades imaginables. En justicia, todos los que tomaron parte en esos crímenes debían pagar y pagaron por ello empezando por Tojo, fautor de la política belicista del gobierno japonés. Pero eso, a mi entender, no justificaba arrasar poblaciones civiles del Japón, cuyos habitantes no eran culpables de las burradas del Kempeitai, de la Unidad 731 o de las órdenes de Tojo. De hecho, como ya hemos narrado, en el mismo Japón la gente vivía bajo un régimen policial asfixiante, totalmente volcado en un nacionalismo feroz. O sea, laminaron a cientos de miles de personas que, no solo eran inocentes, sino que muchos de ellos estaban en contra de lo que hacían sus gobernantes. Por lo tanto, los yankees debían, en todo caso, limitarse a arrasar sus fábricas de armas, sus acuartelamientos o cualquier otro objetivo militar, no ciudades que, por no tener, no tenían ni defensa antiaérea. ¿Quién dio la orden? Primero Roosevelt y luego Truman. ¿Fueron considerados como criminales de guerra? No. ¿Por qué? Porque Estados Unidos ganó la guerra. O sea, la pauta de siempre: el vencedor se va de rositas haga lo que haga.

Wilhelm Frick principal autor de las Leyes de Nuremberg tras
pasar por las manos del sargento mayor Woods. Sí, las Leyes de
Nuremberg eran una cabronada, pero una cabronada legal
emitida por un gobierno legal, y en su momento ninguna nación
protestó por ello.

Y vamos con la parte más complicada, los crímenes contra la humanidad. En Nuremberg se estableció ese concepto jurídico que, en sí mismo, fue una ley AD HOC para poder juzgar a los mandamases nazis por los genocidios perpetrados durante su nefasto paso por este mundo. De hecho, ya en aquel momento muchos juristas de prestigio afirmaban que aquello no era un juicio, sino una mera venganza para aplacar al personal tanto en cuanto uno de los fundamentos del Derecho es que NVLLVM CRIMEN NVLLA PŒNA SINE PRÆVIA LEGE PŒNALI, o sea, no hay delito ni pena si no hay una ley penal previa. Yo no soy jurista, por lo que no puedo hablar EX CATHEDRA, pero tengo sentido común y ese sentido común me dice que no se puede juzgar un crimen que cuando se cometió no lo era. Y en este caso la cosa se complica aún más, porque no hablamos de un chalado al mando de un regimiento que manda liquidar a una ciudad entera, sino de un gobierno de un país soberano reconocido por todas las naciones del mundo que dicta una serie de leyes por las que ese genocidio es legal, en este caso la Leyes de Nuremberg de 1935. Sí, es una aberración, pero una aberración legal tan aberrante como la que permitía hace apenas 50 años en muchos estados de los Estados Unidos segregar a los negros, negarles el derecho a voto, impedirles acudir a las escuelas y universidades, el matrimonio mixto bajo pena de cárcel o simplemente sentarse, comer o mear en el mismo sitio que los blancos. Ya vemos que los "líderes del mundo libre" también tuvieron sus Leyes de Nuremberg, las cuales aplicaron de forma implacable y toleraron que en los estados del sur los miembros del Ku Klux Klan lincharan negros con total impunidad sin que nadie pagase por ello. ¿Debieron pues quedar impunes hombres como Göring, Hess, Frick o Frank? Obviamente no. Por muy legal que sea, emitir leyes que legitimen el genocidio y la persecución de personas es algo inhumano, pero colijo que los que los juzgaron no debían haber sido los Aliados, sino el pueblo alemán, que fue la verdadera víctima, y no unos vencedores en cuyo país imponían un racismo palmario como los yankees, los británicos que eran aún más racistas o los gabachos, que a la chita callando hacían lo que les deba la gana en Argelia e Indochina.

