Hitler, el primero a la derecha, junto a algunos compañeros. Generalmente aparece en las fotos de grupo colocado en un extremo, y siempre con un rictus serio |
Retrato del futuro cabo Adolf a la edad de 16 años obra de F. Sturmberger, un compañero de clase |
Nada nuevo creo que pueda decirse sobre este controvertido personaje a estas alturas. Se han publicado tropocientas biografías sobre su vida y milagros, y aún más ensayos acerca de su compleja personalidad que, en realidad, nadie ha sabido aún descifrar. Todos sabemos más o menos como fue su existencia desde su nacimiento en Braunau am Inn en el seno de una familia modesta cuyo cabeza de familia, Alois Hitler, era funcionario de aduanas y de cuyos orígenes se han escrito mil historias por ser hijo espurio de una criada y no se sabe quién. También hemos oído hablar alguna vez de su problemática adolescencia, su vida bohemia hasta el estallido de la Gran Guerra y, por supuesto, su ascenso al poder tras una farragosa carrera política. Sin embargo, quizás la parte que menos se conozca fue su periplo militar, desde que se alistó en 1914 hasta que dio término la contienda y se agarró un cabreo importante porque, como la inmensa de sus camaradas pensaban, se habían pasado cuatro largos y penosos años en el frente para verse vendidos, según las ideas políticas de cada cual, por las élites sociales, los comunistas y marxistas en general, por los judíos forrados de pasta que eran los que movían los hilos en la sombra, etc.
Un Hitler cuasi cadavérico de principios de la guerra |
Alguna que otra vez hemos contemplado las pocas fotos que se conservan de este personaje durante su permanencia en filas, en las que vemos a un joven Hitler enjuto, serio y con su demacrada jeta adornada por un poblado mostacho según la moda de la época. Pero, en definitiva, no nos hemos dedicado por lo general a profundizar en esa parte de su vida porque la verdaderamente jugosa empezó más tarde, cuando se hizo el amo del cotarro y sumergió al mundo en una vorágine como jamás viose. Así pues, daremos cuenta de una serie de curiosidades curiosas, de esas que no suelen comentarse en los documentales del Canal Historia, para vapulear de forma inmisericorde a ese cuñado que asegura saberlo todo sobre el nefando Führer, y que hasta compró en eBay una Cruz de Hierro para colgarla en el salón en un marquito junto a un certificado de autenticidad muy bien falsificado por un grabador rumano que, enviado al paro tras la caída de Ceaucescu, se gana la vida desde entonces vendiendo condecoraciones auténticas más falsas que un euro de plastilina.
Una de las muchas acuarelas que elaboró Hitler durante su faceta pictórica. La verdad es que el hombre no lo hacía nada mal |
Bueno, la cosa es que el 24 de mayo de 1913, nuestro hombre se largó de Viena porque no le gustaba nada el ambiente de aquella ciudad donde, según él, "...era repugnante el conglomerado de razas que mostraba la capital del reino..." que, naturalmente, incluía judíos, y se plantó en Munich, donde tenía la intención de cultivarse y prosperar como artista del lápiz y el pincel. Como no andaba precisamente sobrado de peculio acabó recalando en casa de Josef Popp, un sastre que tenía su negocio en el número 34 de la calle Schleissheimer, donde este probo espadachín de la aguja ofrecía en alquiler una habitación para "hombres respetables". Frau Popp le mostró al joven austriaco la habitación y llegaron a un acuerdo en seguida. Hitler le dio una señal y cuando le preguntaron nombre y oficio para el registro puso "Adolf Hitler, pintor arquitectónico de Viena". En Munich, nuestro hombre se encontraba en su salsa. Acudía a la ópera, a los cafés, a las cervecerías y, en definitiva, a todos los ambientes bohemios de la ciudad, viviendo de lo poco que ganaba con sus acuarelas por las que, por cierto, hoy se pagan buenos dineros solo por ser obra suya. Pero un mal día el mundo cruel le mostró su verdadera faz, y aquí comenzamos a narrar esta serie de curiosidades curiosas.
