martes, 21 de julio de 2020

El CV-33/35 EN ESPAÑA 1ª parte


CV-35 perteneciente al Rgto. de Dragones de Alcántara nº 15 en Melilla tras la guerra. Los carros italianos supervivientes del conflicto se quedaron en España junto al resto del material enviado por Benito el generoso

El inefable Benito y el rey Víctor Manuel pasando revista a los primeros
CV-29 fabricados en Italia. Estos pequeños vehículos fueron el germen
de los CV-33
Al hilo del aniversario del inicio de la guerra incivil que asoló nuestro suelo, he caído en la cuenta de que no se ha hecho referencia a la aportación italiana a la misma que, con diferencia, fue más generosa que las realizadas por el ciudadano Adolf y el padrecito Iósif. Recordemos que, mientras estos enviaron material terrestre y aéreo, el inefable Benito se sintió heredero de la tradición imperial romana y quiso demostrar al mundo que Italia, que hasta la reunificación culminada en 1870 era una amalgama de reinos y ciudades estado que prácticamente no tenían relevancia política ni militar en Europa, era una potencia en toda regla, y que su intervención podía decantar la balanza del lado favorecido por su indulgencia, siendo de hecho el primero en suministrar material al bando sublevado que, por razones obvias, era con el que simpatizaba. 


El CTV pasando ante la tribuna en el Desfile de la Victoria, en Madrid.
Pagaron cara su aventura española: unos 3.500 se quedaron aquí abonando
la tierra, y unos 12.000 resultaron heridos
De ahí que, además del personal técnico y militar destinado a hacer funcionar la maquinaria bélica, así como a adiestrar a los españoles en su manejo, enviara un ejército en toda regla, el Corpo Truppe Volontarie o CTV, que alcanzó la cifra de unos 70.000 efectivos. En puridad, fue el único contingente de tropas regulares extranjeras enviadas a España ya que las Brigadas Internacionales estaban nutridas por ciudadanos de multitud de países que vinieron por su cuenta, no como parte del ejército de un país en concreto, y los aviadores y carristas soviéticos y de la Legión Cóndor acudieron, aparte de en un número comparativamente ínfimo, como asesores y, por decirlo de algún modo, como "pilotos de pruebas" para ir adiestrándose y, a su regreso a sus países de origen, transmitir sus experiencias a sus colegas con vistas al gran festival bélico que se estaba cociendo. Así pues, y ya que hemos tratado a fondo la actuación del PzKpfw I tedesco y el T-26 soviético, pues que menos que dedicar un artículo a la aportación italiana, el CV-33/35.

ANTECEDENTES

Carden-Loyd Mk. VI armado con la Vickers original refrigerada por agua. A la
derecha aparece el trípode para usarla desmontada fuera del vehículo.
 Su peso era de apenas 1.700 kg.
Como todo dictador que se precie, Benito puso especial interés en crear un ejército potente y moderno desde su llegada al poder en 1922. Se lo tomó tan en serio que, aunque en la Gran Guerra no pasó de cabo, como su homólogo el ciudadano Adolf, gastaba unos uniformes chulísimos que no se quitaba ni para ducharse, lleno de medallas, correajes pulidos a espejo, botas altas deslumbrantes y cascos con acabado brillante (¿inspirarían al controvertido Patton?). Y, como quedó claro en la Gran Guerra, para tener un ejército potente hacía falta disponer de vehículos de combate adecuados, capaces tanto de arrollar a la infantería enemiga como de avanzar protegiendo a la propia. Considerando a los british (Dios maldiga a Nelson) como los más avanzados en lo tocante al arma acorazada, una delegación del Regio Esercito partió a finales de los años 20 hacia la brumosa Albión para estudiar la compra del carro ligero Carden-Loyd Mk. VI que, en aquella época, se consideraba un referente como vehículo de apoyo y acompañamiento de infantería según los cánones tácticos aún vigentes. Recordemos que Italia y Gran Bretaña habían sido aliados durante la Gran Guerra, así que a nadie le extrañe que por aquella época mantuvieran buenas relaciones a nivel diplomático y político.

CV-29 armado con la Fiat 1914. Obsérvese el escudo que protege la
tronera del comandante/ametrallador
Tras varias pruebas satisfactorias se hizo un pedido de 25 unidades, cuatro de las cuales fueron fabricadas en 1929 bajo licencia por la firma OTO en Italia, adoptando el nombre de CV-29, acrónimo de Carro Veloce modelo 1929, y sustituyendo la ametralladora Vickers de calibre .303 British por una Fiat-Revelli modelo 1914 de calibre 6,5 mm.  para aviación. Este vehículo se adaptaba perfectamente a los requerimientos del ejército italiano de la época ya que por su peso y dimensiones era ideal para moverse por la abrupta geografía de la península itálica, llena de montañas, carreteras estrechas y puentes debiluchos. No obstante, la firma Ansaldo se puso a diseñar su propio proyecto que, aunque claramente inspirado en el modelo británico, pretendía obtener una máquina más potente, con una suspensión mejorada y un poco mejor blindada. El resultado final llegó en 1932 para ser finalmente aceptado al año siguiente con la denominación de CV-33.