No, no son críos judíos. Son ucranianos víctimas del Holodomor

Pero, por otro lado, si las Leyes de Nuremberg eran una aberración, ¿qué tratamiento le damos al asesinato de la familia imperial rusa y varios de sus servidores en la Casa Ipátiev, aparte de los miles de ejecuciones arbitrarias llevadas a cabo durante la Revolución Bolchevique? ¿Debemos considerar como un acto criminal los gulags del padrecito Iósif? ¿El Holodomor en Ucrania, que entre 1932 y 1934 mató de hambre a casi cuatro millones de personas, no es equiparable a los seis millones de judíos gaseados por el ciudadano Adolf? ¿Debía haber pagado Churchill por el Genocidio de Bengala, que acabó con tres millones de personas en 1943 y del que no se acuerda ni el Tato? ¿Y los gabachos, deberían haber dado cuenta de la matanza de My Trach, en Indochina, cuando tras juzgar a hombres como Peiper, Priess o Dietrich por lo de Malmedy, durante la madrugada del 29 de noviembre de 1947 mataron a 170 mujeres- muchas de ella violadas previamente- y 157 críos más las fechorías que llevaron a cabo en Argelia? 

Imagen del genocidio de Bengala. Salvo por los buitres, podría
estar sacada de cualquier campo de exterminio nazi
¿Y el genocidio del Congo, en el que los hoy garantistas y super guays de los belgas liquidaron entre 1885 y 1908 entre 10 y 15 millones de personas, aparte de castigar a la población con amputaciones de miembros y burradas por el estilo? Del exterminio de las tribus de Estados Unidos mejor no hablamos porque nos las sabemos de memoria. Así pues, nos encontramos con la siguiente cuestión: todos esos actos fueron genocidios de manual, perfectamente preparados, planificados, ejecutados, y nadie pagó por ellos. No pretendo con esto justificar el Holocausto judío ni mucho menos, sino hacer una pregunta: ¿Cómo los vencedores, que tenían sobre sus cabezas las muertes de millones de inocentes- en algunos casos incluso superiores a las provocadas por los tedescos-, se arrogaron la fuerza moral para juzgar a los nazis por hacer exactamente lo mismo que hicieron ellos? Visto así, ser juzgado por un vencedor que es culpable de los mismos crímenes que los vencidos deslegitima totalmente el proceso porque siempre habrá un componente de venganza y no de justicia en sus sentencias
.

Los garantistas y super guays belgas, esos que protegen a golpistas
y terroristas, mostrando negritos en una feria de muestras.
La foto data de 1958, y no puedo reprimir las nauseas que me
producen estos cínicos que ahora van de defensores de los
Derechos Humanos que ellos pisotearon en el Congo

Volviendo a los nazis, en este caso las víctimas fueron ante todo judíos que eran ciudadanos alemanes y que fueron exterminados en base a unas leyes que contravenían conceptos morales inherentes al ser humano. Eran alemanes de pleno derecho, que trabajaban, pagaban sus impuestos y muchos de ellos incluso combatieron y murieron en la Gran Guerra defendiendo su país. Ellos eran pues los primeros que tenían derecho a sentar a los nazis en el banquillo. Y a continuación, los países cuyos habitantes sufrieron esas leyes inhumanas en sus ciudadanos: Polonia, Francia, Italia, la URSS, etc. Pero no como vencedores, sino como parte afectada, de la misma forma que si un birmano se carga a un español, España pida la extradición del birmano para juzgarlo por asesinato. Y de la misma forma y por los mismos motivos debieron ser juzgados por crímenes contra la humanidad Churchill, Stalin, Leopoldo II de Bélgica, Vincent Auriol (en 1947 presidente de la IV República Francesa), más sus ministros y gerifaltes y, por supuesto, todos los presidentes de los Estados Unidos desde Washington hasta nuestros días, porque esos no han parado de meterse en todos los charcos que han podido y más.

Eichmann durante el juicio en Jerusalén que lo
condenó por genocidio. En su defensa alegó
obediencia debida ¿Pudo negarse a obedecer?

