martes, 27 de septiembre de 2022

CURIOSIDADES MECÁNICAS SOBRE PISTOLAS

 

Probas operarias de la firma Colt en uno de los talleres de la fábrica

Sigo en dique semiseco, de modo que completaremos la temática pistoleril con este articulillo que, seguramente, les aclarará muchos aspectos en lo referente a determinados diseños. Es el típico "lo que siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar", de modo que hoy matarán dos pájaros con el mismo escopetazo, uséase, sabrán lo que querían saber y ya no tendrán que preguntar a sus cuñados que, obviamente, mienten como bellacos y les informarán falsamente para que queden en evidencia. Y sin más preámbulos, vamos al grano...

EL BOTÓN DE EXPULSIÓN DEL CARGADOR

Lo habitual es que los veamos en el lateral izquierdo de la empuñadura, de forma que podamos pulsarlo con el pulgar. Diversos modelos ya lo incluían hace más de un siglo, como vemos en la foto de la derecha donde tenemos, de izquierda a derecha y de arriba abajo una P-08, una Colt 1911, una Browning GP-35 y una Star 1914. Está de más decir que actualmente es prácticamente el único sistema que se emplea porque es el más racional. Se basa en algo tan elemental como que el usuario aprieta el botón para que el cargador caiga solo o, a lo sumo, ayudado por un giro brusco de muñeca que haga que salga despedido; mientras tanto, la mano izquierda ya ha cogido uno de la cartuchera y lo dirige hacia la tolva de alimentación. Es, en resumidas cuentas, el mecanismo más eficiente, y si hace uso de él un ciudadano entrenado supone invertir en ese proceso apenas un segundo o algo menos si bien hablamos de armas y accesorios de competición. Sea como fuere, es mucho más rápido que el sistema de retenida situado en el talón de la empuñadura que, aunque más desconocido por lo general, era el más habitual en los primeros años de las pistolas tal como las conocemos actualmente.

Este sistema lo podemos ver en cantidades masivas de armas cortas diseñadas a finales del siglo XIX y hasta casi la primera mitad del XX. En la foto podemos ver varios modelos bastante representativos: de izquierda a derecha y de arriba abajo tenemos una FN 1910, una Beretta 1935, una Astra 600 y una P-38, todas con el pulsador en el talón de la empuñadura. En este caso, el proceso de recarga se alargaba ya que para extraer el cargador había que usar ambas manos. Mientras la derecha empuñaba el arma, la izquierda tenía que empujar el pulsador con el pulgar y, a veces, incluso ayudarse con el índice para extraer el cargador. Luego tenía que sacar el cargador de respeto de la cartuchera e introducirlo en el arma. Este proceso era una eternidad en situaciones de combate, donde un segundo es el tiempo que tarda un enemigo en abrasarte a tiros si no has sido capaz de abrasarlo antes a él. Es pues evidente que el sistema anterior es mucho más eficaz. Así pues, ¿por qué no se propaló en gran parte del modelaje de la época?

H&K P-9
La respuesta es simple: se consideraba más fiable el segundo en manos de gente inexperta. La gran mayoría de los civiles lo eran, por supuesto, pero, ¿inexpertos los militares y los policías?, se preguntará más de uno levantando la ceja un tanto perplejo. Pozí, aunque resulte paradójico, los militares y policías no se han distinguido precisamente por su habilidad en el manejo de las armas y, de hecho, cualquier civil entrenado les echa la pata con creces y de eso puedo dar fe sobradamente. Solo los probos homicidas pertenecientes a unidades de élite que se machacan a diario en el manejo de su armamento pueden decir que son verdaderamente diestros. Pero, salvo contadísimas excepciones, esas unidades de élite no existían hace 80, 100 o 130 años, y los sujetos que portaban pistolas estando de servicio no solían sacarlas de la funda durante meses.