Nº 34 de la calle Schleissheimer, en Munich, donde vivió Hitler hasta su incorporación a filas |
1. Apenas dos meses después de largarse de Viena, el 22 de agosto de 1913, un funcionario ya hizo constar que el ciudadano Adolf no solo no había hecho acto de presencia para cumplir con sus obligaciones militares, sino que tampoco se sabía nada de su paradero. Como nacido en 1889, debía haberse registrado para el servicio militar en 1909 y presentado al examen médico en la primavera de 1910, pero por algún motivo que se desconoce pasó del tema. Tras las pesquisas pertinentes, en las que se incluyeron a sus hermanas Ángela y Paula que afirmaron no saber nada de él desde 1908, el funcionario, un tal Zauner, dio por fin con el supuesto prófugo en casa del sastre muniqués. A las 15:30 del domingo, 18 de enero de 1914, o sea, en plena hora de la sacrosanta siesta, un tal Herle, inspector de la policía criminal de Munich, se presentó en su humilde domicilio para hacerle entrega de un oficio en el que se le ordenaba que el día 20 debía personarse en el embarcadero Kaiserin Elisabeth de Linz para cumplir el servicio militar. Herle añadió que podía caerle una multa de 2.000 coronas y una pena de cárcel de entre cuatro semanas y un año si no podía dar explicaciones convincentes sobre su deserción, tras lo cual lo agarró por una oreja y se lo llevó detenido, entregándolo al día siguiente en el consulado austriaco. El ciudadano Hitler se acojonó en grado sumo, y envió al cónsul un pliego de descargo en el que juraba por todo lo jurable que, aunque ciertamente había faltado a su deber de registrarse en 1909, al año siguiente sí lo hizo, pero que no recibió luego ningún tipo de llamada o requerimiento. Además, le largó una filípica tan lacrimógena narrando sus miserias que el cónsul se enterneció tanto que no le metió el paquete reglamentario. Total, que al final incluso le aceptaron que se presentase en Salzburgo en vez de en Linz ya que estaba más cerca de Munich, por lo que lió el petate y, con un billete de tren pagado por el estado austriaco, se presentó el 5 de febrero siguiente ante la Comisión de Reclutamiento local para pasar el examen médico. El resultado no pudo ser más alentador para el ciudadano Adolf ya que el diagnóstico fue el siguiente: "Inútil para el servicio militar y servicios auxiliares. Demasiado débil. Inhábil para el manejo de las armas". Muy contentito por haberse quitado de encima, de momento, los sacrosantos deberes patrios, se volvió a Munich a seguir con sus acuarelas y demás historias, que era lo que le molaba.
2. Ya vemos que el ciudadano Adolf fue declarado inútil para el servicio, por lo que muchos se preguntarán como acabó alistado desde el primer momento y, además, en una unidad alemana y no austriaca. La cosa es que tras su regreso a Munich y a raíz del asesinato del archiduque Francisco Fernando a manos del memo de Gavrilo Princip, un fuerte sentimiento pangermanista se apoderó de nuestro hombre, que vio en la monarquía de los Hohenzollern una especie de nuevos cruzados cuyos caballeros, uséase, la carne de cañón que enviarían al frente, serían los designados por el destino para formar una Gran Alemania que dominaría el mundo. La famosa foto en que se le ve mezclado entre la masa exultante ante la movilización general decretada a raíz de la declaración de guerra de Rusia, aliada de Serbia, fue tomada en el Feldherrnhalle de Munich el 2 de agosto de 1914. El ciudadano Adolf se lo tomó tan a pecho que luego escribió que "...superado por un rapto de entusiasmo, caí de rodillas y le di gracias al Cielo con el corazón desbordante por concederme la suerte de poder vivir en este tiempo."
