Bien, aquí tenemos otra de tantas herramientas que, llegado el caso, podían ser usadas como armas. El término "doleoir" aparece por primera vez en Francia hacia 1150, evolucionando posteriormente durante el siglo XIV al de doloire que conocemos actualmente. Al parecer, es una corrupción del término latino dolabra, una especie de zapapico usado por los romanos que, por cierto, aún sigue en uso (yo tengo uno en casa que no sé de dónde leches salió). El apelativo de "hacha de carretero" se aplica debido a que aparece, como en la ilustración de la izquierda, en manos de los carreteros que acompañaban a los ejércitos de la época, de modo que podían usar ésta hacha tanto como herramienta de carpintero como para defenderse en caso de verse atacados. Aunque al parecer no era habitual que las tropas enemigas agrediesen a la turba que acompañaba a los carros con los bastimentos de una hueste, ya que no eran combatientes y en su mayoría viejos o mozalbetes, a veces esa norma se olvidaba y, si les impedían el saqueo del botín que contenían los carromatos, liquidasen a todo aquel que se opusiera a la rapiña.
Básicamente, la doloire era un hacha más bien ideada para labores de desbaste que para talar o cortar troncos. Si observamos al señor recreacionista de la imagen de la derecha, éste se afana en dar forma a un tronco. El generoso filo de ésta herramienta, así como el estar su hoja desviada del eje axial de la misma, permitía un trabajo bastante fino a la hora de obtener tablones o llevar a cabo las reparaciones necesarias en los carros. En el caso de la foto, está fabricando una viga sin necesidad de ninguna otra herramienta, por lo que los carpinteros que acompañaban a los ejércitos de la época precisaban poca cosa para llevar a cabo cualquier tipo de trabajo, incluyendo la fabricación in situ de maquinaria de sitio si era necesario.
Sus hojas de forma triangular solían medir entre 30 y 45 cm. de largo, y en su parte trasera llevaban un refuerzo para usarlas como martillo o para golpear en ellas si era necesario para sacar grandes lascas de madera o partir pequeños troncos en dos. En cuanto al filo, la parte inferior curvada actuaba como azuela para trabajos más delicados, mientras que la parte superior era más indicada para desbaste. Dicha hoja era soldada a una argolla desviada, como se ha dicho, del eje axial del conjunto (véase detalle de la foto), permitiendo de ese modo ir sacando finas lascas de madera sin tener que inclinar la herramienta, obteniendo así una superficie completamente alineada y lisa. El hacha iba engarzada en un mango de alrededor de 150 cm. para su uso como herramienta de dos manos, siendo dicho mango de sección ovalada.
Por norma, la mayoría las doloire que se conservan llevan gran profusión de grabados en sus hojas, generalmente con rudimentarios motivos florares y punzonados con las iniciales o la marca del fabricante si bien, actualmente, no ha sido posible identificar a ninguno de aquellos artesanos. Por otro lado, algunos ejemplares que se conservan actualmente, como el de la foto de la derecha, carecen del refuerzo posterior para su uso como martillo, lo que parece indicar que, en algunos casos, podrían fabricarse estas hachas con fines meramente bélicos por su obvia contundencia. De hecho, se tiene constancia de que, además de ser usadas por los carreteros como arma de autodefensa, también eran utilizadas por las guarniciones de los castillos para rechazar a los asaltantes que intentaban llegar al adarve mediante escalas, golpeándoles nada más verlos aparecer por las almenas. También parece ser que se usaron en Francia como hachas de verdugo, fin éste para el que obviamente eran bastante válidas por su anchuroso filo y su peso, bastante capaz de decapitar a una persona de un certero tajo en el cuello.
En las fotos de la izquierda podemos ver un par de ejemplares más. La primera muestra el aspecto convencional de estas armas, con su refuerzo posterior en la anilla de engarce y su decoración floral. La otra, en la que se aprecian perfectamente las soldaduras de la hoja al cubo de enmangue, tiene quizás más aspecto de arma que de herramienta. En el centro lleva grabada la letra H, rodeada por un burdo punzonado. Esta doloire tiene todo el aspecto de ser una reconstrucción, ya que los ejemplares que se conservan llevan argolla de enmangue, y no un cubo cónico en el que, además, se vislumbra un cordón de soldadura que da bastante cante.
Bueno, con esto concluyo. Para los señores recreacionistas creo que es una pieza curiosa para añadirla a sus panoplias. Son fáciles de fabricar, resultan bastante originales y son perfectamente válidas tanto para hacer leña en las acampadas como para poner las peras a cuarto a algún chorizo que se aventure a intentar rapiñar la costosa cota de malla que le llevó cuatro meses elaborar. Ahí dejo, como foto de cierre, algunos ejemplos para que sirvan de inspiración a vuecedes.
Hale, he dicho...
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