Por lo tanto, hablamos de armas ideadas para ser manejadas por torpes, como comentamos en la entrada anterior al referirnos a los seguros de empuñadura. Hoy día este sistema de retenida ya está prácticamente extinguido y solo se suele ver en armas de defensa personal de pequeño calibre como la CZ 92 de calibre 6'35 mm. (foto de la izquierda). De las grandotas, que yo recuerde, lo usa una versión de la Beretta 92 (la 92S de la policía italiana) y la Heckler & Koch P9 (foto superior derecha), una pistola que cuesta un huevo y la yema del otro y que, aparte de algunas unidades policiales de élite, se usaba para competición porque su precio y su escasa capacidad- solo 9 cartuchos de 9 mm. Parabellum- la relegaron al uso deportivo. Yo tuve hace años una versión de competición provista de cachas anatómicas y miras regulables que me costó un cuarto de kilo de las antiguas pelas, así que imaginen... En aquella época te podías hacer con una Brno CZ-75 por diez o doce mil duros, y era una cacharra fabulosa con un cargador para 16 cartuchos.

Pistola Bergmann 1903. En este caso, el retén del cargador estaba
en el guardamonte, lo que tampoco era un acierto ya que se podía
pulsar sin querer con el dorso del dedo índice
Veamos... Lógicamente, los diseñadores de armas se ceñían a los requerimientos de los ejércitos y fuerzas policiales. Ellos ofrecían sus diseños propios al mercado civil, pero cuando optaban a un concurso no les quedaba otra que acatar determinadas especificaciones si querían optar a trincar un suculento contrato. Y, mira por dónde, no era raro que la presencia de este sistema de retenida del cargador fuese habitual en dichas especificaciones. ¿Por qué? Pues porque los únicos que usaban pistola en aquella época eran los oficiales, los suboficiales de algunas unidades muy concretas que raramente harían uso de ellas, como los de las compañías de ametralladoras, y la policía. Por lo tanto, y ante la duda, se prefería un mecanismo que impidiera que se pulsara el botón por error a causa de las prisas, la tensión o el miedo, y se optaba por el otro, más lento pero más seguro. Verse en plena movida con que el cargador había tomado camino por su cuenta sin haberse enterado era bastante irritante, así que lo más sensato era que la retenida de dicho cargador fuera lo suficientemente fiable como para no verse en semejante brete. ¿Qué por la lentitud de recarga alguno la palmaba? Pues haberse dado prisa, qué carajo...

SEGURO DE CARGADOR

Vista en sección de una Astra 400. El seguro de cargador estaba
situado debajo del gatillo, en la posición que marca el círculo. Al
extraer el cargador, una pieza bloqueaba la biela
Este era otro mecanismo "de obligado cumplimiento" por motivos similares. Consistía en que el arma quedaba asegurada cuando se extraía el cargador, y este no se desactivaba hasta que se introducía otro. Una chorrada ideada para evitar que si alguien cambiaba el cargador manteniendo un cartucho en la recámara no se pegase un tiro sin querer. Obviamente, esto era un gilipollez que le costó la vida a más de uno que, viéndose sorprendido en plena recarga, no pudo disparar sobre un enemigo que se le abalanzó en ese momento porque aún no había metido en cargador en la pistola. Muchos oficiales mandaban su pistola al armero para eliminar el puñetero seguro, operación que generalmente no requería más que limar la uña que presionaba el mecanismo al introducir el cargador o remover la pieza que actuaba sobre el mecanismo de disparo, pero mientras sí mientras no, a más de uno le costó un disgusto. Está de más decir que este tipo de seguro se suprimió hace la torta de años, pero en su época incordió lo suyo.

PISTOLAS CON MARTILLO INTERNO

Esta fue otra pauta bastante habitual. Lógicamente, en las pistolas provistas de un mecanismo de percusión por aguja lanzada es obvio que nunca veremos un martillo, pero en muchísimas de percusión convencional se prefería que estuviera oculto aunque ello suponía impedir que el tirador manejara el mecanismo de disparo a su antojo. En este caso no se trataba de complicar las cosas a los torpes, sino al contrario. La mayor parte de las pistolas con martillo interno eran las destinadas al mercado civil para defensa personal. Eran armas de pequeño calibre diseñadas para portarse cómodamente en un bolsillo de la chaqueta o el gabán de forma que las aristas o piezas susceptibles de engancharse con la ropa fuesen mínimas o, mejor aún, inexistentes. En la foto tenemos un buen ejemplo, la FN 1906 en calibre 6'35 mm. o .25 ACP, como prefieran. Podemos ver sus formas redondeadas y suaves, muy adecuadas para sacarla sin llevarse un berrinche. Además de la retenida del cargador en el talón de la empuñadura, podemos ver el seguro de aleta y el seguro de empuñadura.

