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Recreación del fastuoso lápiz de Connolly que muestra a un viejo centurión condecorado entre otras cosas con TORQVES y ARMILLÆ |
Bajorrelieve de una lápida perteneciente a un legionario. Aparece junto a su mujer, y en su muñeca derecha se puede ver una ARMILLA |
Aclarado este punto, debemos saber que la ARMILLA era un brazalete que, al parecer, solía ir a juego con la torques del cuello. Su origen como condecoración militar data de la misma época que las TORQUES y las PHALERÆ, y Plinio, en su Historia Natural, nos informa que las ARMILLÆ CIVIBVS DEDERE QVAS NON DABANT EXTERNIS, lo que traducido al román paladino viene a decir que solo se entregaban a los ciudadanos, y a los foráneos podían darles morcillas. La primera referencia literaria a la concesión de este tipo de premio data del 293 a.C., en el contexto de la guerra que enfrentó a romanos con samnitas. Dichas referencias citan a SPVRIO NAVTIO como uno de los condecorados por sus méritos en la batalla, concretamente por liderar una carga contra los enemigos estando en clara minoría de efectivos respecto a ellos. Por su valerosa acción recibió una ARMILLA de oro y una corona áurea. Su sobrino SPVRIO PAPIRIO también recibió su recompensa estando al frente de su TVRMA de caballería en el asedio de Aquilea, donde también fueron recompensados con sus respectivas ARMILLÆ cuatro centuriones y, de forma colectiva, un manípulo de HASTATI que fue el primero en apoderarse de la puerta y la muralla de la ciudad. Parece ser que, al menos en aquellos primeros tiempos, se había establecido una escala en este tipo de condecoración ya que, mientras que el ciudadano NAVTIO recibió una de oro, su sobrino se tuvo que conformar con una de plata.
Estatuilla de bronce que muestra a un noble galo con ARMILLÆ en muñecas y brazos. Está datada hacia el siglo I a.C. |
Por cierto que la implantación de este tipo de condecoraciones supusieron ciertos cambios en la costumbre romana de considerar los adornos como impropios de hombres, como ya se comentó en el caso de las torques. Durante la República, cuando personajes como Marco Porcio Catón clamaban por la pureza de las costumbres, el entonces joven y ambicioso César se dedicaba a despistar al personal haciéndose pasar por un sujeto flojucho y un tanto adamado haciendo ostentación precisamente de todo lo que estaba mal visto en un hombre de su época: vestir túnicas de mangas largas, llevar el cinturón flojo y usar brazaletes. Obviamente, el engaño surtió efecto porque todos lo tenían por un memo de solemnidad, lo que le valió para que no le molestaran demasiado mientras tramaba su imparable ascenso al poder. Solo Sila se percató de la farsa afirmando que veía en él a muchos Marios, su mortal enemigo que, además, era tío político de César. En mi opinión, esta moda debió propalarse a raíz de la costumbre entre los militares de usarlas cuando vestían de paisano para demostrar al personal sus méritos en combate ya que, como es lógico, no iban a pasearse con el arnés de donde colgaban las PHALERÆ y las torques. Un ejemplo podría ser el legionario del bajorrelieve que hemos visto más arriba, que va vestido de paisano pero con su ARMILLA en la muñeca. De ahí, posiblemente, que el visigodo Isidoro dijera que ARMILLÆ AVTEM PROPRIE VIRORVM SVNT (los brazaletes son propios de los varones), y que además de ser concedidos a los soldados cuando obtenían una victoria por su valentía con las armas, VNDE ET QVONDAM VVLGO VIRIOLÆ DICEBANTVR (de ahí que vulgarmente se las conocieran como VIRIOLÆ, o sea propio de machotes, para entendernos). En definitiva, que darse un garbeo por las termas o el foro con sendas ARMILLÆ en las muñecas era una forma de marcarse el pegote bonitamente de la misma forma que hoy día el pijo de turno no se quita el Rolex traído de Hong-Kong ni para irse a la tumba. Al fin y al cabo, la gente pensaría que si un tipo valeroso como un militar condecorado usaba brazaletes nadie cuestionaría su virilidad, ¿no?
