Pentesilea, reina de las amazonas, es muerta por el peleida Aquiles ante los muros de Troya. Pentesilea había acudido en ayuda de Príamo por el mero placer de combatir |
Amazona manejando una honda |
-Cusha, cuñao, tú que sabe tanto, dime argo sobre la tribu esa ande no había na má que muhere y tenían mu mala leshe.
-Lah amasona, ¿no? Po que leh cortaban a toa una teta, cuñao. Sin la teta podían lushá mejón. Lo ví er otro día en un documentá der Caná Hihtoria mientra jasía la digehtión de loh cuatro litro gahpasho que me jinqué con la caló.
-¿Cuatro litro? ¡Qué barbariá, cohone! ¿Y no te queahte cuajao na má empesá er documentá?
-¡Qué va! La japuta de tu hermana se tiró dó hora y media rajando con su amiga Yenifé y no me dejó dormí la siehta, me cagüen suh muertoh tó...
¿Ven? Cualquier cuñado lo sabe, incluso viendo documentales con el cerebro medio vaporizado por la ingesta abusiva de gazpacho combinada con una conferencia telefónica interminable en el mismo sofá. Sin embargo, no hay nada, ninguna prueba ni testimonio verdaderamente rotundo que demuestre semejante práctica que, además, sería completamente inútil ya que ningún pecho, por majestuoso que sea, dificulta o impide a una fémina hundirnos el cráneo con una maza, pasarnos de lado a lado con una lanza o convertirnos en un acerico a flechazos.
Guerrera escita combatiendo con un hacha. |
Junto al cráneo podemos ver el tipo de hacha escita, propia de los arqueros de este pueblo, que produjo los orificios en el cráneo. La dejaron lista de papeles, pobrecita... |
Buena prueba de que las mujeres escitas iban a la guerra y palmaban heroicamente en sus violentos cambios de impresiones con las tribus vecinas o con invasores procedentes de lejanas tierras, es el cráneo que podemos ver en la foto de la derecha, datado hacia el siglo V a.C. Perteneció a una mujer de una tribu Pazyryk de entre 25 y 30 años que, además de mostrar los orificios en la cabeza, presentaba en las costillas marcas de haber sido apuñalada con una daga, o sea, que le endiñaron a base de bien. Eso solo significa una cosa, y no es otra que esta proba guerrera se zambulló en la vorágine de la batalla como una leona junto a siete compañeros que aparecieron en otras tumbas junto a ella, todos con señales evidentes de haber sido apiolados de forma inmisericorde por sus enemigos. Y no solo disponemos de testimonios como este, sino que hay gran cantidad de enterramientos donde se pueden ver como estas mujeres habían palmado en combate y que, además, a la vista de sus ajuares eran personas de un elevado estatus dentro de su tribu. Un ejemplo lo tendríamos en la tumba 5 del yacimiento denominado como Arzhan 2, en la República de Tuvá, en el que aparecieron una pareja, hombre y mujer de 50 y 30 años respectivamente, en el que además de las armas de ambos se encontraron más de cinco mil objetos de oro. O sea, que ambos eran guerreros y a ambos debió tocarles la Primitiva antes de pasar a mejor vida, digo yo...
Restos de dos guerreros Pazyryk, hombre y mujer, hallados con sus armas en sus respectivas tumbas. Junto a ellos aparecieron los esqueletos de nueve caballos |
Al parecer, más que un bulo en sí mismo podríamos decir que todo proviene de una mala traducción o, mejor dicho, de una mala costumbre por parte de los griegos a la hora de helenizar los términos extranjeros. Recordemos como, por ejemplo, en la entrada que se dedicó a los prisioneros de guerra de los faraones, se explicaba que dicho término, faraón, era como Herodoto adaptó la verdadera palabra egipcia per-aa al griego. Para entendernos: los griegos optaban por tomar el término original y adaptarlo a su lengua con una palabra que fonéticamente se asimilara a la misma. Otros ejemplos sobradamente conocidos serían Micerinos, que es como denominó al faraón Men-kau-rá, o Kefrén, que en realidad se llamaba Kaf-rá. Así pues, el equívoco surgió a raíz de la adaptación del nombre de un pueblo escita denominado amazon el cual fue helenizado por Helánico de Lesbos como amazonas, y juraba por sus barbas que las mujeres de dicho pueblo carecían de un pecho en base a que el prefijo privativo "a" denotaba carencia, mientras que "mazon" era fonéticamente muy parecido al término griego mastos (mastos), o sea, pecho o mama. El tal Helánico, que vivió allá por el siglo V a.C., al parecer no era especialmente apreciado por sus colegas, que lo consideraban como poco fiable a la hora de escribir sus crónicas. De hecho, hizo caso omiso de otra posible etimología quizás mejor encaminada en la que se aseguraba que amazon provenía de la expresión "sin grano"- en griego, maza (maza) significa cebada- en alusión a que los escitas mantenían una dieta casi exclusivamente a base de carne. Pero como lo de la teta cortada les daba más morbo y contribuía a aumentar el mito de esas feroces mujeres, pues todo el mundo acabó por creérselo como si tal cosa.