El efímero coronel List |
3. El día 3 Francia declaró la guerra a Alemania, por lo que envió una carta personal nada menos que al rey Luis III de Baviera rogándole que lo admitiese en su ejército. Apenas tardaron un día en responderle, lo que demuestra tres cosas. Una que el rey Luis era un sujeto serio que respondía a la correspondencia con prontitud. Dos, que, a la vista de lo que se avecinaba, estaban dispuestos a admitir como voluntarios a todo bicho viviente. Y tres, que la avalancha de voluntarios, así como cierta incompetencia por parte de los funcionarios encargados del reclutamiento, pasaron por alto su nacionalidad. De hecho, parece ser que no fue ni mucho menos el único austriaco que sirvió en el ejército bávaro. En cualquier caso, la cuestión es que el día 5 de agosto se presentó como voluntario en el 1er. Rgto. de Infantería, donde no fue admitido por estar completo. El día 16 fue finalmente citado para que se presentase en el Centro de Reclutamiento nº 6 de Munich. Desde allí sería enviado al 2º batallón del 2º Regimiento de Infantería, donde recibiría el equipo completo. Este batallón fue acuartelado en una escuela que habilitaron para tal fin, y allí empezó a recibir instrucción militar hasta que, a comienzos de septiembre, fue destinado de forma definitiva al 16º Regimiento de Infantería de Reserva, más conocido por el nombre de su comandante, el coronel Alfred Julius List. Este regimiento, de reciente creación, estaba nutrido por personal de lo más variopinto en lo tocante a las edades de sus componentes, así como origen o estatus social de los mismos. Allí permaneció nuestro hombre durante toda su andadura bélica.
Hitler, con un pickelhaube en la cabeza, junto a unos compañeros en un refugio en el frente |
4. La instrucción fue completada aprisa y corriendo porque el 20 de octubre siguiente, apenas mes y medio después de su reclutamiento, el Regimiento List estaba listo para ser enviado al frente a tener una muerte heroica conforme mandan los cánones. Al día siguiente embarcaron al personal en tres trenes y los mandaron al Frente Occidental, teniendo como destino la ciudad de Lille, donde arribaron el 23. Seis días más tarde, el soldado Hitler entró en fuego por vez primera en la carretera de Menin, cerca de Ypres. Allí mantuvieron un violento cambio de impresiones con el enemigo durante cuatro días, de resultas de lo cual los efectivos del regimiento List se vieron un tanto mermados. Bueno, no nos engañemos, les dieron las del tigre, porque tuvieron un 70% de bajas incluyendo a su comandante, el coronel List, al que la guerra le dio menos de sí que un jersey de hojalata ya que palmó el día 31 con el tórax bastante perjudicado por la metralla. De los 3.600 efectivos con que su regimiento llegó al frente se habían quedado en apenas 611 debido, entre otros motivos, al fuego amigo de dos regimientos de Württemberg y de Sajonia que los confundieron con british (Dios maldiga a Nelson). En fin, no se puede decir que el bautismo de fuego del soldado Hitler fuese precisamente alentador.
Hitler, en la primera fila a la izquierda, con los enlaces del regimiento. Como siempre, aparece en un extremo y más serio que un responso |
5. Como el regimiento se había quedado bajo mínimos lo ascendieron a cabo el 3 de noviembre. El List, como todas las unidades de los bandos en liza, quedó inmovilizado por la guerra de posiciones que acababa de inaugurarse, por lo que tuvo tiempo de rehacer sus mermados efectivos. Con el ascenso le llegó además un nuevo destino. El día 9 fue enviado a la plana mayor como Meldegänger (enlace), donde serviría el resto de la guerra. Ser enlace no era precisamente una lotería. Caían como moscas porque debían ponerse en movimiento cuando la artillería destruía las líneas telefónicas y no quedaba más remedio que corretear por las trincheras, o incluso fuera de ellas, para llevar las órdenes que no se podían comunicar hasta que se arreglasen las líneas averiadas. Pero, además, eran unos de los principales objetivos de los francotiradores porque un enlace muerto era como una línea telefónica destruida, y en este caso no se ponían arreglar sino, a lo sumo, sustituirlos por otros nuevos. De hecho, en apenas un mes ya habían pasado a mejor vida tres de los ocho enlaces de la plana mayor, y otro había sido herido de gravedad, por lo que ya vemos que la existencia de estos probos corredores no era fácil.