En cuanto a su concesión, al formar parte del lote junto a las torques y las PHALERÆ no cabe pensar que fueran concedidas de forma individual y, tal como se comentó en las entradas anteriores, durante el Principado perdieron valor como distinción ya que solo se concedían a centuriones, OPTIONIS, DECVRIONIS y tropa. Por otro lado, también podía ser concedida de forma colectiva, como ocurrió con el ALA SILANA, una unidad de auxiliares que obtuvo la distinción y que, por ese motivo, se ganó el título de ARMILLATA. Por cierto que es el único caso conocido acerca de la concesión de este título, mientras que, por el contrario, hay al menos una docena de unidades motejadas como TORQVATA. De hecho, el ALA SILANA la ganó dos veces ya que aparece como ARMILLATA y BIS ARMILLATA. En la foto de la izquierda podemos ver tres estandartes de otras tres unidades romanas en las que se pueden ver las condecoraciones colectivas obtenidas, como PHALERÆ, coronas de laurel, coronas murales, crecientes, etc. La pérdida en batalla de estos estandartes era considerado por los componentes de la unidad como la mayor de las desgracias, y se quedaban muy amohinados dando por sentado que los dioses les habían dado la espalda, y que eran merecedores del desprecio de la humanidad entera.
En lo referente a su morfología, los diseños eran de lo más variados si bien inicialmente podrían ir a juego con las torques siguiendo la moda celta. A la derecha tenemos varios ejemplos de las tipologías más comunes, que van desde simples argollas abiertas sin ningún tipo de decoración, como la que aparece arriba a la izquierda, a anchos brazaletes provistos de una bisagra como si de un grillete se tratase. Estas últimas podrían también tener algún tipo de decoración. Además, eran habituales las terminadas en BULLÆ, o bolas, las de forma espiral, planas con decoraciones geométricas y, sobre todo, las rematadas con cabezas de serpientes que, en muchos casos, incluso daban varias vueltas a la muñeca como si de una culebra enrollada se tratase. Conviene señalar la importancia de la serpiente en el mundo romano por su relación con la fuerza vital y la inmortalidad, así como su vinculación con el culto a Mitra, uno de los dioses predilectos de los legionarios. El material usado para su elaboración era normalmente el cobre o aleaciones de este metal. Es evidente que, en sus primeros tiempos, se entregaron piezas elaboradas con metales de valor pero, según hemos visto, este tipo de condecoraciones se fueron depreciando y al final solo conservaron su valor simbólico. De hecho, en la época imperial solo hay constancia del metal con que estaba fabricada una de las concedidas, oro en esta ocasión. Cabe pues suponer que las ARMILLÆ de oro o plata quedaron relegadas a personajes de postín o a acciones de un mérito tremendo. Rufo Festo un historiador del siglo IV d.C., menciona que los generales que obtenían un triunfo solían portar CALBEI (en singular, CALBEVS) durante la parada militar. Estos CALBEI eran unos brazaletes que solían usar los médicos o los hombres con meros fines ornamentales, así que no sabemos si eran una especie de herederos de las ARMILLÆ o unos simples brazaletes que, junto a otros abalorios, portaban los mandamases como mero gesto de vanidad para demostrar que eran tipos con posibles.
Fragmento del monumento funerario de Gaio Purtisio Atinas en el que aparecen dos ARMILLÆ serpentiformes flanqueando una torques. Finales del siglo I d.C. |
Como colofón, comentar una curiosidad curiosa. Como ya comentamos en una entrada anterior, las condecoraciones de los muertos en combate eran devueltas al ejército, por lo que solo quedaba constancia de ellas en sus lápidas o cenotafios en el caso de que sus maltratadas envolturas carnales se hubieran quedado lejos del terruño devoradas por los buitres y las alimañas. Pero los que lograban jubilarse se las llevaban consigo, pasando a formar parte de los tesoros familiares como muestra de que el abuelo Gaius Belicosus los tenía bien puestos y había liquidado a mogollón de bárbaros, cuñados incluidos.
Ciudadano recreacionista-centurión revestido con sus medallas. En la muñeca izquierda lleva una ARMILLA de bolas |
Como es de todos sabido, a los que alcanzaban la jubilación se les daba a elegir entre una indemnización en metálico o bien una parcela de tierra, si bien muchos centuriones que se retiraban con unos jugosos ahorros también optaban por dedicarse al noble oficio de terrateniente para pasar apaciblemente el resto de su vida viendo crecer la hierba. Así pues, para dejar constancia de que tal o cual finca era propiedad de un ex-militar que acababa de instalarse y que, por ello, se le debía tener el debido respeto, colocaban las ARMILLÆ ganadas en combate lo más cerca posible de la vía más cercana a modo de aviso. Esa teoría, aportada por Mark Hinman, puede ser la explicación a las muchas ARMILLÆ aparecidas en contextos rurales donde no hubo ninguna batalla, o sea, que no podían proceder de cadáveres de hombres que las llevaban puestas en el momento de ser escabechados.
Bien, con esto vale por hoy, que es hora del sacrosanto aperitivo.
Hale, he dicho
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