Incuestionablemete, el PILVM es una de las armas que han hecho historia. Hasta los críos de teta nacen sabiendo lo que eran esas peculiares lanzas cuyo diseño ha sido único en la historia bélica de este atribulado planeta lleno de malsines, trincones y cuñados. Sin embargo, a pesar de que formó parte de la panoplia del ejército romano durante seis siglos nada menos, su origen es tan ignoto como la identidad de los progenitores de muchos políticos- diría que muchísimos, pero no quiero pecar de generalista-, y ni siquiera en los tiempos en que eran paseados por los invictos hijos de Roma se sabía a ciencia cierta el origen de su nombre ni quién lo inventó. Así pues, esta entrada estará dedicada a exponer los datos de que se dispone actualmente, sin entrar a estudiar en profundidad su morfología y evolución, para lo que ya dedicaré un monográfico cuando me recupere del palizón que me di la semana pasada dibujando escuditos. Aprovecho para dejar caer, por si alguno no lo sabe, que intuyo que no, que cada uno de esos gráficos fotochoperos tiene un trabajo de micos. Sí, aunque no lo parezca, a veces se llevan horas. ¿Que por qué no uso imágenes de San Google? Pues, básicamente, porque no se suelen adaptar al detalle o perspectiva que me interesa, o son simplemente incorrectas o no me gustan. Y, para colmo, la cosa está ya en un plan que pones en la barra de búsqueda "escudo romano" y te salen varias señoritas estupendas en biquini, recetas para preparar sopa de ajo e incluso anuncios de como alargar milagrosamente el miembro viril hasta ponerlo del tamaño de un ariete, obteniendo así lo que la naturaleza nos ha negado en buena hora porque no sé para qué servirá ser propietario de semejante estaca que asustaría incluso a una elefanta en celo. Bueno, dicho esto, al grano pues...
Empecemos por el origen del término. En esto, como en tantas cosas, ni siquiera en sus tiempos había unanimidad. Al parecer, se trata de un palabro que tiene raíz indo-europea, en concreto PEYS, que significa aplastar. Isidoro de Sevilla, aquel hispano-visigodo tan culto, mencionaba en sus Etimologías que los morteros usados por los médicos y apotecarios para moler sus ingredientes eran denominados como PILA, y que la mano o pilón para triturarlos o aplastarlos se llamaba PILUM. Añadía un comentario de Marco Terencio Varrón sobre un probo ciudadano por nombre PILUMNUS, muy conocido por su oficio de molinero. De ahí que los molineros o PISTORES fuesen también llamados PILUMNI. Además, le atribuía el invento del mortero y la mano para moler, dándole además su nombre al chisme aquel. Por ello, un PILUM era lo que se usaba para moler el contenido de un mortero.
A la vista de estos datos, más de uno se dirá que sí, que muy bien, pero, ¿qué tiene que ver una mano de mortero con la lanza? Pues al parecer, los romanos usaban como PILUM un palo largo y pesado que les facilitaba la tediosa labor de moler en un mortero. Obviamente, se trataría de maderas especialmente sólidas, y parece ser que usaban estos palos como armas afilándoles previamente la punta y endureciéndola a continuación con fuego. De ese modo obtenía una lanza de empuje bastante eficaz contra enemigos desprovistos de armamento defensivo. El no usar hierro para esa finalidad obedecía al hecho de que, antes de que los romanos se hicieran los amos del cotarro, los etruscos, la tribu dominante en la península itálica, les negaban el uso del hierro excepto para aperos agrícolas, y solo cuando los romanos empezaron a disponer de metal en cantidades adecuadas es cuando comenzaron a fabricar armas como Júpiter manda. Así pues, el término PILUM como una acepción de lanza tuvo su origen en los palos que utilizaban como manos de mortero. Es como si hoy día preguntamos a alguien por una antena y, de momento, se asimila a ese palito metálico que llevan los automóviles en el techo para poder oír la radio sin excesivas interferencias, pero nadie recuerda o sabe que, anteriormente, era el palo que sustentaba las velas de los barcos, y anteriormente la vela latina de determinadas embarcaciones. Y, por aportar una teoría más, añado la sugerida por el profesor Frank W. Walbank, que decía que el origen podía estar en el término PILÆ en el sentido de columnas o pilares puestos en fila o una hilera de los mismos.