Algunas pistolas militares también usaron este sistema, si bien de forma poco significativa. La más representativa podría ser la Astra 400, por ejemplo, pero, como decimos, el martillo oculto era ante todo un diseño destinado al mercado civil. Una opción intermedia la tenemos en armas como el Smith & Wesson Bodyguard, recamarado para el cartucho .38 Spl. y también destinado a ser un arma puramente defensiva para llevar oculta bajo la ropa independientemente de que se hiciera mundialmente famoso por ser el revólver con el que el general Nguyen Ngoc Loan ejecutó de un tiro a bocajarro en plena calle de Saigón a un fulano acusado de ser un espía del Vietcong. Como vemos en la foto, el martillo no aparece por ningún lado, pero si observamos el detalle podemos apreciar que asoma una pequeña parte del mismo con un moleteado que permitía amartillarlo. Estas armas son ideales para llevar en una tobillera y sitios donde tengamos un enganchón garantizado en caso de tener que actuar con prontitud.

Esta opción intermedia también la adoptó la Tokarev TT-33 soviética que vemos en las fotos de la derecha, tanto amartillada como sin amartillar. El martillo no estaba provisto del espolón habitual, teniendo en cambio un perfil redondeado con un moleteado en la parte superior. En este caso, aparte de prevenir enganchones, la intención era otra: permitir el amartillado del arma sin usar el pulgar, que con el frío comunista estaría enfundado en un grueso guante. Por lo tanto, era más fácil hacerlo ayudándose con el burdo tejido del abrigo apoyando el martillo contra el mismo y empujando hasta llevarlo hacia atrás. En resumen, era una adaptación concreta a un problema específico que solo ellos tuvieron en cuenta de la misma forma que los honolables guelelos del mikado aumentaron el diámetro de los guardamontes de sus Nambu Taishō 14 precisamente por el mismo motivo: poder apoyar el dedo en el gatillo cuando llevaban las manos enfundadas en los guantes que el frío de Manchuria les obligaba a usar. 

LOS ENCASQUILLAMIENTOS

Cuando estamos viendo una peli de acción y la pistola del fulano de turno tiene una interrupción, el cuñado que aprovecha la mínima para dejar claro que está puesto en la materia salta como un resorte y berrea como un poseso:

-¡S'ha encahquillao!

Pero, ¿saben qué es un encasquillamiento? Es una interrupción producida por algo muy concreto: la vaina servida no sale por la ventana de expulsión, quedándose atascada en la misma e impidiendo que la corredera realice su recorrido completo. Por lo general, este problema se puede presentar por dos motivos, a saber. Uno, que el muelle de la uña extractora sea demasiado potente y no suelte el culote de la vaina cuando choca con el extractor al retroceder la corredera. Y dos, que un cartucho con una carga defectuosa- inferior a lo debido en este caso- no permita a la corredera retroceder del todo, por lo que el ciclo de disparo no se completa. El muelle recuperador la haría avanzar sin dar tiempo a expulsar la vaina servida que, como en el caso anterior, se quedaría atrapada en la ventana de expulsión. Esto no supone un grave problema. Lo único que hay que hacer, aparte de no acojonarse y no ponerse nervioso, es tirar de la corredera y girar el arma para que la vaina caiga sola. Bastará con soltarla para que esta arrastre un nuevo cartucho a la recámara.

Pero no todas las interrupciones se deben a encasquillamientos. Otro motivo, y este sí es chungo, lo vemos en la foto de la derecha. En este caso, la vaina se ha quedado en la recámara, bien porque la uña extractora se haya roto, bien porque su muelle carezca de potencia para agarrar el reborde, o bien porque un pico de presión haya dilatado tanto la vaina que se haya quedado pegada a la recámara. La corredera realizará su ciclo completo, retrocediendo hasta el límite y empujando un nuevo cartucho, pero este no podrá entrar porque la recámara no está vacía, como podemos apreciar en el detalle de la imagen. ¿Cómo se soluciona este problema? Si se está en plena movida está jodida la cosa, por lo único que se puede hacer es introducir algo por la boca del cañón y empujar la vaina hasta sacarla. Previamente debemos extraer el cargador y dejar la corredera abierta, así que mejor nos buscamos un hoyo para proceder a solucionar la avería o, mejor aún, nos buscamos una cacharra que funcione. O, todavía mejor, nos largamos echando leches.

