lunes, 26 de septiembre de 2016

Armamento visigodo. Hachas


Dos visigoditos demostrando a mamá visigoda, a sus pedagogos, bellatores y demás pelotas cortesanos lo bien que manejan
sus pequeñas hachas, garantizando así que en un futuro no muy lejano podrán hendir los cráneos de sus más acérrimos
enemigos y, naturalmente, de los cuñados deseosos de cesarlos y ocupar sus puestos.

Bien, prosigamos. Tras la entrada anterior, en la que hablamos de las armas enastadas de estos belicosos hispanos adoptivos, hoy estudiaremos las hachas. Como es de todos sabido, los pueblos germánicos eran especialmente dados al uso de este tipo de armas y, por ende, muy diestros en su manejo. Cabe suponer que originariamente se partió de hachas-herramientas que, debidamente transformadas para obtener de ellas un mejor rendimiento militar, evolucionaron hasta convertirse en las hachas arrojadizas- las temibles franciscas- o las poderosas hachas de dos manos empleadas por los pueblos nórdicos, capaces de hendir sin problema un escudo más el portador del escudo.


La francisca, de la que ya se habló en su momento, era una de las armas más significativas de los guerreros germanos en general y los visigodos en particular. El origen de su nombre, como ya se comentó en su día, nos lo explicó Isidoro de Sevilla en sus "ETIMOLOGÍAS" cuando decía que, por ser empleadas por los francos, recibían la denominación de franciscas. No obstante, el hecho de que los vecinos del norte las emplearan con profusión no quería decir que además fuesen sus únicos usuarios ya que estas armas estaban muy extendidas por la Europa de la Alta Edad Media. De hecho, en nuestra añeja piel de toro han aparecido diversos ejemplares que testifican que, en efecto, formaban parte de las panoplias de los guerreros visigodos, quizás tomadas de los francos. Bien, temas etimológicos aparte, la francisca era un arma espléndidamente diseñada para el lanzamiento independientemente de que también fuera un arma temible en el cuerpo a cuerpo. Si observamos los tres ejemplares del gráfico superior podremos ver que sus hojas presentan una sinuosa forma de S, lo que facilitaba el giro de las mismas. A ello ayudaba también la forma y la longitud del mango que, más bien corto y levemente curvado hacia afuera permitía imprimir la fuerza adecuada para obtener un lanzamiento potente. Por otro lado, como vemos en la figura A, un generoso filo ofrecía una mayor superficie de corte, lo que se traducía en un mayor radio de clavada la cual era más contundente gracias al masivo talón de la hoja que actuaba como contrapeso. En las figuras B y C vemos diseños que siguen una pauta similar: gran longitud de la hoja respecto a su anchura, una acusada forma de S de las mismas y un pesado talón que ayuda a aumentar la velocidad de giro, lo que a su vez se traduciría en una energía cinética mayor.


El gráfico de la izquierda quizás nos ayude a comprender mejor este tema. Como vemos, cuando la francisca sale despedida comienza inmediatamente a girar ayudada por todos los factores mencionados en el párrafo anterior, además del golpe el muñeca que le imprimía el combatiente para voltearla. Ojo, no nos confundamos en este detalle porque una francisca no se lanzaba sola. Hacían falta años de adiestramiento para lograr colocarla en la diana con la debida precisión y potencia independientemente de que el objetivo estuviera a 5, 10 ó 20 metros. En todos los casos y para lograr el efecto deseado el filo debía golpearlo, y ahí es donde estaba la enjundia del lanzamiento ya que había que calcular de forma instintiva y prácticamente instantánea la fuerza y el efecto que había que imprimir al lanzamiento para lograr que el filo del hacha estuviera enfrentado al objetivo en el instante previo al impacto. En todo caso, lo que sí podemos tener claro es que, tal como se muestra en el gráfico, el peso del talón y el amplio filo extendido hacia abajo eran claves para que el arma efectuase un giro completo en un recorrido muy corto, lo que aumentaba las posibilidades de acertar gracias al inteligente reparto de la masa del arma.


Combatiente visigodo con una panoplia
básica de armas. De su cintura pende un
scramasax, arma que ya estudiamos en
su momento
Así pues, la francisca sería lo que podríamos decir un hacha específicamente militar, diseñada por y para la guerra y que, fuera del contexto bélico, tendría unas aplicaciones muy limitadas ya que su diseño no era el más indicado para su empleo como herramienta independientemente de que con ella se pudiera hacer leña o llevar a cabo pequeñas reparaciones, cosa poco recomendable ya que podría estropearle el filo. Pero no todos los hombres sujetos a filas tenían el adiestramiento necesario para manejar una francisca con propiedad ni tampoco los medios para adquirir una. Y que nadie piense que un arma de este tipo costaría lo mismo que una simple hacha de currante porque las primeras requerían una elaboración mucho más cuidadosa de cara a lograr darle la forma y el peso adecuados, por lo general encargados de forma expresa por el cliente. Por el contrario, un hacha-herramienta no tenía más ciencia que una forja y un temple adecuados, pero sin más florituras.

