La guarnición de Metz, al mando del duque de Guisa, se lo curra a base de bien para hacer frente al ejército enviado por Carlos V en 1552 |
Bueno, prosigamos...
La proliferación de la artillería no supuso en sí mismo un cambio en los conceptos defensivos a la hora de construir parapetos y defensas para contener a los enemigos en caso de que estos lograran abrir una brecha en la muralla. Sin embargo, lo que sí sufrió un drástico cambio fue la morfología de dichas defensas ya que las fortificaciones de la época habían variado tanto su diseño como la composición de los materiales con que estaban construidas. Por lo tanto, esta entrada estará dedicada, como ya anticipé ayer, a los nuevos sistemas defensivos adoptados a raíz de la aparición en los asedios de bocas de fuego cuyo poder destructor era muy superior a la artillería neurobalística al uso durante siglos. Al grano pues.
En primer lugar, debemos considerar que, como ya comenté más arriba, la morfología de las fortificaciones de traza italiana que surgieron durante el Renacimiento implicaba un uso diferente de la artillería de sitio. Para explicarlo con más claridad nos guiaremos por el croquis que podemos ver en el párrafo siguiente.
Como podemos comprobar, las fortificaciones medievales estaban emplazadas a una cota notablemente superior respecto a la campaña. Eso implicaba que, como se comentó ayer, la artillería lo tuviera complicado para batir las defensas construidas para cerrar la brecha por carecer de ángulo de tiro para ello. De ahí que el ataque a la misma lo llevaran a cabo las tropas asaltantes, para lo que bastaban las empalizadas y fosos mostrados en la entrada anterior. Sin embargo, cuando los fuertes de traza italiana fueron sustituyendo a los castillos de la Edad Media, la altura de las muralla disminuyó respecto a la cota de la campaña, siendo compensada con profundos fosos tal como vemos en la parte inferior del croquis. De ahí que las piezas de artillería pudiesen batir con más facilidad el interior de las fortificaciones una vez abierta la brecha, por lo que las defensas preparadas para contener el asalto debían estar preparadas para resistir el embate de los cañones que, tras derribar la muralla, abrirían fuego para anular dichas defensas antes de que se llevase a cabo el asalto final por la infantería.
El grabado de la derecha nos lo muestra con toda claridad. Varias piezas de artillería han sido emplazadas ante el foso y se disponen a abrir fuego contra las defensas que la guarnición ha preparado para contener el asalto mientras que la infantería avanza por una trinchera para comenzar la penetración en el recinto. No obstante, las defensas incluyen varias bocas de fuego que comenzarán a disparar contra los atacantes, por lo que se iniciará un duelo artillero entre ambas partes y en el que los sitiadores buscarán a toda costa destruir los parapetos de los defensores ya que, de lo contrario, su infantería no podrá avanzar por mucho que lo intenten.
Por otro lado, está de más decir que no era lo mismo construir una barrera para contener a la infantería que para resistir los disparos de la artillería enemiga. De hecho, las empalizadas que mostramos en la entrada de ayer podían ser literalmente pulverizadas con una sola andanada, de ahí que los ingenieros militares de la época se esforzaran en estudiar la forma y los materiales más adecuados para construir unas defensas lo suficientemente sólidas como para resistir el poder de las nuevas armas. Debemos tener en cuenta un detallito, y es que la energía cinética contenida en un bolaño disparado por un fundíbulo era muy inferior al disparado por una bombarda o una culebrina y, también muy importante, dichos bolaños de piedra fueron rápidamente sustituidos por pelotas de hierro que no se hacían añicos contra una muralla. Y por último, considerar que el peso específico del granito es de 2.800 kg/m³, mientras que el del hierro fundido oscila entre los 7.700 y 7.900 kg/m³, o sea, un 175% más. ¿Que qué supone eso? Pues que una pelota de hierro, a igualdad de calibre, pesará un 175% más que un bolaño, y si a eso añadimos una velocidad superior tendremos una energía cinética acojonante comparada con la que era capaz de imprimir al proyectil cualquier máquina neurobalística.