Y también en este punto nos encontramos con cantidad de casos de peces pequeños que pagan el pato. El más sonado: Eichmann, archimalvado perpetrador de la Solución Final. Pero no, Eichmann era un simple peón. Eichmann fue elegido por ser un buen organizador, no por tener buena puntería para matar más y mejor ni por pagar de su bolsillo los botes de Zyklon-B. Su participación en la conferencia de Wansee se limitó a enterarse de lo que debía hacer y cómo debía hacerlo. La orden había partido del ciudadano Adolf, que fue asumida por Göring y Himmler, que a su vez delegaron en Heydrich, el cual puso a Eichmann al frente del cotarro porque era un sujeto fiable, eficiente y meticuloso. ¿Podía haberse negado? Obvio. ¿Si se hubiese negado, habría tenido consecuencias? Creo que aún es más obvio. Si alguien como Heydrich te señalaba y te daba una orden, ¿habría alguien que se negase o, simplemente, se hiciese el loco para declinarla? Lo dudo. ¿Qué si no se hubiera afiliado en las SS no habría tenido que acatar esas órdenes? Evidente pero, ¿cómo iba a imaginar cuando se afilió al partido en 1933 que nueve años más tarde le iba a caer semejante encargo? Eichmann fue el último tornillo de la maquina, y su secuestro y ejecución a manos de Israel un acto de venganza. ¿Qué Eichmann era un santito? Naturalmente que no, pero su responsabilidad es a mi entender más que cuestionable. Su problema fue que ni Hitler, ni Göring, ni Himmler ni Heydrich estaban ya en el mundo para pedirles cuentas a ellos.

Ferebee y Beaham. Al igual que Eichmann, obedecieron órdenes
que causaron la destrucción de dos ciudades, miles de muertos y
heridos más cantidades indeterminadas de muertos por cáncer,
críos nacidos deformes, etc. Cada vez que les preguntaron si se
arrepentían de haber apretado el botón la respuesta siempre
fue la misma: no

Alguien que obedece una orden semejante lo tiene crudo, independientemente de que la cumpla o no de buen grado. Eichmann tuvo la misma responsabilidad que Ferebee y Beahan cuando apretaron los pulsadores que liberaban la Little Boy y la Fat Man respectivamente para desencadenar un holocausto nunca visto. Ellos también se limitaron a obedecer una orden impartida por Truman y, aunque autores materiales de ambas masacres, su responsabilidad era como la de Eichmann. Por cierto que, de la misma forma que Eichmann no se arrepintió de sus actos, tampoco lo hicieron los tripulantes del Enola Gay y del Bockscar. Más aún, Tibbets no se cansó de repetir hasta que palmó con más de 90 tacos que no solo no tenía ningún tipo de remordimiento, sino que lo volvería a repetir las veces que hiciera falta. Sin embargo, Eichmann acabó en la horca, mientras que las tripulaciones del Enola Gay y el Bockscar fueron elevados a la categoría de héroes. Paradójicamente, el único que se arrepintió de haber tomado parte en la fiesta nuclear fue el mayor Claude Eartherly, el piloto del B-29 Straight Flush, uno de los tres exploradores meteorológicos de la misión y que fue precisamente el que señaló a Hiroshima como objetivo porque Kokura y Nagasaki estaban cubiertas por las nubes, por lo que su misión se limitó simplemente a comunicar al Enola Gay que el cielo estaba despejado sobre Hiroshima, nada más.

Bombardero de un B-17 con el ojo incrustado en su mira Norden,
esperando el momento de colocar el retículo sobre el objetivo para
soltar las bombas. Estos hombres, que obviamente obedecían
órdenes, causaron cientos y cientos de miles de víctimas. ¿Fueron
responsables de las masacres que causaron?

