Es de todos sabido que los hispanos, desde los remotos tiempos de los iberos, nos pirramos por las armas blancas. A lo largo de la historia, España ha sido una referencia en todo lo referente a la manufactura de espadas, cuchillos, navajas y, en definitiva, cualquier cosa que clave o corte. En tiempos modernos, aunque se nos suele identificar más con la navaja como vimos en la entrada referente a ese tipo de armas, proliferó enormemente la cuchillería, destinada a los más diversos fines como la defensa, la caza, como herramienta o incluso para uso doméstico. Así pues, en los centros cuchilleros de España se dieron forma a una serie de armas con sello propio cuya impronta perdura en nuestros días. Veamos con más detalle de qué va la cosa...
Hacia el siglo XVIII, como ya se mencionó en la entrada sobre la navaja española, las normativas que prohibían el uso de espadas a la gente del pueblo hicieron que tuvieran gran difusión tanto las ya mentadas navajas como los cuchillos. Su diseño variaba según el centro de producción, dando lugar a diversas variantes que veremos a continuación. Unos estaban diseñados más como arma para cualquier uso, mientras otros iban destinados a fines venatorios o, simplemente, como arma ofensiva. Fabricados en los tamaños más diversos, muchos de ellos podían ser portados en la faja y sacarlo a relucir en una reyerta, mientras otros estaban destinados a fines más pacíficos para tareas del campo y similares, si bien eso no quita que, llegado el caso, pudieran rebanar un pescuezo.
El modelo más representativo es el que vemos en la foto de la derecha. Es, por así decirlo, el cuchillo español por antonomasia. Se trata de un cuchillo provisto de hoja triangular vaciada a dos mesas, sin recazo. La cruceta es siempre de pequeño tamaño, fabricada de acero o latón. Las empuñaduras, como se aprecia en la foto, tienen forma ahusada y constan de tres piezas, siendo las de los extremos generalmente de bronce y el tramo central de hueso o madera, bien en una sola pieza o formando láminas longitudinales. También se pueden ver ejemplares con empuñadura poliédrica fabricadas enteramente en latón. La hoja va engarzada mediante una espiga pasante remachada en la zona superior de la empuñadura que, como vemos, carece de pomo. Algunas hojas, como la que figura en la parte superior, iban perforadas o con los orificios decorados con finas láminas de latón. Estos cuchillos estaban destinados bien como arma de defensa personal o como cuchillos de remate para caza mayor, para lo cual son especialmente indicados los de doble filo. Las vainas podían estar fabricadas con metal, en una sola pieza, de piel provistas de brocal y contera metálicos o incluso de cartulina forrada con terciopelo y, como las anteriores, con su brocal y contera de latón o acero.
Otra tipología la podemos ver en la foto de la izquierda. En éste caso, la hoja con forma de triángulo escaleno y sumamente aguzada va vaciada a una sola mesa, con filo corrido en su parte inferior y un contrafilo que ocupa un medio o un tercio del lomo. Dicha hoja queda embutida en un refuerzo de latón en su unión con la empuñadura, la cual suele ser bicónica y enteramente metálica, como en los dos primeros ejemplares, o en huso, como el inferior. Carecen de cruceta, y la unión de la empuñadura con la hoja lleva una pequeña virola. Las hojas de esta tipología solían ir profusamente grabada con motivos florares. En cuanto a las vainas, en el ejemplar superior podemos ver su apariencia: es enteramente metálica, decorada a juego con el resto del conjunto y rematada por un botón.
Los siguiente son los típicos cuchillos de remate, cuyo diseño sigue totalmente vigente y los podemos ver en los catálogos de las mejores marcas de cuchillería española. Por norma, sus hojas son muy fuertes, de un grosor superior a los 5 mm. y, por lo general, van provistos de una generosa cruceta que impide que la mano se deslice a la hora de clavar. El que aparece arriba lleva una hoja vaciada a dos mesas, con doble filo y profusamente grabada con motivos cinegéticos. La empuñadura es un trozo de asta de ciervo perforada de lado a lado para permitir el paso de la espiga, la cual va roscada sobre una chapa metálica a la que se ha dado la misma forma que el asta de venado. A continuación vemos un ejemplar con la hoja vaciada a tres mesas y un amplio recazo. La empuñadura, fabricada de madera con dos virolas en sus extremos, lo convierten en una bayoneta de taco que permite acoplar el cuchillo en el cañón de la escopeta para convertir el conjunto en un chuzo de remate. Finalmente tenemos otro con una hoja tipo Bowie, con filo corrido en la parte inferior y contrafilo en el último tercio de la hoja. Las vainas de estos cuchillos suelen estar fabricadas con cuero grueso, y provistas de brocal y contera o, al menos, contera metálica para impedir que, en caso de caer de punta al suelo, la hoja perfore la vaina.
Finalmente tenemos dos tipologías propias de dos zonas muy concretas: el cuchillo canario y el cuchillo sastaguino, éste último originario de la población de Sastago, en Zaragoza. El cuchillo canario se caracteriza por la escotadura en la parte trasera de la hoja, donde apoya el dedo indice. Sus empuñaduras, en forma de huso, suelen ir profusamente decoradas con incrustaciones en hueso, madera, etc., rematadas por dos virolas metálicas en sus extremos. En cuando a los sastaguinos, sus hojas tienen esa peculiar curvatura y no llevan contrafilo. Las crucetas, fabricadas generalmente de latón, son pequeñas y rematadas por galluelos en posición invertida. Finalmente, las cachas están fabricadas por sistema con el nácar que se obtiene de los moluscos procedentes del Ebro o, en caso contrario, con asta. Como vemos en la foto, están reforzadas por tramos de latón si bien también pueden ser con la forma ahusada convencional del cuchillo español.
Bueno, ya está.
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