Vidriera de la fachada este de la iglesia de Sta. Isabel, en Marburgo. En ella vemos a Konrad von Marburg despojando de sus ropas seculares a la citada Sta. Isabel |
Un buen ejemplo de ello lo tenemos en el protagonista de la entrada de hoy, Conrado de Marburgo o, más propiamente dicho, Konrad von Marburg, uno de los más enconados y, a la par, desmedido enemigo de los cátaros, valdenses y demás herejes de todo tipo de pelaje que, por decirlo de forma que todos lo entiendan, se pasó catorce pueblos a la hora de someter a aquellos que no se avenían de buen grado a mandar a paseo sus heréticas creencias. Pero von Marburg no solo se distinguió por su desaforado y por lo general excesivo ardor...¿piadoso?, sino también por ejercer su ministerio como válvula de escape de ciertas tendencias que cualquier loquero de nuestros días no dudaría en clasificar como sádicas y propias de un sociópata. Y no solo en el concepto general del término, sino en el que alberga determinadas conductas sexuales. Veamos cómo las gastaba el prenda este...
No se sabe prácticamente nada sobre la juventud de von Marburg aparte de su fecha de nacimiento, hacia 1180 en dicha ciudad, que en aquellos tiempos formaba parte del landgraf (condado) de Turingia. Aunque algunos autores le consideraban como dominico o incluso franciscano, lo cierto es que, en realidad, era un simple cura que, según sus contemporáneos, tenía cierto nivel intelectual ya que recibía de ellos el título de MAGISTER, maestro, lo que indicaría haber llevado a cabo estudios en alguna de las escasas universidades de la Europa de aquellos tiempos. Las descripciones que han llegado a nuestros días acerca de su personalidad son bastante explícitas: era un hombre dotado de un pico de oro, con una enorme capacidad para subyugar a todo aquel que se acercase a él, muy persuasivo y con un carácter extremadamente dominante. Del mismo modo, era muy austero, un experto teólogo, defensor a ultranza de la pureza de la fe católica y un asceta que abominaba de cualquiera que llevase una vida entregada a la molicie o que se relajase en sus obligaciones espirituales. Cualquiera me dirá que ese no es precisamente el retrato de un hombre perverso, pero es que la verdadera maldad de von Marburg estaba latente en su corazón, deseosa de tener la más mínima oportunidad de aflorar de su interior si alguien con el suficiente poder le daba alas para ello.
Lotario dei Conte di Segni, que reinó como Inocencio III. Papa con apenas 37 años, fue el creador de la Inquisición para combatir las boyantes herejías de cátaros y valdenses. |
Pintura que recrea el momento en que el landgrave de Turingia pone en manos de von Marburg la dirección espiritual de su joven esposa, Erzsébet de Hungría |
Un testimonio de la extrema crueldad tanto física como psicológica que este energúmeno ejercía sobre su pupila se lo debemos a Isentrud von Hörselgau, una de sus sirvientas, la cual dio cuenta de que un día su señora no pudo acudir a uno de los sermones del confesor debido a que una parienta suya, la margravina de Meissen, había ido a visitarla. Von Marburg se agarró un cabreo de aúpa al ver su ego vilipendiado por preferir la pobre Erzsébet atender a su visitante que escuchar sus diatribas de siempre, así que le dijo que se largaba y que buscara otro confesor. La landgravina, que a aquellas alturas debía tener un síndrome de Estocolmo preocupante, se llegó a postrar en el suelo suplicándole que no se fuera. Von Marburg solo accedió a perdonarla cuando la desdichada aceptó quedarse en camisa y ser azotada como penitencia por su "grave pecado". En otra ocasión, un caballero por nombre Rudolf Schenk von Vargilia se entrevistó con la landgravina para hacerle saber que entre el vulgo corrían extraños rumores acerca de la relación que mantenía con su confesor, del que todos sabían ya que era un mal bicho. Esta le mostró la espalda llena de hematomas y cicatrices diciéndole que eran a causa del gran amor que su padre espiritual sentía hacia ella, que la penitenciaba a base de bien para que purgara sus pecados. De traca, vaya...
Santa Isabel lavando a un leproso |
Von Marburg señalando una pira donde arde un hereje y donde acaba de enviar a la desdichada que suplica por su vida mientras un guardia la agarra del pelo. |
Gregorio IX, que aumentó notablemente el poder de los inquisidores, lo que dio lugar a multitud de abusos por parte de los más celosos "guardianes de la fe" |
Castillo de Marburg, en cuyas cercanías von Marburg mandó quemar a decenas de herejes en un lugar que, al parecer, recibió el nombre de "Arroyo de los Herejes" y que ha llegado a nuestros días. |
Ludwig, landgrave de Turingia, acompañado de su escudero y un paje. Nunca podría haber imaginado en manos de qué personaje había puesto a su pobre mujer |
Heinrich VII von Hohenstaufen |
De entrada, los obispos de Tréveris y Maguncia enviaron sendas cartas al papa quejándose de la conducta del inquisidor, al que acusaban de tal exceso de celo en el desempeño de su cargo que más bien parecía un ángel exterminador que un servidor de la Santa Iglesia. Y el papa, que en aquella época andaba bastante absorbido por los cátaros y valdenses que no lograba eliminar en Francia, pues tampoco parece ser que pusiera mucho empeño en defender a su otrora paladín de la ortodoxia. Pero lo peor para von Marburg era que había rebasado con creces la paciencia de nobles y plebeyos, y sus días estaban ya contados.
Lápida que señala el hipotético lugar donde fue asesinado von Marburg. |
Iglesia de Sta. Isabel, una de las más antiguas del gótico alemán |
Al final, ni el mismo papa Gregorio se dignó alabar a su antiguo y pertinaz inquisidor. En 1234 se lamentó del enorme poder que había concedido a semejante sádico, y se quejó amargamente del mal uso que hizo del mismo y la gran CONFVSIO que había creado entre los fieles bajo su tiránica autoridad. No obstante, se abstuvo de repudiar al inquisidor y condenó a sus asesinos aunque estos, como ya podemos suponer, quedaron totalmente impunes. Así acabó este abyecto personaje que, en realidad, para lo único que sirvió fue de baldón de la Iglesia a la que decía defender, si bien a costa de segar cientos de vidas que, en su mayor parte, eran inocentes que se vieron en las redes de un energúmeno carente del más mínimo sentimiento de caridad cristiana. Así arda en el puñetero infierno por toda la eternidad, amén de los amenes.
Y como cierre, una breve reflexión: todos han oído hablar alguna vez del controvertido Tomás de Torquemada, que ha pasado a la historia como arquetipo del más depravado sadismo. Bien, pues Torquemada, que en realidad se convirtió en la enésima víctima de la Leyenda Negra anti-española, sin dejar de adolecer cierto fanatismo, era un verdadero santo comparado con el degenerado este que disfrutaba azotando mocitas medio desnudas. Sin embargo, mientras que todos conocen a Torquemada es posible que muchos de los que lean esta entrada no hayan oído hablar en sus vidas de Konrad von Marburg. Sirva pues de aviso que antes de juzgar los actos de un determinado personaje conviene estar al tanto de los de otros que, posiblemente, los superen en maldad. Ah, y de la misma forma que muchos creen que los españoles fuimos los que inventamos la Inquisición, pues ya ven que fue Inocencio III, y no para combatir judíos ni moriscos, sino cristianos herejes.
En fin, para ser Jueves Santo ya vale.
Hale, he dicho
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