La celada surgió a principios del siglo XV, procedente de Alemania. Podía ser usada formando parte de una armadura completa, o bien solo como protección de la cabeza. Su ala trasera, de generosas dimensiones, proporcionaba una eficaz protección a la nuca. La usaron indistintamente caballeros como parte de su arnés, así como por peones, piqueros, ballesteros y demás tropa de a pié excepto los arcabuceros, que requerían un yelmo que no les impidiese un buen manejo del arma a la hora de apuntar, por lo que iban equipados con capacetes o bacinetes.
Podemos diferenciar cuatro tipos más representativos:
En la lámina de la izquierda podemos ver la celada más conocida. Se trata de una pieza dotada de un visor abierto en el frontal del casco, similar a los ocularia de los yelmos de cimera. Su diseño estaba muy bien concebido para repeler los golpes dirigidos a la cabeza: forma globular con una pequeña cresta, acusado ángulo frontal y, como innovación en la época, un largo cubrenuca. Para proteger la parte inferior de la cara se añadía una gorguera dotada de babera, pieza que cubría la mitad inferior del rostro y que podía quitarse o ponerse a voluntad. El interior de la celada iba provisto de una guarnición para asentarla en la cabeza.
En la lámina de la derecha aparece otro tipo, en este caso con el visor articulado y el cubrenuca, más amplio que el anterior, va formado por varias launas articuladas para permitir movimiento vertical a la cabeza. Al igual que la anterior, podía ir acompañada de su babera.
En esta otra que vemos a la izquierda, aparece una versión más desarrollada de la anterior, con un visor que cubre enteramente el rostro si bien, bajo el mismo, podía seguirse usando la babera como protección adicional. En todo caso, lo habitual era portar solamente la gorguera, ya que ésta cumplía sobradamente a la hora de proteger el cuello de su usuario. Debemos observar la peculiar forma estriada del visor, muy adecuada para impedir que golpes de punta saliesen desviados hacia los ojos o la garganta. Este tipo de celada quedó obsoleto cuando las borgoñotas cerradas y los almetes hicieron su aparición. La celada con visor no tenía la resistencia estructural de los anteriores y, como ocurría con los bacinetes con visor de pico de gorrión, carecían de apoyo por la parte inferior, por lo que un golpe en esa zona podía hundirlo contra la cara de su usuario.
Finalmente, en la lámina derecha podemos ver el modelo más simple, usado por lo general por tropas de a pie. De hecho, en las ilustraciones de la época solemos ver este tipo en arcabuceros, ballesteros y peones. Carece de visor a fin de permitir un mayor campo visual, pero conserva su largo cubrenuca articulado, en éste caso en una sola launa. Como en las anteriores, podía usarse la babera como protección adicional.
En la lámina izquierda podemos ver una babera. En éste caso, se trata de una pieza simple, sin adornos de ningún tipo. Iba provista de una correa que, rodeando el cuello, abrochaba mediante una hebilla, siendo pues muy fácil tanto quitarla como ponerla. Carecían de orificios de ventilación por ser innecesarios en este caso, ya que la renovación de aire no ofrecía problemas. En algunos casos, las gorguera sobre la que iba montaba disponía también de parte trasera, con lo que el cierre se llevaba a cabo sobre los hombros en vez de sobre el cuello.
Finalmente, en la lámina derecha se puede ver un tipo de celada de diseño español. Dispone de una pequeña ala a su alrededor que se alarga un poco más por la parte trasera para proteger mejor la nuca, de forma muy similar a los cascos usados por los ejércitos actuales. El borde delantero de la misma cuenta con un rebaje para mejorar el campo visual cuando, como en éste caso, se usaba con gorguera y babera. Como podemos ver, la protección que daba era prácticamente la misma que la proporcionada por un almete o una borgoñota cerrada, pero a costa de un precio muy inferior. Podía emplearse, como las demás, tanto con la gorguera como sin ella. Sus usuarios eran preferentemente tropas de a pie y hombres de armas, ya que daba una protección muy buena por menos dinero que un almete o una borgoñota cerrada. Unida a un coselete o una brigantina ponían a un simple piquero casi al mismo nivel de protección que un hombre de armas.
Fabricación
Si se trataba de una celada provista de ocularia, salía de una sola pieza, aparte de las launas del cubrenuca si es que lo llevaba articulado. En estas piezas ya no era preciso recurrir a grosores exagerados para hacerlas resistentes a los golpes o cortes de las armas. Las técnicas metalúrgicas de la época ya permitían realizar este tipo de trabajos con chapas más finas y más resistentes. Una celada venía a pesar aproximadamente unos dos kilos, y la babera unos 500 gramos, que si los comparamos con el peso de un yelmo de cimera supondría un 50% menos de peso con una protección igual o superior. Las celadas pertenecientes a personajes adinerados solían ir ricamente decoradas, e incluso su guarnición era más lujosa que el habitual a base de algodón relleno de crin. Un ejemplo de ello lo tenemos en el inventario del III duque de Alburquerque, fechado en 1560, en el que figura “... una celada con su asiento y bullones, y tiracol y hebillas y cabos y tachones de plata dorada, con una sobrevista de hierro dorado, guarnecida de raso carmesí...”.
Bueno, con esto creo que queda más o menos claro el tema, ¿no?
Hale, he dicho
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