Hitler junto a dos compañeros del grupo de enlaces, Ernst Schmidt y Anton Bachmann, Con ellos, Fuchsl, la mascota de Hitler. Los tres muestran la cinta de la Cruz de Hierro de 2ª clase |
6. Su primera condecoración le llegó aquel mismo mes, pero además acompañada por buenos augurios respecto a su futuro. El nuevo comandante de la unidad, el teniente coronel Engelhardt, tenía in mente proponerlo para la Cruz de Hierro de 2ª clase. Pero estando en su refugio con varios oficiales del regimiento, una granada enemiga lo alcanzó de lleno, matando a varios de ellos y dejando al teniente coronel hecho una birria al pobre hombre. El cabo Hitler había salido apenas 5 minutos antes a cumplir una misión de enlace, por lo que se libró por los pelos de una muerte casi segura. Así fue la famosa anécdota por la que, desde aquel momento, se consideró a sí mismo como alguien señalado por la Providencia para alcanzar grandes destinos. Pero, cuestiones providenciales aparte, la cosa es que Engelhardt no palmó, la propuesta llegó a instancias superiores y, finalmente, le fue concedida el 2 de diciembre de manos del teniente Georg Eichelsdörfer. Fue, según manifestó en una carta a su antiguo casero, el sastre Popp, "el día más feliz de mi vida". Normal, a todo el mundo le gusta que le reconozcan los méritos, qué carajo... Solo 60 hombres de su regimiento recibieron esa distinción, entre ellos cuatro enlaces entre los que se encontraba el cabo Hitler, así que ya vemos que no la otorgaban así como así.
HItler, a la izquierda con un frondoso mostacho. En la foto aparece también Fuchsl, que por lo visto era un chucho apreciado por el personal |
7. Es de todos sabido que Hitler tenía pasión por los chuchos. En el frente dio con uno al que adoptó como mascota con el nombre de Fuchsl, que aparece en alguna que otra foto junto al cabo Hitler y sus camaradas. El chucho aquel era más listo que el hambre, y según él mismo contaba posteriormente, se ponía delante de él cuando comía esperando a ver si caía algo. Pero cuando se daba cuenta de que, tras pasar un rato, no le daba nada, se sentaba delante mirándolo con expresión de "¿y a mí, qué?". Al parecer, le tomó un cariño bestial al animalito, y se entretenía enseñándole a hacer chorradas para pasar el rato ya que Hitler no era precisamente un tipo sociable, y solía permanecer en los refugios sumido en sus pensamientos o leyendo mientras sus compañeros jugaban a las cartas o se rifaban postales eróticas para aliviarse en algún rincón apacible por la falta de hembra.
En esta vemos a Hitler, en segundo lugar por la derecha en la última fila, junto a varios camaradas convaleciendo en el hospital de Beelitz |
8. Su regimiento fue enviado en marzo de 1915 al sector de Fromelles, donde tendría lugar una buena escabechina cuando en julio del año siguiente comenzó la batalla del Somme. La primera herida la recibió el 5 de octubre, cuando una granada de artillería explotó justo en la entrada del refugio donde se encontraba junto a unos compañeros. Mientras que los demás resultaron muertos o gravemente heridos, el cabo Hitler solo recibió algunas esquirlas de metralla en el muslo izquierdo. La suerte le seguía favoreciendo. Fue trasladado a un hospital de campaña, donde permaneció hasta el día 9 para, a continuación, ser enviado al hospital de la Cruz Roja de Beelitz, cerca de Berlín, donde prosiguió su convalecencia hasta el día 1 de diciembre. De vuelta al frente, recibió su segunda distinción el 17 septiembre de 1917, cuando su regimiento fue replegado tras sufrir enormes pérdidas a lo largo del mes de agosto. En esta ocasión le fue concedida la Cruz Militar de 3ª clase. Posteriormente, el 18 mayo de 1918 obtuvo la Verwundeterabrechnen, la Medalla de Herido, una distinción creada el 3 de marzo de aquel mismo año por el káiser para que sirviera de consuelo a los que habían agujerado el pellejo por la Patria.