Bien, dicho esto ya tendremos una clara idea de que, como comentaba más arriba, la aparición de armas de fuego cada vez más poderosas obligó a crear defensas acordes a la potencia de las mismas. La más básica era la blinda, un simple armazón portátil de madera destinado a contener fajinas. Estas blindas, que formaron parte de los pertrechos de los ejércitos incluso en el siglo XIX, eran básicas pero versátiles ya que, además de como parapeto, servían para contener la tierra de los taludes. Alguno se extrañará por el hecho de que se usase algo tan aparentemente frágil como un puñado de fajinas para contrarrestar una bala de cañón, pero la cosa es que la mejor forma de detener o, al menos, aminorar sus efectos, era oponerles materiales blandos que absorbiesen su energía. Y, por otro lado, no era lo mismo recibir una lluvia de fragmentos de ramas cuando una pelota de hierro impactaba contra la blinda que una lluvia similar, pero de fragmentos de piedra cortantes como cuchillas.
Por esa razón, todas las defensas que iremos presentando tienen dos cosas en común: son gruesas pero fabricadas con materiales blandos. A la izquierda tenemos la más conocida: el cestón o gavión, un simple recipiente fabricado con gruesos mimbres y llenos de tierra lo más compactada posible. Ojo, solo tierra, ya que si contenía piedras o cascotes estos podían fragmentarse al recibir el balazo con las consecuencias que ya podemos imaginar. La barrera que presentamos era la usada tanto por los artilleros atacantes como los defensores. Los sacos terreros, que eran digamos opcionales, tenían como finalidad proteger a los servidores de las piezas de los disparos de armas ligeras como arcabuces o ballestas. Los cestones, al igual que las blindas, han tenido una vida operativa muy extensa ya que, de hecho, aún se usan si bien ahora no se fabrican con mimbres, sino en forma de enormes sacos cúbicos capaces de contener cientos de kilos de tierra.
Ya en el campo de las barreras propiamente dichas, la fórmula era alternar capas de materiales de forma que los más consistentes iban deteniendo la bala mientras que los menos sólidos absorbían su energía. El que vemos a la derecha está basado en las blindas, pero en forma de estructura fija. Como vemos, estaba formada por dos parapetos de troncos unidos por largueros ensamblados en ambos para darle más consistencia. El espacio que quedaba entre ambos parapetos se llenaba con fajinas mezclada con tierra. Una ventaja añadida de este tipo de barreras era la facilidad de reparación ya que bastaba eliminar las partes dañadas por otras nuevas, operación que se podía desarrollar rápidamente ya que bastaba sustituir los postes y las fajinas destruidas.
Esta otra está reforzada con aspas formadas por sólidos tablones. La finalidad de estas era sustentar la estructura principal, o sea, la empalizada, sin que esta se derrumbara en caso de resultar dañada parte de ella por el impacto de una pelota. El interior se rellenaba con capas alternativas de zarzos de mimbre con tierra. La mejor para estos fines belicosos era la arcilla que, al parecer, por su consistencia grasa tenía una capacidad superior a otras para absorber la energía de los proyectiles.
Por último, a la derecha tenemos una barrera mucho más consistente, en este caso formada por dos parapetos de troncos colocados horizontalmente y unidos entre ellos por hileras alternas. La unión se llevaba a cabo mediante ensamblaje (como las cabañas que salen en las pelis del Oeste), formando así una sólida estructura que era rellenada con tierra. Este tipo de barrera, con el grosor adecuado, podría servir incluso para fabricar una fortificación de circunstancias.
Típica posición artillera usada desde el Renacimiento hasta el siglo XIX a base de cestones. Este sistema era válido tanto para sitiadores como para sitiados. |
En fin, estos eran los medios con los que solían cerrar las brechas abiertas por la acción de la artillería o el minado de una muralla cuando los ingenios medievales pasaron a la historia. De hecho, a partir del siglo XVIII, cuando los asaltos a las fortalezas se llevaban a cabo prácticamente por norma a través de las brechas en las murallas, a fin de prevenir la defensa del recinto en caso de producirse el colapso ya se construían traveses para establecer de forma fija una segunda línea defensiva extremadamente sólida. Estas obras, a las que en su día se les dedicó una extensa entrada, se solían ubicar en las zonas más proclives a sufrir el ataque principal por parte de los enemigos, evitando así el verse con media muralla derribada, los asaltantes afilando sus armas y las obras defensivas de circunstancias a medio terminar si se habían dormido en los laureles.
En fin, ya está. Es hora de merendar. Me piro
Hale, he dicho
Asedio de Constantinopla en 1453. Sus murallas no fueron capaces de resistir el embate de la artillería turca |
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