Y por añadir una más, podemos encontrarnos que el cartucho se clava en la parte superior de la recámara cuando pretende entrar en la misma. Puede deberse a un defecto de fábrica que haya hecho que el cartucho sea un pelín más largo de lo normal, o que la rampa de alimentación esté muy sucia y no permita un deslizamiento correcto del proyectil. Podemos añadir cuestiones de tipo mecánico como una rotura del muelle del cargador, del muelle real o cualquier otra pieza que impida el correcto funcionamiento del arma pero, en todo caso, encasquillamientos solo hay de una clase.

LAS VENTANAS DE EXPULSIÓN

Esta es de una obviedad palmaria, pero es posible que alguno se haya preguntado por qué la inmensa mayoría de las pistolas tienen la ventana de expulsión en el costado derecho de la corredera. Obviamente, el motivo no es otro que el hecho de que casi el 90% de ciudadanos que se pasean por este planeta son diestros. Un zurdo empuñando un arma diseñada para diestros lo tiene un poco complicado. Los mecanismos- palancas de seguro, pulsador del cargador- los tienen al revés y, lo que es peor, las vainas expulsadas van derechas a su jeta en muchas ocasiones. Sin embargo, se han fabricado pistolas, algunas de ellas sumamente famosas, sin ventana de expulsión. Así, a bote pronto, podemos citar la P-08, la Mauser C-96, las Beretta o la Walther P-38. En estos casos, la dirección en la que sale despedida la vaina la condicionan la posición de la uña extractora y, sobre todo, el extractor que las expulsa hacia fuera. Por ejemplo, la P-08 (foto A) y la Mauser (foto B) tienen la uña en la parte superior del bloque de cierre, y el extractor en la parte inferior. Resultado, la vaina saldrá despedida hacia arriba y con cierta tendencia hacia adelante. Serían pues las más adecuadas para zurdos y diestros. Por desgracia, hablamos de dos de las armas más caras y complejas de fabricar, con un elevado número de horas de mecanizado que las encarecía enormemente.

La Beretta 92 (foto A) tiene la uña extractora en el costado derecho y el extractor en el izquierdo, por lo que a pesar de que los dos tercios superiores de la corredera están abiertos y dejan al aire el cañón, las vainas son expulsadas hacia atrás y hacia la derecha. Finalmente, la P-38 (foto B) presenta la uña extractora en el costado izquierdo y el extractor en el derecho, así que el efecto sería el deseable para los probos zocatos ya que las vainas salen hacia arriba y hacia atrás/hacia la izquierda. ¿Por qué los tedescos adoptaron esa disposición tan inusual? Pues ni idea, pa qué mentí. En el resto de la mayoría de las armas, la uña extractora aparece en el costado derecho y el extractor en el lado izquierdo, de modo que nos encontramos con el mismo efecto que en la Beretta 92, las vainas son expulsadas hacia atrás y hacia la derecha. Por lo tanto, como vemos, lo que determina la dirección en la que saldrán las vainas no es la posición de la ventana, sino la de los mecanismos de expulsión. Sí, algún zurdo que me lea protestará diciendo que tampoco es muy complicado poner la uña arriba y el extractor debajo para que las vainas salgan hacia arriba, pero son los inconvenientes de pertenecer a una minoría bastante mínima porque desde hace décadas se buscan los diseños que requieran menos mecanizados y una mecánica más sencilla, y las de la P-08 o la C-96 no lo eran.

Dicho esto, ¿se podrían fabricar pistolas para zurdos? Naturalmente. Solo habría que invertir todos los mecanismos de seguridad, extracción y eyección, pero me temo que no sería viable, así que ajo y agua, queridos siniestros. 