Y tanto caló la idea en los magines del personal que incluso tipos inteligentes como Hipócrates no dudaron en tomar por cierto el camelo de Helánico ya que en el Volumen II de sus "Textos Hipocráticos", concretamente en el apartado que trataba "Sobres los aires, aguas y lugares" daba cuenta de como las mujeres sármatas (pueblo vecino a los escitas) quemaban a las crías nada más nacer su pecho derecho con un útil de bronce puesto al rojo. Pensaba que semejante burrada servía para que, ausente la mama durante el crecimiento de la niña, se le desarrollase el brazo y el hombro de ese lado del cuerpo, lo que les permitiría luchar en igualdad de condiciones con los hombres. No obstante, el mismo Herodoto, contemporáneo de Helánico e Hipócrates, jamás hizo mención a tan cruel costumbre a pesar de que no se cortó un pelo a la hora de dar cuenta de los usos de escitas y sármatas, que no eran precisamente agradables por cierto. En fin, el error o la mala adaptación de un término extranjero llevado a cabo por un historiador mediocre acabó convirtiéndose en una verdad impepinable hasta el extremo de que historiadores muy posteriores en el tiempo como Apolodoro de Damasco o Quinto Curcio Rufo aseguraban que las amazonas se punzaban el pecho derecho para que no les creciera, dejándose el izquierdo para amamantar a sus retoños.
Siglos más tarde, algunos historiadores bizantinos intentaron corregir el error, si bien con escaso o nulo éxito a pesar de que sus teorías eran más creíbles. Juan Tzetzes (siglo XII) sugería que el término amazon significaba en realidad "no amamantado", en base a la costumbre de estas mujeres de no dar el pecho a sus hijos para impedir que se les descolgaran, lo que iría contra los cánones de belleza de la época (y de cualquier época, supongo) y, por otro lado, sería algo impropio de mujeres guerreras. De ahí la creencia de que alimentaban a los nenes con leche de yegua mezclada con miel y cosas así. Total, aun no existían los potitos esos. Con todo, aún hoy día no se sabe con certeza de dónde proviene lo de amazon, y los lingüistas se siguen devanando la sesera para dar con una teoría sólida. Dichas teorías van desde la posibilidad de un origen iraní antiguo, que usarían el término "ha-mazon" (guerreras) al indo-europeo, lengua en la que significaría "solteras", pasando por el circasiano "a-mez-a-ne", Bosque o Luna Madre o incluso "ama-zonais", "las que usan cinturones", en referencia posiblemente al ceñidor de la espada. En fin, quién sabe donde se esconde la verdad. Igual era el nombre de una cuñada especialmente agresiva y de ahí surgió todo, vete a saber...
En fin, dicho esto, en las fotos inferiores podemos ver a tres señoritas practicando diversas modalidades de tiro con arco. La de la izquierda, que ciertamente está de buen año, se dispone a efectuar un tiro parto sin que sus generosos atributos le estorben lo más mínimo. De hecho, la cuerda del arco ni siquiera le roza el cuerpo. La del centro, más enjuta, muestra como era la arquería a caballo en la época en que nos ocupa. En ese caso se efectuaba lo que hoy se llama un anclaje flotante, lo que permitía hacer puntería sin tener que mantener la cuerda apoyada en la jeta, adaptándose así al movimiento que imprimía al cuerpo el galope del caballo. Por último, a la derecha tenemos a una arquera a pie que, también generosamente dotada, no tiene problemas para tensar su arma. Ojo, el protector que lleva sobre el pecho izquierdo no es para que la cuerda no se lo chafe, sino para impedir que algún pliegue de la ropa estropee el disparo. Los hombres también los usan.
Como vemos, la teta derecha no estorba absolutamente para nada a la hora de tirar con arco, y menos aún para cualquier ejercicio marcial. Al cabo, los pechos son parte de la anatomía femenina y cualquier movimiento que nosotros hagamos ellas pueden hacerlo igual adaptando, si fuese preciso, dichos movimientos a su fisonomía de forma totalmente inconsciente. Así pues, la leyenda de la teta extirpada en pro de una mayor soltura para luchar fue un simple error de traducción que, unido al morbo y la fama que adquirieron estas mujeres, mitad reales, mitad leyenda, tuvo un éxito tremendo entre los griegos y, por ende, los que los sucedieron en el tiempo adoptando su cultura.
Bueno, ahí queda eso.
Hale, he dicho
Amazona en posición para efectuar un tiro parto |
Dos amazonas dándole estopa a un griego. La pintura procede de una sarcófago etrusco datado hacia el 400-340 a.C. |
En fin, dicho esto, en las fotos inferiores podemos ver a tres señoritas practicando diversas modalidades de tiro con arco. La de la izquierda, que ciertamente está de buen año, se dispone a efectuar un tiro parto sin que sus generosos atributos le estorben lo más mínimo. De hecho, la cuerda del arco ni siquiera le roza el cuerpo. La del centro, más enjuta, muestra como era la arquería a caballo en la época en que nos ocupa. En ese caso se efectuaba lo que hoy se llama un anclaje flotante, lo que permitía hacer puntería sin tener que mantener la cuerda apoyada en la jeta, adaptándose así al movimiento que imprimía al cuerpo el galope del caballo. Por último, a la derecha tenemos a una arquera a pie que, también generosamente dotada, no tiene problemas para tensar su arma. Ojo, el protector que lleva sobre el pecho izquierdo no es para que la cuerda no se lo chafe, sino para impedir que algún pliegue de la ropa estropee el disparo. Los hombres también los usan.
Como vemos, la teta derecha no estorba absolutamente para nada a la hora de tirar con arco, y menos aún para cualquier ejercicio marcial. Al cabo, los pechos son parte de la anatomía femenina y cualquier movimiento que nosotros hagamos ellas pueden hacerlo igual adaptando, si fuese preciso, dichos movimientos a su fisonomía de forma totalmente inconsciente. Así pues, la leyenda de la teta extirpada en pro de una mayor soltura para luchar fue un simple error de traducción que, unido al morbo y la fama que adquirieron estas mujeres, mitad reales, mitad leyenda, tuvo un éxito tremendo entre los griegos y, por ende, los que los sucedieron en el tiempo adoptando su cultura.
Bueno, ahí queda eso.
Hale, he dicho
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