Por lo tanto, muchos de los sufridos campesinos que debían acudir llegado el caso a la llamada de las armas ni tenían franciscas ni sabían manejarlas adecuadamente, por lo que lo más sensato para ellos era ir a apiolar enemigos con sus hachas domésticas, las mismas que usaban para talar un árbol, fabricar una mesa o dejar listo de papeles al felón que le tiraba los tejos a la parienta cuando uno se ausentaba de casa más tiempo del prudencial. Hablamos del SECVRIS o, castellanizando el término, el segur, forma esta con la que en realidad se denominaban estas herramientas hasta tiempos no tan remotos. De hecho, en el "Tesoro de la Lengua Castellana" de Covarrubias, impreso por primera vez en 1611, en la entrada del hacha no encontramos ninguna acepción que haga referencia a armas o herramientas, sino a antorchas. Sin embargo, si nos vamos a la letra S encontraremos el término SEGVR del que nos dice que era "...un género de destral que corta por ambas partes, o por una sola...". La palabra hacha en su acepción como herramienta o arma es un galicismo inmundo proveniente del término francés hache, que a su vez tiene su origen en el franco hapja. O sea, que desde tiempos de los romanos y durante toda la Edad Media estas armas eran segures o segurones y no hachas. He creído oportuno dedicar un párrafo para aclarar este asunto ya que puede inducir a no pocos errores cuando vemos que antaño no se empleaba para nada la palabra hacha, y a veces no sabemos que término usaban para ello.

Hecho este breve paréntesis, pasemos a detallar la morfología de los segures empleados por los visigodos. Como ya hemos anticipado, se trataba de herramientas domésticas que, según los ejemplares hallados, tenían dos filos de diferente tamaño y posiblemente distintas aplicaciones que, según Isidoro de Sevilla, nos da su mismo nombre. El término SECVRIS, según el eximio obispo, proviene de SVCCIDERE, talar árboles. Pero también nos dice que equivale a SEMICVRIS ya que por un lado corta y por el otro sirve para cavar, o sea, una herramienta similar a las dolabras empleadas por los romanos. En el caso que nos ocupa, los segures visigodos serían herramientas con su filo normal en un lado mientras que en el otro presentaban un filo vertical menor cuyo cometido no podemos conocer con exactitud debido al estado que presentaban los ejemplares hallados. Así pues, igual eran picos que azuelas pero, en todo caso, igualmente válidos para triturarlos esternones de los enemigos. 


A la derecha podemos ver una recreación basada en un original. Como vemos, su cabeza mide unos 24 cm. de longitud si bien se han hallado ejemplares de hasta 30 cm., lo que de entrada nos confirmaría que habría que manejarlas con ambas manos. Con todo, es obvio que habría hachas de todos los tamaños que, con el paso del tiempo, darían pie a los segurones- hachas grandes como la que mostramos que requerían las dos manos para su manejo- y los destrales, hachas más pequeñas llamadas así porque se blandían con la mano diestra. Sea como fuere, de lo que podemos estar casi seguros es que los visigodos las llamaban con la forma latina SECVRIS.


En cuanto a su contundencia está por encima de toda duda, y es seguro que un arma semejante en manos de un forzudo visigodo debía tener unos efectos devastadores tanto en hombres armados de punta en blanco como en milicianos pobretones. El filo pequeño podría hendir fácilmente cualquier armadura o yelmo de aquella época conservando un remanente de energía capaz de producir heridas terroríficas en cuerpos, extremidades o cabezas. En su momento ya estudiamos detenidamente los tremebundos efectos del armamento medieval sobre las míseras envolturas carnales del personal, pero no está de más mostrar un pequeño recordatorio como el que vemos en la foto de la izquierda. En este caso, lo escalofriante no es la herida que muestra ese cráneo en la parte superior, producida probablemente por una espada, sino el hecho de que la jeta del propietario del mismo fue limpiamente partida por la mitad, y en este caso podríamos asegurar que con un hacha. Obsérvese que, aunque la cabeza está girada hacia la derecha, el maxilar superior que aparece marcado con la flecha conserva su posición correcta respecto a la mandíbula inferior en sentido longitudinal, lo que quiere decir que ese difunto recibió un hachazo justo debajo de la nariz que le partió la cabeza casi en dos mitades. En fin, estas armas no eran para tomarlas a broma como ya podemos suponer. 

Bueno, con esto vale por hoy. Y como es hora de llenar el buche, hago mutis por el foro y a otra cosa, mariposa.

Hale, he dicho

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