Bien, ese sería el origen del término. Pero, ¿dónde y cuándo surgió el PILUM? ¿Quién o qué pueblo lo inventó? Pues no se sabe. Y no se sabe porque ni los mismos autores clásicos lo sabían, atribuyéndole distintos "padres", muchas veces debido a errores de traducción o interpretación. Básicamente podemos reunir cuatro paternidades distintas: samnita, etrusco, romano e incluso ibero por su similitud con los SOLIFERREA, si bien ninguna de las fuentes de la época aporta datos claros y concisos que permitan adjudicar a tal o cual pueblo el invento. Con todo, debemos tener en cuenta un detalle, y es que el PILUM con lengüeta que es de todos conocido es uno de los diversos modelos o tipologías que tuvo esta lanza a lo largo de su extensa vida operativa, y que dicho modelo sí era genuinamente romano. Pero el que lo precedió era un arma más o menos similar a las que vemos en la ilustración superior: una lanza provista de una moharra en forma de varilla de hierro de bastante longitud rematada por una punta muy pequeña en comparación con el tamaño total del arma y de forma prismática o pistiliforme, estando el hierro unido al asta mediante un cubo de enmangue. O sea, una lanza arrojadiza dotada de una gran capacidad de penetración, idea para ser lanzada contra el enemigo y perforar su escudo y, de paso, al mismo enemigo que se resguardaba tras él.
Así pues, ya vemos que el PILUM original no se asemejaba a la tipología más conocida por todos, sino más bien a la que actualmente se denomina como PILUM ligero, del cual tenemos la referencia más antigua al ser comparado por Quinto Ennio hacia el año 200 a.C. con los VERUTI usados por los VELITES. A su vez, el término VERUTUM provenía de asador o espetón, precisamente por su largo hierro, por lo que, curiosamente, aquí tenemos otro ejemplo de denominación por similitud. Y, del mismo modo, el VERUTUM era al parecer una copia o estaba inspirado en el GÆSUM usado por los galos, el cual era un dardo ligero y muy aguzado utilizado, al igual que el VERUTUM, como arma de hostigamiento y para las escaramuzas previas a la batalla. Pero, por otro lado, en algunos ajuares funerarios etruscos datados hacia el siglo V a.C. ya aparecieron armas similares al PILUM ligero, lo que podría adjudicar la paternidad del arma en cuestión al mencionado pueblo si bien también hay constancia de la aparición de restos arqueológicos de ejemplares similares en zonas del Lacio y la Umbría. Con todo, Livio adjudicaba a esta tribu la invención en base a que en sus ciudades se fabricaban dichas lanzas, pero no es algo concluyente ya que podrían tratarse de FABRICÆ posteriores en el tiempo y que estaban ya bajo el control de Roma. Por último, Polibio y Dionisio de Halicarnaso dan una detallada descripción del PILUM, asimilándolo al HYSSOS griego, pero en este caso se trata de una comparación, no de una afirmación determinante de que los romanos copiaran dicha arma.
En fin, como vemos no hay unanimidad ni remotamente y, de hecho, en estas cuestionas bélicas los mismos romanos no solían tener un conocimiento exacto del origen de sus propias armas. Un ejemplo lo tenemos en Dionisio de Halicarnaso, el cual, refiriéndose al PILUM, afirmaba que "...una nueva arma fue introducida, mejor que las que poseen los bárbaros, diseñada por nosotros" en alusión a dicha lanza, a la que describe como una jabalina imposible de esquivar por el enemigo. Así pues, la paternidad de esta lanza está aún en el aire, y lo único que parece estar razonablemente claro es que pasó a formar parte del arsenal romano hacia el siglo III a.C.
Finalmente, nos quedaría conjeturar quién fue el que decidió adoptar semejante arma ya que, hasta aquel momento, el ejército romano usaba la típica lanza de empuje habitual en todas partes. El único que da una explicación al respecto es Plutarco, el cual afirmaba que fue el tribuno y cinco veces dictador Marco Furio Camilo (c. 446-365 a.C.) el que armó a sus tropas con una lanza adecuada para poder mantenerlas alejadas de las largas espadas usadas por los galos. Y la cuestión es que esa teoría no es precisamente descabellada ya que los romanos, armados con el gladio, estaban en desventaja contra un enemigo provisto de una espada mucho más larga. De ese modo, no solo se podía mantener a distancia a los galos, sino también ofenderlos sin que ellos pudieran cortar las astas de las lanzas romanas precisamente por tener un hierro de más de 60 cm. de largo al final del asta de madera. De hecho, Plutarco especifica que era un arma ideal para herir a los enemigos en el sobaco en el momento en que levantaban el brazo para descargar un golpe con sus espadas. Puede que, una vez comprobada además su alta capacidad perforante, decidieran usarla, además de como lanza de empuje, como jabalina, naciendo de ese modo el PILUM romano con cubo de enmangue que, posteriormente, evolucionó hacia el de lengüeta para convertirse en el PILUM pesado que todo el mundo conoce.