Por lo tanto, bajo el prisma por el que se procesó y condenó a hombres como Eichmann o Keppler, los tripulantes de los B-17, B-29, Avro Lancaster y demás bombardeos que protagonizaron terribles masacres en poblaciones civiles también fueron criminales de guerra. Todos obedecían órdenes, pero la diferencia es que los primeros estaban en el bando perdedor y los segundos en el ganador. En los documentales esos donde aparecen viejos veteranos yankees o british contando sus batallitas, ¿han escuchado alguna vez a alguno diciendo que se arrepiente de haber pilotado un bombardero o haber apretado el botón que soltaba las bombas? Yo, ni una vez. Más aún, se les ve sonrientes, orgullosos de sus hazañas aún sabiendo que mataron a miles de personas. Sin embargo, recuerdo una vez salió un viejo SS que había sido un simple guardián en un campo de exterminio si bien nunca había sido acusado ni procesado por ello. El entrevistador le preguntó si se arrepentía de haber pertenecido a las SS y haber sido guardia en un campo, a lo que el tedesco dijo que no. Entonces, la cámara congeló la jeta inexpresiva del fósil nazi mientras que la imagen se iba poniendo borrosa en silencio. Muy dramático y tal, pero al nazi lo presentaron como un criminal irredento, y al yankee o al british sonriente con sus medallas enmarcadas tras ellos no les congelan la imagen esbozando una siniestra mueca, sino que les hacen un fundido mientras que el fulano sonríe de oreja a oreja y aparece un B-17 o un Lancaster dejando caer tropocientas bombas, añadiendo un efecto de sonido con el siniestro silbido de las mismas al caer. Una imagen tan poética

Instante en el que el pelotón de ejecución abre fuego contra tres
hombres de Skorzeny tras ser capturados con uniforme yankee

Veamos otros casos cuestionables. Skorzeny, por ejemplo. La propaganda lo presentó como el hombre más peligroso de Europa y blablabla… Skorzeny era ciertamente nazi, pero nunca tomó parte en los temas relacionados con el exterminio. Su cometido se desarrolló siempre en el ámbito militar. La liberación de Mussolini en el Gran Sasso por la que ganó tanta fama y la Cruz de Caballero fue una operación que no planificó él, sino el coronel de paracaidistas Harald Mors, y su participación en la misma se limitó a localizar al ex Duce. Ojo, esto no fue moco de pavo, porque al ciudadano Benito lo tenían mejor escondido que las joyas de la corona, pero Skorzeny se la montó para tomar parte en el rescate y aparecer como el libertador, apalancando sus casi 100 kilos a horcajadas sobre el recién liberado aún a costa de que la Storch biplaza donde viajaban las pasase putas para levantar el vuelo y poder así entregarlo personalmente al ciudadano Adolf.

Skorzeny metiéndose con  calzador en la Storch tras liberar al
ciudadano Benito. Nunca tomó parte en ningún genocidio ni en
crímenes contra prisioneros de guerra

Los Aliados convirtieron a Skorzeny en una leyenda de ogro implacable porque les convenía para la propaganda, y cuando la lió parda en la Operación Greif soltando a sus comandos con uniformes yankees para organizar un caos, lo culparon de contravenir el artículo 23 de la Convención de La Haya: usar uniformes enemigos estaba muy feo, y los que trincasen de aquesta guisa serían pasados por las armas sin más, como así hicieron con los que pudieron atrapar. Sin embargo, cuando procesaron a Skorzeny por haber ordenado a su gente vestir uniformes yankees y poder así ponerlo delante de un pelotón de fusilamiento, el comandante del SOE británico Yeo-Thomas reconoció en el tribunal que ellos hacían exactamente lo mismo cuando se infiltraban tras las líneas alemanas, con lo que los argumentos del fiscal se derrumbaron. No podían condenar a Skorzeny por lo que ellos mismos hacían, si bien no lo liberaron sin más. Tuvo que fugarse en 1948, porque tenía claro que los Aliados buscarían la forma de retenerlo aunque no hubiera causas abiertas contra él, pero si Yeo-Thomas no testifica, Skorzeny habría sido ejecutado por algo que los Aliados también hacían. ¿Se habría hecho justicia? En absoluto.