Hitler luciendo la Cruz de Hierro de 1ª clase |
9. El 4 de agosto de 1918 le fue otorgado su más preciado galardón, que jamás en su vida dejó de lucir y que creo que hasta lo llevaba puesto cuando se duchaba, la Cruz de Hierro de 1ª clase, una condecoración que solo se concedía a los suboficiales y las clases de tropa de forma excepcional. Recordemos que era la distinción más importante del ejército alemán tras la Orden Pour le Mérite, que solo obtenían los miembros de la élite militar y los aviadores más distinguidos, como von Richthofen, su mismo hermano, Lothar, el inefable Göring y tantos otros. Sin embargo, la concesión de esta medalla estuvo y aún está envuelta en cierto misterio ya que, tras la guerra y su inicio en la política, intentó ocultar por todos los medios que se la debía a un judío. En los libros de texto en que los nenes arios aprendían la vida y milagros del excelso Führer se explicaba que la obtuvo haciendo prisioneros a nada menos que 15 gabachos (Dios maldiga al enano corso) a los que, tras acojonarlos bonitamente, desarmó él solito y los condujo a retaguardia. Sin embargo, parece ser que la realidad era muy diferente.
Hitler en el Berchtesgaden. Bajo su inseparable Cruz de Hierro de 1ª clase se ve la Verwundetenabzeichen, la Insignia de Herido |
Unas semanas antes, tras quedar destruidas las líneas telefónicas durante un feroz bombardeo, un oficial de la plana mayor de origen judío, el teniente Hugo Gutmann, prometió la medalla al cabo Hitler y a otro enlace si eran capaces de hacer llegar un importante mensaje hasta primera línea, lo que ambos lograron. Tras recomendarles para la concesión del premio, Gutmann tuvo que insistir durante semanas al comandante de la división porque, aunque era un hecho meritorio, no lo consideraba tanto como para acceder a una distinción tan importante. Al final, Gutmann se salió con la suya y, finalmente, la dichosa medalla fue prendida del ajado uniforme del cabo Hitler por el mayor von Tubeuf. En todo caso, Hitler jamás agradeció al teniente su intercesión ya que más tarde escribió que "...habíamos tenido un judío en nuestro regimiento, Gutmann, un cobarde incomparable. Había ganado la Cruz de Hierro de 1ª clase. Eso fue una atrocidad y una desgracia." De desagradecidos está el mundo lleno, ¿que no?
Hitler tras la guerra |
10. Para el cabo Hitler, la guerra terminó en la noche del 13 al 14 de agosto de 1918. Su unidad se encontraba en unas colinas al sur de Wervick, en el sector de Ypres, cuando les sorprendió un ataque de iperita por parte de los british. Al darse cuenta de lo que se les venía encima, tanto él como sus compañeros salieron echando leches de allí ya que ante la iperita no valían las máscaras antigás normales, y era necesario cubrirse con una capa protectora de goma para impedir que aquella porquería llegase al cuerpo. Cuando salieron de las trincheras el cabo Hitler tenía ya los ojos como dos tomates, y hacia las 7 de la mañana los sentía "como brasas ardientes, y todo se había oscurecido alrededor", siendo evacuado junto a otros compañeros afectados por el gas al hospital de campaña de Oudenaarde, donde recibieron el tratamiento adecuado para mitigar los efectos de la porquería aquella que les habían dejado las conjuntivas y los párpados como boniatos. El día 21, el cabo Hitler fue enviado al hospital de Pasewalk, en Pomerania. Parece ser que tuvo una recaída de tipo psicosomático producida por el berrinche que se llevó cuando se enteró de que Alemania estaba a punto de rendirse, porque el día 9 de noviembre había recuperado por fin la visión para perderla de momento al saber la noticia de lo que él mismo denominó como "la mayor villanía del siglo". La cuestión es que el día 10 el capellán del hospital reunió a los pacientes para informarles que el káiser había sido derrocado, que la monarquía se había ido a hacer puñetas, que se había instaurado una república y, lo que era peor, había estallado una revolución. El cabreo fue tan monumental que, según él mismo, metió la cabeza entre la manta y la almohada para ponerse a llorar a moco tendido. "Desde que estuve ante la tumba de mi madre no había llorado... pero entonces no pude evitarlo" dijo más tarde. El día 11, Alemania se rendía. A finales de ese mismo mes, el cabo Hitler recibió el alta médica y declarado como apto para el servicio a pesar de que "...solo podía distinguir los titulares más grandes de un periódico" pero, total, ya daba igual. Por cierto que durante su estancia en el hospital recibió su última condecoración, la Dienstauszeichnung (Medalla al Servicio) de 3ª clase. En fin, el hombre hizo acopio de quincallería militar para lucir en la pechera.
