Recreación de un victorioso PRIMVS PILVS al que los hombres de su legión acaban de concederle la CORONA OBSIDIONALIS siempre y cuando les conceda un mes de permiso y dos pagas extras, naturalmente |
Bien, ya hemos tratado de las distinciones, digamos, menores, las cuales derivaron, como hemos visto, de la costumbre de expoliar los cadáveres de los enemigos vencidos. Sin embargo, los premios que verdaderamente tenían categoría y suponían el más elevado honor a los que los ganaban eran las coronas. Las coronas en sí tampoco fueron un invento romano sino griego, como ya comentamos en la entrada inicial de esta monografía, y antes de meternos a fondo en el tema conviene saber el origen de las mismas.
Según Isidoro el Sebiyano, el palabro tiene su origen en la costumbre pagana de danzar alrededor de los altares formando un círculo o coro, de donde proviene obviamente corona. O sea, que inicialmente no eran en sí un adorno, sino una forma en que los fieles se distribuían alrededor de sus ídolos para hacerles la pelota. El mismo Isidoro afirma que, según los paganos, el que ideó lo de fabricar una corona tal como las conocemos se debe a un tal Liber (de donde por cierto proviene el término libar o beber), que se fabricaba una para darle al trinque a base de bien durante los saraos. Posiblemente fuese una corona de hiedra ya que se creía que esa planta actuaba de forma beneficiosa para aminorar los efectos secundarios de la cogorza, verbi gratia, una resaca antológica.
Dos púgiles en una competición de pankrátion. Los juegos eran originariamente un concurso de destreza en artes marciales, o sea, de ámbito castrense |
Pero cogorzas aparte, lo que sí parece seguro es que fue en los juegos Olímpicos cuando las coronas se instauraron como símbolo de triunfo entre los participantes. Los espartanos les dieron tal importancia que, contrariamente al resto de los griegos, las conservaban para portarlas cuando iban a la guerra, como queriendo demostrar su valía a propios y extraños. Con el tiempo, las coronas fueron propalándose a otros ámbitos de la vida cotidiana, como los festejos o los funerales y, naturalmente, como recompensa por los méritos mostrados en todo tipo de disciplinas tanto intelectuales como militares o por hechos relacionados con la vida civil.
Bien, este es básicamente el origen de la corona como símbolo de victoria. Los romanos, cuya cultura estaba basada en la helénica, no tardaron en adoptarla para premiar a sus héroes con una de ellas y poder así distinguirlos por su arrojo en la batalla. Y de todas ellas, la más antigua fue la CORONA OBSIDIONALIS o, como también se la conocía, CORONA GRAMINEA, corona de hierba. Y, curiosamente, no solo fue la primera corona creada por el ejército romano, sino que también ha sido hasta la fecha la única recompensa militar conocida que no la concedían los mandos a un inferior, sino al revés: la tropa la otorgaba a su jefe por haberles librado de la aniquilación. Veamos cómo surgió...
Grabado decimonónico que muestra a Lucio Sicio Dentato, el Aquiles romano |
En primer lugar, el nombre: CORONA OBSIDIONALIS hace referencia a los asedios, pero no en el sentido estricto de ciudades sitiadas, sino de ejércitos cercados o acorralados por los enemigos. Si el comandante de dicho ejército en situación de extremo peligro lograba liberar a sus hombres del cerco y salir del brete, las tropas, por aclamación, le concedían dicha CORONA OBSIDIONALIS. Ésta se confeccionaba in situ con la hierba, mieses o cualquier jaramago disponible, de donde proviene el otro término con que se conocen estas coronas: GRAMINEA. Según Plinio, que en el Libro XX de su Historia Natural da pelos y señales al respecto, "...esta corona se hacía de hierba porque antiguamente, cuando algunos se daban por vencidos, arrancando hierba del suelo la ofrecían a los vencedores. Y así daban a entender que su jefe los había librado de ofrecer la hierba a sus enemigos, y lo coronaban con ella". Esta costumbre de ofrecer hierba como muestra de sumisión provenía al parecer de que, de esa forma, se rendían en su propia tierra natal, la tierra que los había nutrido y donde serían sepultados. No bastante, también según Plinio, "...otros afirmaban que la entrega de la corona se llevaba a cabo a imitación a la costumbre de los antiguos de coronar a Marte, dando así a entender que, así como la hierba restañaba la sangre, así el dios Marte, sin derramar la de su gente, vencía a los enemigos".
El primer ciudadano premiado con este galardón fue Lucio Sicio Dentato, un sujeto con una hoja de servicios que haría empalidecer de envidia al mismísimo Rodrigo Díaz. Ganó más condecoraciones de las que se auto-concedió el inefable Göring, incluyendo la CORONA OBSIDIONALIS cuando era tribuno militar. De hecho, esta recompensa solo fue concedida en ocho ocasiones en toda la historia, nueve si incluimos la que el Senado le otorgó a Augusto pero que, obviamente, fue un mero acto de peloteo hacia el Padre de la Patria. Ni siquiera el gran Gaio Julio César la alcanzó a pesar de haber obtenido cinco triunfos. Según Plinio, los ínclitos ciudadanos premiados con esta valiosa distinción fueron, además de los dos mencionados,
Publio Decio Mus, tribuno militar bajo el mando del cónsul Aulo Cornelio, en el contexto de la Primera Guerra Samnita.
Quinto Fabio Máximo, cónsul que impidió que Roma cayera en manos de Aníbal durante las Guerra Púnicas.
Marco Calpurnio Flamma, tribuno militar durante la Segunda Guerra Púnica.
Publio Cornelio Escipión Emiliano, como tribuno militar durante la Tercera Guerra Púnica.
Gneo Petreyo Atinas, PRIMVS PILVS durante la guerra contra los cimbros. Fue el de más bajo escalafón que obtuvo esta recompensa. No obstante, para los que lo desconozcan, sepan que el PRIMVS PILVS (literalmente, primera lanza. Se traduce también como centurión primipilario) era de facto el que mandaba en una legión por ser el oficial más veterano y capacitado, al que el mismo legado requería en consejo de guerra. Curiosamente, su acto heroico se inició tras apiolar al tribuno de su legión cuando éste se negó a irrumpir en el campamento enemigo para romper el cerco. Una vez enviado al Averno al cagueta del tribuno, sus hombres lo siguieron, obteniendo así ponerse a salvo y, de paso, una gran victoria.
Lucio Cornelio Sila, sobradamente conocido por la guerra civil contra Gaio Mario. Obtuvo su corona como legado en el contexto de las Guerras Sociales.
Quinto Sertorio, como tribuno militar en Hispania por su victoria en Cástulo. Posteriormente, durante la guerra civil se puso en contra de Sila.
La tropa aclamando al jefe |
Por último, señalar que no han llegado a nosotros testimonios gráficos de este tipo de coronas en monumentos funerarios, estatuas, etc. No obstante, y considerando las circunstancias en que eran concedidas, sin preparación ni parafernalia de ningún tipo, podemos colegir que era algo muy similar a lo que he recreado en la imagen de cabecera: una simple corona de jaramagos silvestres que, a pesar de ser el material más humilde, encerraba la mayor de las glorias a las que un militar romano podía acceder.
Bueno, ya seguiremos.
Hale, he dicho
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