Empiezo la serie sobre dagas con este tipo, ya que fue un diseño que, aunque procedente de Oriente, se desarrolló tal como lo vemos en la lámina de la izquierda en España allá por el siglo XIII en las armerías del reino nazarí de Granada, desde donde se fueron extendiendo por toda la Península y más tarde por Europa, alcanzando gran difusión entre los siglos XV y XVI las dagas fabricadas en los talleres venecianos, lo que hizo que muchos dieran por sentado que el origen de las mismas fuera un diseño ideado por los armeros de esa ciudad estado, cosa que, como veremos más abajo, era falsa. La daga de orejas debe su nombre a la peculiar morfología de su pomo que, como se ve, está formado por dos discos inclinados hacia fuera, dejando entre ellos un espacio para apoyar el pulgar. Al carecer de cruceta, la mano necesita un apoyo para impedir que, en el momento de clavar, esta se deslice hacia la hoja, produciendo un corte al mismo que la empuña. O sea, su diseño estaba pensado para apuñalar empuñando el arma como si se tratara de un pica-hielos. Se conservan pocos ejemplares de este tipo de daga en los museos y colecciones del mundo. En España podemos ver en la Armería Real la que se conoce como "daga de Boabdil", una pieza finamente decorada atribuida al último emir granadino, y más bien pensada como ornato que como arma de guerra. En la colección Lázaro Galdiano, de Madrid, hay otras ocho piezas más. El resto se conservan en diversas colecciones y museos repartidos entre Europa principalmente, y el Metropolitan Museum de Nueva York.
Las dagas de orejas eran armas de gran resistencia estructural, ya que la empuñadura, en vez de ser el típico vástago embutido en la misma, era enteriza. O sea, estaba forjada junto a la hoja formando una sola pieza a la que luego se le añadían las cachas, generalmente de hueso, asta, marfil o metal, unidos a la empuñadura mediante remaches pasantes. Los discos, de acero o bronce, estaban igualmente unidos mediante un remache que, además, sujetaba la decoración de los mismos, generalmente de bronce, y el botón cónico de remate, tal como vemos en el croquis en sección de la derecha, en el que A sería el remache, B el botón y C el disco. Según la época, estos discos podían ser planos, como aparece en el croquis, convexos, o, como se ve en la lámina superior izquierda, tronco-cónicos.
Como mencionaba al principio, muchos, incluidos varios estudiosos, han atribuido el origen de estas armas a los armeros de Venecia, cuestión que quedó hace tiempo zanjada al tenerse constancia de la representación de este tipo de dagas en España antes de la difusión de las mismas por Europa, en ese caso procedentes, en efecto, de talleres venecianos que las comercializaron entre finales del siglo XV y principios del XVI. En la imagen de cabecera, un grabado del siglo XV realizado por fray Francisco Domenech que se encuentra en la Biblioteca Nacional, vemos como una de las figuras apuñala al personaje que aparece orando con una daga de orejas, mientras el que se encuentra a la derecha de la ilustración lleva otra al cinto. Así mismo, como señala Leguina en su "Glosario de voces de armería" (Madrid, 1912), en varios inventarios franceses fechados entre 1410 y 1560 aparecen detalladas como "de la façon d'Espaigne", o sea, "a la moda de España", lo que deja sobradamente claro su origen hispano-morisco.
En lo referente a la hoja de este tipo de dagas, eran de doble filo, siendo habitual que el vaciado de sus mesas fuera asimétrico, con una más ancha que la otra, así como el recazo, como podemos ver en la lámina de la izquierda. La longitud de las mismas oscilaba entre 20-30 cm., y su anchura entre 2 y 3 cm. aproximadamente. Eso, unido a su gran resistencia, induce a pensar que su difusión por todo el continente fue debido a su capacidad para herir entre las rendijas de las armaduras de placas, o para ser usadas como misericordias a la hora de rematar al caído metiéndole la hoja por la rendija del visor y acabándolo de una certera puñalada en un ojo que le llegaba al cerebro. Las vainas estaban fabricadas con cuero, con un acabado más o menos elaborado en función de la calidad del arma, pudiendo ir recubierto también de telas de precio, como terciopelo o seda. Para reforzar la misma cuenta, como vemos en la lámina, con una contera rematada con un botón y un brocal metálicos. El brocal, para los que lo desconozcan, estaba ideado para que, al extraer o enfundar el arma, el aguzadísimo filo de su hoja no cortase la vaina o, lo que era peor, la mano que la sujetaba. Para colgarla del cinturón llevaba una simple presilla de cuero. Acabo esta entrada con una imagen de uno de los ejemplares que se pueden admirar en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid. Esta pieza, posiblemente de origen veneciano, data del primer tercio del siglo XVI. Como se ve, las cachas están fabricadas con marfil, y los discos y el recazo están damasquinados en oro. Como se ve, se trata de una valiosa pieza realizada por encargo, ya que en uno de sus discos aparece el escudo de la casa de Mendoza. La pieza, de 37 cm. de largo, cuenta con una hoja vaciada a dos mesas, una con el filo corrido y la otra con contrafilo en su primera mitad.
Bueno, ya seguiremos, que dagas y puñales quedan en cantidad por estudiar.
Hale, he dicho
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