11. El término del conflicto no supuso la licencia. Sin oficio ni beneficio, ni perspectivas de vender más acuarelas arquitectónicas porque no estaba el horno para bollos, permaneció en el ejército, donde al menos tenía alojamiento y tres comidas al día. Tras pasar por varios destinos acabó ejerciendo como agente de inteligencia para, como otros de sus compañeros, infiltrarse en los partidos políticos que habían surgido como hongos a raíz de la revolución. En julio de 1919 recibió el encargo de infiltrarse en un partido birrioso que apenas contaba con medio centenar de miembros, el DAP (Deutsche Arbeiter Partei, Partido Obrero Alemán) dirigido por Anton Drexler y, en vez de llevar a cabo sus labores de intoxicación e información, resultó que le tomó gusto a eso de despotricar contra los comunistas y los judíos, culpables según muchos de haber perdido la guerra, así como contra el humillante Tratado de Versalles. El 31 de marzo de 1920 se licenció finalmente del ejército dando así comienzo su carrera política.
Carné del DAP del ex-cabo Hitler donde podemos ver la fecha de su afiliación al partido, 1 de enero de 1920 |
Fritz Wiedemann cuando era un picatoste nazi |
12. Como colofón, añadir una curiosidad extra, y es acerca del ascenso a unteroffizier (suboficial) que nunca llegó a pesar de, como hemos visto, tener méritos para ello ya que era un tipo valeroso. Según Max Amann, posteriormente uno de los fundadores del NSDAP y que sirvió como sargento encargado del personal en en el regimiento List donde conoció a Hitler, se llegó a plantear la posibilidad de ascenderlo. Por otro lado, el capitán Fritz Wiedemann, que servía como ayudante del comandante del regimiento, manifestó posteriormente que los mandamases de la unidad lo veían como un bohemio y carente de dotes de mando, por lo que queda claro que ninguno de ellos tenía un máster en psicología. Lo más probable es que prejuzgasen al cabo Hitler en base a su actitud generalmente retraída, su carácter solitario y su escaso interés por tener amiguitos en el regimiento. En cualquier caso, y paradojas del destino, tanto Amann como Wiedemann fueron posteriormente subordinados de Hitler.
Bien, este fue, grosso modo, el periplo militar del cabo Hitler. Como hemos ido leyendo, fue uno más de los millones de alemanes que combatieron por su país y que incluso fue recompensado con distinciones superiores a las habituales en un simple cabo. Es más que evidente que si hubiese tenido una muerte heroica le habría ahorrado al planeta unos cuantos millones de víctimas, pero por algún motivo la Providencia lo dejó escapar en las diversas ocasiones que tuvo para entregar la cuchara. En todo caso, es posible que el nacionalismo feroz que surgió en Alemania a raíz de la humillante derrota sufrida hubiese creado, sino a este sujeto, otro igual o peor, por lo que los seguidores de la teoría de la predestinación asegurarían tal vez que eso estaba escrito.
En fin, espero que esta docena de curiosidades curiosas permitan a vuecedes impeler a cualquier cuñado a una autolisis fulminante, incapaces de soportar la humillación de haberse gastado un dinero en la tele por cable para que, al final, lo que han aprendido en los documentales no les haya servido de nada.
Hale, he dicho
Hitler (4º por la derecha) aparece en esta foto junto a sus siete colegas enlaces del regimiento |
No hay comentarios:
Publicar un comentario