En resumen, lo expuesto es lo que sabemos del ignoto origen de esta famosa lanza. Lo único que creo está muy claro es que los romanos la adoptaron con una finalidad muy concreta, y que se adaptaba a la perfección al sistema manipular de su ejército en tiempos de la República. Del mismo modo, las modificaciones que fue sufriendo a lo largo del tiempo tuvieron una finalidad semejante: acondicionarlo a sus usos tácticos, y de ahí quizás su larguísima vida operativa.
Bueno, otro día ya hablaremos a fondo del PILUM, analizando sus diversas morfologías y demás historias.
Hale, he dicho
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Un PILA y su correspondiente PILUM |
A la vista de estos datos, más de uno se dirá que sí, que muy bien, pero, ¿qué tiene que ver una mano de mortero con la lanza? Pues al parecer, los romanos usaban como PILUM un palo largo y pesado que les facilitaba la tediosa labor de moler en un mortero. Obviamente, se trataría de maderas especialmente sólidas, y parece ser que usaban estos palos como armas afilándoles previamente la punta y endureciéndola a continuación con fuego. De ese modo obtenía una lanza de empuje bastante eficaz contra enemigos desprovistos de armamento defensivo. El no usar hierro para esa finalidad obedecía al hecho de que, antes de que los romanos se hicieran los amos del cotarro, los etruscos, la tribu dominante en la península itálica, les negaban el uso del hierro excepto para aperos agrícolas, y solo cuando los romanos empezaron a disponer de metal en cantidades adecuadas es cuando comenzaron a fabricar armas como Júpiter manda. Así pues, el término PILUM como una acepción de lanza tuvo su origen en los palos que utilizaban como manos de mortero. Es como si hoy día preguntamos a alguien por una antena y, de momento, se asimila a ese palito metálico que llevan los automóviles en el techo para poder oír la radio sin excesivas interferencias, pero nadie recuerda o sabe que, anteriormente, era el palo que sustentaba las velas de los barcos, y anteriormente la vela latina de determinadas embarcaciones. Y, por aportar una teoría más, añado la sugerida por el profesor Frank W. Walbank, que decía que el origen podía estar en el término PILÆ en el sentido de columnas o pilares puestos en fila o una hilera de los mismos.
Bien, ese sería el origen del término. Pero, ¿dónde y cuándo surgió el PILUM? ¿Quién o qué pueblo lo inventó? Pues no se sabe. Y no se sabe porque ni los mismos autores clásicos lo sabían, atribuyéndole distintos "padres", muchas veces debido a errores de traducción o interpretación. Básicamente podemos reunir cuatro paternidades distintas: samnita, etrusco, romano e incluso ibero por su similitud con los SOLIFERREA, si bien ninguna de las fuentes de la época aporta datos claros y concisos que permitan adjudicar a tal o cual pueblo el invento. Con todo, debemos tener en cuenta un detalle, y es que el PILUM con lengüeta que es de todos conocido es uno de los diversos modelos o tipologías que tuvo esta lanza a lo largo de su extensa vida operativa, y que dicho modelo sí era genuinamente romano. Pero el que lo precedió era un arma más o menos similar a las que vemos en la ilustración superior: una lanza provista de una moharra en forma de varilla de hierro de bastante longitud rematada por una punta muy pequeña en comparación con el tamaño total del arma y de forma prismática o pistiliforme, estando el hierro unido al asta mediante un cubo de enmangue. O sea, una lanza arrojadiza dotada de una gran capacidad de penetración, idea para ser lanzada contra el enemigo y perforar su escudo y, de paso, al mismo enemigo que se resguardaba tras él.
Arriba y en el centro vemos dos VERUTI, el primero con punta piramidal y el segundo pistiliforme. Abajo tenemos un GÆSUM galo cuyo aspecto es muy similar al del angón medieval |
En fin, como vemos no hay unanimidad ni remotamente y, de hecho, en estas cuestionas bélicas los mismos romanos no solían tener un conocimiento exacto del origen de sus propias armas. Un ejemplo lo tenemos en Dionisio de Halicarnaso, el cual, refiriéndose al PILUM, afirmaba que "...una nueva arma fue introducida, mejor que las que poseen los bárbaros, diseñada por nosotros" en alusión a dicha lanza, a la que describe como una jabalina imposible de esquivar por el enemigo. Así pues, la paternidad de esta lanza está aún en el aire, y lo único que parece estar razonablemente claro es que pasó a formar parte del arsenal romano hacia el siglo III a.C.
Espada gala datada hacia los siglos III-II a.C. Provista de una hoja de 80,5 cm. de largo, estaba en clara ventaja sobre el gladio romano |
Ciudadano recreacionista en el momento de arrojar su PILUM contra un enemigo imaginario. Un buen lanzador podía alcanzar 30 metros de distancia sin problema |
Bueno, otro día ya hablaremos a fondo del PILUM, analizando sus diversas morfologías y demás historias.
Hale, he dicho
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