Víctimas de Marzabotto, uno de los pueblos que formaron parte
del siniestro itinerario de la muerte de Walter Reder

Lo opuesto a Skorzeny lo tenemos en Reder, que se paseó por Italia masacrando a cientos de civiles ya fuesen hombres, mujeres o críos porque le dio la gana. Reder no llevó a cabo un acto de guerra, sino cientos de asesinatos que no tenían nada que ver con el conflicto ni ayudaban a su ejército a ganar la guerra. Resultado: Reder fue entregado a la justicia del país donde perpetró sus crímenes, fue juzgado por un tribunal italiano y condenado a cadena perpetua, siendo liberado en enero de 1985 tras mandar tropocientas cartas al gobierno italiano implorando perdón, de lo cual se retractó el muy hideputa en cuanto puso pie en su Austria natal. A mi modo de ver, Reder no fue un criminal de guerra, sino un simple asesino que dio rienda suelta a sus instintos de psicópata redomado porque tuvo poder para hacerlo, y debió acabar colgado por ello. Como vemos, su caso no se parece al de Eichmann, que obedecía órdenes, ni mucho menos al de Skorzeny, que en todo momento se enfrentó con enemigos armados. Ojo, y además nos encontramos con casos desproporcionados según el tribunal. A Keppler, que como recordaremos lo procesaron por ejecutar cinco rehenes más de los que debía en las Fosas Ardeatinas, lo condenaron a la perpetua, y habría palmado en la trena sino se fuga metido en una maleta con la ayuda de su mujer. A Reder, por mucho más, la perpetua también, pero lo acabaron perdonando. Sin embargo, al SS-Brigadenführer Karl Schöngarth, acusado de genocidio durante la ocupación alemana de Polonia y uno de los que participaron en la Conferencia de Wansee, lo ahorcaron los británicos por haber ordenado ejecutar a uno de sus pilotos, mientras que por lo del mogollón de gente que liquidó en Polonia se quedaron con las ganas. Un poco incoherente, ¿no?

Juicio contra los médicos nazis. Llamarlos médicos es en realidad
un insulto para los de su profesión

Y por ir concluyendo, solo nos resta tratar el tema de los médicos y sus experimentos. En esto, como en lo del exterminio de judíos, los acusados debieron igualmente pasar por un tribunal alemán porque, en este caso, sí contravenían normas establecidas para el ejercicio de la medicina. Las monstruosidades que en nombre de la ciencia llevaron a cabo hombres como Mengele, Brandt, Gebhardt, Brack, etc. eran todas dignas de ser pagadas con la pena capital aunque Mengele lograse escapar de la quema. Con todo, el tribunal estuvo formado exclusivamente por yankees, y entre otras cosas se juzgaba la tristemente célebre Aktion T4 que, les gustase o no, era legal en Alemania de la misma forma que actualmente es legal el aborto. Este es un tema muy delicado que se puede ver desde prismas muy distintos, y hay que cogérsela con un papel de fumar.

Propaganda gubernamental justificando la eutanasia
de los deficientes mentales: cada uno costaba al estado
60.000 marcos

La Aktion T4 (pueden consultar en la red, hay mogollón de datos al respecto) era un programa por el que se contemplaba aplicar la eutanasia a personas con deficiencias mentales y discapacitados en base a dos motivos: eran una carga para la sociedad y un gasto enorme para el estado y, además de no aportar nada, suponían una lacra racialmente hablando. Del mismo modo, se obligaba a esterilizar a las personas que transmitieran taras o enfermedades hereditarias independientemente de su raza para “limpiarla” de elementos defectuosos. Actualmente, esto nos parece monstruoso, pero vemos con toda naturalidad que un niño sano, sin deformaciones ni taras de ningún tipo, sea abortado sin más explicaciones. La madre no lo desea, ergo lo mata impunemente. No lo da en adopción cuando nazca, simplemente le niega el derecho a vivir. Esto, y si algún pro-aborto me está leyendo de lo sigo claramente, me parece aún peor que la Aktion T4. Si la vida de un discapacitado es sagrada, la de un nonato es igualmente sagrada sí o sí porque ese ser vivo, aunque esté dentro de su madre, ya es un ser humano per se. Así lo veo y así lo manifiesto, y de la misma forma que se procesó a los organizadores de la Aktion T4 se debería procesar al que mata a un niño que aún no ha nacido. No veo la diferencia entre matarlo dentro de la madre o a los dos minutos de haber salido por su útero. Es un asesinato en ambos casos y punto.