CV-33 de primera generación
El vehículo resultante superaba a su predecesor si bien sus prestaciones lo situaban en lo que en aquella época se denominaba como tanqueta, o sea, un carro ligero destinado a misiones de exploración y acompañamiento de infantería, pero nada más. El casco, diseñado por la Ansaldo, estaba formado por planchas soldadas con un grosor máximo de 13,5 mm. en el frontal y de 8,5 mm. en los laterales, lo que apenas protegía a sus dos tripulantes del fuego de armas ligeras y nada de los fusiles anticarro. El motor lo diseñó la Fiat, en este caso un SPA CV3-0005 de 4 cilindros que desarrollaba 43 CV y permitía alcanzar los 42 km/h por carretera. La transmisión tenía 4 marchas pa'lante y 1 pa'trá con una reductora. Su peso doblaba el del CV-29, alcanzando los 3.400 kilos en orden de combate y su autonomía era 120 km. por carretera, lo que tardaba ese chisme en tragarse el contenido del depósito de 62 litros (67 según otras fuentes) situado detrás del conductor. Lo peor era el sistema de arranque, que era a base de manubrio. El dispositivo se encontraba en la parte trasera, pero si había que arrancar en sitios desagradables donde había muchos tiros era posible hacerlo desde la angosta y claustrofóbica cámara de combate, lo que de por sí era cuasi misión imposible.


La ametralladora (foto superior izquierda) era la Fiat Revelli modelo 1914 de aviación en calibre 6,5 x 52 mm. Carcano (el mismo que acabó con Kennedy, ya ven...), un modelo derivado del modelo del ejército que estaba refrigerada por agua. Al igual que en el CV-29, el trípode iba estibado en la trasera del vehículo para, en caso de necesidad, desmontar la maquina y usarla de forma convencional. Pero lo chungo de este modelo era su sistema de alimentación, basado en los peines de cinco cartuchos usados por los fusiles. El resultado era una caja con compartimentos 100 cartuchos que podemos ver en la foto, a la derecha, o de 50, que es el que aparece cargado en la ametralladora. Este sistema, aparte de producir irritantes interrupciones, daba una cadencia más bien lenta para la época, unos 400 dpm, era lento de recargar y limitaba el almacenamiento en el interior del vehículo, cuya dotación era de 2.240 cartuchos. Lo único bueno que tenía era que, a la hora de recargarlos, no hacía falta máquina para eslabonar ni nada por el estilo, sino simplemente echar mano de munición de fusil y rellenar los peines a mano. Otro inconveniente estaba en el emplazamiento del arma, en una casamata en vez de en una torreta giratoria. La casamata solo aportaba la ventaja de reducir la altura del carro a apenas 120 cm., pero limitaba el ángulo de tiro horizontal a solo 12º en cada sentido, por lo que para batir zonas más amplias a corta distancia había que girar el vehículo. En fin, a pesar de que no era precisamente para darle un premio, el CV-33 fue considerado satisfactorio y se hizo un pedido inicial de 240 unidades al módico precio de 89.890 liras, y hasta tuvo cierto éxito en el extranjero siendo vendido a varios países.


CV-35
Del CV-33 se produjeron dos tipos, el segundo de ellos con una serie de pequeñas modificaciones en lo referente a los visores para los tripulantes, la rueda tensora y poco más. Pero lo que no parecía que levantara gran entusiasmo fue el armamento, por lo que en 1935 se eliminó el modelo inicial y se cambió por dos máquinas, concretamente dos Fiat-Revelli modelo 1935 de calibre 8 x 59 RB alimentadas por cintas, con una dotación de 2.170 cartuchos que, posteriormente, fue ampliada hasta los 3.200. En enero de aquel año ya se había fabricado 275 unidades del CV-33 y se preveían un total de 1.200, 200 de ellas con armamento especial, principalmente lanzallamas del que ya hablamos en su día. Además del cambio de modelo de ametralladoras, el vehículo fue acortado 5 cm. de longitud y hubo que modificar el emplazamiento original para las armas. Eso supuso un aumento en el costo del carro hasta las 93.720 liras que no supusieron ninguna pega ya que se encargaron 500 unidades iniciales y, además, se modificaron los CV-33 en funcionamiento para adaptarles las dos ametralladoras. El motor y el blindaje siguieron siendo iguales si bien en el nuevo modelo las chapas iban remachadas en vez de soldadas. Por los cambios sufridos se consideró esta variante como un nuevo modelo denominado como CV-35. Los CV-33 modificados fueron renombrados como CV-33/35.


Columna de CV-35, posiblemente cuando fueron de visita a Abisinia a
recuperar el Imperio perdido
Con todo, es evidente que el uso táctico que los italianos tenían planificado para estos vehículos no era precisamente el más acertado. Mientras que otros países tenían claro que un carro de acompañamiento de infantería tenía que disponer de un armamento potente para anular la artillería anticarro y pequeñas fortificaciones y/o nidos de resistencia y, además, tener un blindaje adecuado para protegerse tanto de armas ligeras como de fusiles anti-carro, los gerifaltes de Benito consideraban que la misión del carro era proteger y acompañar a la infantería durante el asalto, dando por hecho que la preparación artillera previa al ataque habría logrado anular los nidos de ametralladoras y las armas anticarro enemigas. Obviamente, eso era un error garrafal porque confiar ciegamente en el poder artillero era algo muy cuestionable y, como pudieron comprobar tras su primer encuentro con los T-26, no eran rival para un carro medio cuyo cañón de 45 mm. no es que fuese el Gran Bertha precisamente. Pero sí tenía capacidad sobrada para ofender a gran distancia a las pequeñas "latas de sardinas", como rápidamente los apodaron los españoles con nuestra inveterada costumbre de ponerle un mote a todo. 

En fin, así fueron los comienzos de este vehículo que supuso la primera aportación de carros de combate al bando sublevado. En la próxima entrada ya hablaremos de su actuación en la martirizada tierra española y tal.

Me siendo medio carbonizado, así que me piro al patio a regarme abundantemente.

Hale, he dicho

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Varios CV-33/35 esperando la orden de ponerse en marcha. Sus únicas armas a su favor eran la velocidad y su reducida
silueta, que eran las que podían librarles de ser aniquilados por los T-26, BA-6 y BT-5 soviéticos, todos armados con el
eficaz cañón 20-K de 45 mm.

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