BULOS FORENSES

Dos proyectiles de 9 mm. en los que se aprecia tanto las estrías
como cualquier marca dejada por el ánima del cañón
El cine, como ya sabemos sobradamente, se ha encargado de propalar infinidad de camelos, y uno de ellos atañe a lo referente a los laboratorios de balística de la policía. El más habitual es el de "saco la bala del fiambre y ya tengo al asesino". Bueno, la realidad es un poco distinta. Se parece más a "saco la bala y ya tengo al menos un indicio para saber su calibre exacto y qué arma la pudo disparar, pero no tengo ni idea de quién carajo es el dueño del arma". ¿Para qué leches nos sirve la bala entonces?

1. Para compararla con las que figuran en la base de datos y que han sido recuperadas de otros ciudadanos maltrechos. Si encontramos otra con las mismas marcas de estrías, ya podemos sospechar con fundamento que el arma que mató a uno también mató a otro, pero no que los matase el mismo hombre. Total, la pistola podía haber cambiado de manos. Y sí, cada arma deja unas marcas diferentes aunque sean de la misma marca y los cañones hayan sido estriados con la misma máquina en un acero procedente de la misma barra. No hay dos iguales, son como las huellas dactilares.

2. Si no aparece ninguna que tenga las mismas marcas, pasará a engrosar la base de datos, pero ahí queda la cosa. Mientras no aparezca el arma no hay nada que hacer, y en muchos casos los asesinos optan por hacerla desaparecer con lo que la bala no servirá como indicio de nada en la investigación.

Cotejando los culotes de dos vainas. En ambas se pueden observar
tanto el golpe del percutor como las marcas que quedan al dilatarse
la vaina contra el bloque de cierre a causa de la presión
Sin embargo, en las pelis reparan menos en las vainas, donde podemos ver la marca de la munición, sino que también quedan marcadas por el arma que la disparó. En este caso, habrá que observar la marca de la aguja percutora en el pistón, la huella del extractor en el culote y la que deja la uña extractora en el reborde. Aunque a simple vista puedan parecer iguales a las disparadas por otras armas, con un microscopio se ven las diferencias sin problema. Por eso, un probo asesino a sueldo preferirá un revólver, que no va dejando un reguero de vainas tiradas por el suelo o, si es metódico, recuperará la que ha usado para perpetrar el crimen. Y sí, hay infinidad de ocasiones en que las vainas quedan esparcidas y la policía las recupera, pero en ese caso nos vemos en la misma tesitura que con la bala: si no hay arma lo tenemos chungo para dar con el sicario.

Dos balas expansivas totalmente deformadas y con la envuelta
hecha una birria. Para identificar las marcas del cañón de esas dos
las cosas se ponen un poco más complicadas, y si se hubiesen
fragmentado y alguna esquirla se hubiese perdido, peor aún
Pero, ojo, hablamos de munición blindada que se recupera del cuerpo prácticamente sin deformar y con el negativo de las estrías perfectamente dibujado pero, ¿y si la bala atravesó el cuerpo y se ha perdido? Pues ajo y agua. A lo más que llegan es a que el forense dictamine el diámetro del proyectil, pero si el orificio de entrada deja claro que pertenece a una bala de 9 mm., puede haber pertenecido a un 9 Corto, un 9 Largo, un 9 Parabellum, un .38 Super Auto, un .38 Spl., un .357 Mg., un .38 Long Colt, un 9 mm. Steyr, un 9 mm. Makarov y un et cétera tan largo que no merece la pena señalarlos uno por uno. Y si encima la bala procede de un revólver que, en muchos casos, son de plomo, la cosa se complica porque no es raro que al impactar con huesos se fragmenten o deformen de tal forma que sea cuasi imposible obtener datos sobre el estriado. En ese caso, a lo más que pueden llegar es a averiguar la marca de la munición en base a la composición del plomo (nunca es puro, sino aleado con antimonio y estaño para endurecerlo) y el tipo de pólvora si han quedado restos de la misma adheridos al proyectil. Resumiendo, que tener la bala solo es una ínfima porción de todo lo que acompaña a una investigación por asesinato. Los laboratorios de la policía española tienen cantidades industriales de balas y vainas de la marca Geko, tristemente famosa por ser la usada por las alimañas vascuences de ETA sin que hasta ahora hayan servido para esclarecer nada.

En fin, bichos, con esto vale por hoy

Hale, he dicho

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