Bien, ya vemos que los acusadores eran tan acusables como los acusados, y que la única diferencia entre todos ellos es que unos perdieron una guerra y otros la ganaron. No obstante, ya en pleno siglo XXI, aún se mantiene el tópico de “alemán malo, merece morir” hasta en el cine. Aunque en todos los casos que mencionaré se trata de escenas ficticias, no por ello dejan de reflejar con toda claridad que el concepto de buenos y malos sigue tan vigente como hace 75 años, y que los prejuicios al respecto se mantienen vivitos y coleando. 



Si han visto películas recientes como “Midway” (foto superior), vemos como los perversos honolables guelelos del mikado no dudan en arrojar al mar atado a un ancla a un sonriente yankee por no facilitarles información acerca de dónde se encuentra la flora americana. El yankee, más chulo que un ocho y tras mandar a la mierda al mandamás nipón- que por cierto tiene una jeta de mala leche que da repeluco-, cae al agua como diciendo “me da una higa ahogarme porque soy sobrino del tío Sam, ergo moralmente superior a vosotros, malditos japos”. El público contempla esa escena y mentalmente pone a caldo al honolable guelelo del mikado por sádico y por hijoputa.



Pero cuando la escena es a la inversa, la cosa cambia. Veamos otra peli muy conocida, “Fury” (foto superior), en la que el agresivo sargento Wardaddy no para de repetir que odia a los nazis considerando, como aún le pasa a mucha gente, que absolutamente todos los combatientes alemanes pertenecían a esa ideología. Vean la escena: Wardaddy obliga a su ametrallador novato, el idealista y tontaina soldado Ellison, a matar a un prisionero alemán que ruega por su vida. Alrededor, un grupo de yankees en plan chicos duros y de corazones graníticos jalean animando a Ellison a que mate por la espalda a un prisionero de guerra. Al final, obligado por Wardaddy, lo deja en el sitio ante las risas y la rechifla de sus colegas. Sí, es una escena de ficción, pero que nadie dude que se produjeron infinidad de ellas en la realidad porque el odio hacia el enemigo siempre sale a relucir, y hay que tener sangre de horchata para contener los instintos homicidas. Pero la cosa es que por lo mismo que hace Wardaddy fue ahorcado Schöngarth, y apostaría dos toneles de mistela de Casa Simeón a que hubo muchos Wardaddy en el ejército yankee y, por supuesto, en el británico, el soviético, etc.



En esta otra escena, nuestro hombre se toma la justicia por su mano. Un SS se rinde al llegar a un pueblo, Wardaddy pregunta si es el responsable de unas ejecuciones que ha visto por el camino y, ante la respuesta afirmativa del maestro del villorrio, ordena a un soldado que lo liquide sin más. Estamos pues ante otro crimen de guerra. El SS debió ser arrestado, juzgado y, si procedía, ejecutado. Pero no puedes coserlo a balazos mientras que condenas a muerte a tedescos por hacer lo mismo con tus colegas.

En la mítica cinta “Salvar al soldado Ryan” tenemos escenas similares durante los minutos iniciales del desembarco. En esta vemos como dos yankees liquidan a sendos tedescos que se están rindiendo. 


En la misma película tenemos otra escena similar. Unos enemigos levantan los brazos rindiéndose (foto inferior), y la respuesta es disparar sin más historias. El público lo acepta porque tiene asumido que el alemán es malo, y aunque tenga mujer, novia, hijos, padres, hermanos, familia e incluso cuñados, no merece vivir. Si la escena fuese al revés, el público no lo digeriría bien porque el yankee tiene una madre candorosa como la del soldado Ryan que espera a sus retoños para prepararles una fabulosa tarta de manzana en su amplia y luminosa cocina americana. El lavado de cerebro sigue funcionando tras 75 años.


En fin, es comprensible que en un momento así le pegues dos tiros hasta a tu abuela, pero usa la misma vara de medir para todos. Sea como fuere, la cuestión es que estas escenas son mentalmente aplaudidas por el público porque las víctimas son malvados alemanes aunque no pertenecen a las SS ni han participado en el Holocausto. Son simples soldados de la Wehrmacht que luchan por su país y, a pesar de todo, se les sigue considerando como fanáticos nazis, por lo que su muerte no es un crimen de guerra, sino un acto de justicia. Más aún: en el diario ABC hay un sujeto que publica unos artículos cuyos titulares son siempre muy… dramáticos, por describirlos de algún modo. En su día leí unos cuantos hasta que pasé de ellos porque, en realidad, tienen más bien pinta de copia-pega. Hace tiempo que son de pago, así que razón de más para no leerlos. Estos artículos, en muchos casos, tratan sobre armamento o tropas alemanas, y siempre aparecen con unos pomposos titulares como “Los letales submarinos nazis que aterraban a los británicos” o “La bestia nazi que aplastó a los tanques americanos” (aquí, la “bestia nazi” es un carro de combate, un lanzagranadas o vete a saber). Siempre que leo esos titulares esbozo una sonrisa por lo infantiles y sensacionalistas que son pero, sobre todo, porque siempre son bestias, monstruos, mortíferos, letales, etc. “nazis”, como si una máquina tuviera ideología y como si todos sus tripulantes fueran cuñados del ciudadano Adolf. En todo caso, la cuestión es que muestran el sempiterno tópico de todo lo alemán es nazi, por lo que es malo y merecen la muerte.

RECAPITULACIÓN

Por todo lo que hemos visto, los precedentes jurídicos que se aceptaron en Nuremberg, Tokio y demás procesos por crímenes de guerra son, bajo mi punto de vista, totalmente ilegítimos porque un vencedor no tiene derecho a juzgar los actos del vencido tras una guerra, y menos los cometidos antes de que dicha guerra empezase. Los que sí tienen todo el derecho a hacerlo son los ciudadanos del país vencido, que pueden y deben pedir cuentas a sus dirigentes acerca de los motivos por los que fueron llevados a la guerra, así como por su incapacidad para ganarla. Del mismo modo, si se han cometido delitos contra el pueblo es el pueblo el que debe juzgar a los causantes de los mismos. Alguno me dirá que Milošević nunca habría sido juzgado por los propios serbios por todo lo que hicieron contra bosnios, croatas y kosovares pero, en este caso, al menos no se trataba de una guerra de agresión contra terceros países, sino contra parte de su ciudadanía. Lo juzgó, como a otros criminales de guerra de la antigua Yugoslavia, el Tribunal Penal Internacional porque, obviamente, la imparcialidad de los tribunales serbios era cuestionable. Pero bueno, en este caso no lo procesaron los vencedores porque sus vencedores fueron su propio pueblo.

A la izquierda vemos a Željko Ražnatović, comandante de la tristemente célebre Guardia Voluntaria Serbia, más conocida como "Los Tigres de Arkan". Como muchos recordarán, era una unidad paramilitar que actuó durante la guerra civil surgida tras la descomposición de Yugoslavia. Ražnatović fue procesado por el TPI, y asesinado en el vestíbulo de un hotel antes de empezar el juicio. A la derecha tenemos a todo un vecindario contemplando sonrientes el linchamiento de dos negros del que, obviamente, nadie rindió cuentas. Ya pueden imaginar en qué país tuvo lugar esa escena, que ciertamente no fue la única ni mucho menos

Una escena de la matanza de My Lai

Pero dejando de lado casos puntuales como este, en los que se trató de una compleja guerra civil que acabó con la desintegración de Yugoslavia, en el mundo se han producido mogollón de guerras desde 1945 a nuestros días en las que han sido pocos los que han pagado por las burradas cometidas, y en muchos casos, como la matanza de My Lai, porque el ejército no lo pudo ocultar a la opinión pública y el teniente Calley fue procesado, si bien su condena se limitó a tres años de arresto domiciliario hasta que Nixon lo indultó en 1972. Calley y su sección liquidaron a unas 500 personas si bien se le juzgó solo por 22 asesinatos. En justicia, Calley también debía haber sido procesado por el Tribunal de La Haya como lo fue Milošević por el TPIY, pero es evidente que los yankees jamás entregarían a uno de los suyos a un tribunal que no fuera estadounidense. En resumen, la enésima injusticia por parte de los que van de justos por el planeta. Y recordemos que Peiper fue condenado a muerte por menos víctimas, y la mayoría prisioneros de guerra, no aldeanos como los de My Lai. Por cierto, ya puestos no debemos olvidar los miles y miles de hectáreas rociadas con Agente Naranja, que aún hoy día produce críos con taras y deformidades a los que, siendo niños en aquellos años, tuvieron contacto con esa porquería, o a las aldeas rociadas con napalm por la simple sospecha de ser refugios del Vietcong. Al día de hoy, los Estados Unidos aún no han rendido cuentas de nada de eso.

A este botarate, cuya familia lleva tres generaciones perpetrando
crímenes contra su propio pueblo impunemente, ¿podrán pedirle
cuentas algún día?

Y mientras tanto, China, la antigua víctima de los malvados honolables guelelos del mikado, amenaza a Taiwan impunemente, el gordito coreano mata de hambre a su pueblo para invertir en armamento nuclear que nunca podrá usar contra los yankees porque, tras disparar el primer misil, Corea del Norte se convertiría en una escombrera radiactiva durante los próximos 40 siglos, los israelíes y los palestinos seguirán matándose entre ellos durante décadas sin solución de continuidad, los yankees acaban de ser derrotados en Afganistán sin ser acusados de las tropocientas veces que han bombardeado a quien no debían, Putin se apodera de Crimea sin que nadie haga nada para evitarlo, Pakistán y la India se odian a muerte por Cachemira desde la independencia, Oriente Próximo es un avispero que no se sabe aún cómo acabará, Libia es un estado fallido, Irak un caos, Siria sigue con su guerra civil, Afganistán ha vuelto a la Edad Media para seguir dando asilo a terroristas y putear a las mujeres, en Sudamérica proliferan las dictaduras bananeras y los narco estados, y nuestras tropas están repartidas en pequeños contingentes que, junto a otras unidades de diversos países de la OTAN, procuran evitar que tribus archienemigas de ciudadanos melaninos la emprendan a machetazos entre ellos por ofensas tan añejas que ya nadie recuerda el motivo que las provocó. Solo saben que deben odiarse por no se sabe qué y punto.

En fin, así es como veo este tema de los crímenes de guerra. Quede constancia de que en ningún momento he pretendido justificar o banalizar la responsabilidad de los países derrotados en las guerras del siglo XX, sino compartirla con todos los que tomaron parte en esas contiendas porque todos cometieron crímenes de guerra sin excepción. En realidad, solo hay un crimen de guerra, y es la guerra misma. Todo lo demás es politiqueo para apaciguar la cólera del personal y para tapar las vergüenzas propias a costa de las ajenas. Y que les quede claro: mientras haya dos humanos en el planeta habrá guerras. Cuando solo quede uno será cuando reine la paz porque ya no tendrá con quien pelearse.

Hale, he dicho


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